Galilea & Chile

CHILE Y LA IMPORTANCIA DE BUCALEMU

Juan de Balmaseda y Cenzano, Gobernador de Chile es el primer eslabón de la cadena de emigrantes galileanos a ese país, que a lo largo de más de un siglo arribaron a tierras andinas con un destino común para todos ellos: el fundo de Bucalemu. 
En el año 1778 fue adquirido  con la cuantiosa fortuna que este galileano ilustre legó a sus descendientes siendo, a través de los tiempos, motivo de disputas y discordias entre las ramas chilena y española de la familia Fernández (Balmaceda) por mantener la titularidad de un territorio inmenso y rico en recursos naturales. En el año 1840 nace en esta hacienda el Presidente Balmaceda. En el año 1865 pasa a manos del agricultor Claudio Vicuña, que lo convierte en  el parque Bucalemu con reminiscencias paisajísticas europeas. Desgraciadamente un incendio devastador producido en el verano austral del año 2012 redujo a cenizas el 95% del total de su superficie.

Sebastián García Carreto y Chumacero extremeño, uno de aquellos nobles hidalgos españoles que como tantos otros participó en la conquista de América, fue uno de los primeros soldados en pisar tierra chilena. Muchos debieron ser los méritos que contrajo con la corona española para que el rey de España propusiera al Virrey del Perú, de quien entonces dependía Chile, para que fuera premiado por los servicios prestados a la corona.

Escultura en el interior del fundo

El premio que el Virrey le concedió fue digno de un conquistador. A orillas del pacífico y a unos cien kilómetros de Santiago de Chile, junto al río Rapel, existían unas tierras ricas y variadas, llamadas de Bucalemu o cerros grandes, que fueron dadas al capitán español. En ellas vivió el militar hasta que, entrado en años y sin descendencia que pudiera heredar tan rica encomienda, donó la hacienda en vida a la Compañía de Jesús con la condición de establecer en ella un colegio de misioneros que tuvieran a su cargo socorrer espiritualmente aquellas dilatadas comarcas pobladas de indios promocaes, los cuales se extendían desde el río Rapel hasta el río Maule, más de 200 kilómetros de Norte a Sur, y desde el mar hasta la cordillera de los Andes. La superficie total pudiera establecerse en 27.000 Has.

Cuando en el año 1631 fallece el conquistador español la Compañía de Jesús se hace cargo de la hacienda tal y como su benefactor estipuló en vida, creando en ella uno de los diez colegios que existieron en Chile con el propósito de alfabetizar a quienes residían y trabajaban en ella, estableciéndose seis misioneros que pronto extendieron sus esfuerzos educacionales hasta las zonas aledañas de Mataquito, Lontué y Rapel.  Para ello debieron aprender el idioma local lo que posibilitó la creación de una cultura campesina propia en la zona.

Siglo y medio más tarde esta hacienda de campo es puesta a pública subasta por el gobierno del rey Carlos III de España y los jesuitas son expulsados de la misma. A la subasta pública acude Pedro Fernández de Balmaseda, que aunque nacido en Pipaona, descendía al igual que toda su familia de Galilea, al que su tío el galileano Juan de Balmaceda Cenzano, Gobernador y Capitán General de Chile, le lega su cuantiosa fortuna en detrimento de su otro sobrino Juan Francisco Ruiz de Clavijo Balmaceda, nacido como él en Galilea, y con cuyo capital compra, con fecha 4 de abril de 1791, parte de lo que había sido el primitivo fundo de Bucalemu

Al morir Pedro Fernández Balmaseda sin sucesión es nombrado albacea testamentario y primer usufructuario sobre la hacienda de Bucalemu su pariente Rafael Beltrán que cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento del hacendado y gozó del usufructo los cuatro años establecidos en el testamento . No ocurrió así con su sucesor, José María Fernández Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), dilató el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, en el que amasó una considerable fortuna. Al incumplir claramente las últimas voluntades del hacendado,  Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, en la forma establecida por el fundador.  Dado que en Chile, ya independizado de España, seguía rigiendo el estado de derecho, los demás beneficiados podían pleitear en su favor, lo que, en efecto, sucedió. La sentencia judicial dio la razón a los parientes de Galilea, recayendo la titularidad de la hacienda en matrimonio formado por Petra Fernández Fernández (hermana de José María) y Pedro Fernández Arnedo. Gracias a esta sentencia, pudieron arribar a Chile, algunos nietos de este matrimonio  que se hacen cargo de la hacienda, teniendo que renuncar previamente a la herencia que les pueda pertenecer de sus posesiones familiares en España.

Así es como  Domingo Fernández de la Mata se hace con la hijuela de «San Felipe» de siete mil Hectáreas; su primo Braulio Fernández Fernández con la hacienda de «La casa de los jesuitas» de diez mil Hectáreas; y al tercer primo en discordia, Manuel Fernández Cereceda con las de «La Manga»  y «Corneche» también de diez mil Hectáreas. A la muerte de éste último estas dos hijuelas pasaron a ser propiedad de sus hijos Rafael y Ezequiel, respectivamente. Asimismo Braulio Fernández, nombrado diputado a Cortes en España, retorna a la península y vende su hijuela, en 1865, a su cuñado, el próspero agricultor y destacado parlamentario don Claudio Vicuña Guerrero, quien, a base de su experiencia y su conocimiento de Europa, crea con la participación del paisajista francés Guillermo Renner, el parque Bucalemu, en 1875.

En el año 1978 por decreto del Ministerio de Tierras y Colonización (hoy de Bienes Naturales) la «hijuela séptima de Bucalemu»  fue destinada al Ministerio de Defensa Nacional para el Ejército de Chile  y el entonces hombre fuerte de Chile, el  dictador  Augusto Pinochet  la convirtió en su refugio para su descanso, siendo un lugar absolutamente infranqueable y con un estricto control militar, como es de suponer.

El 21 de febrero del año 2004 el ejercito chileno firma un acuerdo con el Ayuntamiento de Santo Domingo, municipio creado hacia 1954 como balneario marítimo, para que parte de la hacienda Bucalemu, de 18 hectáreas, y ubicada a 140 kilómetros al oeste de Santiago, se convierta en un  centro cultural, con salas de conciertos, museos, teatro para exposiciones temporales, lugares para la recreación y el turismo. Además, acuerdan restaurar el conjunto arquitectónico, habilitando sus dependencias para el desarrollo de actividades culturales.  Crear un museo cívico, ambientado al siglo XIX que refleje la historia de esta hacienda y su relación con la historia nacional.  Habilitar el parque de la hacienda como centro ecológico-turístico, mediante el trazado de recorridos interiores a través de los atractivos senderos y caminos naturales que cubren este oasis histórico y que permitirá apreciar la vegetación nativa y exótica con que cuenta y las esculturas de Pedro de Valdivia, Francisco Pizarro, Hernán Cortes y Claudio Vicuña entre otras además de  su fauna silvestre. Con ello, se busca rescatar y recuperar la idea original del parque diseñado por Guillermo Renner.

El 29 de mayo de 2004 se hizo efectivo el traspaso por parte del ejercito chileno al Ayuntamiento de Santo Domingo del fundo de Bucalemu, convertido definitivamente en parque natural de uso público.

Juan de Balmaseda y Cenzano Beltrán.   Gobernador de  Chile. (1702-1778)

 

Juan de Balmaseda y Cenzano

D. Juan de Balmaceda y Cenzano nació en Galilea el 16 de abril de 1702 de padres hidalgos, ya que su madre perteneció a una de las trece divisas del Solar de Valdeosera, situado en los Cameros Viejos. En el valle de Ocón ocuparon los más diversos cargos de representación dentro del estado noble.

Se trasladó a Chile y una vez asentado en la entonces colonia chilena, estudió Leyes y en 1739 fue nombrado abogado de los Consejos de España, cargo desde el que inició su carrera judicial, asumiendo como Oidor de la Real Audiencia de Santiago en 1742. En tal condición, además, desempeñó funciones como juez del Tribunal de Bienes de Difuntos (1743), juez Protector del Partido de Aconcagua (1745) nombrado por el marqués de Obando y ministro de la Real Junta de Tabacos (1766), nombrado por el virrey del Perú Manual Amat.  En su calidad de Oidor decano, en 1768, asumió la gobernación interina de Chile cargo en el que se mantuvo hasta 1770.

Según Domingo Amunátegui Solar, en su libro Mayorazgos de Castilla, D. Juan de Balmaceda y Cenzano pertenecía a una familia de modestos recursos y emigró a Chile con la esperanza de hacer fortuna. En breve se le presentó una buena ocasión de realizar sus deseos con motivo del fallecimiento del fiscal de la Real Audiencia D. Martín Gregorio de Jáuregui y Ollo. Este magistrado había contraído matrimonio con Agustina Álvarez de Uceda, nacida en la ciudad española de Córdoba, la cual quedó bastante rica a la muerte de su marido, pues heredó de éste una casa en Santiago de Chile, en la calle de la Compañía, a cuatro cuadras de la Plaza mayor y una chacra (caserío) en Ñuñoa (en la actualidad barrio comunal chileno situado en la zona centro-oriental de la ciudad de Santiago).

Aunque Doña Agustina ya no era joven, y había enviudado dos veces, (su primer marido se llamó Francisco Fernández de Córdoba) esto no fue obstáculo para que el oidor Balmaceda le ofreciera ser su tercer marido a pesar de que tampoco él era ya tan joven, puesto que contaba 48 años de edad. Tal vez la circunstancia de quela señora Álvarez de Uceda no tuviera hijos, contribuyó a que aceptara la proposición del oidor y el matrimonio se celebró en la parroquia de Santa Ana, de Santiago de Chile, el día 8 de febrero de 1750. Dio la bendición nupcial el doctor Domingo Sánchez de la Barreda, capellán de la Real Audiencia. Este matrimonio fue tan infecundo como los dos anteriores de la señora Álvarez de Uceda y ella misma falleció el 29 de noviembre de 1761, después de nombrar a su marido heredero universal de todos sus bienes. Poco después de este matrimonio, en 1754, poseedor ya de una gran fortuna, nuestro ilustre paisano dona a la iglesia de Galilea una lámpara de plata que pesa una arroba y es colocada  en el crucero de la misma.  Envía también unas vinagreras con su platillo y campanillas, todo de plata, de dos libras.  En 1764, diez años después, envió un cáliz también de plata.

 

osé A. Manso de Velasco. Conde de Superunda

La carrera judicial de Juan de Balmaceda fue bastante larga pues desempeñó su empleo de oidor por más de treinta años y es justo agregar que siempre contó con el aprecio de los presidentes de Chile. El Virrey del Perú, Manso de Velasco (Conde de Superunda) le nombró juez del tribunal de bienes de difuntos con fecha 25 de mayo de 1743 por fallecimiento del oidor Juan Próspero de Solis Vango que ejercía aquellas funciones. El Marqués de Obando, que sucedió al  virrey Manso de Velasco el día 17 de julio de 1745, confió a Balmaceda el cargo de juez protector del partido de Aconcagua, con jurisdicción especial en las villas de San Felipe y San Martín de Concha. El virrey del Perú Manuel de Amat y Junient (1761-1776) le designó como ministro de la Real Junta de Tabacos con fecha 3 de julio de 1765.

Al oidor Balmaceda le tocó intervenir en uno de los más graves acontecimientos de su época, cual fue el periodo final de la expulsión de los jesuitas y suceder a Guell y Gonzaga como gobernador interino de Chile en su carácter de Decano de la Real Audiencia. El gobierno de Balmaceda solo duró año y medio; pero en ese corto tiempo dio extraordinarias pruebas de energía de carácter pues a pesar de sus años y de su profesión tan opuesta al arte de la guerra, salió a campaña contra los indígenas sublevados en la guerra de Arauco.

 

Don Juan de Balmaseda en la guerra de Arauco

 

La Guerra de Arauco es un prolongado conflicto que enfrentó a los hispano-criollos del reino de Chile contra el pueblo mapuche o araucano, y algunos aliados tales como los huilliches, picunches y cuncos en la zona geográfica de la Araucanía (Chile), en la zona comprendida entre el Bío-Bío y el Golfo de Reloncaví, situándose específicamente entre Concepción y la zona costera de la actual VIII y IX región, que acaeció en un lapso de tiempo de 300 años, pero con diferentes grados de intensidad, llamándose guerra propiamente, a menos de la mitad de este periodo. Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto el combate de Reinohuelén, librado en 1536 entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un cuerpo numeroso y bien organizado de guerreros, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, pero visto desde un contexto histórico esta fue una simple escaramuza. Históricamente se asume que se inició con Pedro de Valdivia en 1544 con la batalla de Quilacura.

 

Los conatos de levantamientos de 1759 y 1766

 

Guell y Gonzaga

Manuel de Amat y Junient, el gobernador de la época, fue una persona  prudente que manejó con relativo éxito las relaciones indígenas. Entre sus tareas, realizó una visita de inspección  a la frontera de Arauco, celebrando un parlamento con los indígenas en el Salto del Laja. La finalidad de esta iniciativa era crear un sistema de comunicaciones terrestres entre Concepción y la isla Chiloé, lo que implicaba pasar por distintos territorios ocupados por comunidades indígenas y que debían ser respetados por los españoles.

En Concepción, algunos caciques se comprometieron en forma no muy decidida a colaborar en el proyecto, que contemplaba la salida simultánea de dos expediciones, una desde Concepción y la otra desde Chiloé, que recabarían informaciones geográficas sobre el terreno.

Sin embargo, la columna que había partido de Concepción fue atacada por huestes rebeldes a cargo del cacique Lebián, y debió replegarse a Valdivia. Este hecho, acaecido en 1759, hizo fracasar la iniciativa, y para tranquilizar los ánimos, Amat convocó a otro parlamento, que esta vez se realizó en Santiago (febrero de 1760). Acudieron alrededor de 30 caciques, cuya presencia causó gran impresión entre los vecinos debido a sus coloridos atuendos y a la comitiva que les acompañaba. La reunión tuvo un éxito relativo, pues los jefes indígenas lograron que varios grupos mapuches, pero no la totalidad, depusieran las armas. Esta paz duró hasta 1769.

 

La sublevación de 1769. El caos de los gobernadores

Guerra de Arauco

En 1769 gobernaba Antonio de Guill y Gonzaga, y ocurrió que los pehuenches capitaneados por Lebían arrasaron las comunidades de Yumbel y Laja. Los pehuenches se asociaron nuevamente a tribus rebeldes mapuches y la rebelión se extendió por la zona de la frontera. Finalmente los pacíficos huilliches se sumaron a los anteriores. Justo cuando ocurrían estos hechos, y tras la prematura muerte de Gobernador Guill y Gonzaga, le sustituyó Balmaceda y Cenzano.

Don Juan era un buen jurista, pero inexperto en lides militares, lo que, sumado a una nueva intervención de la Iglesia, esta vez a cargo del obispo Espiñeira, gobernador de Concepción, el cual a su vez tenía bajo su cargo al radical maestre campo Salvador Cabrito, un exaltado militar, contribuyeron a crear un clima de caos nunca visto antes, perdiendo a sus aliados, como los huilliches. Espiñeira y Salvador Cabrito realizaron medidas rayanas en la sumisión ante los sublevados y encendieron aun más la llama de la rebelión.

En Santa Bárbara, el 3 de diciembre de 1769 ocurrió una masacre de 30 españoles a manos de  unos cuatro mil  indígenas que como una ola destruyeron todo a su paso. La Audiencia, viendo que el obispo Espiñeira los conducía al caos, se puso a la retaguardia de éste para contrarrestar la sublevación y solicitó al gobierno de Cuyo y Mendoza que mandó una compañía de extranjeros al mando de Reinaldo Bretón.

Manuel Amat y Junient

Balmaceda se personó en Concepción para ayudar a Espiñeira a contener la revuelta, anuló las medidas pacifistas del obispo, y se dispuso a atacar a los rebeldes, pero las expediciones no tuvieron éxito. Una de esas expediciones estaba a cargo de un irlandés llamado Ambrosio O´Higgins que quedó cercado en Antuco por los huilliches y pehuenches y a duras penas con gran pérdida de soldados se logró zafar del cerco. Otra expedición al mando de Antonio Narciso logró descercar el fuerte de Arauco en febrero de 1770.

El gobernador Balmaceda fue relevado abruptamente, en febrero de 1770, por el brigadier Francisco Javier de Morales y Castejón Arrollo, un experto y exitoso soldado de la confianza del Virrey del Perú, Amat .

 

Últimos días del Oidor

Después de esto, el oidor volvió a ocupar su asiento en la Real Audiencia por más de cinco años.  Aunque obtuvo su jubilación por Real Cédula de fecha 21 de enero de 1773 no hizo uso de ella sino hasta finales de 1775.

Don Juan de Balmaceda falleció en Santiago de Chile el 29 de mayo de 1778, a los 76 años de edad. De acuerdo con sus últimas disposiciones sepultaron su cadáver en la iglesia del Carmen, de San José.

 

Destino de su inmensa fortuna 

A acogerse bajo el amparo de D. Juan de Balmaceda llegaron desde España sus sobrinos carnales Pedro Fernández de Balmaceda y Juan Francisco Ruiz de Balmaceda. Mientras vivió, el oidor favoreció a sus sobrinos en cuanto le fue posible y antes de su muerte les dejó asegurado el porvenir.

La enfermedad no le dio tiempo a otorgar testamento pero sí un poder para que testara en su nombre el oidor D. José Clemente de Traslaviña que había sido su compañero en las labores judiciales. En este poder declaró nuestro ilustre paisano que poseía una casa en Santiago, una chacra en Ñuñoa y una estancia en la hacienda de Puangue. Las dos primeras propiedades habían pertenecido a su esposa, la señora Álvarez de Uceda pero él había aumentado la chacra por compras hechas a diferentes dueños.

Don Juan ordenó a su albacea y compañero, el oidor Traslaviña, que fundara un mayorazgo sobre la casa  y la chacra del cual debían gozar con preferencia D. Pedro Fernández de Balmaceda y sus descendientes y después, y a falta de ellos, D. Juan Francisco Ruiz de Balmaceda y los suyos.  En otra cláusula dispuso que la estancia de Puangue, con sus ganados y bienes muebles, deducido el costo de sus exequias, se repartiese por mitad entre los dos sobrinos antedichos. Y por último nombró heredero de los demás bienes al que fuera poseedor del mayorazgo a fin de que éste los agregara al vínculo.

El oidor, Traslaviña, desempeñó por muy pocos meses el albaceazgo de don Juan de Balmaceda he hizo dejación de aquel cargo con fecha 15 de septiembre de 1778. Por decreto de 11 de diciembre del mismo año, el alcalde ordinario de Santiago, D. Francisco Javier Valdés, aceptó la renuncia y reconoció como nuevo albacea al propio Pedro Fernández Balmaceda quién quedó autorizado para otorgar, en nombre de su tío, el instrumento de fundación del mayorazgo.

Esta escritura fue extendida ante el escribano Francisco de Borja de la Torre el 15 de diciembre de 1778.  De conformidad con las disposiciones del testador, D. Pedro Fernández Balmaceda vinculó la casa de la calle de la Compañía y la chacra de Ñuñoa y llamó al goce de este mayorazgo a las mismas personas indicadas por el oidor.

Por escritura otorgada ante D. Luis Luque Moreno en 10 de agosto de 1783, los dos sobrinos del oidor Balmaceda, se repartieron la estancia de Puangue estimada entonces en 56.635 pesos. A Pedro Fernández le tocó la hacienda de Ibacache y a D. Juan Francisco la de Zuloaga. Pedro Fernández de Balmaceda que resultó ser un albacea en extremo escrupuloso, hizo agregar en la misma escritura la cláusula siguiente:

 

“Y la parte que le ha cabido y tocado al dicho D. Pedro Fernández podrá en todo tiempo agregar al vínculo por la misma cantidad que la ha recibido, abonándosele las mejoras que de cualesquier suerte hiciere  en dichas tierras; y el dicho D. Juan Ruiz de Balmaceda dice que desde ahora se conviene de estar y pensar por lo que así se ejecutare por ser en mayor aumento el dicho vínculo y conforme en todo a la mente del testador.”

 

En vista de estas declaraciones se comprende que ya, desde aquella época, D. Pedro Fernández Balmaceda tenía en proyecto aumentar el mayorazgo de su tío con la hacienda de Ibacache. Plan que puso en práctica con fecha 28 de marzo de 1805, veintidós años después, “por haberse perdido mucha parte de las dependencias, muerto todos los esclavos, a excepción de uno nombrado Manuel, y deteriorado con el tiempo los muebles”, que el oidor había ordenado se agregaran al vínculo. Desde entonces, con una injusticia manifiesta para la memoria de D. Juan de Balmaceda, se ha llamado “mayorazgo de Ibacache” a la fundación de aquel oidor.

Muerto sin descendencia don Pedro Fernández de Balmaceda, y tal y como estaba estipulado en el testamento del oidor, la posesión del mal llamado mayorazgo de Ibacache pasa a la línea de la familia de su primo Juan Francisco Ruiz Clavijo de Balmaceda. Dado que éste murió antes que su primo Pedro, la posesión debía de pasar al primogénito de Juan Francisco llamado Ignacio Ruiz de Balmaceda. Pero la demencia de éste hizo que el vínculo pasase a su hermano, el presbítero José Francisco Ruiz de Balmaceda y Ovalle. Las virtudes de este sacerdote hicieron que cuando entró en posesión del mayorazgo se creyera obligado a pasar largas temporadas en la hacienda de Ibacache donde enseñaba a leer y a escribir a los hijos de los inquilinos. Los pobres eran favorecidos a manos llenas por el presbítero y para ellos nunca hubo malas cosechas.  También el hospital de mujeres de San Francisco de Borja fue destinatario de su talante magnánimo.

Esta vida entregada por entero al ejercicio de la caridad no contribuyó en nada al progreso de las propiedades dejadas en mayorazgo por el oidor. Antes, al contrario, fue una causa poderosa de estancamiento e incluso atraso.  Apoyado en estas consideraciones don Francisco Valdivieso Ordóñez, casado con la cuarta hermana del presbítero, a la cual tocaba en sucesión el mayorazgo, se presentó a la justicia en el mes de agosto de 1824 solicitando se diera el goce del vínculo a su mujer Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle.

Por sentencia de 7 enero de 1825, don José Gabriel Palma mandó poner en posesión interina del mayorazgo al señor Valdivieso Ordóñez con la obligación de dar los alimentos cóngruos a su cuñado el sacerdote. Posiblemente aconsejado por algunos amigos, el presbítero apeló al arbitrio de hacer donación, por escritura pública de 1º de febrero al hospital de mujeres de San Francisco de Borja de todos los frutos del mayorazgo del oidor por un término de nueve años.

Este mismo juicio volvió a repetirse ocho años después por haber otorgado el sacerdote Ruiz de Balmaceda una segunda escritura de 13 de julio de 1833 por la cual donó al mismo hospital de San Francisco de Borja, ahora sólo la mitad de los productos del mayorazgo. La Corte, por sentencia de 11 de octubre de 1837 declaró nula está donación y confirmó las sentencias ya dictadas sobre este asunto. Don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda Ovalle murió en Santiago el 2 de noviembre de 1842.

Su cuñado Francisco Valdivieso Ordóñez, quien en razón de su matrimonio se hace finalmente con el mayorazgo establecido por nuestro paisano Juan de Balmaceda, era un rico agricultor que había nacido el 4 de octubre de 1764. De su matrimonio con Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle, que murió en 1850 con 78 años, tuvieron seis hijos. Al primer hijo de su primogénito, llamado Miguel Estanislao Valdivieso le tocó esvincular las propiedades del mayorazgo de acuerdo con la ley de 1852 dando fin así a la existencia del vínculo, 74 años después de la creación.

 

Su testamento

En el nombre de Dios nuestro señor todo poderoso, amen. Sepan cuantos esta carta vieren cómo yo, el licenciado don Juan de Balmaceda y Cenzano, oidor jubilado de esa Real Audiencia, Gobernador y Capitán  General que fui de este reino, estando como estoy gravemente enfermo en cama, de un accidente que Dios nuestro señor ha sido servido de darme, pero por su misericordia infinita en mi acuerdo natural, creyendo, como verdaderamente creo que en alto y divino misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios de fe que tiene, cree, confiesa y enseña nuestra Santa Madre Iglesia católica apostólica y romana bajo de cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir y morir como fiel y católico cristiano y porque la gravedad del accidente que adolezco no me da lugar a otorgar mi testamento, y teniendo como tengo estrechamente comunicadas mis disposiciones con el señor doctor don José Clemente de Traslaviña, del consejo de su Majestad, oidor de la Real Audiencia de la ciudad de los Reyes del Perú, por tanto en la mejor forma que haya lugar en derecho, otorgo que le doy todo mi poder cumplido bastante, el necesario para que después de mi fallecimiento, y no en otra forma, haga y ordene el dicho mi testamento, conforme a ellas y del modo siguiente:

Item, declare que yo declaro y mando ser mi voluntad que del valor de la casa y chacra, que se hala en las inmediaciones de esta ciudad, menaje y demás bienes muebles y semovientes que se encontrasen en duchas fincas, se funde un vínculo y mayorazgo a beneficio de mis parientes, para que lo gocen conforme a la ley de sucesiones y mayorazgos de España.  El que ha de entrar a poseer y gozar en primer lugar, don Pedro Fernández de Balmaceda, mi sobrino y por su fallecimiento sus hijos y descendientes, si los tuviera, prefiriendo el mayor al menor y el varón a la hembra. Y acabada y extinguida que fuera esta línea, entrará a su goce y posesión don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda, asimismo mi sobrino, y por su fallecimiento sus hijos y descendientes, siguiendo la misma ley de la sucesión.  Y acabada y extinguida en él toda esta línea y descendencia entrarán al mismo goce y posesión todos mis parientes, por el mismo orden, prefiriendo los más próximos a los más remotos. Bajo de cuyas declaraciones se ha de proceder a la fundación.

Item, declare que yo declaro ser mi voluntad que por mi fallecimiento se ponga la casa y chacra en administración, para que son sus productos, el dicho mi albacea redima las pensiones con que ambas fincas se hallan grabadas. Y hasta tanto que se verifiquen hallarse libres e toda pensión, no podrán entrar al goce del vínculo y su posesión los llamados en la anterior cláusula, manteniendo en la de la chacra a don José Beltrán hasta tanto se cumplan las enunciadas redenciones.  Y para cumplir y pagar este poder y el testamento que en su virtud se otorgue, mandas y legados en él contenido, se nombre, que yo lo nombro, dicho señor doctor don José de Traslaviña por mi albacea, tenedor de bienes y ejecutor de mis disposiciones con el poder de albaceazgo en derecho necesario para que use de él todo el tiempo que necesitare y hubiere menester aunque sea pasado el término fatal que el derecho dispone. Y en el remanente que quedare de todos mis bienes, deudas, derechos, accione y futuras sucesiones. Instituya, que yo instituyo, por mi único y universal heredero al poseedor que fuere del vínculo, para que todos estos se agregue a él, para su mayor aumento del mencionado vínculo y mecenazgo.  Con lo cual revoque, que yo revoco y anulo y doy por ningunos y ningún valor ni efecto otros cualesquiera testamentos, poderes, codicillos, memorias para testar y últimas disposiciones que antes de esta haya hecho y otorgado, por escrito y de palabra, para que no valgan no hagan fe en juicio ni fuera de él salvo el presente poder y testamento que en virtud se otorgare, que se ha de guardar cumplir y ejecutar por mi ultima y final voluntad en cuyo testimonio lo otorgo en esta ciudad de Santiago de Chile, en treinta días del mes de mayo de mil setecientos setenta y ocho.  Y el señor otorgante a quien yo el presente escribano doy fe que conozco, y que al parecer está en su acuerdo natural, aunque muy aquejado del accidente que le adolece, así lo otorgó y no firmó por no poder. A su ruego hizo uno de los testigos que lo fueron presentes, llamados y rogados, el doctor don Juan Álvarez, presbítero, don Diego de Echevarría y don Francisco Gómez González. A ruego del señor otorgante.

Ante mí, Francisco Borja de Torre, escribano público.

 

Creación del mayorazgo y vínculo de Balmaseda

En la ciudad de Santiago de Chile a quince de diciembre de mil setecientos y setenta y ocho años, ante mi el escribano y testigos compareció el capitán don Pedro Fernández de Balmaceda y dijo que por cuanto por decreto proveído por el señor maestre de campo don Francisco Javier Valdés, alcalde ordinario de dicha ciudad, en once del corriente mes y año, se declaró que el declarante podía proceder a extender el instrumento de fundación e imposición relativo al vínculo y mayorazgo que en su última disposición mandó erigir el señor don Juan de Balmaceda, su tío, oidor jubilado de esta Real Audiencia y presidente interino que fue de este reino, en atención a haber sido admitida la dejación y renuncia que hizo del cargo de albacea el señor don José Clemente de Traslaviña, oidor provisto por su Majestad para la real audiencia de Lima, cuyo tenor de la citada providencia, con el pedimiento que la motivó, y cláusulas respectivas del poder bajo cuyas disposiciones falleció el mencionado señor don Juan de Balmaceda, es como sigue:

Señor alcalde ordinario: el capitán don Pedro Fernández de Balmaceda, en los autos sobre los inventarios de los bienes que destinó el señor don Juan de Balmaceda, mi tío, para la erección del vínculo que mandó fundar e instituir en la forma deducida, digo que se hallan conclusas estas diligencias, con las solemnidades dispuestas pro derecho  y porque en cumplimiento de la última voluntad del instituyente, es indispensable la confección del instrumento público de fundación e institución que debe otorgarse con las firmezas necesarias para la perpetuidad de este vínculo a cuyo fin tengo redimidas las pensiones o gravámenes a que se hallan afectos os bienes, los cuales, se reducen a mil quinientos pesos a favor del patronato que goza el señor conde de Sierra Bella; dos mil quinientos cincuenta pesos favor del convento grande de Santa Clara; ocho mil pesos a favor de la capellanía que mandó fundar don Francisco Muñoz de Torres; doscientos setenta pesos a favor del convento grande de nuestra señora de mercedes; mil cuatrocientos pesos a favor de la capellanía que gozaba don Ignacio Peña; y trescientos noventa pesos a favor de doña Manuela Mogollón, que todos están cancelados según se convence por los testimonios y fes que demuestro, con el juramento y la solemnidad debida.

Por tanto y respecto de constar de la diligencia de forjas catorce haber hecho dejación del albaceazgo en mi persona el señor doctor don José Clemente de Traslaviña, oidor propuesto por su majestad para la audiencia de Lima, se ha de servir vuestra merced de admitir dicha dejación y renuncia , declarando que, en su consecuencia, y en atención de ser yo el primero llamado a la posesión y goce del vínculo, puedo proceder al otorgamiento de dicho instrumento de fundación e institución.

Y en estos términos a vuestra majestad pido y suplico que, habiendo por presentadas las escrituras de cancelación y demás documentos, se sirva declara en todo, según lo expuesto por ser de justicia, y para ello firmo.

Pedro Fernández de Balmaceda.

 

Santiago, a once de diciembre de mil setecientos setenta y ocho”.

 

Por tanto, en ejecución y cumplimiento de lo mandado y en conformidad con la expresa voluntad del fundador, otorga por el tenor de la presente carta que instituye, funda y erige el mencionado vínculo y mayorazgo en la forma y manera siguientes:

Primeramente, vincula y declara por afectos a este mayorazgo el sitio y casas de esta ciudad que quedaron por fin y muerte del predicho don Juan de Balmaceda, con todo lo edificado y plantado en ellos que lindan: por el sur con casas de doña Margarita Fuentes, calle real de por medio, y por el costado del oriente con las casas del gobernador e Valdivia, don Pedro Gregorio de Echenique, calle real de por medio; por el del norte por el colegio Seminario; y por el poniente con casas de doña Manuela de Ovalle, las cuales se hallan cuatro cuadras distantes de la plaza mayor de esta ciudad, para el poniente.

Item, agrega al mismo vínculo y mayorazgo el menaje y demás muebles y semovientes que se encontraros en las referidas casas, todo lo cual se halla prolijamente inventariado y tasado, con las solemnidades dispuestas por derecho según se comprueba por los inventarios y tasaciones que se halla a fojas del registro del presente escribano del corriente año de mil setecientos setenta y ocho.

Item, declara igualmente que afecta a este vínculo y mayorazgo la chacra que quedó por fallecimiento de nominado don Juan de Balmaceda, la cual s halla sita en el pago de Ñunoa. Por oriente con la chacra de los herederos de don Pablo Cabrera; por el norte con hijuelas de los Vallés, del padre maestro fray Juan de Covarrubias y de don Francisco Navaro Bolánoz; y por el poniente con la chacra que fue del reverendo padre maestro fray Fernando de Urreta y con la de los Galindos, con todo lo edificado y plantado en ella. Cuyas dos fincas tuvo el fundador por herencia de la señora doña Agustina Álvarez de Uceda, su legítima mujer, según testamento otorgado ante don Juan Bautista de Borda, escribano de cámara; su fecha treinta y uno diciembre de mil setecientos sesenta y un años, habiendo agregado el fundador dos suertes de tierras que compró a don Anastasio Vallés y Lisperguer, por escritura otorgada ante don Santiago de Santibáñez, escribano público, en fecha veintiuno de octubre de mil setecientos cincuenta y cuatro, y a don Pablo Cabrera y a doña María Josefa Villamil, su mujer, por escritura otorgada en quince de julio de mil setecientos cincuenta y dos años, te dicho Borda, mas el beneficio de una acequia y toma de agua sola, que se le concedió por merced que con precedente informe del procurador de la ciudad, cabildo y regimiento de esta ciudad le hizo el excelentísimo señor gobernador de este reino Domingo Ortiz de Rozas en diecisiete de julio de mil setecientos cincuenta y cuatro años.

Item declara por afectos al predicho vínculo y mayorazgo todos los aperos, muebles y semovientes que asimismo se hallaran en la expresada chacra, los cuales se individualizaron en los citados inventarios que se individualizaron de todos los predichos bienes.

Item se agregan al referido vínculo todas las dependencias activas y todos los derechos y acciones que quedaron por fallecimiento del fundador en ejecución y cumplimiento de lo ordenado en la última disposición, los cuales derechos y acciones se hallan individualizados en los mismos inventarios con más el importe de los frutos que se hallaron existentes de que se hace igual especificación en el inventario.

Item declara que así las casas de esta ciudad como la mencionada chacra son libres de censo, obligación empeño e hipoteca tácita ni expresa, que no l tienen por hallarse enteramente redimidas todas las pensiones que sobre ellas cargaban, cuyos respectivos comprobantes de cancelaciones y redenciones fueron judicialmente presentados ante el señor maestre de campo don Francisco Javier Valdés, alcalde ordinario de esta ciudad, quien en vista de ello declaró que ambas fincas habían obtenido redención plenísima liberación de todo gravamen como se convence por el escrito y preveido insertos en este instrumento.

Item que los dichos bienes sean perpetuamente vinculados  e inajenables, indivisibles que no se pueden ceder,  renunciar ni prescribir aunque sea por prescripción inmemorial ni se puedan vender ni enajenar, trocar ni cambiar, hipotecar, empeñar no acensuar, ni arrendar por largo tiempo, en todo ni en parte, aunque la enajenación sea por causa e dote, arras o alimentos, o para redimirse el poseedor a sí o a otros de cautiverios, ni por causa pública ni piadosa, ni por vía de contrato, ni ultima voluntad, aunque sea de mayor utilidad del mayorazgo, ni por causa voluntaria ni necesaria, de cualquier calidad que sea, pensada o no pensada, aunque sea tenido para ello facultad real de su Majestad, y que, por el mismo caso que cualquiera de los poseedores de este mayorazgo hiciere lo contrario, o tratase de hacerlo, o impetrare facultad de su Majestad para ello, o usare de ella, siéndole concedida por su Majestad aunque sea de su propio motu, lo que hiciere sea en sí ninguno, y la sucesión de dicho mayorazgo para el siguiente en grado como si el sucesor y poseedor hubiese muerto naturalmente.

Item, si alguno de los dichos sucesores, lo que Dios no quiera, cometiese delito de herejía o crimen de lea majestad, u otro cualquiera por donde pueda perder el dicho mayorazgo, que por el mismo hecho que lo cometiere, o tratase de cometer suceda el siguiente en grado, así en la posesión como en la propiedad y usufructo, de manera que por razón de los dichos delitos no pueda suceder ni suceda en los dichos bienes ni en parte de ellos la cámara y fisco de su Majestad, ni en usufructo ni en propiedad ni en otra manera alguna, porque según la mente y el espíritu del fundador los que hubieren de suceder en este mayorazgo han de ser católicos cristianos, obedientes a la santa iglesia romana y fieles y leales vasallos de su Majestad y los que no lo fuera o dejaran de serlo se declara por excluidos de la sucesión un día antes de haber perpetrado los enunciados crímenes.

Item por ser conforme a la conservación y perpetuidad de este vínculo a que propendió el fundador, se declara que, si alguno de los sucesores en él naciere loco o mentecato o mudo y sordo juntamente, o le sobrevinieran las dichas enfermedades o cualesquiera de ellas después de nacido, entes que suceda en este mayorazgo que en tal cado el que tuviere los dichos defectos no suceda ni pueda suceder en él, y pase la sucesión al siguiente grado, siendo dichas enfermedades perpetuas. Pero si, después de haber sucedido en el dicho mayorazgo, les sobreviniesen algunas de las dichas enfermedades, mando que por ellas no sea excluido ni privado de la sucesión de él, contribuyéndosele al que naciere con aquellos defectos o los tuviere antes de haber sucedido, los alimentos necesarios por los siguientes en cargo.

Item con el mismo fin y objeto se declaran que no puedan suceder en este mayorazgo los religiosos ni religiosas de cualquier religión que sean; pero sí podrán ser sucesores en él los canónigos y demás clérigos seculares aunque sean sacerdotes, y también, los caballeros de cualquier orden que sean, aunque sean profesos.

Item que pasando este mayorazgo de un sucesor a otro, aunque sea del primero en el segundo llamado por el fundador o en los demás  ninguno de los dichos llamados o sucesores de ellos puedan sacar cuarta falsidia ni trebeliánica ni otra cosa alguna por razón de la restitución.

Item, es condición que todos los llamados en este mayorazgo cada uno en su tiempo, ha de ser obligado a los seis meses de haber sucedido en él, hallándose en este reino, a hacer inventario solemne jurado y jurídico ante escribano de todos los bienes de él y de las escrituras e instrumentos de la pertenencia y legitimación de ellos, el cual se ha de escribir en protocolo de escrituras, poniendo por principio traslado auténtico de esta fundación, para que en todo tiempo conste de ella y de los bienes de este mayorazgo, y se eviten pérdidas y extravíos de papeles e instrumentos.

Item, lo acrecentado en los bienes de este vínculo en cualesquiera manera siga en todo la  naturaleza del mismo mayorazgo principal y que, si alguna cosa se deteriorase o disminuyere por culpa del sucesor, sean obligados a pagarlo sus herederos, aunque la deterioración haya sucedido por culpa leve del poseedor y no haya habido en ello dolo ni lata culpa y en el evento de que la mala conducta del actual poseedor ocasionara la deterioración  y lapidación de los bienes de este mayorazgo, en este caso, justificada que sea la mala administración, pasará la sucesión al siguiente grado.

Item, que si el poseedor del mayorazgo hiciese mejoramientos en plantas y edificios, u otro alguno, sobre los bienes signados a este vínculo como acequias, cercas, molinos, para efecto de aumentar los frutos y rentas que, por el mismo hecho queden los dichos aumentos y mejoras agregados y pertenecientes al dicho mayorazgo y comprendidos en sus disposiciones y condiciones.

Item que luego como sucediere en este mayorazgo cualesquiera de los llamados a la sucesión que antes que tome y aprehenda la posesión, sea obligado a hacer pleito homenaje según fuero de España, en manos de una persona que sea caballero hijosdalgo, de cumplir y guardar todas las cláusulas y condiciones en él contenidas. Y, no lo cumpliendo, demás de las penas en que incurriere, y de ser excluido de la sucesión incurra en las que caen los caballeros hijosdalgo que no guardan sus pleitos homenajes.

Item que todos los sucesores en ente mayorazgo así  varones como hembras, han de ser obligados a casar con personas nobles y cristianos viejos de limpia y casta generación, y no descendientes de negros, mulatos ni esclavos, ni que estén infamados con ningún genera de infamia ni descendientes de moros, indios y recién convertidos a nuestra santa fe católica, ni castigados por el santo oficio ni otro tribunal ni que hayan seguido alguna secta u opinión condenada por la santa iglesia católica romana; y cualquiera que se casase con cualquier persona que no fuera ce estas calidades no pueda suceder en este mayorazgo ni sus descendientes, aunque alegue ignorancia ni menor de de edad o que estaban casados antes de llegar el caso de suceder en él.  Y, aun estando en la posesión, cometiendo algún delito por el cual no puedan ejercer actos de nobleza o limpieza se declaren excluidos y a sus descendientes como si no fueran llamados ni hubiesen sucedido en él.

Item, por ser conforme a la conservación, lustre y alivio y utilidad de los sucesores de este vínculo, a que propendió el fundador, se declara que todos los sucesores de este mayorazgo, cada uno en su tiempo, han de ser obligados a mantener corrientes los oratorios de casa y chacra, con el privilegio de ver altares privilegiados y con las licencias correspondientes para poder celebrar en ellos el santo sacrificio de la misa. Y todas las que en dichos oratorios se dijeren han de ser aplicadas precisamente como desde ahora yo las aplico, por el alma del fundador y ánimas de los que hubiesen poseído este vínculo y de las del purgatorio que fueran del mayor agrado de Dios y de nuestra mayor obligación a que precisamente me obligo yo y preciso a todos mis sucesores a que lo cumplan inviolablemente, sobre suyo particular les encargo la conciencia.

Item es condición que todas las condiciones y declaraciones de esta fundación de han de cumplir y ejecutar inviolablemente como suenan en su sentido literal, en podérseles dar otra interpretación ni declaración y sin que se pueda decir ni alegar que las dichas condiciones y declaraciones fueran rigurosas y penales y puestas más por conminación que con ánimo y voluntad deliberada de que se cumpliesen, porque según el espíritu y mente del fundador deben guardarse, cumplirse y ejecutarse según y como en ellas se contiene. Y bajo de estos vínculos y firmezas en conformidad de la expresa voluntad del mismo fundador, me declaro yo, el otorgante, por primer llamado al goce y posesión de dicho vínculo y por mi fallecimiento a mis hijos y descendientes, si los tuviese, prefiriendo el mayor al menor y el varón a la hembra conforme a las leyes de la sucesión de los mayorazgos en Castilla.  Y acabada y extinguida que sea esta línea se declara deber entrar a su goce y posesión a don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda y por su fallecimientos sus hijos y descendientes guardando el mismo orden de las leyes de la sucesión. Y acabada y extinguida que sea en todo esta línea y descendencia, se declara deber entrar al mismo goce y posesión los parientes del fundador, por el mismo orden prefiriendo los más próximos a los más remotos. Todos los cuales, y cada uno de ellos  deberán literalmente cumplir y observar lo dispuesto en esta fundación que ha de ser perpetuamente inviolable en todas y cada una de las condiciones antedichas, para todo lo cual dio el otorgante poder cumplido a las justicias de su Majestad para que les compelan y apremien por todo rigor de derecho como por sentencia definitiva pasada en autoridad de cosa juzgada.

Y así lo otorgo y lo firmo, siendo presentes por testigos el maestre de campo don Nicolás de la Cerda, el licenciado don Francisco de Cisternas, abogad de esta real audiencia, y Agustín Díaz.

Pedro Fernández de Balmaceda

Ante mi, Francisco Borja de la Torre, escribano público y real.

 


 

 

Descripción Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche.

 

Gobierno interino del Licenciado Don Juan de Balmaceda.

 

Declaran los indios la guerra i atacan los establecimientos de La Frontera.

«En el mismo dia que falleció el mariscal de campo don Antonio Guill, tomo el gobierno de Chile el licenciado don Juan de Balmaceda, natural de los reinos de España, oidor decano de aquella Audiencia, por ministerio de las leyes 11 i 14, titulo 14, libro 2.° de la recopilacion de Indias que lo previenen, i lo trasladó a noticia del virei del Perú para que usase de sus facultades sobre este punto, i aquel jefe sin innovar cosa alguna le remitió un pliego cerrado, i sellado con orden de abrirle al tercero día de la llegada a la capital de dicho reino del mariscal de campo don Francisco Javier de Morales, que se hallaba en Buenos Aires con destino a la ciudad de Lima en la clase de inspector jeneral de las tropas del Perú, i gobernador de la plaza del Callao.

Luego que tomo posesion del gobierno, comenzó a tratar de los asuntos críticos de la frontera; pero declarado a favor del reverendo de la Concepcion con tanto mas empeño, cuanto tuvo su antecesor en sostener al maestre de campo, i con esta conducta dió márjen para que tomase mas cuerpo la oposicion que tenian estos señores. El reverendo obispo hablaba de la estabilidad de la paz con los indios, i el maestre de campo de su poca solidez, pronosticando un rompimiento jeneral que no tardó mucho sin verificarse porque mal contentos los pehuenches se notaba en ellos demasiada inquietud; i tanto éstos como los subandinos i de llanos hacían frecuentes irrupciones en las estancias de la plaza del Nacimiento.

Se aclaró mas esta sospecha con haber quitado los pehuenches en sus tierras de los Andes mas de quinientas mulas de carga con sus correspondientes avíos a los españoles, (enero de 1769) que con su anuencia traficaban en las salinas acompañados de ellos mismos que hacían unidos la espedicion. Aunque se procuro graduar de indiferente el hecho, él a la verdad fué prueba bastante decisiva de infidelidad. Reconvenidos de algunos amigos suyos españoles, chilenos, se disculpo el cacique; Lebian asegure ndoles haberlo ejecutado por consejo del capitan don i Jacinto Arriagada, comandante de la plaza de Tucapel. Esta fué patraña mui propia de unos hombres a quienes siempre fué desconocido el pais de la verdad; mas no dejó de hacer impresion en los ánimos entregados a la sospecha, i poseídos del espíritu de parcialidad. Se esparció la voz de que el maestre de campo exasperaba a los indios por medio de sus corresponsales en la frontera, i los inducían a un rompimiento de guerra para deslucir al reverendo obispo. Se fundaba este malicioso pensamiento, en que los tenientes don Laureano Bueno i don Juan Cotera, comandantes de las plazas de Santa Bárbara, i de los Anjeles eran íntimos amigos del maestre de campo, i sus favorecidos, i el de Tucapel su pariente mui cercano, i atribuia a maniobra i tramoya de este jefe lo que fué maldad de otros, i efecto de los limitados talentos de aquellos oficiales, i demasiada incousideracion i mucha imprudencia, en el gobierno que debian tener con los indios: pero no quedaron sin resultas, i fueron separados del mando de aquellas plazas. I todavía tuvo peores consecuencias este negocio porque de estas cavilosas imajinaciones creidas del reverendo obispo sé siguió el informe que su ilustrísima dirijió al virei del Perú quejándose de que el maestre de campo le frustraba la pacificacion de los indios. No me detengo a vindicar a este jefe porque la calumnia es de tal naturaleza que por sí misma queda desvanecida, i solo en la notoria bondad de aquel reverendo obispo pudieron insinuarse los maldicientes de un modo tan maligno sin ser descubierta su iniquidad. Yo fui testigo ocular de todos estos ocursos i sus incidencias, i nada mas hubo que la grosera imprudencia de los espresados oficiales que inconsideradamente se dejaron conducir por ciertos espíritus revoltosos a tan enorme iniquidad de que me consta haber estado inscio el maestre de campo; ya todos dieron cuenta a Dios de su flajiciosa conducta.

En esta poco favorable situacion se hallaban estos usuntos, cuando en los pehuenches se advirtieron movimientos de guerra nada equívocos, que dieron mérito para aumentar precauciones en las plazas i fuertes de la línea divisoria, i sus comandantes pasaron repetidos avisos al maestre de campo. Este jefe, sin perder momento, marcho para la frontera (29 de noviembre de 1769), i ya no le fue posible cortar la rebelion, porque antes de su arribo a la plaza de los Anjeles declararon la guerra con una irrupcion sobre el teniente español. Salieron a la isla de la Laja dos escuadrones de sus tropas. El uno de ochocientos hombres por la abra denominada Antuco, que forma en los Andes el rio Laja, al cargo del toqui Pilmigerenunantu, que por muerte de Peguey-pil mandaba la jente de guerra que tenia este capitan, i campo en la montaña de las Canteras, desde donde devasto una gran parte de la isla. El otro de quinientos combatientes, por la que hace el rio Duqueco, i se denomina Villacura, a las ordenes del toqui Lebian, a quien se habia agregado la tropa del capitan Coliguir, i saqueo todas las avenidas de aquel rio por ambas riberas.

Llegó el maestre de campo a la plaza de los Anjeles (1.° de diciembre de 1769). Allí tuvo puntuales noticias de la situacion i fuerza de los enemigos, ¡hallándose con ochenta soldados veteranos, i un mil de milicias de caballería, no se resolvió a hacerles formal oposicion, justa ¡prudentemente receloso de que no le fuese aprobada del gobierno su resolucion. Por otra parte, consideraba las malas consecuencias que debian seguirse si se les dejaba quietos en posesion de un punto ventajoso para hacer una segura retirada por cualquiera de los dos boquetes espresados. Puesto en tan peligrosos estrenos, por no dar marjen al gobierno contra su conducta, i no dejar de incomodar a los enemigos, tomo el arbitrio de enviar contra Pilmi una partida de doce dragones, doscientos hombres de arma blanca de milicias de caballería, i ciento veinte indios bien armados i montados de la fiel parcialidad de Santa Fe, que tienen bien merecida fama de animosos, a las ordenes del sarjento de dragones Bueno Gaete, soldado de esperimentado valor, para que, con pretesto de poner una avanzada o de reforzar la que no habiá, les diese una sorpresa, i a esta partida se agregaron, conducidos de su fatal destino, algunos españoles mercaderes, chilenos i europeos, con armas de fuego. Dista la plaza de los Anjeles cinco leguas del paraje donde se hallaban los enemigos; pero guiados de don Miguel Ayarce i de don Miguel Monteros, dependientes de don Ramon Zañartu, dueño entonces de aquella estancia, hicieron por rodeo, i estravíos, sin necesidad, una inconsiderada marcha de toda la noche. A las siete de la maliana del siguiente día llego la partida al campamento de los pehuenches, que estaban desmontados, dispersos, i descuidados, por la satisfaccion de que en tres dias no se les había hecho oposicion. Pero fatigados los caballos españoles, i la partída sin oficial que dirijiese sus operaciones, no supieron aprovechar la, ocasión. Todo fué desgreñado. Unos quitaban caballos de los enemigos, ¡marchaban con la presa; otros huían amedrentados; i los más esforzados no acertaban, como bisoños, a, tomar partido. Can este método dieron tiempo a los enemigos para que montasen a caballo, i reunidos cargaron contra los españoles, que ya se habian atrincherado en el vallado de una sementera (3 de diciembre de 1760. Allí hicieron toda la defensa posible, i perecieron todos los animosos, siendo víctimas de la temeridad, i de la inconsideracion, mas bien que de un prudente valor.

Los enemigos lograron una completa victoria: mataron treinta españoles chilenos i cuarenta i siete indios de la parcialidad de Santa Fe; tomaron cuatro esmeriles, los fusiles de los dragones que perecieron, las espadas, i escopetas de los mercaderes, que todos murieron, muchas lanzas i veinte cabezas de ganado vacuno i caballar, sin otra pérdida que la de once hombres (115). Se mantuvieron en el mismo puesto sin que se les incomodara, i ya la inaccion, que antes tuvo justo motivo, pasó a ser delincuente, i vergonzosa. Con esta irresolucion se amedrentaron los indios ausiliares, i la tropa de milicias, porqué atribuyeron a esfuerzo i valor de los pehuenches lo que fué falta de direccion en los españoles.

«El toqui Lebian no quiso ser menos, i atacó la plaza de Santa Bárbara (5. de diciembre de 1769), con tal ímpetu, que páreció intentaba entrarla por asalto. Incendio la villa, i no obstante las buenas disposiciones de su comandante el capitan don Patricio Nolasco Güemes Calderon i el continuo fuego de la artillería, i fusilería, se llevo considerable porcion de ganado, aunque con pérdida de mucha jeme, cuyo número no fue posible saber porque a todo costo ocultan los muertos para no dar ánimo a su enemigo.

Miéntras que los pehuenches devastaban los términos de las Canteras i Duqueco, se iban acantonando las tropas españolas en la plaza de Yumbel, bájo las ordenes del teniente coronel don Antonio Narciso de Santa María. Luego que se vio este oficial con sesenta i siete soldados veteranos a las ordenes de un capitan i dos subalternos, i con ochocientos milicianos, pensando con espíritu militar i persuadido de que la permanencia de los pehuenclies en el territorio español era efecto de demasiado orgullo por la victor la referida, i reflexionando también que el maestre de campo ya tenia un mediano cuerpo de tropa compuesto dé trece oficiales, setenta i ocho soldados veteranos, «i mas de dos mil de milicias con sus respectivos jefes, i oficiales, le escribió haciéndole presente no era regular permitiese que los enemigos se mantuviesen tantos dias dentro ‘de la frontera, » con desprecio de las armas del virei, i mucho menos que se les dejase retirar sin castigar su osadía; i paso a proponerle que el pasaria el rio Laja por la plaza de Tucapel, enviaria una » partida que cubriese el boquete de Antuco, i atacaria al famoso Pilmi por la espalda, i que el maestre de campo hiciese ocupar el de Villacura, i lo atacase por el frente. En verdad que tomadas aquellas dos avenidas de los Andes, i cojidos entre dos fuegos, no podian los pehuenches evitar su derrota, i en aquel mismo momento se hubiera terminado, con honor de las » armas españolas i terror de los indios, aquella guerra, que despues dio mucho que hacer, i causo el desembolso de mas de dos millones de pesos, i quedaron los indios insolentados hasta hoi con desprecio de la nacion conquistadora, porque los jefes posteriores a esta guerra la han hecho su tributaria con el pre» testo de mantenerlos en paz, como lo iré demostrando, poseido, i conducido de verdadero i desinteresado amor al soberano i a su real corona.

El pensamiento del teniente coronel Santa María no fue adoptado por el maestre de campo, i se le contesto «que los enemigos con quienes se pretendia pelear eran mui feroces, i esforzados i que la accion era mui dudosa, i perdida se aventuraba todo el reino, i concluyo mandándole marchar a la plaza de los Anjeles por el camino real. Se obedeció la orden, i llegamos la noche del 8 de diciembre (1769).

Con la llegada de este escuadron, tuvo el maestre de campo a sus ordenes diezisiete oficiales, ciento cuarenta i cinco soldados veteranos, i mas de tres mil de milicias de caballería. Con este motivo, los oficiales veteranos insistiainos proponiendo la salida contra Pilmi, que aun se mantenía en la estancia de las Canteras (9 de diciembre de 1769); pero no quiso dar márjen al gobierno que siempre se le había manifestado impropicio, i se negó a la propuesta espedicion. Esta renuencia dio mérito para que sus émulos, que allí mismo tenia algunos verdaderos, I otros imajinados murmuraron públicamente de su conducta, i calificaron de cobardía la inaccion. Si tuvieron razon para ello, prescindo i no decido, pero afirmo que no hicieron bien, i porque nunca se debe poner en duda el valor del que manda, pues es modelo de todos, i su ejemplo infunde ánimo a la tropa o le quita.»

Juan Francisco Ruiz Clavijo Balmaceda. (1732-1792)

Nació en Galilea el 18 de abril de 1732.  Se trasladó a Chile a la llamada de su tío, el oidor Juan de Balmaceda Cenzano, conjuntamente con su primo carnal Pedro Fernández Balmaceda.  1eraciones don Francisco Valdivieso Ordóñez, casado con la  cuarta hermana del presbítero, a la cual tocaba en sucesión el mayorazgo, se presentó a la justicia en el mes de agosto de 1824 solicitando se le diera el derecho sobre el vínculo, a su mujer Josefa Ruiz de Balmaceda.

Por sentencia de 7 enero de 1825 de don José Gabriel Palma, mandó poner en posesión interina del mayorazgo al señor Valdivieso Ordóñez con la obligación de dar los alimentos cóngruos a su cuñado el sacerdote. Posiblemente aconsejado por algunos amigos, el presbítero tomó la determinación de hacer donación, por escritura pública de 1º de febrero al hospital de mujeres de San Francisco de Borja de todos los beneficios del mayorazgo del oidor por un término de nueve años. Este mismo juicio volvió a repetirse ocho años después por haber otorgado el sacerdote Ruiz de Balmaceda una segunda escritura de 13 de julio de 1833 por la cual donó al mismo hospital de San Francisco de Borja, ahora sólo la mitad de los productos del mayorazgo. La Corte, por sentencia de 11 de octubre de 1837 declaró nula está donación y confirmó las sentencias ya dictadas sobre este asunto. Don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda Ovalle murió en Santiago el 2 de noviembre de 1842.

Su cuñado Francisco Valdivieso Ordóñez, quien en razón de su matrimonio se hace finalmente con el mayorazgo establecido por nuestro paisano Juan  Balmaceda, era un rico agricultor que había nacido el 4 de octubre de 1764. De su matrimonio con Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle, que murió en 1850 con 78 años, tuvo seis hijos. Al primer hijo de su primogénito, llamado Miguel Estanislao Valdivieso, le tocó esvincular las propiedades del mayorazgo de acuerdo con la ley de 1852, dando fin así a la existencia del vínculo.

Juan Francisco Ruiz Clavijo murió el 31 de octubre de 1792.

Pedro Fernández Balmaseda. (1734-1808)

En su obra «La sociedad chilena del siglo XVIII.  Mayorazgos y Títulos de Castilla», publicada en el año 1903, D.Domingo Amunátegui Solar dice, en su página 252, que Pedro Fernández Balmaceda «había nacido en Galilea» según refleja su propio testamento abierto ante el escribano Manuel Solis con fecha  12 de julio de 1808. D. Sergio Fernández Larraín en su obra «Ruta Hispnoamerica…» complementa este dato diciendo, sin embargo, que el bautizo fue efectuado en Pipaona de Ocón.

Nacido en 1734, fue hijo de Ángela Balmaceda Cenzano, hermana del oidor Juan de Balmaceda, y de Juan M. Fernández Beltrán. Emigró a Chile con su primo Juan Francisco Ruiz  Balmaseda alrededor del año 1751.

Don Pedro Fernández de Balmaceda llegó a Chile cuando aún vivía la señora Álvarez de Uceda, mujer de su tío.  En la reorganización que hizo de las milicias el Presidenta Amat y Junjet, nombró a don Pedro capitán de la compañía de caballería “La invencible de nuestro Señor” con fecha 10 de diciembre de 1759.

En el gobierno interino de D. Juan de Balmaceda,  don Pedro se vio elevado a uno de los más altos cargos del ejército: comisario general de caballería.  Con este empleo acompañó a su tío a la frontera según lo certifica el veedor general don Joaquín del Río. Algunos años más tarde el Presidente Jáuregui le dio el titulo de capitán de la quinta compañía del Regimiento de La Princesa, del cual fue comandante en 1791. A pesar de estos nombramientos que en su mayor parte eran honoríficos don Pedro Fernández de Balmaceda no siguió la carrera militar y se consagró exclusivamente a la agricultura y al comercio.

El 30 de abril de 1779, en reunión de 29 comerciantes presididos por el oidor don Luis de Santa Cruz y Centeno, don Pedro fue nombrado juez de comercio, cargo que empezó a desempeñar con fecha 6 de mayo.

Después de la muerte de su tío el oidor, don Pedro se consideró bastante rico  con la fortuna heredada para poder adquirir una valiosa propiedad  y esta no fue otra que la hacienda de Bucalemu que había pertenecido a los jesuitas. Con fecha 13 de octubre de 1778 don Bartolomé de Ureta remató la mencionada finca en 120.125 pesos con declaración de que los ganados y muebles estimados en 60.150 pesos y cuatro reales eran para él y las tierras y edificios con un valor de 59.974 pesos y cuatro reales para don Pedro Fernández Balmaceda.

En marzo de 1791, don Pedro que había concluído de pagar estas tierras y edificios, solicitó que se le diera título en forma de propiedad. La escritura correspondiente fue extendida en 4 días del mes de abril ante el escribano Francisco de Borja de la Torre y firmada por el fiscal de la Real Audiencia don Joaquín Pérez de Uriondo y por el mismo Fernández Balmaceda. Solicitó permiso para poder trasladarse a España por cuanto era capitán del regimiento de la Princesa y por Real Orden de 15 de junio de 1791 se le concedió licencia por un año. Debía volver a su país, antes de morir ,entre otras razones para visitar a su familia, pero no pensó nunca, según parece, quedarse en España.

En 1799 es nombrado Alcalde de Santiago de Chile y Juez de Comercio. En junio de 1807,  hizo donación «inter vivos» de los créditos que tenía a su favor contra los cinco gremios de Madrid, al Obispado de Logroño, con la obligación de crear ocho becas en su Seminario Conciliar en beneficio de sus parientes más próximos. (El texto íntegro está incluido en esta página web.)

Don Pedro Fernández Balmaceda falleció en Santiago el 12 de agosto de 1808 y su cadáver fue sepultado en la iglesia de San Agustín.  Su testamento era muy breve pero al mismo tiempo dejó instrucciones reservadas para que se cumplieran después de sus días. En el testamento nombró albaceas fideicomisarios a su pariente Rafael Beltrán Íñiguez, a don Ignacio de Landa y a su propio sobrino José María Fernández y les ordenó que se distribuyera el dinero que tenía a rédito en los gremios e Madrid entre sus parientes que vivían en España, hasta cuarto grado inclusive después de reducir una cuarta parte de aquella  suma la cual debía destinarse a los jóvenes de la familia que siguieran la carrera de las letras.

Entre las instrucciones testamentarios, encargaba don Pedro a sus albaceas la fundación de un verdadero vínculo en la hacienda de Bucalemu, que no podría jamás enajenarse, ni acensuarse (imponer censo) ni hipotecase. Don Pedro destinaba aquella propiedad para que hicieran fortuna sus parientes, hasta el cuarto grado inclusive, con excepción de la línea de su primo hermano Juan Fco Ruiz de Balmaceda por hallarse ya beneficiada esa rama de la familia con el mayorazgo del oidor Juan de Balmaceda.

Cada uno de los individuos llamados al goce de este vínculo debía de poseerlo por espacio de cinco años, durante los cuales sería dueño de todos los productos de la hacienda, deducido el diezmo eclesiástico y otro especial que se invertía en misas por el alma del fundador.

Terminadas las líneas de parientes, inclusive el cuarto grado, el testador mandaba que la hacienda de Bucalemu fuera devuelta a los padres jesuitas, siempre que estos residieran de nuevo en Chile y tuvieran facultad para adquirir bienes raíces y que, de lo contrario, se entregara a los obispos de Santiago, quienes debía de distribuir anualmente el canon que su arriendo produjera entre las doncellas y viudas pobres. Estas cláusulas, al parecer tan sencillas, han dado origen a innumerables pleitos y cuestiones y no siempre ha sido respetada en la práctica la voluntad de don Pedro Fernández.

El primer usufructuario de dicho vínculo fue don Rafael Beltrán Íñiguez que cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento de su tío y gozó del usufructo el tiempo establecido por el hacendado. No ocurrió así con su sucesor José María Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), pretendió dilatar el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, motivo por el cual Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, lo que provocó que se establecieran pleitos entre las diferentes ramas de sus descendientes que duraron más de cien años. En el año 1846 pasa a manos de los descendientes de la familia Fernández Arnedo.

FUNDACIÓN DE OCHO BECAS POR EL CAPITÁN PEDRO FERNÁNDEZ DE BALMASEDA

En la ciudad de Calahorra a 27 de julio de 1833, el venerable Dean y Cabildo de la Santa iglesia Catedral de la misma y en su nombre y representación como sus especiales comisionados para el efecto, los señores D. Romualdo Mendoza y Viguera dignidad de Chantre y canónigo; Don Alfonso López Navajas, Arcediano titular; Don Manuel Anselmo Nafría, canónigo lectoral y el licenciado Don Valeriano Calvo, doctoral de la propia Santa Iglesia, por ante mí el infrascripto secretario de S.M. (Dios le guarde) del número perpetuo de la misma  y testigos que abajo se expresarán dijeron:

Que Don Pedro Fernández de Balmaseda,  capitán comandante de milicias que fue en la ciudad de Santiago de Chile, (donde falleció el 12 de julio de 1808) por escritura de donación llamada intervivos que otorgó en aquella ciudad a treinta de julio de 1807, por testimonio de Agustín Días, escribano  público y real, dispuso entre otras cosas:

Que del principal que tenía impuesto en los gremios de Madrid y de los intereses causados y que se causaren se hubiese de dotar ocho becas a favor de los parientes legítimos más cercanos del otorgante que quisieran seguir la carrera de las letras en el Seminario Conciliar de este obispado, dejando y nombrando pro patrono especial protector y supremo ejecutor de esta pía Fundación al Ilmo. Sr. Obispo de esta Diócesis que lo fuere, y en su defecto al venerable Dean, y Cabildo, confiriéndoles las más altas facultades según resulta del testimonio legalizado y fehaciente de dicha escritura que los referidos señores comisionados han exhibido y se han devuelto después de insertado como se inserta a la letra y dice así:

 

TESTIMONIO

En la ciudad de Santiago de Chile a treinta días del mes de julio de mil ochocientos siete, ante mí el escribano y testigos, Don Pedro Fernández de Balmaseda, capitán comandante de milicias a quien doy fe, conozco, estando en casa de su morada, otorga por el tenor de la presente que hace gracia y donación de su libre voluntad, pura, perpetua , acabada, irrevocable dada luego de mano en mano, la misma que en derecho se llama intervivos, a favor de su parentela residente en el Obispado de Calahorra, y de su sucesión y descendencia legítima; a saber de todo el principal que tiene puesto en los gremios de Madrid al tres por ciento con todos los intereses causados y que se causen hasta su respectiva paga en la forma y manera siguiente:

Que de lo primero que se recaudase de principal e intereses se ha de dotar perpetuamente de ocho becas a favor de los parientes legítimos más cercanos del otorgante que quieran seguir la carrera de letras en el Seminario nuevamente erigido por Su Ilustrísima con la de que sean comprendidos en la gracia que Su Majestad ha dispensado de incorporación a la Real Universidad de Valladolid y universidades del reino. Y que en caso necesario saliente para el efecto de S.M. para la de dicha gracia a favor de la familia del otorgante, sacándose los gastos de dicha masa.

Item que el residuo sobrante de dicho principal e intereses, se distribuyan por iguales partes entre todsa parentela hasta el cuarto grado inclusive.

Item que para que tenga efecto todo lo dispuesto nombramos patrón especial, protector y supremo ejecutor al Ilmo. Sr. Obispo de aquella diócesis que lo fuere y de sus sucesores en el obispado y pos su defecto al benerable Dean y Cabildo confiriéndoles como les confiero el más alto poder y facultades para que por medio de las personas que eligieren y sean de su entera satisfacción recauden y cobren toda la masa del principal e intereses antedichos a los referidos gremios y deudores en virtud de copia legalizada de esta cesión y de la carta instructiva que ha de acompañarle.

Y bajo estas prevenciones y órdenes hace esta cesión y donación en la más cumplida forma que para su validación se estime necesario y para cuyo efecto, desde hoy en adelante para siempre se aparte de la acción y derecho que tiene y le pertenece al referido caudal traspasándolo todo en la forma declarada y a favor de su parentela, para que l o gocen en los términos expuestos.

Y declara que le quedan bienes suficientes para su subsistencia; y que esta donación no es inmensa pues no necesita de aquel caudal para su decente manutención; y por lo que excediere de lo que la ley permite donar da facultad en caso necesario para que sin citación ni intervención suya ni de otro requisito alguno se haga insinuar ante juez competente para su mayor validación.

Asimismo promete no revocarla si no es que intervenga causa legal queriendo que de lo contrario no se le admita en juicio, ni fuera de él, como que es su voluntad hacer esta gracia a su parentela.

Y a su firmeza y cumplimiento se obligó con sus bienes habidos y por haber con poderío y sumisión a las justicias y tribunales y consejos de S.M. de cualesquiera parte que sean para que a ello le competan por vigor debido y como sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada sobre que renuncia todas las leyes, fueros y derechos de su favor a los que por razón de este instrumento y para su mayor validación debe renunciar.  En cuyo testimonio, estando en su acuerdo natural según manifiesta.

Así lo otorgó y firmó siendo presentes por testigos el Licenciado Don Francisco Tristernas y el maestre de cargo Don Juan Enrique Rosales y Don Pedro Díaz.  Pedro Fernández de Balmaseda. Ante mí, Agustín Días, escribano público y real.  Pasó ante mi y en fe de ello signo y firmo en testimonio de verdad.

Que a consecuencia y en ejecución de esta disposición, deseando llevarla a efecto en el mejor modo y forma, los Ilmos, Señores Son Atanasio Puyal y Póbeda y Don Ignacio Ribes y Mayor dignísimos obispos que fueron de este propio obispado practicaron muchas y exquisitas diligencias y vencieron graves dificultades y obstáculos que ocurrieron por razón de la Guerra de la Independencia, des sistema constitucional otras causas, especialmente el Sr. Puyal para liquidar las cuentas y recaudar los fondos destinados por Balmaseda para tan útil objeto, en imponerlos con seguridad de manera que produjeran un rédito anual bastante a la perpetua manutención y subsistencia de dichas becas; y habiendo fallecido sin acabar de realizar la fundación continuó trabajando en ella el Sr. Ribes aunque sin  poder concluirla cuando fue trasladado al Arzobispado de Burgos.  En cuyo estado se entregaron al Ilmo. Cabildo de esta Santa Iglesia las escrituras pagarés y documentos pertenecientes a la referida fundación para que en uso de las facultades que en sede vacante se le conceden por el donante Don Pedro Fernández de Balmaseda, entendiese en este negocio y procurase llevarlo al cabo y conclusión.

En su virtud y animado el cabildo de los más nobles y vivos deseos de ver realizado tan laudable pensamiento y puesta en planta una fundación tan laudable e interesante dio comisión para el intento con plenas facultades a los señores que arriba quedan mencionados según lo acredita la certificación del secretario capitular que han presentado cuyo tenor es el que sigue:

 

CERTIFICACIÓN

Yo, el infrasquito presbítero, secretario capitular del venerable Dean y Cabildo Catedral de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad de Calahorra, certifica que en el ordinario del siete de julio del último año de mil ochocientos treinta y dos el señor don Juan Corvinas, canónigo de esta Santa Iglesia Catedral y secretario de cámara y gobierno de S.I.J. el Ilustrísimo Señor don Ignacio Ribes y Mayor, obispo de esta Diócesis su presente que a cargo de S.I.J. estaba la causa pía fundada por D. Pedro Fernández de Balmaseda y que por traslación de dicho Ilmo. Al Arzobispado de Burgos debía pasar a cargo del cabildo y obrar en su poder los papeles y que así lo ha encargado el Sr. Obispo lo hiciera presente al cabildo para que dispusiera lo más conveniente. Y oído se acordó autorizar a los señores Don Romualdo Mendoza Viguera, Chantre y canónigo de esta Santa Iglesia y al Dr. Don Alfonso López, arcediano titular de la misma para que se encargase de los papeles e informase al cabildo del estado de dicha fundación.

Así bien certifico que en el ordinario de primero de diciembre de dicho año de 1832 dichos señores, comisionados por el cabildo, informaron muy exactamente, con vista de todos los papeles y diligencias practicadas sobre dicha causa pía del Sr. Balmaseda. Y oído este informe se acordó por el venerable Deán  y Cabildo que se haga la fundación continuando a este fin los mismos señores comisionados en el ordinario de 7 de julio último en unión de los señores Don Manuel Anselmo Sofría canónigo lectoral de esta Santa Iglesia y el licenciado don Valeriano Calvo canónigo doctoral de la misma.

Y últimamente certifico que en el ordinario de 16 de marzo del corriente año de 1833 habiendo hecho presente los mismos señores de la comisión en la causa pía el estado en que se hallaba, se acordó autorizar plenamente a los señores Don Romualdo Mendoza y Viguera, chantre y canónigo, Don Alfonso López, arcediano titular , Don Manuel Anselmo Sofría, canónigo lectoral  y el licenciado Valeriano Calvo, canónigo doctoral  para continuar este asunto y cuanto en él ocurra hasta su conclusión, disponiendo y librando las cantidades necesarias con la formalidad y seguridad que les dicte su prudencia y para hacer constar estar autorizados se les proveerá por el secretario del certificado o testimonio que así lo acredite.

Y en su cumplimiento y con remisión a las actas citadas que quedan en la secretaría de mi actual cargo doy la presente que firmo en esta ciudad de Calahorra a 3 de julio de 1833. Firmado Don Antonio Cabello, secretario.

 

Y con el fin de llevar a efecto su cometido, dichos señores, después de otras diligencias que han practicado, una de ellas y de las más esenciales ha sido liquidar con la Real Hacienda y hacerle pago de los derechos que les corresponde como adquisición de sumas muertas, pudiendo lograr que fuese el del quince por ciento en efectos consolidados con arreglo a la Real Orden de 15 de junio de 1830 en que se declara lo que debe pagarse por tales adquisiciones y en qué términos.  Sobre lo que se instruyó el oportuno expediente en esta provincia de Soria y de su virtual se pagaron sesenta y dos mil reales en tres títulos al portador del cuatro por ciento que fue lo que se corresponde al capital  empleado en comprar y proporcionar las  imposiciones destinadas a la subsistencia de la mencionada fundación como aparece en la carta de pago expedida en la tesorería principal de la misma provincia cuyo original han exhibido  los referidos señores comisionados; posteriormente se pagaron dos mil reales más por catorce mil del capital que se aumentó a esta fundación.

En consecuencia de todo y mediante hallarse el asunto en estado de poder ejecutarse con las debidas formalidades la mencionada fundación deseando realizarla el cabildo de esta Iglesia Catedral y a su nombre los expresados señores comisionados desde luego en el mejor modo y forma en que haya lugar, y en uso de las facultades que se les concede por el piadoso donante y conforme a sus loables intenciones, instituyen, forman y establecen perpetuamente ocho becas en el Seminario Conciliar de este Obispado a favor de los parientes legítimos más cercanos al referido Don Pedro Fernández de Balmaseda en los términos y bajo las condiciones siguientes.

Primero.-Son llamados a la obtención y goce de las enunciadas dichas becas los parientes más cercanos del referido Don Pedro Fernández de Balmaseda que quieran seguir la carrera de las letras en el Seminario Conciliar de esta Diócesis siempre que los tales parientes se hallen adornados de la edad cualidades y requisitos que las constituciones del mismo Seminario exigen a los demás colegiales para su admisión en él, señaladamente el capítulo primero de la parte segunda de dichas constituciones. En igualdad de parentesco será elegido por el prelado diocesano, o quien lo represente, el pariente que a su juicio y prudencia parezca más acreedor por sus mejores prendas, conducta, talento y adelantamiento en los estudios. Y por cuanto no hay establecida cátedra de gramática latina en el Seminario, podrá suceder que no parezca conveniente al prelado el que se admitan colegiales gramáticos hasta que se ponga dicha cátedra; en este caso se nombrarán para las expresadas becas los parientes más cercanos del fundador que se hallen en disposición y aptitud de estudiar filosofía.

Segundo.- Para la provisión de las referidas becas, siempre que por cualquier motivo vacare alguna de ellas, se expedirán inmediatamente edictos por el prelado o su provisor que lo mandarán fijar con término de cuarenta días en esta ciudad, en el Seminario Conciliar, y en el pueblo de Galilea, convocando a los parientes que se crean con derecho a pretenderlas, para que dentro de dicho término acudan con sus memoriales a la secretaría de cámara y justifiquen en debida forma su parentesco, edad y demás cualidades para que en su vista pueda el prelado, y en la sede vacante el cabildo, proveer a provisión de la plaza vacante t nombrar para ella al pariente más cercano que se halle con las prendas y circunstancias que quedan expresadas.

Tercero.- El tiempo que hayan de permanecer en el seminario los agraciados con dichas becas para seguir su carrera queda a la discreción del prelado que lo fijará con arreglo a las constituciones del mismo seminario, órdenes y providencias que haya y gobiernen sobre el particular, procurando que los colegiales agraciados con las citadas becas no permanezcan en el seminario más tiempo que el preciso para seguir la carrera de las letras conforme a la voluntad del fundador y previniendo que antes de pasar al estudio de la teología moral habrá de haber estudiado los años de filosofía y teología escolástica que prescribe el plan general de estudios y el particular del Seminario.

Cuarto.- Podrán ser expedidos los colegiales de esta fundación como los demás del Seminario que no diesen pruebas de vocación al estado eclesiástico o que por su insubordinación, desarreglada conducta, ineptitud en estas causas justas a juicio del prelado o del cabildo en sede vacante, y no otro, mereciesen este castigo, en  cuyo caso, previos edictos, se proveerá luego la beca en otro pariente que sea más digno.

Quinto.- En el caso de haber muchos pretendientes para entrar en el Seminario y de faltar cuartos o aposentos para algunos, el prelado o cabildo en sede vacante, elegirá los que juzgue más a propósito, atendidas todas sus circunstancias, y no hubiese cabimiento para que curse algún pariente de Balmaseda que lo pretenda con derecho de beca que obtenga, se le suministrará por cuenta del Seminario y fondos de la fundación el diario que se pague para sguir la carrera en otro Seminario Conciliar mientras dure la imposibilidad de admitirlo en el de este obispado, llevando en su caso la debida cuenta y razón.

Sexto.- El seminario no se obliga a mantener las ocho becas referidas sino en el caso de estar corriente el pago anual de los diecisiete mil ochocientos treinta y un reales, rédito del capital impuesto para este objeto y si faltasen en todo o en parte, o los alimentos subiesen a un precio excesivo que no bastase lo señalado ahora para la manutención se suspenderá la provisión de becas o reducirá su número en proporción a la rebaja o falta de cobranza de los réditos según pareciese a la justificación y prudencia del prelado.

Séptimo.- Con este fin y el de la debida claridad y orden y para que pueda saberse el estado real y verdadero de esta fundación el rector y mayordomo del Seminario llevará cuenta puntual y separada en un libro hecho a propósito de los réditos que se cobren anualmente y la presentará todos los años al prelado o quien le represente para que, revisada, y reconocida en debida forma, recaiga su aprobación a la providencia que corresponda y pueda saberse con seguridad si el producto de las rentas de esta fundación alcanzará a la manutención de las becas existentes y tomar las medidas que se crean oportunas. Por cabeza de dicho libro se pondrá una copia simple de esta escritura y a continuación una nota circunstanciada de todas y cada una de las escrituras de imposición, su capital y réditos días en que estas vencen y demás que convenga expresar.

Octavo.- Todas las dificultades que en lo sucesivo puedan ocurrir par la provisión de estas becas su arreglo  y conservación se dejan a juicio y discreción del prelado o cabildo en la sede vacante, sin que jamás puedan los parientes oponerse a sus disposiciones mediante que no puede dudarse que tanto el prelado como el cabildo con su rectitud y providad mirarán siempre con el mayor celo por la prosperidad y mejoras de esta útil fundación.

Noveno.- Para la dotación y perpetua subsistencia de dichas ocho becas consignan y adjudican dichos señores comisionados a nombre el Ilmo. Cabildo los créditos y escrituras de imposición, siguientes:

 

Primeramente una escritura contra el convento de San Felipe el Real, orden de Agustinos calzados, de capitalidad de doscientos mil reales, al rédito anual del cuatro por ciento, otorgada en la villa y corte de Madrid, en veintiuno de enero del año pasado de mil ochocientos dieciocho, por testimonio de don Alfonso de Ibáñez, escribano de número de dicha villa a favor del Ilmo. Sr. Puyal. Capital, 200.000. Réditos, 8.000

Otra escritura, también de censo, contra la casa de Estepa, de la capitalidad de ciento noventa y tres mil doscientos setenta y nueve reales y dos maravedís, al rédito anual del dos y medio por ciento, otorgada el cuatro de junio de mil ochocientos diecinueve por testimonio de don Juan Bayo, escribano de número de la villa de Madrid a favor del mismo señor Puyal. Capital 193.279. Réditos, 4.831

Otra escritura también de censo contra la Sociedad Económica Riojana de la capitalidad de cincuenta mil reales, otorgada el veintitrés de noviembre de mil ochocientos treinta y uno al rédito anual del cuatro por ciento por testimonio del presente escribano a favor del Sr. Rives. Capital, 50.000. Réditos, 2.000.

Y otra escritura también censual contra la misma Sociedad Económica Riojana de capitalidad de setenta y cinco mil reales, al rédito anual del cuatro por ciento, otorgada el día 5 del corriente mes y año, también por testimonio del presente escribano, a favor de los señores comparecientes como comisionados para ello por el venerable Dean y Cabildo. Capital 75.000. Réditos, 3.000

Capital total: 518.279 reales. Réditos totales: 17.831 reales.[1]

Las cuales dichas escrituras han sido comparadas e impuestas con los caudales correspondientes al referido Pedro Fernández Balmaseda y cobradas por sus legítimos patronos, protectores y supremos ejecutores las ceden y traspasan ahora y para siempre al referido Seminario Conciliar a fin de que son sus réditos puedan sostener a los ocho colegiales parientes más cercanos y próximos del Sr. Balmaseda, en la forma arriba expresada.

Décimo.- Si se redimiese o cayese alguno o algunos de los capitales impuestos se custodiarán con la mayor seguridad en las arcas del Seminario o lugar que le pareciere al prelado o cabildo en sede vacante mientras se emplean o imponen nuevamente del modo más seguro y ventajoso a la fundación lo que se procurará hacer sin pérdida de tiempo y en la primera ocasión oportuna y sin que deban pagarse nuevos derechos por razón de adquisición de manos muertas por haberse ya satisfecho como queda demostrado.

Undécimo.- Luego que venga a ocupar su silla el nuevo prelado se le presentará esta escritura de fundación para que si la encontrase arreglada y conforme se sirva aprobarla o modificarla según le pareciere.

Duodécimo.- Aprobada que fuera dicha escritura de fundación, se sacarán se ella tres copias la más  fehaciente y autorizada se pondrá por cabecera del libro que habrá de hacerse para colocarlo en el archivo del Seminario  y en el cual se pondrán también todas las escrituras de imposición y documentos relativos a esta fundación; otra copia simple se conservará para gobierno en la Secretaría de Cámara del Sr. Obispo de este obispado. Y la tercera también simple, se colocará en el archivo de la iglesia parroquial de Galilea de Ocón de donde fue oriundo el generoso bienhechor Don Pedro Fernández de Balmaseda cuya memoria es justo honrar y perpetuar.

Decimotercio.- Después de ejecutar y concluir enteramente esta fundación y satisfacer los gastos que ocurran hasta ponerla del todo corriente, los fondos que restasen bien sea en metálico, bien en papel o créditos, se entregarán al prelado para que se sirva distribuirlos entre los parientes del fundador dentro del cuarto grado, representados por apoderados legítimos que entre todos deberán nombrar al efecto, y con los cuales únicamente habrá de entenderse o en la forma que mejor parezca a dicho prelado como supremo ejecutor y plenamente autorizado por el referido donante Don Pedro Fernández de Balmaseda.

Bajo cuyos capítulos condiciones y demás que dejen especificados por sí y la representación que hacen y tienen por su venerable Dean y Cabildo como patrono especial protector y supremo ejecutor en sede vacante de lo dispuesto en la indicada donación intervivos pòr el referido capitán Don Pedro Fernández de Balmaseda instituyen y fundan las relacionadas ocho becas para el Seminario Conciliar de esta diócesis con los capitales de censos que quedan especificados y sus réditos anuales.  De cuyo dominio propiedad y posesión apartan a cualquier otra persona que pudiera tener derecho a ello, consintiendo como consienten, que desde hoy en adelante sea dueño y señor de ellos el relacionado Seminario Conciliar para que pueda mantener y tener dentro de su seno a los ocho sujetos en quienes recaiga la elección de dichas ocho becas y que puedan en él seguir su carrera literaria en los tiempos y formas que hasta el día lo han hecho y hacen los que anualmente están en él; y para que tenga efecto en todas su partes dicha fundación dan por expresa cualesquiera cláusula o condición que para su mayor validación debiera expresarse obligándose como se obligan y a su representado a no renovarla con ningún motivo ni pretexto alguno, en todo o en parte, y si lo hiciera o intentase, quieren sea nula y que no se les oiga ni en juicio ni fuera de él, y sí que se les condene en las costas daños y perjuicios que se originen; y para su mayor validación pidieron a mí, el escribano, que de esta escritura saque y facilite cuantas copias autorizadas o simples que se me pidieran, por legítimos interesados de ellos para colocarlas donde conviniese, con los cuales y sin otro acto de aprensión ni aceptación ha de ser visto, haber tomado la posesión de los capitales de censo indicados y cobro de sus réditos el referido Seminario Conciliar de esta Diócesis sin quedar obligados al saneamiento de ellos, sino solamente a mantener dentro de él, para los estudiosos, de ocho becas y que se dirige según lo prescrito en la repetida donación dando como dan por sí y dicha representación que hacen y tienen amplio poder a las autoridades y señores jueces competentes, para que compartan a la observancia y seguridad de cuanto dejan relacionado y sin que para ello proceda otro requisito, prueba ni juramento que dé fe que el de la copia testimoniada de esta dicha escritura relevando como relevan para su caso de otros, porque por sí y dicha representación que hacen y tienen lo reciban como si fuere sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, consentida y no apelada, pronunciada por un juez o jueces competentes a que se someten.

Y a mayor abundamiento renuncian las leyes, fueros, derechos y privilegios de su favor y en el caso conducentes porque no quieren les valga.

Así lo dijeron y otorgaron hallándose presentes por testigos, Juan Pérez de San Román, Juan Miranda, vecinos de esta propia ciudad y los señores otorgantes, a quienes conozco, lo firmaron, a quien yo, el referido escribano doy fe. Dr. Don Romualdo Mendoza Viguera, Dr. Don Alfonso López Navajas, Dr. Don Manuel Anselmo de Nafría, Licenciado Don Valeriano Calvo,. Ante mí, Calixto Martínez.

Es conforme con su original. Calahorra 2 de agosto de 1833.  Está rubricado.


 

[1] Cantidades que en el año 1993, cuando esto se escribe podría ascender a 500 millones de pesetas de ese año.

Rafael Beltrán Íñiguez. (1774-1850)

 

Nacido el 24 de Octubre de 1774 emigró a Chile en el año 1789. Se casó en la Catedral de Santiago de Chile el 2 de enero de 1802 con su prima Mª Loreto Íñiguez Landa.

En 1815 pasa a formar parte del Cabildo de Santiago por nombramiento directo del general realista Osorio, de quien era gran amigo.  Al triunfar los patriotas en la batalla de Chacabuco, Rafael emigró al virreinato del Perú (todavía en poder de España). Allí contribuyó con  algunos fondos a la expedición de Osorio. Estando en Concepción, al conocer el desastre de las fuerzas realistas, se embarcó en la fragata San Miguel con tan mala suerte que ésta fue apresada por el bergantín patriota Lautauro. Beltrán, junto con otros, fue encarcelado con grillos en el calabozo de Valparaíso, «…después de sufrir el natural despojo hasta en los más reservado de sus vestidos». Junto con otro comerciante tuvo que entregar la cantidad de 150.000 pesos. Le secuestraron además la alquería del Manquehue (actualmente en un barrio correspondiente a Santiago) para regalársela al general argentino José de San Matin. Mas como era un hombre de empuje y con la ayuda de su sobrino Valentín Fernández, rehizo su fortuna en Chile.

En las últimas voluntades de su tío Pedro Fernández Balmaseda es nombrado albacea testamentario y primer usufructuario sobre la hacienda de Bucalemu. Rafael Beltrán cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento de su tío y gozó del usufructo los cuatro años establecidos por el hacendado. No ocurrió así con su sucesor José María Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), pretendió dilatar el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, motivo por el cual Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, en la forma establecida por el fundador. Gracias a esa llamada, pudieron arribar a Chile, Domingo Fernández de la Mata, Braulio Fernández Fernández  y Manuel Fernández Cereceda. Dado que en Chile, ya independizado de España, seguía rigiendo el estado de derecho, los demás beneficiados podían pleitear en su favor, lo que, en efecto, sucedió. La sentencia judicial dio la razón a los parientes de Galilea, recayendo la titularidad de la hacienda en la rama Fernández Arnedo.

Rafael Beltrán no tuvo descendencia del matrimonio formado con su prima hermana Loreto. En vista de ello escribió a su hermana María para que viniera a ayudarle en sus negocios, que eran muchos, su sobrino Valentín Fernández Beltrán que en aquellos momentos se encontraba estudiando en la Universidad de Valladolid.

Al morir en Santiago de Chile el 17 de enero de 1850 dejó como herederos universales a sus sobrinos Valentín Fernández Beltrán y  Ana María Íñiguez Ovalle esposa de Manuel Fernández Cereceda, quienes con el tiempo se harían con la titularidad de varias hijuelas de la finca Bucalemu.

 

Valentín Fernández Beltrán. (1816-       )

 

Nació en Galilea el 12 de febrero de 1816. Debió de llegar a Santiago de Chile con, aproximádamente, veinte años. Trabajó al lado de su tío y adquirió cuatro haciendas que estaban separadas de Bucalemu por el río Rapel. Fundó, y fue uno de sus presidentes, la Sociedad de Beneficencia Española, destinada a ayudar a sus compatriotas. Dicha Sociedad es la antecesora del actual Círculo Español, uno de los clubes más importantes de Chile.

Fue bisabuelo de Juan José Fernández Valdés, diplomático y embajador de Chile ante la UNESCO y ante los gobiernos de Francia y Perú además de miembro de número de la Academia Chilena de la Historia, quien, conjuntamente con su primo, el embajador Sergio Fernández Larraín, visitó Galilea el 22 de abril del año 1947. El Sr. Fernández Valdés ha remitido  muy amablemente  los datos biográficos de sus antecesores reseñados en este apartado.

José María Fernández Fernández. (1775-1830)

 

Nació en Pipaona el 22 de marzo de 1775. Alcalde ordinario de Mesta de la Jurisdicción de Ocón, fue llamado a Chile por su tío Pedro Fernández Balmaseda en 1802, llevando también la representación de su hermana Petra.  Fue Albacea testamentario del mismo, conjuntamente con Rafael Beltrán Íñiguez.  José María fue tachado de realista y sufrió los rigores de la prisión.  Por decreto de 7 de julio de 1820, no sólo alcanzó la correspondiente sentencia absolutoria del Tribunal de Vindicación política, sino que además le fue concedida la ciudadanía chilena.  Falleció y fue enterrado en la capilla de la hacienda de Bucalemu a mediados de enero de 1830.

José María casó con María de Gracia Rodríguez Ballesteros y Taforó, hija del Regente de la Real Audiencia de Lima.  De este matrimonio nació su único hijo, Manuel José Fernández y Rodríguez Ballesteros, que renunció al apellido que le correspondía en razón de nacimiento y adoptó el de su bisabuelo materno, Pedro José Balmaseda Cenzano, nacido en Galilea en 1673.  Manuel José, que fue diputado y senador chileno en varias legislaturas, amasó una considerable fortuna en su larga posesión de la hacienda Bucalemu, que conservó hasta 1846.

Manuel José Balmaseda (nacido Fernández) y Rodríguez Ballesteros se caso con Encarnación Fernández.  De sus doce hijos, casi todos ellos desempeñaron cargos de importancia en la política chilena, destacando José Manuel  Balmaceda Fernández, que fue presidente de  Chile entre los años 1886 y 1891.

José María Fernández, como ha quedado dicho, fue albacea testamentario y segundo usufructuario de la Hacienda Bucalemu según el testamento de su tío Pedro Fernández Balmaseda. El primer usufructuario de los vastos terrenos, Rafael Beltrán Íñiguez, cumplió con las disposiciones testamentarias  del hacendado, disfrutando del Vínculo los cuatro años que el fundador había establecido para cada uno de sus parientes. Sin embargo José María Fernández, y más tarde su hijo, retuvieron la hacienda por un periodo superior al tiempo  acordado. Este hecho ocasionó una serie de litigios con sus parientes de Galilea para hacer cumplir las últimas voluntades del testador, que duraron casi un siglo. En virtud de una transacción primero, y posteriormente por sentencia firme de los tribunales de justicia, la mencionada heredad pasó a la rama Fernández Arnedo.

Murió en Bucalemu en enero de 1830.

José Manuel  Balmaceda Fernández. (1840-1891).  Presidente de Chile.

Realmente el presidente José Manuel Balmaceda Fernández debería haber seguido con el  apellido Fernández de su familia paterna. Sin embargo, su padre, Manuel José Balmaceda (Fernández) y Rodríguez Ballesteros optó por tomar como primer apellido el de de su antecesor materno, Pedro José Balmaceda, nacido en Galilea en el año 1673. Los únicos ascendientes del presidente Balmaceda nacidos en Chile fueron sus padres Manuel José Balmaceda, nacido en Bucalemu y Encarnación Fernández, además de su abuela materna María de los Ángeles Rodríguez Ballesteros y Taforó, de origen italiano. Su abuelo paterno, José María Fernández Fernández, nació en Pipaona el 22 de marzo de 1775; la madre de éste, María Fernández Balmaceda, nació en Galilea el 5 de junio de 1738, y su abuela Ángela Balmaceda Cenzano, nació también en nuestra localidad, en fecha 8 de noviembre de 1699, siendo la  hija de Pedro José Balmaceda Cenzano, de quien el presidente toma el apellido. Queda por tanto patente la vinculación familiar del presidente Balmaceda con la localidad de Galilea.

El presidente Balmaceda

José Manuel Balmaceda Fernández nació en la hacienda Bucalemu  el 19 de julio de 1840 y murió en  Santiago el 19 de septiembre de 1891.Fue Presidente de Chile entre 1886 y 1891. Hijo del senador Manuel José de Balmaceda y de Encarnación Fernández. Estudió en el Seminario Conciliar, lugar donde desarrolló una temprana vocación mística, la cual abandono tiempo después pero sin volverse antirreligioso.

En 1865 fue designado secretario de Manuel Montt Torres, durante el trabajo de éste en el Congreso Americano de Lima. El ex-presidente marcó fuertemente a Balmaceda, especialmente su fuerza moral, su capacidad organizadora y la energía creadora. En su juventud abrazó las ideas liberales e ingresó al Congreso, como Diputado por Carelmapu, en 1870.

Fue Balmaceda un hombre brillante por su gran inteligencia, por sus facultades oratorias, por su encendida imaginación, por su arrogante e imponente físico.  Pero sobre todas sus bellas cualidades, sobresalía su amor a la Patria. Cofundador del diario La Libertad y orador del Club de la Reforma, entre 1870 y 1882 fue elegido en cuatro ocasiones consecutivas diputado por Carelmapu.

En 1878 el presidente Aníbal Pinto lo nombró ministro plenipotenciario ante el gobierno argentino, logrando que las autoridades trasandinas se comprometieran a respetar la neutralidad durante la Guerra del Pacífico. Esta gestión le valió el aprecio de Domingo Santa María, quien lo designaría Canciller en su primer gabinete (1881), para convertirse después en su ministro del interior.

El Presidente Santa Maria lo tomo por su sucesor, por lo que fue designado en una convención liberal-nacional como candidato a la presidencia de la republica. Su posible opositor, José Francisco Vergara, se retiro de la carrera presidencial y Balmaceda fue electo presidente de la Republica por 324 electores de 330.
Presidente de Chile entre 1886 y 1891. (*)

El primer paso del presidente y su gabinete fue concluir con la lucha teológica, terminando con un problema que databa de la administración Pinto. Sucedía que estaba vacante el arzobispado de Santiago desde la muerte de Rafael Valdivieso, pues el gobierno intentó usar le derecho de patronato para dejar en el cargo a don Francisco Paula Taforo, rechazado por los eclesiásticos ultramontanos que boicotearon su elección en Roma. Este conflicto llego a ribetes mas graves durante la administración Santa Maria, pues este presidente rompió las relaciones con el Vaticano. Ahora Balmaceda, aunque liberal y colaborador de Santa Maria, deseaba reconciliar al gobierno y la iglesia y busco un candidato de consenso entre los dos, del que salio la candidatura de Mariano Casanova.

El 3 de diciembre León XII firmaba la preconización de Casanova, poniendo fin a una lucha del que todo Chille estaba hastiado. El ministerio Lillo repitió los comicios municipales de Santiago, por encontrarse los anteriores viciados. El triunfo fue para  la oposición, mostrando el gobierno una corrección no vista con anterioridad. Sin embargo este ministerio, que poseía los aplausos de todo un país, tuvo que enfrentar la oposición de los liberales disidentes, que pretendían derribar este ministerio y sustituir a los nacionales en el gobierno. Lillo presentó su renuncia al no contar con el apoyo de estos liberales, quienes realizaban obstrucción parlamentaria. El nuevo ministerio estaba encabezado por Carlos Antúnez. Este se dedico a plantear un nuevo reglamento para la cámara de diputados, para evitar acciones como las que derribaron al ministro Lillo, pero fue tanta la oposición que solo se logró aprobar la clausura del debate en las leyes de contribuciones, presupuesto y residencia del ejercito. También se elevaron los ministerios de cinco a seis, creándose el de Obras Publicas.

Monumento en honor al presidente José Manuel Balmaceda en el Parque Balmaceda

En su discurso presidencial del 1 de junio de 1887, el presidente Balmaceda planteó abiertamente la unidad de los liberales, por lo que se creó un nuevo ministerio con liberales disidentes, quienes reclamaban dos ministerios, a pesar de su pobre representación parlamentaria. Así el gobierno quedó formado por dos liberales, dos libérales disidentes y dos nacionales.

Los disidentes convencieron a Balmaceda para formar un gabinete únicamente liberal, expulsando a los nacionales. El mandatario aceptó la propuesta y los nacionales pasaron a la oposición. Al expulsar a los nacionales les quitó los mejores hombres de la administración y los disidentes ingresados al gobierno serían un caballo de troya que destruiría las bases de su gobierno.

La crisis política protagonizada por la ruptura con los nacionales deja al gobierno con una mayoría cada vez mas débil en la cámara de diputados, mientras que algunos liberales del gobierno se escapan del redil para sumarse a los disidentes o a los nacionales (liberales mocetones). Es entonces cuando Balmaceda llama a los radicales para formar parte del gobierno. Su sueño de la unificación de los liberales parece cumplida… pero seria una ilusión frágil que se rompería al primer soplido. Y este soplido llego cuando los nacionales, radicales, disidentes y mocetones, cansados de la “versatilidad del presidente”, formaron un grupo político que Balmaceda llamo despectivamente el “cuadrilátero“. Esta nueva fuerza tenía un poder casi equiparable al cada vez mas débil partido liberal del gobierno, por lo que Balmaceda tuvo que ceder y formar un ministerio con el “cuadrilátero” , cuyo paso seria muy breve, por la lucha entre el “cuadrilátero” y el candidato de Balmaceda para su sucesión, Enrique Sanfuentes.

El programa del “cuadrilátero” se resume en: Libertad electoral, independencia de los partidos respecto al ejecutivo y la implementación de un sistema parlamentario de gobierno.

Balmaceda comprendió finalmente que su sueño de la unificación liberal era un fracaso, y se armó para la batalla contra la oposición, que deseaba despojar al presidente de sus facultades. Sondeó apoyo en el partido conservador, pero no logro el apoyo suficiente. Prescindió de Sanfuentes como candidato, ungiendo a Claudio Vicuña como su candidato, mientras la oposición hace y deshace ministerios presentadores votos de censura, ¡inclusive antes que estos hubiesen siquiera presentado ante el congreso!.

Balmaceda organizo un nuevo ministerio con Claudio Vicuña en interior y Domingo Godoy en relaciones exteriores. Al llevar a este ultimo al gobierno la credibilidad del presidente se resintió, pues a Godoy se le acusaba de personaje poco recomendable. Pronto se le vería entrar en acción. Como el presidente se negaba a terminar con este ministerio por las vías comunes, el parlamento uso su arma mas peligrosa, las leyes de presupuestos. Estas ley solo se puede aprobarse por el parlamento y debe ser renovada cada año, si llega el 1 de enero y no hay ley de contribuciones el gobierno, legalmente, no puede realizar ningún gasto. El congreso se negó a promulgar la ley de presupuestos si no se remplazaba al ministro Godoy por uno que el parlamento considerase adecuado. Pero eso era ceder las atribuciones presidenciales al parlamento , por lo que Balmaceda se negó y el 1 de enero de 1891 no hubo ley de presupuestos. Los parlamentarios se plantearon esta posibilidad, y como no se puede gobernar un país sin presupuesto Balmaceda tendría que traspasar la constitución. Para enfretarse a él se buscó apoyo en el ejercito para encabezar una revolución, pero no encontraron eco, a diferencia de lo ocurrido en la marina, donde encontraron el apoyo que buscaban, especialmente en el capitán de navío Jorge Montt Álvarez.

Finalmente Balmaceda hizo publico el siguiente decreto:

“Teniendo presente:

Que el congreso no ha despachado oportunamente la ley de presupuestos para le presente año;

Que no es posible, que mientras se promulga dicha ley, suspender lo servicios públicos y la seguridad exterior de la republica, decreto:

Mientras se dicta la ley de presupuestos para el presente año de 1891, regirán los que fueron aprobados para el año 1890 por la ley del 31 de diciembre de1889”.

Balmaceda se salía de la constitución al traspasar sus facultades. Paralelamente los congresistas rebeldes lanzan un manifestó que dice:

“1º Que el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo, y, en consecuencia, que cesa en él desde este día;

2º Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en ese cargo sus Ministros del Despacho y los consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra el orden constitucional.

Y, en consecuencia, designamos a don Jorge Montt para que coadyuve a la acción del Congreso, a fin de restablecer el imperio de la Constitución.”

Santiago, a 1º de Enero de 1891.

Pero las proclamas ya no servían para nada; era la hora de la guerra.

La guerra civil de 1891

El 6 de enero se sublevo la escuadra, que trasportaba a los principales lideres de la revolución, mas no se les plegó el ejercito, por lo que el conflicto Presidente-Congreso devino en guerra civil. Esta en sus inicios ni siquiera parecía existir, la escuadra no desembarcaba en ningún sitio y se le titulo “la revolución ambulante”. pero pronto cambiarían las cosas, pues la escuadra se dirigió al norte, donde difícilmente podrán ser atacados por el ejercito regular y manejarían las riquezas del salitre. Por los combates de la aduana de Iquique y Pozo Almonte, los revolucionarios dominaron el norte, instaurándose una junta de gobierno, presidida por Jorge Montt, e integrada por Waldo Silva y Ramón Barros Luco. El gobierno envió al norte a las torpederas “Linch” y “Condell”, que hundieron el “Blanco Encalada” .

Mientras en Santiago funcionaba el “Comité Revolucionario”, liderado por Carlos Walker, quien tenia por objetivo coordinar acciones contra el gobierno de Balmaceda en la capital. Este comité tendría que hacerle frente a la amenaza que representaba el ministro Domingo Godoy.Los enemigos de Godoy dentro del propio gobierno (que eran muchos) lograron la destitución de éste, al mismo tiempo que se convocaban elecciones parlamentarias y presidenciales, donde solamente fueron electos cercanos al mandatario. Como presidente electo se eligió a Claudio Vicuña. Ya caído Godoy, se desarrollo uno de los excesos mas desdeñables de la guerra civil. Un grupo de jóvenes aristócratas opositores a Balmaceda se reunieron en el fundo de Walker, esperando instrucciones del comité, cuando fueron rodeados por el ejercito. Después de un simulacro de juicio, todo fueron ejecutados previa tortura, llegando algunos a no poder caminar hasta el patíbulo. Este crimen puso a toda la aristocracia en contra de Balmaceda y fue, quizás, aun mas influyente que las batallas de Concon y Placilla. Los revolucionarios preparaban su ejercito, improvisado con marineros y trabajadores del salitre, entrenados por el alemán Emilio Koerner, que los adiestraba según las nuevas técnicas prusianas.

Los rebeldes desembarcaron en las cercanías de Valparaíso, dirigiéndose a Concon, donde presentaron batalla ante el ejercito regular, triunfando los primeros. Esta victoria se ratificó con la de Placilla, que marcó el final de las esperanzas de Balmaceda y el triunfo de la revolución. Balmaceda delegó el mando en el GeneralManuel Baquedano, para poner orden en Santiago por las posibles reacciones a la victoria revolucionaria. Envió a su familia a la embajada de los Estados Unidos, mientras él hacia lo propio en la delegación argentina. Baquedano no supo o no pudo sobreponerse a los incidentes del día después, los vencedores saqueaban e incendiaban las casas de los derrotados, y muchos de los seguidores del Presidente Balmaceda tuvieron que esconderse y exiliarse. Después de tres días de mandato, el general confirió el poder al comité revolucionario y se retiro a su domicilio.

Mientras, Balmaceda en la delegación argentina, no deseaba informarse de los acontecimientos, solo días después empezó a leer los primeros diarios, que lanzaban feroces ataques en su contra. Pensó en entregarse a la junta, pero considero que le harían indecibles vejaciones para después fusilarlo. Decidió pues, tomar el único camino que le permitía salvarse de indignidades que como hombre no puede aceptar: El suicidio. Así, además, cargaría con su sacrificio las culpas de sus familiares y amigos (pensaba), y su lucha seria amplificada por el efecto de su acto.

Se suicidaría al concluir su periodo constitucional, que terminaba el 18 de septiembre de 1891. Ese día escribe cartas a sus familiares y amigos. Su letra es tranquila, solo se rompe en la carta dirigida a su madre. Deja sobre la mesa también su llamado “testamento político”, del que extraemos los principales párrafos:

«Mi vida pública ha concluido. Debo, por lo mismo, a mis amigos y a mis conciudadanos la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político».

«Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma en que se ha querido y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante en los partidos, ni paz entre los círculos del Congreso.

El triunfo y el sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe del Estado.»

«Sólo en la organización del Gobierno popular representativo con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos, y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado.»

«El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla; pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino razonable y tranquilo a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse. Estas eventualidades están más que en la índole y en el espíritu de los hombres, en la naturaleza de los principios que hoy triunfan y en la fuerza de las cosas.»

Mausoleo de José Manuel Balmaceda Fernández en el Cementerio General de Santiago

«Este es el destino de Chile y ojalá que las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente induzcan la adopción de las reformas que me hagan fructuosa la organización del nuevo Gobierno, seria y estable la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes públicos y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República.»

«No hay que desesperar de la causa que hemos sostenido ni del porvenir.»

«Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros, flameará un día para honra de las instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida.

Cuando ustedes y los amigos me recuerden, crean que mi espíritu, con todos sus más delicados afectos, estará en medio de ustedes.”

Terminado de escribir todas las cartas, al amanecer del 19 de septiembre, se recostó en la cama, apoyando la cabeza en el lado izquierdo. Con la mano derecha se apunto con un revolver en la sien, y apretó el gatillo. Eran las ocho de la mañana cuando murió el presidente José Manuel Balmaceda. Con el murió también el régimen portaliano y el autoritarismo presidencial, la ultima palabra en el poder la tendria ahora la triunfante aristocracia, que seria, desde ahora, una oligarquía.

Obra del Presidente Balmaceda

El Presidente Balmaceda dio gran impulso a la enseñanza pública, edificó escuelas en casi todas las ciudades y pueblos del país. Fundó el Instituto Pedagógico, destinado a formar profesores para la enseñanza secundaria, contrató profesores alemanes e implantó el sistema concéntrico en reemplazo del viejo sistema de ramos sueltos. Inició la construcción del Internado Nacional Barros Arana. Además, durante su gobierno se construyeron 50 escuelas básicas para niños y niñas, tres liceos para varones y el primer liceo de niñas. En definitiva una gran obra social cuyo resumen es el siguiente:

 

1.- Obras Públicas

a).- Ferrocarriles y Caminos.

  • Se construyeron 1.000 Kilómetros de caminos y 1.200 Kilómetros de vías Férreas.
  • 300 Puentes de todas dimensiones (Viaducto del Malleco, puentes en ríos Maule, Bío-Bío, etc).

b).- Obras de Higiene y Salud Públicas.

  • 20 ciudades fueron dotados de agua potable y su ampliación en otras.
  • Se crearon algunos Hospitales, se ensancharon otros, y se construyeron 20 nuevos locales para Hospitales.

c).- Otras Construcciones Públicas.

  • Fueron habilitados 10 puertos con muelles y malecones.
  • Se construyó un dique seco en Talcahuano.
  • 30 Faros para proteger la navegación.
  • Numerosas estaciones ferroviarias con sus bodegas anexas.
  • Se tendieron 1.500 Kilómetros de líneas telegráficas.
  • Se perfeccionó el servicio de Correos.
  • 80 edificios para establecimientos educacionales, con capacidad para 35.000 estudiantes.
  • 18 Centros Penales de diversa categoría.
  • Nuevos edificios para reparticiones públicas y militares.
  • Se pavimentaron numerosas calles en algunas ciudades y se abrieron otras en Santiago, Valparaíso, Concepción, etc.
  • Fue canalizado el río Mapocho.

2.- Política Financiera

Con motivo del término de la Guerra de 1879 favorable a Chile, entraron grandes recursos en las arcas fiscales, con lo que el Presidente realizó su plan de Obras Públicas.

 

3.- Hacienda Pública

Desde 1887 a 1890 la Hacienda Pública de Chile fue sanamente administrada.  Se  mantuvieron constantes superávit presupuestarios, lo que era signo de la mesura con que se hacían los gastos públicos.

 

4.- Política Agraria

  • La pacificación de la Araucanía dejó un vasto territorio al Estado para su explotación agrícola y se fomentó la inmigración.
  • Entre 1886 y 1890 llegaron al país 23.932 personas que se instalaron en las colonias del sur.
  • Fue perfeccionado el Instituto Agrícola y se crearon escuelas prácticas  de Agricultura en Elqui, San Fernando, Talca, Chillán, Concepción y Chiloé.

5.- Política Minera

  • Nuevo Código de Minas en 1888.
  • Se crearon Escuelas de Minas en Copiapó, La Serena y Santiago.
  • Atinada dirección de Balmaceda, de la política salitrera.

6.- Política Industrial

El Presidente quería transformar a Chile en un vigoroso país industrial.

  • En 1883 se  creó la Sociedad de Fomento Fabril con el objeto de industrializar al país.
  • En 1887 fue creado el Ministerio de Industrias y Obras Públicas.
  • Fueron liberados de derechos de Aduanas las máquinas, herramientas e instrumentos que se importaban por nuevas industrias o para ampliar otras.
  • Se obtuvo la inmigración de técnicos, artesanos y obreros calificados.
  • Se construyó un espléndido local para la Escuela de Artes y Oficios y se la dotó de bien montados talleres.
  • Se construyeron en fábricas chilenas: 12 locomotoras para Ferrocarriles del Estado y las estructuras metálicas de numerosos puentes.
  • Entre 1887 y 1890 comenzaron 40 nuevas fábricas y algunas fundiciones y establecimientos metalúrgicos.
  • Todas las industrias fueron apoyadas y perfeccionadas.

7.- Política Educacional

Balmaceda pensaba que la educación constituye la más seria garantía de la prosperidad general.

            a).- Enseñanza Primaria

  • 300 nuevas Escuelas Primarias
  • Perfeccionamiento y mejora económica del profesorado primario.
  • Fueron creadas las Escuelas Normales de Chillán y la Serena.  Se construyeron nuevos locales para otros similares.
  • Fueron enviados 6 maestros a perfeccionarse en Europa.
  • En 1889 se celebró el Primer Congreso Pedagógico cuyas conclusiones impulsaron el progreso de la Enseñanza en Chile.
  • En 1887 fueron aumentados los sueldos del magisterio.

b).- Enseñanza Secundaria

  • Fueron creados 10 Liceos (Antofagasta, Quillota, Liceo de niñas de Valparaíso, Miguel Luis Amunátegui, Valentín Letelier e Internado Barros Arana, en Santiago, Constitución, Angol, Temuco y Osorno, con lo que el número de Liceos en Chile subió a 32.
  • En 1889 se introdujo el sistema pedagógico llamado “Plan Concéntrico” que daba especial importancia a la enseñanza de las Ciencias Biológicas, Física y Matemáticas.
  • Fue creado en 1889 el Instituto Pedagógico para la formación de profesores especialistas en las diferentes asignaturas.
  • Se contrataron varios pedagogos alemanes para el Instituto Pedagógico.

c).- Enseñanza Especial

  • Fueron creadas 6 Escuelas Prácticas de Agricultura, 3 Escuelas de niñas y una Escuela Técnica Femenina.
  • Nuevo local y taller docente para la Escuela de Artes y Oficios.
  • También se contrataron varios profesionales franceses y alemanes para desempeñarse en esos planteles.
  • En 1889 se creó el Instituto de Sordomudos y después una sección para la enseñanza de ciegos.

d).- Educación Superior

  • Se modernizaron los planes de estudio de las Escuelas de Medicina, Farmacia y Leyes.
  • La Facultad de Matemáticas y Física  comenzó a formar ingenieros – arquitectos de puentes, de caminos y de construcciones hidráulicas, geógrafos de minas, industriales y metalúrgicos.  En suma todas las profesionales necesarios para el desarrollo del país.

8.- Administración Pública

La administración del  Gobierno fue reorganizada por ley de 1887, creando el Ministerio de Industrias y Obras Públicas.

Como ha quedado dicho al hacer referencia a José María Fernández Fernández, la hacienda de Bucalemu pasó, por sentencia judicial, a manos de la familia de Pedro Fernández Arnedo en el año 1846 en virtud del derecho que asistía a su mujer Petra Fernández Fernández a quien José María, su hermano, había marginado del usufructo de la hacienda. En el año 1849 se hacen cargo de la misma sus nietos Domingo Fernández de la Mata, Manuel Fernández Cereceda y Braulio Fernández Fernández.

La familia Fernández Arnedo da comienzo con el matrimonio formado por Francisco Angel Custodio Fernández Fernández y Josefa Quiteria Arnedo Fernández, ambos naturales de Galilea. De este matrimonio nacieron dos hijos: Francisco Ezequiel, cura párroco de Galilea y Pedro Fernández Arnedo, uno de los personajes más importantes nacidos en nuestra localidad.

 

 Pedro Fernández Arnedo. (1774-1842)

Puede considerarse a don Pedro Fernández Arnedo el creador de una larga familia de políticos y hombres de empresa que dejaron su huella tanto en España como en la República de Chile, merced a la existencia del fundo de Bucalemu.  Nació en Galilea el día 29 de junio de 1774.  Fue empadronado como hijosdalgo en el Solar de Valdeosera, al igual que su único hermano el presbítero y cura párroco de Galilea, don Francisco Ezequiel Fernández Arnedo.

Don Pedro Fernández se casó en la parroquia de Santiago el Real de Logroño  el 8 de junio de 1793 con Petra Fernández Fernández, natural de Pipaona de Ocón y fallecida en Galilea en 1830. Era hermana de José María Fernández Fernández, quien por sentencia había perdido el fundo Bucalemu.

Fue miembro de la Diputación Provincial de Soria bajo cuya jurisdicción se encontraba Galilea antes de la división administrativa de España.  Junto con los otros tres diputados riojanos intervino activamente en la creación de la Provincia de Logroño, en la primera división administrativa de España, en el trienio liberal 1820-1823.  Esta activa intervención le acarreó múltiples problemas con los diputados sorianos que de ninguna manera estaban dispuestos a ceder su potestad sobre esta parte del territorio riojano.  A tal extremo llega este enfrentamiento, que don Pedro Fernández, en unión de los otros parlamentarios riojanos, tiene que redactar una carta en demanda de protección al rey, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos.  Esta carta, redactada en Galilea, tenía el siguiente contenido:

 

“Señor:

Los individuos de la Diputación Provincial de Soria, que en cumplimiento del artículo 334 de la Constitución nos reunimos en la capital en el mes de marzo último (1821), fuimos insultados atroz e injustamente a pretexto de la nueva división del territorio español, en la que Soria deja de ser capital de provincia; sangrientas voces y pasquines se propalan por la ciudad, y hasta en la casa misma del Jefe Político (Gobernador Civil) se amenazó con la muerte de un individuo.

 

Tan enormes atentados cometidos contra los representantes de la Provincia mere­cen un pronto y ejemplar castigo; sin embargo los diputados sólo pedimos orden y tranquilidad que no pudimos conseguir sino a costa de zozobras y peligros.  Al fin hubo de suspenderse las sesiones hasta el día 1 de julio, época en la que supo­níamos estaría hecho el nuevo arreglo de las provincias, y que con este medio se excusaban medidas fuertes contra los promovedores de tales atentados.

 

Todo ha cambiado, porque siendo necesaria la reunión de la Diputación para el reemplazo del Ejército, el peligro amenaza de un modo que no podemos evitar, siempre que esté pendiente la división del territorio o que se apruebe el plan presentado, como es de esperar.  En tan tristes y apuradas circunstancias, imploramos la protección de V.M. para que, si fuese de su real agrado, nos mande reunir en Calahorra, Arnedo, Torrecilla de Cameros, Logroño u otro cualquiera pueblo de la provincia;  de otro modo nuestra seguridad personal se halla comprometida y nuestros trabajos serían infructuosos por falta de tranquilidad.  La resolución, Se­ñor, es urgentísima aunque no fuera más que por librar a Soria del peligro de un atentado.

 

Por si no se hallasen en las atribuciones del Gobierno la resolución de este grave y urgente negocio, lo hacemos presente a las Cortes, para que, tomándolo en consideración, resuelvan lo que estimen conveniente y necesario a la tranquilidad de Soria y seguridad de nuestras personas”.

 

Este documento lo firman los cuatro diputados riojanos: Sebastián Fernández, de Navarrete; Manuel Anselmo de Nafría, canónigo lectoral de Calahorra;  Nicolás Alonso de Tejada, de Azofra; y don Pedro Fernández Arnedo.

 

 

Con la abolición de las garantías constitucionales en 1823, España se ve abocada a un negro periodo de diez años de absolutismo, gobernada por un rey inepto y caprichoso que conduce a nuestro país a una sangrienta guerra civil.  Cuando Fernando VII fallece en 1833, deja sin efecto la Ley Sálica que impedía gobernar a las mujeres.  Su hermano Carlos María Isidro no admitió esta decisión, dando así origen a la primera guerra carlista.

En la segunda etapa de esta contienda, (de 1835 a 1837) la Comisión de Armamento y Reserva de Logroño requisa una custodia de la iglesia de Galilea, teniendo que intervenir don Pedro Fernández quien apoyándose en el prestigio alcanzado durante su etapa de político en activo, envía desde Galilea la siguiente misiva al Jefe político de la capital:

 

“Excmo. Señor:

 

Don Pedro Fernández Arnedo, comisionado por el cabildo y Ayuntamiento de Galilea, con el más debido respeto expone a V.E. que teniendo su iglesia una única custodia, cuyo pie es de bronce y su remate de plata, ha sido inventariada entre las demás alhajas en concepto equivocado de ser de este último metal en virtud de las señas comunicadas por su comisionado para el efecto, y siendo necesaria para el culto, mayormente cuando los terceros domingos de cada mes se expone JHS en ella, haría la mayor sensación a sus feligreses si por su falta dejarían de celebrarse las funciones en estos días, según las antiguas costumbres que están establecidas, por lo que  tanto por el poco valor que en sí tiene esta alhaja, como por el sentimiento y ser necesaria a sus vecinos,

a V.E. suplica se sirva mandar entregar esta custodia al exponente para que permanezca en esta iglesia para los fines indicados, con lo que recibirá singular valor.

Octubre, 28 de 1836.”

 

La custodia, efectivamente, fue devuelta a la iglesia de Galilea gracias a esta intervención ante la Comisión de Armamento del ejército cristino en la ciudad de Logroño.

Don Pedro Fernández  murió el 11 de enero de 1842, siendo enterrado en el cementerio de Galilea.

Pedro Fernández Arnedo fue abuelo de Domingo Fernández de la Mata, Braulio Fernández Fernández, Manuel Fernández Cereceda y bisabuelo del alcalde de Logroño Francisco de la Mata. Fue, asimismo, tatarabuelo de Sta Teresa de los Andes y del embajador Sergio Fernández Larraín.

Andrés Fernández Fernández. (1810-1879)

 

Andrés Fernández Fernández fue hijo de Pedro Fernández y de Petra Fernández. Nació en Galilea el 10 de noviembre de 1810. Contrajo matrimonio con Mª Teresa de la Mata y López Tagle, oriunda de Cartagena de Indias (tía-abuela de Francisco de la Mata Barrenechea, Marqués de Vargas, alcalde de Logroño en el tránsito del siglo XIX al XX y en cuya memoria se le dio su nombre a una de las calles más importantes de la capital, la denominada Muro de la Mata).

De este matrimonio nacieron nueve hijos entre los que se señalan a Felipa Fernández de la Mata casada con José Julián Fernández, entre cuyos descendientes se encuentra la familia de médicos logroñeses Yangüela Fernández;  a Juan Fernández de la Mata, nacido en Galilea y ordenado sacerdote, fue cura párroco de Huercanos hasta su fallecimiento en Logroño el 9 de abril de 1908. Y  Domingo Fernández de la Mata.

Panteón en el cementerio de Galilea donde están depositados los restos de Andrés Fernández y de su mujer.

Dada la trascendencia que este matrimonio tuvo para la recuperación, por vía de sus descendientes, de la posesión y usufructo de la Hacienda Bucalemu siguiendo las instrucciones que su tío-abuelo Pedro Fernández Balmaceda dejó estipuladas en su testamento, se detalla a continuación las vicisitudes acaecidas a la familia de su mujer, Teresa de la Mata, hasta su llegada a Galilea, desde la lejana Cartagena de Indias.

Teresa de La Mata y López Tagle fue hija de Pedro Antonio de la Mata Bernales oriundo del pueblo de La Mata cerca de Santa Cruz de Yanguas, provincia de Soria, de donde toma el apellido y de María Teresa López Tagle natural de Cartagena de Indias, en Colombia.

 

Pedro Antonio de la Mata Bernales fue hijo de Matías de la Mata Carrillo y nieto de Bernardo Jacinto de la Mata y Blázquez. Su abuelo Bernardo se había casado con Ana Teresa Carrillo Hidalgo, nacida en Corera el 8 de abril de 1715 y fallecida en Logroño en 1789. Hija del Regidor perpetuo de Soria y Caballero de la Orden de Santiago, Jorge Carrillo Fernández  y de Mª Josefa Hidalgo Torres, la familia tenía la casa solariega en la localidad de Santa Lucia de Ocón, hasta que fue saqueada y destruida.  Este hecho fue determinante para que, a finales del siglo XVIII decidieran trasladarla a  Corera construyendo allí lo que hoy se conoce como la casa de La Mata, en cuya fachada esta esculpido el blasón de los Carrillo.

Pedro Antonio fue bautizado el día 24 de agosto de 1764 en la parroquia de Santiago el Real de Logroño. El 12 de diciembre de 1775, al cumplir 12 años, ingresó en el Real servicio militar en calidad de cadete. El 20 de octubre de 1779 ascendió a Subteniente de bandera del regimiento de Infantería de Cartagena.

 

El periplo militar de Pedro Antonio de La Mata

Con el grado de subteniente de de la Primera Compañía del Regimiento Auxiliar de Santa Fé,  “…se hallo en el desembarco del ejército hecho  el 8 de agosto de 1785, en el que tomó posesión del terreno en que asentaría  el nuevo establecimiento en la Carolina de Darien en donde se erigió el Fuerte de San Fernando. Estuvo de guarnición hasta el día 20 de octubre en que se retiró a la plaza de Cartagena”.

Se casó en a ciudad de Cartagena de Indias con María Teresa López Tagle y Madariaga nacida en aquella ciudad el 10 de junio de 1781.

En el año 1793 ocupaba el cargo de teniente del Regimiento fijo de Cartagena. El 2 de julio de 1794 fue comisionado para que, con un cabo y seis soldados pasase a las ciudades y pueblos de la provincia de Santa Marta en busca de varios desertores del Regimiento Fijo.  Ascendió a Capitán de la Quinta Compañía del  Segundo Batallón  del Regimiento Fijo de infantería en virtud de Real Despacho expedido en Carmona por orden de Carlos IV el 8 de marzo de 1796 en la vacante producida por la muerte de don José López Tagle Madariaga, hermano de su futura mujer, casado, a su vez, con una hermana del propio Pedro Antonio.

En los atormentados días de la lucha por la independencia de Colombia, Pedo Antonio de la Mata Bernales se mantuvo fiel a Fernando VII. Su lealtad a la corona quedó claramente demostrada en el año 1817 en la información levantada en Cartagena por expresa petición de María Teresa López Tagle, su mujer, con citación de testigos.  Las declaraciones recogidas acreditan unánimemente que don Pedro, “…se manifestó siempre fiel y obediente al legítimo gobierno.  El día en que fue depuesto el gobernador Francisco de Montes, estando de guardia en la Puerta del Puente, fue insultado por una cuadrilla de hombres de los revoltosos, llegando hasta tirarle una pedrada.  El 4 de febrero de 1811 participó en la intentona del Regimiento Fijo para establecer el gobierno legítimo.  Abortada la revolución, el gobierno independiente de Cartagena le destinó a Mompox, por vía de destierro.”

La salud del capitán de la Mata Bernales sufrió tan serio quebranto en su nuevo destino que el 23 de julio de 1812 se vio obligado a solicitar desde el Cuartel General de Barranca, licencia para retirarse a Cartagena con el fin de alcanzar su restablecimiento. Su petición aparece avalada por un ilustrativo informe del facultativo Santiago Padella.

El 6 de agosto de 1812 el padre político de Andrés Fernández fallece en Cartagena de Indias, siendo sepultado en el convento de Predicadores de Cartagena, según reza la declaración de su viuda.

En el año 1817, Maria Teresa Lopez Tagle, su viuda, tiene conocimiento de que don Nicolás Francisco Javier María de la Mata y Carrillo, había instituido por herederos de sus bienes a  “…los hijos y nietos de don Matías de la Mata y Carrillo, su suegro”.  En esta virtud y en consideración a la insostenible situación económica de los defensores del Rey en el Continente Americano, se decidió a pasar a la tierra de sus mayores.

Carente de recursos y ante la imposibilidad de lograr que las cajas reales le abonasen las sumas devengadas a la muerte de su marido, obtuvo para su traslado a Europa, los fondos indispensables del comerciante cartagenero Juan Vicente Romero Campo, por cuenta de su hermano José Romero, avencidado en Cádiz.

María Teresa giró una letra de cambio por valor de cincuenta mil reales el día 30 de septiembre de 1817 contra su tío Nicolás de la Mata Carrillo, “…hipotecando para la seguridad de su cobro una casa alta de su propiedad con cuatro asesorias, situada en la citada ciudad de Cartagena  y su calle Nuestra Señora del Buen Suceso, de la Reja, número dos, manzana octava, barrio de Santa Catalina”.

Inmediatamente emprende viaje a España acompañada de sus tres hijos: Petrona, de quince años; Hilario de doce; y Teresa, de ocho.  En La Habana, María Teresa López Tagle recibió de “…don José Romero Campo, en 9 de diciembre de 1817, dos mil reales por cuenta del mismo don José Romero Campo, girando letra por igual suma contra el nominado don Nicolás de la Mata y a favor de áquel.”  Siete años más tarde, el 1 de diciembre de 1824, fallece en Logroño siendo sepultada al día siguiente en el cementerio de la ciudad.

De los tres hijos que acompañaron a María Teresa López Tagle a Galilea, dos de ellos Hilario y Teresa arraigaron en nuestro pueblo al casarse con otros dos hermanos de la familia  Fernández Fernández. Así, Hilario de la Mata se casó en Galilea el día 27 de abril de 1825 con Joaquina Fernández Fernández  y Teresa se caso en Corera el día 1 de agosto de 1830 con Andrés Fernández Fernández. Paradójicamente quienes se casaron en Galilea se establecieron posteriormente en Corera haciéndose cargo de la casa solariega de sus ancestros, dando inicio a una saga de destacados hacendados y grandes políticos que dominaron gran parte de la vida riojana de la segunda mitad del siglo XIX . Y quienes e casaron en Corera, se trasladaron a Galilea, dejando una descendencia numerosísima tanto en nuestra localidad como en Chile a donde se trasladaron parte de sus descendientes para, como ha quedado dicho, hacerse cargo de la hacienda de Bucalemu.

Andrés Fernández Fernández murió en Galilea el 4 de agosto de 1879. Fue enterrado, juntamente con su esposa en el panteón familiar del cementerio de Galilea que ilustra la  fotografía de esta página.

Braulio Fernández  Fernández. (1829-1899)

 

Nació en Galilea el 26 de marzo de 1829.  En 1849, a los veinte años, alcanzó el título de abogado del Estado.  Ese mismo año se traslada a Chile juntamente con sus primos Domingo Fernández de la Mata y Manuel Fernández Cereceda para tomar posesión de la hijuela «La casa de los jesuitas» de 10.000 Hectáreas, de la herencia correspondiente por sentencia judicial de parte de la hacienda de Bucalemu.  En dicha propiedad se casa el 2 de febrero de 1855 con Amalia Vicuña Guerrero. Sin embargo no permanecería mucho en Chile ya que la carrera política iniciada en España le hace vender su heredad a su cuñado Claudio Vicuña y retornar a la Península.

En 1861, con 32 años y un considerable capital,  regresa a España  y se presenta a diputado a Cortes por la Provincia de Logroño, compitiendo con políticos de la talla de Sagasta y Emilio Castelar. Se da la circunstancia que en esos mismos comicios interviene también como candidato  su pariente Ildefonso  Fernández Sancho, hermano del cura Hilario Fernández.  En dichas elecciones, celebradas en abril de 1879, Braulio Fernández obtiene casi el triple de votos que su inmediato seguidor  Práxedes Mateo Sagasta.  El acta levantada el día 27 de abril decía textualmente lo que sigue:

 

Los que suscriben, designados por el señor Juez de Primera Instancia de este Partido, Presidente de la Junta General de Escrutinio para la elección de un diputado a Cortes, como secretarios de la misma, certificamos:

 

Que cumplimentadas todas las prescripciones establecidas en el capítulo 3º de la ley de 28 de diciembre de 1878 sin que se haya producido protesta ni reclamación alguna, ha sido proclamado diputado a Cortes por el Distrito de esta Capital, a causa de haber obtenido mayoría de los votos emitidos en las respectivas secciones, don Braulio Fernández y Fernández Arnedo; viéndose en los documentos exhibidos por el Exmo. señor Alcalde de esta ciudad y comisionados delegados al efecto que la votación verificada en el día 20 del presente mes, dio el resultado siguiente:

 

Braulio Fernández y Fernández Arnedo                    1.656
Exmo señor D. P. Mateo Sagasta 679
Emilio Castelar                              30
Ildefonso Fernández Sancho 1
Timoteo Zorzano y Fernández 1
En la sección de Ausejo, votos perdidos 1

 

 Y siendo el número total de electores del distrito a que da nombre esta capital el de tres mil trescientos cuatro, resulta que han tomado parte dos mil trescientos setenta, habiéndose obtenido de tomar parte en la elección novecientos treinta.«

 

En aquella la lejana legislatura 1879-1880 don Braulio Fernández tomó parte, entre otras, en las comisiones de nombramiento de De Gabriel para Gobernador Civil de Málaga, en el mensaje de felicitación al rey Alfonso XII por el atentado frustrado del 30 de diciembre así como en la exposición que hizo de las quejas vertidas por los comerciantes de Haro y Logroño contra los arbitrios que cobraba la villa de Irún en las importaciones de mercancías. Finalizada la legislatura, y abandonado su escaño, fue nombrado caballerizo mayor de Alfonso XII.

 

Amistad de los Fernández Vicuña con la familia Real.

Francisco R. Undurraga en su libro biográfico «Recuerdos de 80 años» da cuenta de la importancia que tuvo en la vida política de su tiempo Braulio Fernández al relatar cómo a la tertulia que mantenía en su casa asistían los más influyentes y notables políticos de España como el propio Práxedes Mateo Sagasta. Este galileano gozaba de la amistad de la familia real y su hijo mayor, Juan Ignacio, recibía frecuentemente invitaciones para acudir a los bailes organizados en palacio. Según el autor del libro, la reina regente María Cristina, regalaba a Amalia Vicuña joyas de gran valor en compensación a las atenciones recibidas por parte de la familia Fernández-Vicuña.

 

El balneario de Escoriaza

Braulio Fernández fue uno de los artífices, de la creación de los Baños de Escoriaza.  En plena dedicación a la política aparece en Escoriaza con motivo de la visita que realiza a su hermana Rufina casada con Roque Gastañaduy,  Teniente Alcalde de esta localidad vascongada.  Conocedor por propia experiencia de sorprendentes curaciones efectuadas en su familia y amigos con el uso del manantial de Torrebasco, propiedad del Sr. Gastañaduy surge la idea de crear el balneario apoyado por el ejemplo existente de otros establecimientos en localidades vecinas. Braulio Fernández convence a su cuñado, propietario del caserío donde se encuentra el preciado manantial para construir un establecimiento balneario. Para ello deben encontrar una ubicación al nuevo edificio.

En agosto de 1862 el Sr. Gastañaduy compra una heredad limítrofe al caserío. Al acto de pago ante notario acude Braulio Fernández en representación de su cuñado, abonando en mano la cantidad de 2.908 reales de vellón en que fueron tasados los terrenos.  Para llevar a cabo este negocio el político galileano busca apoyo en familiares próximos, debido a que el desembolso económico de dicha empresa iba a ser muy importante.  Así, el 6 de diciembre de 1865 se constituye la sociedad que va a regir el nuevo establecimiento balneario de aguas sulfurosas, denominado de Escoriaza. Los socios de esta sociedad son los siguientes:

Braulio Fernández y Fernández Arnedo con 23 acciones; su padre, Bernardo Fernández Martínez, 20 acciones; su primo carnal Felipe de la Mata Fernández, (padre del futuro alcalde de Logroño) 10 acciones; otro de sus primos Andrés Fernández Cereceda, 10 acciones; y por último su cuñado Roque Gastañaduy 7 acciones. En total 70.000 duros. Mil duros por acción.

Para llevar a cabo la construcción del edificio Don Braulio encargó el trabajo al arquitecto Jerónimo de la Gándara. Las obras se iniciaron en 1863, continuaron al año siguiente y en 1865 se abrió al público, declarando sus aguas de utilidad pública. El establecimiento se hallaba a una distancia de ocho minutos de la villa de Escoriaza. Como cualquier otro establecimiento de sus características constaba de fonda y departamento balneario midiendo todo él un área de 92 metros de largo por 37,5 de ancho. José Mª Urkía, en su libro «El balneario de Escoriaza», los describe de esta manera:

La parte destinada a la fonda, era la más importante del edificio. Constaba de tres tres cuerpos con planta baja, piso principal y segundo los cuales estaban unidos por una galería descubierta en forma de terrado que los ponía en comunicación con el piso principal, rodeada con balconaje de hierro y sostenida con columnas del mismo metal, teniendo el pavimento cubierto con láminas de zinc. Esta galería, que adornaba y embellecía la fachada principal, era un espacioso mirador que permitía admirar el paisaje circundante. En el espacio que dejaban los tres pabellones había dos jardines a los que se accedía por la galería cubierta. Le entrada principal consistía en un vestíbulo o pórtico cubierto, formado por arcadas de piedra sillar, en la que terminaban los caminos de piedra bien construidos, uno de entrada y otro de salida de carruajes. La fachada principal estaba precedida de un parque con jardines y dos pequeños estantes provistos de surtidores.  En la planta baja se encontraban varias habitaciones de uso general: un salón de 51 metros de largo por 6 de ancho y 4,5 de alto, divido en dos por medio de un tabique formado por puerta abatibles usándose una parte como comedor y otra como salón de baile y reunión con su correspondiente piano y adornado con muebles alemanes y asientos de rejilla. Otros salones más reducidos se destinaban a lectura, escritorio, billar, etc Desde el cuerpo central de la planta baja arrancaba una ancha escalera de madera, balaustrada de hierro, y dos ramales hasta el piso principal para continuar, del mismo modo, hasta el segundo. El establecimiento constaba con una capilla dedicada a la Purísima Concepción. Al oeste del edificio estaba el extenso parque del establecimiento con sus bosques formados por álamos, castaños, olmos, acacias y otras clases de arbolados, laberintos de jardines llenos de arbustos y pinos de muchas variedades, además de monte poblado de robles y castaños. En una de las alturas había una cascada con un estanque rodeado de jardín donde existía un torreón mirador. En resumen, un lugar idílico.

En cuanto al departamento balneario, sigue relatando Jose Mª Urkía en el libro citado, ocupaban la parte oriental del establecimiento comunicándose con la fonda por una escalera interior que partía del piso principal además de por una galería cubierta que resguardaba a los pacientes de la intemperie. En dicha galería se encontraba el despacho o gabinete de consultas del médico-director. El caño de la fuente mineral vertía vertía el agua en un recipiente desde donde salía inmediatamente por un conducto que llevaba todo el caudal a un depósito cubierto, suficiente para contener quinientos baños. Encima de la rotonda había un gabinete ochavado para inhalaciones de gas sulfhídrico libre. Encima del depósito fueros colocadas la bomba y calderas de calefacción. De este recinto partían dos galerías en las que había dieciséis gabinetes con sus respectivas pilar de mármol. Tres de ellos tenían dos pilas además de aparatos para duchas o chorros. Había, además, ducha rectal, perineal, pubiana, sacra, dorsal, ocular, nasacde vapor sulfuroso solo o mezclado con plantas aromáticas, estufa y piscina.

Después de dos años de obras desde la adquisición del terreno el balneario se abrió al público el 1 de junio de 1865. Durante los siguientes años la afluencia de bañistas fue creciendo situándose en unas trescientas personas por temporada. Sin embargo el establecimiento levantado por Braulio y su familia pasó por momentos difíciles. Entre 1872 y 1876, durante la segunda guerra carlista la afluencia fue nula. Cuando parecía que todo volvía a la normalidad el 5 de agosto de 1879 fallecía en los baños de Escoriaza la infanta María Pilar Borbón y Borbón, hermana de Alfonso XII. Esta desgraciada circunstancia fue una de las razones de la decadencia que empezó a experimentar el balneario.  En 1894, 29 años después de su apertura, y cinco años antes de fallecer Braulio, el balneario se clausura definitivamente.

 

Contando con setenta años, muere en Madrid en 1899.  De su matrimonio con la chilena Amalia Vicuña Guerrero, deja una larga  descendencia  de diez hijos, que fueron los siguientes:

 

  1. Felisa Fernández Vicuña, casada con Alberto Fesser y Fesser, con sucesión.
  2. Juan  Ignacio  Fernández Vicuña.  Fallecido soltero.
  3. Carlos Fernández Vicuña, casado con Elena Fesser y Fesser. Sin sucesión.
  4. María Luisa Fernández Vicuña. Fallecida soltera.
  5. Clotilde  Fernández Vicuña. Fallecida soltera.
  6. Eduardo Fernández Vicuña, casado con Blanca Wilms Brieba. Sin sucesión.
  7. Inés  Fernández  Vicuña,  casada  con  Joaquín   Martínez de   Velasco   y Fesser. Sin sucesión.
  8. José Miguel Fernández Vicuña, casado con Engracia Palacios, con sucesión en
    los Fernández Benjumea (unidos a los Condes de Guadalhorce); Topete y Fernández (vinculados a los marqueses de Serralavega) y Uhagón Fernández (unidos a los Condes de Zubiria)
  9. Ángela Fernández Vicuña, casada con Ramón Topete Arrieta (hijo del Almirante Topete, quien con Prim y Serrano derrocaron a Isabel II), con descendencia en los Topete Fernández.
  10. Rosa Fernández Vicuña, casada con Enrique Satrústegui y Barrie, Barón de Satrústegui, con sucesión.

De entre estos diez hijos quiero resaltar a Ángela Fernández Vicuña, su novena hija, casada con Ramón Topete, hijo del Almirante Topete quien junto a los generales Prim y Serrano, derrocaron a la reina Isabel II en la revolución de 1868. De este matrimonio nacería  María Topete Fernández, que vino al mundo  en el año 1900, (un año después del fallecimiento de su abuelo),  muriendo en septiembre del año 2000. En estos cien años que vivió, tuvo una vida azarosa y atormentada, siendo protagonista destacada del  mundo carcelario de la época, como responsable que fue,  en los años posteriores a la Guerra Civil, de la prisión de mujeres de Ventas y de la maternal de San Isidro, ambas en Madrid.

Su responsabilidad en estos centros a lo largo de 26 años, que abarcan desde 1940 hasta 1966, en que se jubiló, y los acontecimientos y vicisitudes acaecidos a lo largo de este dilatado periodo de tiempo,  están perfectamente reflejados en un estremecedor libro de la escritora  Ana R. Cañil, titulado “Si a los tres años no he vuelto”.

Domingo Fernández de la Mata. (1832-1887)

 

Foto del libro de Adriana Fernández

Nació en Galilea el 5 de agosto de 1832.  Al igual que su hermano Juan,  quiso seguir la carrera sacerdotal, cursando estudios en el Seminario de Logroño.  Sin embargo pronto habría de abandonarlos para trasladarse a Chile y hacerse cargo de la hijuela «San Enrique», un tercio de la heredad del fundo de  Bucalemu, con una extensión de siete mil hectáreas.  El 6 de noviembre de 1849, con diecisiete años, parte hacia  Burdeos, donde toma el vapor Le Quellec, y en compañía de su primo carnal Braulio Fernández  Fernández , futuro diputado a Cortes, inician un viaje por mar que les llevarían hasta Valparaíso donde toman tierra el 2 de febrero de 1850.  Ya en Chile contrae matrimonio con Enriqueta Jaraquemada Vargas el 13 de diciembre de 1857.  No se hizo muy mayor don Domingo, ya que murió con 55 años un 6 de diciembre de 1887.  Su esposa le sobrevivió 20 años más.

El matrimonio Fernández-Jaraquemada procreó quince hijos, entre los que hay que nombrar  a Miguel, nacido en 1869, casado con Lucía Solar Armstrong de cuyo matrimonio nació Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández del Solar, más tarde Santa Teresa de los Andes. Y a Adolfo, padre de Sergio Fernández Larraín, futuro embajador de Chile en España y gran benefactor de Galilea.

Manuel Fernández Cereceda. (1824-1882)

 

Nació en Galilea el 26 de junio de 1824. Pasó a Chile con su primo hermano Juan Fernández Fernández, hermano de Braulio Fernández Fernández y que junto con el otro primo hermano, Domingo Fernández de la Mata se hicieron cargo de Bucalemu. Se casó con Ana María Íñiguez Ovalle nacida en Santiago de Chile el 8 de mayo de 1814. Ana María era hija de adoptiva de sus tíos D. Rafael Beltrán Íñiguez y Doña Loreto Íñiguez y se casó en el oratorio particular de la hacienda de éstos el 26 de junio de 1840. A su muerte le dejaron una cuantiosa fortuna consistente en parte de la hacienda Bucalemu y propiedades en Valparaíso de gran valor.

En razón de la sentencia judicial por la que la hacienda de Bucalemu pasaba a la familia Fernández Arnedo, Manuel Fernández Cereceda se hizo con las hijuelas de  La Manga y Corneche  que representaban aproximadamente diez mil hectáreas,  un tercio más o menos del total de la heredad. Para hacerse idea del valor y la importancia de estas hijuelas, refiramos algunos pasajes del contrato de arrendamiento que el propietario establece con su yerno Francisco Ramón Undurraga el 15 de octubre de 1880. El contrato, entre otras cosas,  decía:

 

Panteón de Manuel Fernández Cereceda

«D. Manuel Fernández Cereceda da en arriendo a D. Francisco Ramón Undurraga… el fundo denominado Corneche y La Manga de Bucalemu, situado en el departamento de Rancagua con la dotación de los siguientes ganados vacunos, caballares y lanares  que a continuación se expresan:

   

    Vacunos: bueyes de trabajo, 200; redomones (sin domar), 83; toros d matanza brutos, 141; toros de matanza mestizos, 42; toros de tres años brutos, 65; toros mestizos de 3 años, 6; vacas de matanza, 912; vacas preñadas, 38; vacas de tres años, 450; ganados de 2 años, 457; terneros de una año, 710; terneros de pie, 318.

 

    Caballares: caballos de servicio, 102; caballos padres, 3; yeguas de vientre, 76; potrones de rienda, 9; de dos años, 11; potrancas de dos años, 5: potrillos y potrancas de año, 12.

 

    Mulares: mulas de carga, de tres años,9; de dos años, 2; de año, 19.

    Lanar: carneros padres, 158; ovejas de vientre, 3279; corderos marzales, 974; borregas, 1185; corderos de pelo, 416.»

 

Pocos años después de la firma de este contrato, el 13 de julio de 1882 , D. Manuel Fernández Cereceda muere en Santiago de Chile legado «…’La Manga’ con sus fértiles llanos y ricos montes a su hijo Rafael Fernández Íñiguez y ‘Corneche’, con mucho monte, vacas y ovejas y con agua, para su otro hijo Ezequiel.»

 

En el año 1867, el padre Hilario Fernández Sancho, sobrino del matrimonio Fernández-Iñiguez es llamado por estos recalando en su hacienda e iniciando desde allí su labor sacerdotal por Chile y Argentina.

En el cementerio de Galilea se conserva todavía el panteón donde esta enterrados los padres, el hermano y la cuñada de D. Manuel y en cuyo frontispicio, a duras penas, se puede leer:

 

 “Panteón de la familia Fernández Cereceda. Rogad a Dios por el alma de los señores José María Fernández y María Cereceda, D. Inocente Fernández Cereceda y Dña Agapita Sáenz de Heredia de Fernández”

 

El diario chileno El Ferrocarril decía el día de su muerte 13 de junio de 1882:

 

En la mañana de hoy ha fallecido D. Manuel Fernández Cereceda. Un nuevo vacío, de los que difícilmente son llenados dejará su muerte en nuestra sociedad; las personas como el Sr. Fernández en que la honradez, la fe sincera y la caridad más amplia, les sirven de adorno, cuando faltan, no pueden menos de ser sentidas, por la sociedad entera a la que honraron con sus virtudes.

 

El Sr. Fernández, español de nacimiento y residente en Chile desde 1841, había podido, sin abandonar un instante, como leal español su inmenso cariño a la tierra que le sirvió de cuna, amar a Chile, llegando a formar una segunda a la que le unía el más sincero afecto de gratitud.

 

Como muchos de sus honrados compatriotas tuvo en el año 1865 que pagar con la dolorosa separación de su familia el tributo a las disposiciones de los que entonces gobernaban.

 

Agricultor ilustrado y progresista, el Sr. Fernández puso su fortuna al servicio de cuanta mejora llegó a su conocimiento. Desprendido y generoso, no habrá quizá ninguna asociación de caridad a la que no hayan legado los dineros del Sr. Fernández.  La colonia española tiene motivo para conservar eterno recuerdo de uno de sus mejores representantes.

 

Católico sincero y hombre de profunda fe, el Sr. Fernández vivió y murió dando a los que le rodeaban ejemplo constante de sólida virtud y de íntimo convencimiento. Sus maneras atentas, su invariable carácter, reflejo de su tierna alma, hicieron que el Sr. Fernández contara siempre con un numeroso círculo de amigos, cada uno de los cuales, durante su penosa enfermedad, se ha apurado a demostrar su sentimiento, y guardarán siempre un dulce recuerdo del virtuoso caballero y leal amigo.

 

Que la muerte del verdadero santo, que tuvo el Sr. Fernández mitigue en algo el justo de dolor de su religiosa esposa y sus creyentes hijos.

 

Treinta años después de la muerte del Sr. Fernández Cereceda, sus hijos y herederos pretenden crear una capellanía, para la que el hacendado había dejado en su testamento la cantidad de 10.000 pesos. Sin embargo la depreciación de la moneda chilena hace que la final se cree una fundación de misas que ha pervivido hasta el último tercio del pasado siglo XX.  La celebración de estas da comienzo en el primer trimestre del año 1913 con el párroco de Galilea, D. Eulogio Ruiz y finalizan el día  31 de diciembre de 1975 con Alberto del Pozo, titular de la parroquia desde el año 1932.

 

FUNDACIÓN DE MISAS A FAVOR E DON MANUEL FERNÁNDEZ CERECEDA QUE DA COMIENZO EN 1913.

 

«Instancia Presentada al Administrador Apostólico del Obispado por José María Fernández Martín en nombre de los hijos y herederos de D. Manuel Fernández Cereceda domiciliados en Santiago de Chile, en la que solicitan fuese admitida la fundación en Galilea de una memoria de misas en la forma y modo que pudieran llevarse a efecto, en atención a que, por la depreciación del dinero en la República de Chile, los 10.0000 pesos que el dicho Manuel Fernández lega en su testamento para una capellanía de misas diarias y de alba, más los intereses de varios años, deducidos los estipendios de las misas que se habían celebrado por la fundación antes de estar constituida, quedaban reducidos en la actualidad a una cantidad que, invertida en tributos de la deuda al 4% interior, resultaba ser 15.800 pesetas nominales, cuyos productos no dan para cumplir la voluntad del legatario, autorizo al dicho Ilmo. Administrador Apostólico para que diese a la Fundación la forma que le pareciese mejor para acercarse en lo posible al deseo del fundador.

 

Se ha instruido el expediente en el que se dictó las siguientes providencias:

 

Providencia:

Calahorra a 30 octubre 1912.

 

Visto el expediente de José María Fernández Martín presentado a nombre de los hijos y herederos de D. Manuel Fernández Cereceda y dado que el capital dejado de 15.800 pesetas no llega y no puede producir lo necesario para la decorosa sustentación de un capellanía que hubiera de encargarse de decir diariamente la misa en la parroquial iglesia de Galilea, como hubiera deseado el mencionado, entréguense las 15.800 pesetas nominales a nuestra secretaría de cámara y Gobierno para proceder a la institución piadosa de que se trata.

 

Providencia definitiva

Calahorra a 30 octubre 1912.

 

Verificada la entrega de las 15.800 pesetas a la deuda perpetua al 4% en nuestra secretaria de cámara, declaramos constituida la fundación de memoria de misas que espera la solicitud que va por cabeza de este expediente, para que pueda llevarse a efecto las ultimas voluntades del piadoso fundador que parece era la constitución de una capellanía con carga de misa diaria por haberse reducido bastante el capital legado, por causas no imputables a sus hijos herederos y testamentarios, disponemos que al menos o mientras la causa indicada subsista o que el capital de esta fundación no tenga el aumento necesario, bien por medio de otro legado, o por la de algunos individuos de la misma familia, o por agregación de otra cantidad donada por cualquiera persona piadosa, las cargas de esta fundación quedarán reducidas a la celebración y aplicación por las obligaciones de D. Manuel Fernández Cereceda de las misas que al estipendio de 1,50 Pts tengan cabimiento en el producto líquido del susodicho capital, quedando a nuestra voluntad y la de nuestros sucesores la persona que haya de encargase del cumplimiento de esta memoria de misas, señalándonos asimismo el derecho de aumentar, disminuir o modificar según las circunstancias nos lo dicten.

 

En consecuencia depositamos los títulos en la Secretaría de la Adm. General de Capellanías de este Obispado para su custodia y cobro de intereses cuyo importe líquido habrá de aplicarse a este menester.

 

  

INCREMENTO DEL ESTIPENDIO POR MISA CELEBRADA

Clemente de Cossio y Fernández secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Calahorra, certifica.

 

Que visto el expediente referente a la Fundación de misas que le expresara ha recaído en Calahorra a 20 de de febrero de 1922 para el aumento de 1,50 Pts  a 2 Pts,

 

Venimos en otorgar y otorgamos el aumento de 0,5 Pts más el de 0,25 por cada misa que se entregará al párroco de dicha iglesia para su ingreso en caja de fábrica por concepto de oblata (dinero que se da al sacristán o a la fábrica de la iglesia por razón del gasto de vino, hostias, cera u ornamentos para decir las misas), luces, uso de vasos sagrados y demás sacros ornamentos debiéndose consignar en el libro de cuentas las partidas correspondientes por los antedichos conceptos».

Hilario Fernández Sancho. (1845-1912)

 

El día 14 de enero de 1845, festividad de San Hilario de Poitiers nace en Galilea  don Hilario Fernández Sancho, del matrimonio formado por Santiago Fernández Beltrán y Aquilina Sancho. Según su biógrafo, eran sus padres grandes practicantes de la fe católica, y su vida cristiana estaba cimentada por la limosna y el socorro que ofrecían a los pobres y necesitados.  Su casa estaba abierta a todo aquel que llamase en demanda de limosna, y una vez al año, sus hijos mayores llevaban hasta su domicilio a una familia necesitada para sacarles de sus penurias.  Nació don Hilario, como se ve, de una familia de profundas convicciones religiosas.

 

Hilario Fernández Sancho

Muy pronto el futuro jesuita comenzó a despuntar en sus estudios, y sus padres decidieron que era hora de que abandonase la humilde escuela de Galilea y preparase su ingreso al Instituto Provincial

 

“… con algunas lecciones que le diera don Homóbono Carrillo, maestro de El Redal. “

 

El día 6 de septiembre de 1858, es decir, a los 13 años de edad, se matricular Hilario en el Instituto de Segunda Enseñanza de Logroño.  Allí comenzó el bachillerato y cursó y aprobó dos años de latín y castellano, además de otras asignaturas.

 

Su etapa en el Seminario

 

En 1860 ingresa en el antiguo Seminario de Logroño como alumno interno gracias a una de las ocho becas que un antepasado suyo (Pedro Fernández de Balmaseda, ascendiente en 5º grado) donó al Seminario Conciliar de Logroño para que en él pudieran estudiar sus parientes.  Estas becas, llamadas de sangre, fueron aumentadas a catorce por los descendientes del mecenas.

Un hecho, en apariencia insignificante, tuvo lugar aquel año de su ingreso que habría de tener gran importancia en el futuro de nuestro antepasado.  Regresaba de Roma el Arzobispo de Santiago de Chile, adonde le llevara su visita ad límina, cuando decidió adentrarse en nuestro país con el propósito de visitar nuestro legado histórico.  Al pasar por Logroño aprovechó para conferir la tonsura clerical a los jóvenes seminaristas, siendo uno de ellos Hilario que entonces contaba tan sólo 16 años de edad. Al finalizar, el Arzobispo de Santiago departió familiarmente con los jóvenes seminaristas, y al saber que Hilario tenía familia en Chile, se dirigió a él y le animó a que, cuando acabase la carrera, se trasladase al país andino, prometiéndole su ayuda, si así lo hacía.

Seminario

D. Hilario era buen estudiante y así lo demostró.  En tres años, de 1860 a 1863, termina Filosofía; y en cuatro más, de 1863 a 1867, Teología.  Con 22 años de edad tenía todos los conocimientos para ser ordenado sacerdote, pero como no alcanzaba la edad exigida por los cánones, tuvo que acudir al Papa Pío IX para que le otorgue la dispensa.  Con ella en la mano, el Obispo de la Diócesis de Calahorra, Sebastián Arenzano, le ordena sacerdote el día 21 de diciembre de 1867.  Pero D. Hilario era hombre de estudio y, ya ordenado sacerdote, quiso añadir un año más a sus estudios y en el curso 1867 a 1868 aprueba las asignaturas de Hermenéuticas Sacra, Patrología y Oratoria.

 

Alcanadre, su primer destino

Terminados sus estudios era hora de pensar en el destino de D. Hilario.  En una Diócesis de escasa vida como la de Calahorra, no se ofrecía otra cosa que el servicio parroquial.  Así pues, el Obispo le encargó la vacante de la parroquia de Alcanadre, cargo que no carecía de importancia.

En aquellas fechas la iglesia de Alcanadre tenía patrono lego y era el conde de Bornos quien la ejercía, y en consecuencia a quien le correspondía el nombramiento del párroco y de sus tres coadjutores.  Uno de estos tres puestos es el que se le ofreció a D. Hilario, siéndolo otorgado por doña María Francisca de Crespi condesa viuda de Bornos.  El 27 de febrero de 1868 se leyó el documento en la puerta de la iglesia  de Alcanadre, presentándose posteriormente nuestro párroco revestido de sobrepelliz y acompañado de dos testigos para tomar posesión de su cargo, según exigía el culto.

Alcanadre

Según antiguos testimonios, la villa de Alcanadre era frecuentada por aquel entonces por maleantes y contrabandistas que alteraban la natural convivencia de sus moradores.  D. Hilario puso orden en el pueblo y en la parroquia -el párroco era ya muy anciano- y le dio tiempo, además, para cursar el 5º año de Teología.

En septiembre de 1868 tiene lugar un acontecimiento de suma importancia en la vida pública de nuestro país.  Los españoles, cansados del desgastado gobierno de Isabel II, se revelan contra él en lo que la historia ha llamado la revolución septembrina, La Gloriosa.  El régimen monárquico, gobernado por hombres ineptos y sin escrúpulos, es conducido hacia un callejón sin salida y la Reina tiene que huir a Francia.  Aquella revolución social, que también tuvo algo de antirreligiosa, hizo que muchos hombres tuvieran que emigrar a tierras lejanas en busca de una paz que no encontraban en la convulsa España.  Uno de estos emigrantes fue D. Hilario que eligió la nación chilena como punto de destino, al hallarse residiendo en aquel país andino varios de sus familiares que en su día, años atrás, habían partido desde Galilea.

 

Treinta años de estancia en Chile

Desde el año 1869 hasta el 1899, el padre Fernández permaneció en Chile. Los primeros pasos que dio en aquella nación fueron muy indecisos.  Don Manuel Fernández Cereceda y doña Ana María Íñiguez, su esposa, tíos de D. Hilario y dueños de una hijuela de la finca Bucalemu fueron quienes le llamaron desde ultramar.  Partió desde Lisboa en el mes de marzo de 1867 y, a mediados de abril llegó a Santiago de Chile.  El día 28 de ese mes el Arzobispo de Santiago le otorga la licencia ministerial.

En la histórica hacienda de Bucalemu se habían formado dos hijuelas: la de Corneche y la de San Enrique.  La primera, propiedad de don Manuel Fernández de la Mata; la segunda de su hermano Domingo.  Para orientar la vida religiosa de los braceros ocupados en la finca de don Manuel, el padre Fernández es contratado como director espiritual, siendo éste su primer empleo en el Nuevo Mundo.

Pero aquella buena noticia pronto fue empañada al comunicársele el fallecimiento de sus padres, en Galilea, entre los días 23 y 24 de abril de 1870, a causa del temible tifus.  Conocedor de la penuria en que sus padres se encontraban, dio orden de

 

“…cargar a mi cuenta todas las deudas de la casa; “

 

y para sus hermanos, que eran nueve, tres casados y seis solteros, dispuso

 

“…dividir por partes iguales, entre los hermanos solteros el haber de la casa, y cárguese a mi cuenta todo lo que falte para igualar a los tres casados con los seis solteros.”

 

El tiempo fue pasando en el fundo de Bucalemu y dos Hilario continuaba ejerciendo su la­bor pastoral entre los trabajadores de aquel inmenso territorio.  Pero su vida comenzó a to­mar un nuevo rumbo el día 21 de octubre de 1872. En aquella fecha es nombrado cape­llán del Asilo del Buen Pastor de Santa Rosa, verdadera cárcel correccional de mujeres de las que había en aquella fecha más de cien.  Este cargo de capellán fue para nuestro paisano como una especie de modesta presentación en sociedad de la capital chilena a través del cual comenzó a relacionarse con las familias católicas y pudientes que favorecían aquel asilo.  Entre aquellas familias se encontraba la formada por los hacendados D. Manuel Rencoré y doña Josefa Huidobro Morandé, que en enero de 1873 -verano en aquel hemisferio- le invitaron a veranear a su residencia de Catemu.

Fue un lugar éste determinante en la vida de D. Hilario. En aquella aldea la familia Huido­bro poseía una magnífica finca de campo.  Tenía don David un hijo, Jorge, cuya educación religiosa fue encomendada a don Hilario.  En la finca de Catemu pasaban largas horas educándole en la religión cristiana  y enseñándole lo que convenía a su edad; pero también participando de sus juegos por las largas hileras de árboles de la finca campestre.  En definitiva que don Hilario se identificó plenamente con la hacendada familia Huidobro, llegando a ser como un hijo mayor.

Los siete años que van desde 1869 a 1876, los primeros de su estancia en Chile, el padre Fernández de va introduciendo progresivamente en todos los estados de la sociedad chilena que le sirven de catapulta para acometer, en un futuro cercano, la obra evangeliza­dora que habría de llevar a cabo.

A pincipios de este año de 1876, el ya anciano Arzobispo Valdivieso, funda una casa de ejercicios para la sociedad rica de Santiago de Chile. Esta casa, llamada de San Juan Bautista, se crea en contraposición a la de San José, generalmente frecuentada por personas de condición humilde, y, al poco de su fundación, es nombrado don Hilario capellán-director, cargo que desempeñaría hasta el 9 de abril de 1899, es decir, más de veinte años. Era aquella una hermosa mansión en la que nada faltaba: magnífica capilla, vastos comedores, y dormitorios, amplias galerías y claustros soleados, completados por ex­tensos paseos cubiertos de magníficos parrales.  En suma, era, efectivamente, un edificio exclusivo y alejado del bullicio de loas grandes ciudades convirtiéndose en verdadero centro del resurgir católico de Chile.  Y como los que iban a la casa de San Juan Bautista eran las personas más cualificadas de la aristocrática sociedad chilena, don Hilario pronto empezó a ser conocido en las altas esferas de la capital de los Andes.

En 1878 muere el Arzobispo Valdivieso. El gobierno liberal de Anibal Pinto intenta que la vacante sea ocupada por Francisco de Paula Taforó, prelado que se había mantenido contrario a la autoridad del Arzobispo chileno, pero la Santa Sede rechaza la propuesta gu­bernamental. El Vaticano envía a un delegado para informarse de la situación creada en el Arzobispado de Chile.  Éste llego a Chile en marzo de 1882 y en enero del siguiente año es expulsado.  La comitiva que se forma para despedir al delegado apostólico estaba formada por miembros de la Unión católica, a cuyo frente marchaba D. Abdón Cifuentes acompañado de su gran amigo D. Hilario.

Este antiguo partido conservador fue relanzado con la ayuda económica de 200 potentados chilenos que desembolsaron 1000 pesos cada uno.  En cada provincia se creó un consejo provincial y se acordó que los prelados pudieran nombrar un eclesiástico para cada concejo.  Para el de Santiago de Chile, es decir, para el primer departamento de la Unión Católica fue nombrado D. Hilario Fernández. Era el 18 de julio de 1883.

En este año nuestro paisano ostentaba la dirección de San Juan Evangelista, la de la sociedad San Luis Gonzaga, y además era el lider de la Unión Católica.  No es de extrañar, por tanto, que los jefes del partido político llegaran a celebrar sus reuniones en la casa de San Juan Bautista, y que D. Hilario los presidiera;  no se hacía nada sin su consejo, incluso se ha afirmado que era él quien gobernaba. Lo cierto es que senadores, diputados y hombre de estado atravesaban con bastante frecuencia los umbrales de aquella casa. San Juan Bautista era el centro de la Unión Católica.

En 1885 este partido se presenta a las elecciones y consigue unos aceptables resultados, siendo elegidos varios diputados conservadores, a la cabeza de los cuales estaba Carlos Walker Martínez, íntimo amigo de D. Hilario, y pertenecientes ambos a la Sociedad San Luis Gonzaga.

 

La Sociedad de obreros de San José

La preponderancia que D. Hilario había llegado a alcanzar en la causa católica chilena fue aprovechada para encauzar su esfuerzo hacia la población menos favorecida de Chile, creando así la sociedad Obreros de San José.  La sociedad chilena estaba dividida en dos tipos de personas perfectamente diferenciadas: las procedentes de los conquistadores y de los integrantes de la colonia española, y la proveniente de los pobres y humildes de aquel país, más o menos mezclados con los aborígenes. Para estos últimos, principalmente, se creó la sociedad en el año 1884, siendo presidente D. Juan  José Hevia y su director general, D. Hilario.  Su cometido era eminentemente social.  Según los estatutos los socios se comprometían a ejercer la caridad con los socios enfermos, proporcionándoles medici­nas y dinero; a crear escuelas para la ilustración y formación de sus hijos; a velar por la economía de los asociados, etc.  Más adelante se añadió a esto el derecho de jubilación por el que quedaban exentos de contribuciones especiales, sin perder los beneficios.

D. Hilario puso todo su empeño para garantizar el éxito de esta obra.  Ocasiones hubo en las que, para darla a conocer, predicó tres veces en la misma noche y en iglesias diferen­tes.  El resultado fue un éxito asombroso y su extensión por toda la geografía chilena, implantando la obra en más de cincuenta circunscripciones.  Su preocupación por los socios le llevó incluso a salir él por las calles de Santiago a pedir trabajo para los necesita­dos.  Nada de lo que tuviese necesidad la clase trabajadora le era indiferente.  Para facilitar el ahorro a los trabajadores contribuyó a que se fundasen varios bancos en la capital chilena, de los que incluso se convirtió en agente para buscar accionistas.  No es muy fre­cuente que un hombre que se había convertido en referente de la opulenta sociedad chilena se entregase por completo a socorrer a las clases menos favorecidas del país andino.

El intenso trabajo que D. Hilario dedicaba a aquella obra pronto empezó a reflejarse en la sociedad chilena.  Y su influencia se dejó notar en las elecciones presidenciales de 1886.  El entonces Presidente, Santa María, se enfrentaba en las urnas a José Manuel Balmaseda, oriundo de Galilea, nacido en el fundo de Bucalemu el día 19 de julio de 1840, y que a la postre sería el ganador de las elecciones.

Al poco tiempo el país entró en una guerra civil y el presidente Balmaseda hubo de refugiarse en la legación Argentina en donde en 1891 puso fin a su vida.  Durante la contienda civil se cometieron actos de pillaje siendo acusado a los componentes de la So­ciedad de San José de haberlos cometido, llegando incluso a acusar a D. Hilario de haberlos cometido, cuando en aquellos días estaba atendiendo a los heridos en otra parte del país, e incluso atendiendo a meritorios dirigentes del partido derrotado en la embajada de EE.UU.

En septiembre de 1895 se celebró en Santiago de Chile un sínodo de obispos después de 150 años. Los padres del Sínodo se hospedaron en San Juan, donde se celebraron también las sesiones privadas y fue D. Hilario el director del hospedaje.

La Sociedad de San José fue la asociación popular cuya influencia social tuvo un desarrollo más extenso un grado de prosperidad material y moral más notable.  En 1898, fecha de su primera asamblea general, ya no era D. Hilario su director efectivo.  A finales de 1891 fue asumida por el sacerdote chileno y entrañable amigo suyo D. Juan Ignacio González.  Conservó, sin embargo, el título oficial de director honorario y protector, siendo reconocido como el verdadero fundador de aquella institución.

Como complemento a la labor social desarrollada desde la Sociedad de San José, D. Hilario, con la ayuda financiera de D. Melchor Concha, fundó en el cerro de San Cristóbal la población de León XIII, con la finalidad de facilitar a los trabajadores vivienda cómoda y barata.

 

La oratoria de D. Hilario

El padre Fernández no sólo daba ejercicios en su propia casa de San Juan a sacerdotes y seglares, y en la de San José a trabajadores, sino que su oratoria se extendía a los demás centros de Chile.  Su predicación abarcaba todos los estilos de la oratoria.  Por lo general los temas de sus discursos eran de contenido moral y social y de apologética popular.  El profundo conocimiento de estas materias le facilitaba el armazón de sus discursos que eran concebidos con suma facilidad.  Tan saturado estaba de ello que con unos breves apuntes era capaz de dar forma a todo un ciclo de conferencias e incluso variarlas de un lugar a otro.

Fue D. Hilario un consumado artista de la palabra y un maestro de la oratoria que supo valerse de los infinitos recursos del lenguaje para enseñar y convencer a sus auditorios.  Poseía el secreto de convencer profundamente y de persuadir con arte exqui­sito y maravillosa eficacia.

D. Hilario predicaba siempre.  El día que no predico estoy ronco, decía.  Para él era una necesidad.  Un hombre así tenía que mover a las masas.  Durante varios años predicó en la iglesia de San Agustín la novena del Carmen.  Su poder de convocatoria era tal que, según parece, se cambiaba la hora de la cena para que las casas de mejor sociedad pudiera estar toda la familia lista para las siete de la noche y acudir a las conferencias.

Su oposición a los regímenes liberales y laicistas que le toco vivir le hicieron exclamar desde el púlpito, dirigiéndose a la opulenta sociedad chilena:

 

“No fundéis capellanías; ya veis donde pueden ir a parar las que fundaron nuestros abuelos: a manos de los maso­nes del Gobierno;  No dejéis nada a los hospitales del Gobierno; no dejéis nada a las obras de filantropía del Estado, que de todo se sirve él, que son enemigos y tiranos nuestros.  Dejad vuestras herencias para hospitales católicos, para sociedades y obras netamente católicas, o en manos de las autoridades eclesiásticas, para que dispongan según convenga.  “

 

Así hablaba D. Hilario y el pueblo, que le entendía, siguió sus palabras de tal manera que fue mal visto en Chile que una persona pudiente, al morir, se olvidase de los intereses de la iglesia.

 

Don Hilario y España

D. Hilario no podía olvidar que era español, como lo demuestra el recuerdo permanente a la tierra que le vio nacer y los viajes que hizo repetidamente a España además de los buenos oficios que prestó a sus compatriotas establecidos en Chile.  Jamás se mostró indi­ferente a los acontecimientos que en su país se producías, a sus prosperidad y a sus desgracias.  Leía regularmente la prensa que le remitían y mantenía frecuente correspon­dencia con personajes de la política española.  Cuando la epidemia de cólera de 1887 no se olvidó de los españoles afectados.  La Sociedad de Beneficiencia Española de Santiago de Chile tuvo la feliz idea de establecer un hospital de cuarentena para los afectados españoles y aquel fue, durante los meses más críticos, destino obligado para D. Hilario.

Los españoles le consideraban una gloria nacional.  Sabían que podían contar con él para cuento redundase en beneficio de su patria.  Al estallar la guerra de Cuba, en Chile, como en otros lugares, se formó un comité patriótico para recaudar dinero del que D. Hilario fue miembro activo.  Pero el mayor servicio que desde Chile prestó a España se debió a la la­bor de acercamiento entre las diplomacias de ambos países.  Cuando llegó a Chile, en 1869, apenas habían transcurrido tres años del bombardeo español a Valparaíso, efectuado el 31 de marzo de 1866 por Méndez Núñez.  En consecuencia las relaciones diplomáticas entre ambos países estaban rotas cuando el padre Fernández llega a aquel país.  El gran servicio prestado fue el de contribuir poderosamente, por medio de su enorme prestigio, a acercar los ánimos distanciados, y hacer olvidar el pasado.

 

Un conflicto Familiar

En 1884, hallándose D. Hilario en España, se encontró con un lejano pariente llamado Ildefonso Fernández, quien había sido administrador de la hacienda Bucalemu, perteneciente, en parte, a D. Manuel Fernández Cereceda, tío de D. Hilario.  Ildefonso era heredero de una fuerte cantidad de dinero de la herencia de D, Manuel, muerto en 1882.  Pensó que nadie mejor que su lejano pariente  para, de regreso a Chile, recibir aquel dinero y girárselo de la mejor manera posible, salvo que, si en el cambio de moneda, salía perjudicado el producto de la hacienda, en cuyo caso se lo enviaría en trigo u otros productos chilenos, que luego vendería él en España.

 

Aceptó D. Hilario pero antes, el 1 de marzo de 1884, firmaron en Logroño, ante notario y testigos, un poder por el que Ildefonso

 

 “…otorga, da y confiere todo su poder amplio y tan bastante como legalmente se requiere a D. Hilario para que en su nombre y representación administre, cuide y gobierne todos los bienes que le pertenecen y puedan pertene­cer en la República de Chile… y a tener por válido cuanto en virtud de este poder D. Hilario Fernández y sus sustitutos obrasen, se obliga en legal forma.  Finalmente, el día 11 de marzo, en carta formada en Madrid, le dice Ildefonso a D. Hilario, si acaso te surgiere alguna dificultad, te confiero por esta los más omnímodos poderes para que los resuelvas a tu criterio, que es y será siempre el mío. “

 

No había sinceridad en sus palabras, como se verá.

El 17 de abril de 1884 llega D. Hilario a Montevideo, camino de Chile.  Allí se entera que el cambio chileno está muy bajo y por lo tanto no conviene hacer el giro ya que representaría a Ildefonso una gran pérdida, cosa ya prevista.  Decide entonces D. Hilario enviar productos  chilenos a la capital de Uruguay para que, vendidos allí ventajosamente, le sea remitido el dinero a su pariente en España.

Hallábase por aquellas fechas en Montevideo un conocido suyo, representante de una de las casas de comercio más fuertes de Valparaíso, y que le pareció el más idóneo para que fuese su agente en aquella plaza, aunque sólo podía recibir y vender los productos que él le remitiese. Ya en Chile D. Hilario, no sin muchas dificultades y molestias, consigue cobrar el dinero de la testamentaría que se le debía a Ildefonso.  Con él compra una gran cantidad de frijoles, y envía un cargamento de ellos al agente.  Pero los frijoles no pudieron ser vendidos sino a precio bastante inferior al que había calculado.  Por lo tanto no pudo enviar mucho dinero a Ildefonso.

Además, el agente de Montevideo, aunque requerido de continuo por cartas de D. Hilario para que liquidase el negocio, iba dando largas, pero el dinero de la venta no aparecía.  Para colmo, un banco de Buenos Aires, que tenía los depósitos del agente, se declara en quiebra.  Abrumado por estos hechos, el agente confiesa a D, Hilario que

 

 “…si algo se pierde, él se considera obligado a reponerlo y responderá del dinero que ha tenido la confianza de depositar en su poder.  “

 

El 28 de junio de 1888, en Valparaíso, ente notario, el agente le exculpa de toda responsabilidad en aquel accidentado negocio.

 

Ildefonso Fernández no creyó la versión de los hechos que le comunicó D. Hilario y en despecho lanzó contra él un folleto lleno de calumnias que fue publicado y distribuido  entre gentes allegadas.  D. Hilario intentó, sin conseguirlo, que nombrase Ildefonso una persona de confianza para examinar sus cuentas, proponiendo, entre otros, a D. Domingo Fernández de la Mata.  El folleto terminaba acusando a D. Hilario en estos términos:

 

Yo de digo: me has estafado 20.000 pesos.  Como ves, te calumnio; la vindicación es llevarme a los tribunales por calumnia.  Tienes, pues, dos caminos: o el de venirte a España a vindicar tu honor… o cargar con el sanbenito de estafador. ¡No vendrás! ¡No vendrás! ¡ No vendrás!”

 

D. Hilario, a través de su hermano Gabino, lleva a Ildefonso a los tribunales de Logroño, imputándole la comisión de un delito de calumnias por escrito y con publicidad, delito que, por haber pasado más de seis meses, había prescrito, con lo que el acusador fue absuelto.  Más tarde el asunto del dinero fue puesto en manos de personas afines a ambos que tomaron la decisión de dividir la pérdida entre ambos contendientes.  Pero a esta sentencia jamás quiso atenerse D. Hilario.

 

Su ingreso en la Compañía de Jesús.

Don Hilario había acariciado, casi desde niño, la idea de ser jesuita.  En diferentes épocas su deseo se hizo más patente y puede decirse que nunca murió del todo en él.  En distintos momentos pidió formalmente ser admitido en la Compañía.  Lo intentó en 1879, 1884 y 1895.  Hasta esa fecha los pasos siempre resultaron inútiles. ¿Porqué no se le admitía? ¿Carecía de las cualidades necesarias para ser miembro de la Compañía de S. Ignacio?  Parece ser que no se le admitía porque su labor social, en defensa de la clase trabajadora y las buenas relaciones con la burguesía chilena, eran más interesantes a los ojos de sus superiores jerárquicos.  Pero D. Hilario no cedía.  A medida que pasaba el tiempo era más su deseo de entrar en la orden, la que concebía como el puerto de destino de su labor evangelizadora.

D. Hilario va poniendo en orden su vida antes de dar el paso definitivo.  Cede la presiden­cia de la Sociedad de San José  y se reserva, solamente, el título honorífico. La obra principal, la casa de ejercicios de San Juan, de la que en año 1888 ya había presentado la renuncia a seguir dirigiéndola, la pone en manos de un sobrino suyo, el joven sacerdote Cesáreo Fernández, adiestrándole en la dirección hasta que llegue el momento de aban­donarla.  Esto ocurre en abril de 1899, en que oculto y casi confundido con los prelados chilenos que iban al Concilio Plenario Americano, en Roma, cruza la frontera y se traslada a Argentina.  Su destino era claro: la Compañía de Jesús.

 

Campaña argentina (1899-1912)

Buenos Aires, capital de la República Argentina, era también el centro gobernante de la Compañía de Jesús en Argentina, Chile y Uruguay.  El que iba a ser el superior de D. Hilario a partir de  entonces le ordena dar unas conferencias en Montevideo antes de ser admitido como nuevo miembro de la Orden.  Por fin, en julio de 1899 fue enviado a Córdo­ba para que, en la casa de probación que tiene allí la Compañía, comenzase su noviciado.  El 6 de julio inscribe su nombre en el libro de los admitidos.  Tenía 54 años.

Esta segunda y última etapa de la vida del padre Fernández, es casi idéntica a la primera en Chile.  La ciudad de Córdoba sería el campo de operaciones de su nuevo ministerio social.  Le ocurrió al principio como le sucediera en Chile, estando algún tiempo indeciso y si orientación, pero una vez asentado en la Compañía de Jesús pronto empieza a moverse para repetir en este país la labor social y de protección al trabajador que llevó a a cabo en el país vecino.

En 1906 se dona al obispado de Córdoba una porción de terreno con el exclusivo objeto de levantar casas para trabajadores miembros de la Asociación de artesanos de San José.  Se presenta un proyecto para su construcción, a cuenta del Gobierno, con la aprobación inicial del Gobernador de la Provincia. Aquel proyecto se convirtió en firme el 21 de octubre de 1907 y aunque no parecía obra josefina, lo era en realidad, y el padre Fernán­dez, inspirador de todo, tuvo la seguridad de levantar cincuenta casas más para obreros.  En mayo de 1910 las casas estaban construidas y listas para ser entregadas.  El Presi­dente de la República entrega las llaves a los obreros, dirigiendo posteriormente la palabra.  Dirigiéndose al padre Fernández le pregunta sobre el costo de cada una de ellas, y habiéndoselo dicho al Presidente, éste le contestó:

 

“… sólo usted ha podido obtenerlas tan baratas.”

 

Estas casas fueron construidas para los socios de la Asociación de Artesanos de San José, sociedad que, a semejanza de la creada en Chile, pretendía favorecer las condiciones sociales de los obreros argentinos.  Don Hilario se propuso desde el principio que la Asociación Josefina tuviese carácter de socorros mutuos, basados en la afiliación y pago de una cuota periódicamente.

Para potenciar su trabajo en favor de la clase trabajadora, el padre Fernández crea una hoja divulgativa, sencilla y popular, y le da el nombre de El amigo del obrero. Redactada en gran parte por don Hilario, solía contener todo aquello que pudiera interesar a los josefinos: documentos pontificios y episcopales sobre el espíritu que deben revestir las or­ganizaciones sociales católicas; leyes de protección social; comentarios de los sucesos del día; y, finalmente, proyectos y empresas de la asociación josefina en Córdoba.

Tenía su domicilio social en la plaza de la Compañía de Jesús en un local construido sobre los terrenos adquiridos en 1907.  Pero dado el incremento de los miembros de la sociedad, el padre Fernández comprendió que era indispensable poseer un local más amplio donde cupiesen holgadamente los josefinos.  Concibió el proyecto de agrandar aquel local para convertirlo en la verdadera casa del pueblo del obrero cordobés.  Y como lo concibió lo realizó, el 28 de abril de 1912.  Fue un gran legado de don Hilario a la clase trabajadora argentina.

Una vez terminadas las construcciones de Nueva Córdoba, que así se le denominó a esta barriada, su influencia se hizo sentir también en otras localidades de Argentina.  Fue el fundador o reformador de los círculos católicos de Villa Dolores, Río Cuatro, Santa Rosa, Villa María, y otras más-  En Alta Gracia estableció los socorros mutuos con fecha 25 de diciembre de 1907 y obtuvo de su gran amigo el doctor Juan F. Cafferata el obsequio de una parcela que la donó, en 1909, a los obreros de aquel círculo.

En orden a la construcción de nuevas casas para obreros, hizo todavía más el padre Fernández: contribuyó a la creación del Banco Edificador de Córdoba, cuyos estatutos, d 1912, establecen que el objeto de la sociedad será el estimular el ahorro y facilitar el crédito a los asociados, concediendo préstamos a corto plazo para facilitarles la cons­trucción de su propio hogar.  La complicada y basta actuación del padre Fernández en fa­vor del pueblo cordobés le convirtió en un dirigente de la clase obrera en general, llegando a ser, en los últimos años de su vida, el hombre más popular de la ciudad argentina.

 

Muerte de Don Hilario

Don Hilario, desde joven, tuvo problemas de salud.  El asma contraída predicando en las misiones de los fundos chilenos, le acompañó hasta la muerte. Esa dolencia se le acrecentó hasta hacerle difícil el descanso nocturno.  Pero él intentó sortear siempre esta dificultad y no se preocupó mucho ni de su dolencia ni de su edad.

En 1910 realiza su último viaje a Chile, posiblemente a petición de alguno de sus amigos que allí dejó, entre los que se encontraba el Arzobispo de Santiago, J. Ignacio González.  Antes de partir hacia el país andino, el Arzobispo le remite una carta en la que le da cuenta del actual estado de la Sociedad de San José, a la vez que le trasmite el ruego de que le encomiende a Dios ya que

 

“…estoy persuadido que me va a llevar muy pronto.  “

 

Don Hilario visita y consuela a su amigo el Arzobispo y se dedica a dar conferencias, a señoras por el día y a obreros por la noche por toda la geografía chilena.

De vuelta de su inolvidable y querido Chile dedica todas sus fuerzas a las distintas obras sociales de Córdoba que en aquel momento llega a su apogeo: barrios obreros, salón social josefino, asociación de maestras, patronato de presos… Cuando en abril de 1912 hubo terminado e inaugurado el salón josefino, manifestó claramente que aquella sería su última obra y que deseaba descansar en el seno de Dios.

El invierno de 1912 fue bastante riguroso.  El padre Fernández, agobiado por los años, apenas podía con las inclemencias del tiempo y las molestias físicas y la fatiga crónica cada día le agobiaban más.  Don Hilario ya intuía que la vida se acercaba a su fin.  Al regreso de un viaje que efectuó a Buenos Aires, veinte días antes de su fallecimiento, le acompañó a la estación del ferrocarril el padre Borreguero.   Como es costumbre entre los religiosos de la Compañía de Jesús, al despedirse no se dieron la mano.  El padre Fernández subió al tren y no obstante haberse despedido con un abrazo antes de salir del colegio, en los instantes de la partida del tren, llamó al padre Borreguero y le alargó el brazo diciéndole: déme la mano.  Aquella despedida era la revelación de que el fin de sus días estaba próximo.

El día 6 de julio de 1912 el ataque de asma era tan fuerte que sus amigos temía ya por su vida.  El Gobernador de Córdoba, Félix J. Garzón, amigo de D. Hilario, le remite una tarjeta en la que le dice:

 

Mi estimado padre y amigo: Acabo de saber de su indisposición.  Siento no poder disponer de autoridad bastante para ordenar; pero sí cuento con la necesaria para rogar al amigo viejo que se cuide.”

 

En la noche siguiente descansó algo.  Pero en la mañana del día 11 de julio, acercándose muy de madrugada a su aposento, el padre Font oyó un desagradable ronquido.  Alertado, entró y escuchó al padre Fernández agitado y delirando.  Llaman al superior de la Com­pañía, que manda avisar al Dr. Pizarro que emite un desfavorable dictamen de su estado.  El examen del paciente reveló una infección generalizada en la sangre.  A las dos de la madrugada del día 12 de julio de 1912 una fatiga mayor anuncia que se acerca su hora.  Media hora más tarde D. Hilario muere.

Juanita Fernández del Solar. Santa Teresa de los Andes. (1900-1920)

 

Teresa de los Andes obtuvo el título oficial de “venerable”  en el año 1986. Al año siguiente en 1987, el papa Juan Pablo II procede a beatificarla en el parque O’Higgins de Santiago de Chile en una de sus visitas a aquella Nación.  El 21 de marzo de 1993 es el propio papa Juan Pablo II quien canoniza a Juanita Fernández del Solar.

Imagen de Teresa de los Andes en la iglesia de Galilea

El domingo 3 de octubre de ese año de 1993 se coloca en la iglesia de Galilea una talla de la santa donada por el pintor Juan Fernández Donoso, pariente de la santa, bendecida especialmente por monseñor Piero Biggio en Auco (Chile) el día 3 de julio, día que en el santoral quedó inscrita la festividad de Teresa de Los Andes. La talla fue encargada por el citado pariente a los hermanos Rodríguez, escultores del país andino, y se trata de una estatua de vestir de un metro y treinta centímetros de altura cuyas vestiduras fueron confeccionadas por las carmelitas de Puangue (Chile), de la misma orden de la santa.

La talla  llegó a la ermita de Ntra Sra la Virgen de Gracia el día 3, por la mañana para, posteriormente, ser acompañada en procesión hasta la iglesia parroquial de San Vicente Mártir por la inmensa mayoría de los habitantes de Galilea, juntamente con  el obispo de la diócesis, Ramón Búa Otero y el párroco de la localidad, Javier Osés. Una vez llegada la procesión al templo, engalanado con las banderas de Chile, España y La Rioja, y en donde no cabía un alma, se dio lectura al mensaje de bendición apostólica que la Secretaría de Estado de Su Santidad hizo llegar a la Nunciatura Apostólica de Chile, tras lo cual fue entronizada la imagen en uno de los retablos de la iglesia parroquial. La Coral Montecarmelo intervino en la celebración religiosa cantando la popular misa riojana en honor a la santa.  En la homilía el obispo destacó la caridad y alegría que en vida caracterizó a la santa.  Al final de la misa, el padre provincial de los carmelitas dirigió la palabra a los fieles expresando su emocionada alegría por la acogida que el pueblo de Galilea había hecho a la santa.

En este acto tan solemne y a la vez tan entrañable estuvieron presentes varios familiares de la santa llegados desde Chile, así como los parientes que aún residen en Galilea, además de  otros venidos desde Madrid y desde  lugares diferentes de La Rioja. Igualmente hubo representantes de los padres carmelitas, religiosas carmelitas de La Rioja, así como representantes del Solar de Valdeosera. Tampoco el cronista oficial de la Rioja, D. Felipe Abad León quiso perderse este acontecimiento. Al finalizar este evento, los asistentes acudieron a un ágape ofrecido por el Ayuntamiento de Galilea.

 

Reseña biográfica

Juanita Fernández del Solar fue nieta, como Sergio Fernández Larráin, (el diplomático chileno tantas veces nombrado,) de Domingo Fernández de la Mata, y prima carnal de aquél. La futura santa nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Juanita fue el número cinco de siete hermanos. Su nombre de pila completo fue Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones. Juana como su abuela materna y una hermana que la precedió que apenas logró permanecer algunas horas con vida por haber nacido prematuramente; Enriqueta como su abuela paterna; Josefina por la devoción especial que tenía su madre a San José “guardián de las vírgenes” y de los Sagrados Corazones por el amor que su madre profesaba al Corazón de Jesús.

A los pocos días de nacer, Juana tuvo una tos convulsiva que la ahogaba. Pensaba la madre que moriría y gracias a sus oraciones y cuidados sobrevivió. A partir de ese momento se le empezó a llamar Juanita.  La familia respiraba un ambiente muy cristiano. Poseían una gran fortuna y pertenecían a la aristocracia chilena. A pesar de las riquezas vivían en la austeridad, sin lujos.

Desde niña tuvo demostraciones de amor repartiendo entre sus hermanos primos y empleados domésticos el chocolate que le regalaban. Durante cuatro años, antes de su vocación al carmelo, Juanita padeció diversos males y al padecer un ataque de apendicitis siente la primera llamada. Se abstrae del mundo y se entrega a la oración y al recogimiento.

A los 17 años se siente enferma y agotada escribiendo por primera vez a la priora de los Andes, expresándole sus deseos de ser carmelita. Tiene dificultades para entregar la dote requerida al convento ya que diversas vicisitudes habían hecho que los bienes familiares sufrieran un quebranto.  Durante el tiempo que estuvo en el internado como colegiala y al abandonarlo pide a la priora de los Andes que la admitan en el convento. Tiene dudas sobre si ser carmelita o religiosa del Sagrado Corazón, durante varias semanas.  Concedido el permiso paternal para ir al Carmelo se prepara para ingresar.

El 7 de mayo de 1919 ingresó en el Monasterio de los Andes, cambiando su nombre por el de Teresa de Jesús. Cumpliendo la regla carmelitana se ofreció para realizar las labores más molestas y desagradables.  Cinco meses después de su ingreso tomó el hábito de carmelita descalza, comenzando el noviciado.

La Semana Santa de 1920 le sorprende su maestra con el rostro encendido por la fiebre y seguidamente empieza a sufrir terribles dolores. Pide confesar y comulgar y se le administra la extremaunción.  Al día siguiente profesó como religiosa en artículo de muerte teniendo diagnosticado un avanzado tifus. El día 12 de abril de este año de 1920 fallece. Breve fue su enfermedad que duró nueve días y breve también su vida que estuvo marcada por su precaria salud y que duraría escasos veinte años.  Sus restos están depositados en la cripta del nuevo Santuario de Auco, inaugurado en el año 1986.

En el año 1947 se inició el proceso diocesano en orden a su beatificación. Uno de los milagros aprobados para conceder su beatificación fue el que se produjo en un incendio en Santiago de Chile. Un joven bombero voluntario cae desde una alta techumbre recibiendo una fuerte descarga eléctrica. Los médicos lo declaran clínicamente muerto. Su madre y sus compañeros lo encomiendan a Sor Teresa de los Andes y a los pocos minutos comienza a tener signos vitales.

Sergio Fernández Larraín. (1909-1883)

 

Nieto de Domingo Fernández de la Mata, nació en Melipilla provincia de Santiago de Chile el 24 de marzo de 1909.  Fue nombrado abogado en 1933 Diputado por Chiloé entre 1937 y 1941. Senador por la agrupación O´Higgins y Colchagua entre 1949 y 1952. Embajador de Chile en España entre 1959 y 1962 desde cuyo cargo contribuyó a acercar las relaciones entre su país y España con particular acierto.  Murió el 20 de diciembre de 1983 estando en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Carlos III concedidas por el Gobierno de España.

El Sr. Fernández Larraín acudió a Galilea tres ocasiones. Con fecha 22 de abril de 1947 a las noticias, “siempre extraoficiales” que el alcalde tenía sobre,

 

“…la llegada a esta localidad del ilustre diputado chileno tan destacado defensor de nuestra Nación Española y amante de este pueblo, cuna de sus antepasados, era ya preciso concretar y ultimar los actos que habrían de organizarse para homenajear a tan preclaro hispanista sin dilacción alguna”.

 

En aquel pleno acuerdan nombrarle hijo predilecto de Galilea, “con entrega de una certificación de este acuerdo a la vez que de un artístico pergamino que se darán a él y a los suyos.” También acuerdan que el día de su visita sea considerado festivo,

 

“…colocando colgaduras en las fachadas de nuestras casas y el momento de su llegada se anuncie con disparo de cohetes y volteo de campanas…”

 

Y por último que en la plaza del Ayuntamiento se celebre la recepción

 

“…seguida de un popular banquete.”

 

En aquella visita se aprovecha para pedir la influencia del embajador ante las autoridades de la nación para la construcción de “un edificio con parque para grupo escolar donde instalar las escuelas municipales.” Las gestiones que el embajador hizo parece que dieron buen resultado ya que en el mes de noviembre de 1950  se saca a pública subasta la construcción de tan ansiado grupo escolar. La construcción se efectúa entre los años 1951 y 1952 . Su inauguración es llevada a cabo en el mes de mayo de 1953 y para tal acto se propone que el referido colegio debe llevar a perpetuidad la denominación de Fernández Larrain y Martín Gamero (Gobernador Civil, a la sazón de la Provincia de Logroño)

En el mes de Julio de 1959 el alcalde Enrique Malo da cuenta a la Corporación su nombramiento  como Embajador de Chile en España haciéndoles partícipes de su alegría “por ser un señor tan entrañable para este pueblo”.  Con fecha 23 de septiembre vuelve a informarles de su llegada al puerto de Santander para el día 26 de dicho mes “a las 10 de la mañana”  y que en atención a la personalidad de dicho señor

 

 “…sería conveniente el personarse este Ayuntamiento en pleno en día y hora señalada para recibirle en dicho puerto.” 

 

Efectivamente acuerdan fletar un coche especial para trasladarse a la capital Cántabra que parte el día 25 de septiembre de 1959 a las 7 de la mañana. Este primer viaje del recién nombrado embajador fue un viaje de naturaleza casi privada que sirvió para tomar contacto con la realidad de sus antepasados ante los que se ofreció para apoyarles en todo lo que la influencia de su cargo le permitiera.

 

Un año después el 20 de septiembre de 1960, el alcalde da cuenta de

 

 “…la visita que el próximo día 24 hará a este pueblo el hijo predilecto Sergio Fernández Larraín”

 

Sigue exponiendo que,

 

 “…el Ayuntamiento, como representante de los vecinos se halla en el deber de organizar determinados actos que sirvan para reflejar a tan ilustre hijo que este pueblo no olvida a quien hizo merecimientos para otorgarle título tan singular.”

 

Propone a la consideración de la Corporación los siguientes acuerdos:

 

1º.- A la llegada del ilustre visitante ofrecerle la acogida cariñosa y cordial del pueblo a que es acreedor con salutaciones hechas con pancartas.

 

2ª.- Organizar una comida en su honor invitando al Obispo de la Diócesis, Gobernador Civil y Autoridades oficiales de la provincia.

 

3ª.- Colocar en un lugar designado al efecto por este Ayuntamiento los cuadros de nuestros hijos predilectos y adoptivos para que presidan nuestras sesiones.

 

El discurso que el alcalde pronunció para conmemorar esta tercera visita del Sr. Fernández Larraín a Galilea fue el siguiente:

 

Si meditamos un poco nuestra sagrada religión observamos que nuestros predicadores en las grandes solemnidades, al contarnos la vida de un santo, año tras año, con distintas palabras y distintos ejemplos, siempre nos dicen lo mismo. Esto sucede porque la verdad y la realidad no es más que una, y por muchas frases que se digan, y por muchos ejemplos que se pongan, todos tienen el mismo significado.

 

Esto es lo que me sucede a mi esta mañana al tener que presentaros por tercera vez en el transcurso de 15 años a un hombre a quien todos conocéis: a nuestro  HIJO PREDILECTO (hoy embajador de Chile en España), el mejor defensor de España desde fuera; en una palabra, lo que de nuestra estirpe, orgullo de Galilea y admiración del mundo, que es caso único en la historia de un pueblo, que su Hijo Predilecto venga representando a otra nación, a este mismo pueblo.

 

Entre las muchas cosas que podríamos hacer mención hay una que resalta sobre todas. Cuando Jorge Alesandri tomó posesión de la República de Chile como Presidente, quiso nuestro embajador que tuviera en su despacho para que le iluminara, la imagen de nuestra Virgen de Gracia, escribiéndome para que en nombre de Galilea se la enviara; coincidiendo en esto con el sentir de todos los galileanos, que aun sabiendo que Virgen no hay más que una, con un solo nombre que es María, nos sentimos orgullos de tenerla por patrona bajo la advocación del primer apellido de la Virgen; pues “Dios te salve, María llena eres de Gracia” le decimos en el Avemaría; “María, Madre de Gracia” decimos en los dieces del Rosario y en la letanía donde seguido de “Madre de Xto” decimos “Madre de la Divina Gracia”.  Quedó Alesandri tan agradecido que prometió que si algún día visitaba España, llegaría a Galilea para conocer y visitar personalmente a nuestra patrona; y con este hecho y tener el nombramiento y la vara de alcaldesa, bien la podemos llamar patrona de los gobernantes.

Por eso, la corporación municipal, escuchando el sentir, no solo de la población de hecho sino de la de derecho, tiene acordado colocar en el día de hoy, en el salón de este Ayuntamiento, los cuadros de nuestro Hijo Predilecto e hijos, y de nuestra alcaldesa, para que presida nuestras sesiones y en lo sucesivo estas sean abiertas con las palabras de “Virgen de Gracia rogad por nosotros”.

Este acto tan sencillo en un pueblo tan insignificante, ha tomado carácter tan extraordinario como cuando se pone a la firma los grandes convenios comerciales; pues por una arte acompañan al embajador, el cuerpo diplomático de Chile, su distinguida esposa Exma Doña Carolina Errázuriz, sus hijas y sus nietos; y por la otra, ya lo he dicho antes y nos lo dice el aspecto que ofrece esta plaza, la población de hecho y de derecho, y por arte del gobierno está presidida por nuestro querido gobernador Civil, acompañado de su distinguida esposa Exma Sra. Josefina Aritmendi; y que también es devota de nuestra Virgen, pues como todos sabéis quiso, y más como cristiano darle posesión entregándole el nombramiento y la vara de alcaldesa”.

 

Tal y como se acordó en el pleno extraordinario se procedió a engalanar el pueblo levantando sendos arcos de laurel a la entrada del pueblo para agasajar al Embajador oriundo de Galilea. El político es recibido en olor de multitudes,desarrollando una intensa actividad social a lo largo de la jornada que permaneció en nuestro pueblo, partiendo para Madrid a últimas horas de la tarde.

Una vez abandona la política activa siguió manteniendo relación epistolar con el alcalde Enrique Malo y el cura Alberto del Pozo, encaminada sobre todo a la remisión de documentos  custodiados en los archivos municipal y eclesiástico de los que poder obtener información para escribir la obra “Ruta hispanoamericana de los linajes Blanco de Salcedo y Fernández de Tejada” editada en Santiago de Chile por el Instituto Chileno de investigaciones Genealógicas, en 1972. Murió el día 20 de diciembre de 1983.

Eduardo (Fernández) Balmaceda Valdés. (1895-1969)

 

Es muy posible que si la corporación municipal que regía los destinos del Ayuntamiento de Galilea el día 21 de septiembre de 1957 no hubiera decidido nombrarle hijo adoptivo y dedicar una de sus calles a Eduardo Fernández Balmaseda, (en realidad Eduardo Balmaceda Valdés), su nombre y su biografía tendrían poco que decir para los habitantes de nuestro pueblo. Sin embargo “…este culto viajero chileno, con amplias vinculaciones sociales en España…”, como lo definió Fernando Schmidt, consejero de la Embajada chilena en España, tuvo el acierto de recalar en Galilea en uno de sus periplos viajeros por Europa siendo providencial para el impulso modernizador de nuestro pueblo, como así queda reflejado en uno de los capítulos de su historia cuando digo:

 

Avda. Eduardo Fdez. Balmaseda

Llega el mes de septiembre y se produce un acontecimiento irrepetible. Se inaugura el teléfono público que tanto tiempo hacía que se estaba esperando. Con motivo de este acto se congregan en Galilea las máximas autoridades de la provincia a las que se les plantea la situación de paralización de las obras, sin que se obtengan resultados positivos. Sin embargo el destino quiso que el día 27 de septiembre de 1954 con motivo de la festividad del día de Acción de Gracias acudiera a su celebración el médico riojano, con raíces en nuestro pueblo, D. Fernando Yangüela al que el alcalde llama “introductor de los chilenos en este pueblo”  que le anuncia la visita, para el día siguiente, de D. Eduardo Fernández Balmaseda, diplomático chileno, viajero impenitente, hombre adelantado a su tiempo, y acudirá no como un turista más de los que a diario recorren nuestro País, sino a derramar lágrimas sobre la tumba de sus mayores que reposan en nuestro cementerio”.

 

El alcalde le explicó pormenorizadamente la situación de estancamiento que sufrían los diferentes proyectos y su dificultad para darles salida. El diplomático chileno escucho con atención los problemas que se le planteaban y prometió ejercer toda su influencia ante sus amigos, los políticos de la capital del Reino para intentar dar salida a esta situación de parálisis administrativa.

Nada mejor para ello que acudir a su buen amigo el Conde de Vallelano, a la sazón Ministro de Obras Públicas por aquellas fechas. Parece que las dotes de persuasión del escritor chileno eran grandes ya que,

 

…a partir de aquel momento y en cadena, sin interrupción nos fueron concedidas subvenciones con las que, aun a paso lento, pudimos continuar las obras.

 

Eduardo Balmaceda Valdés, nació en el año 1895 y fue hijo de José Ramón Balmaceda Fernández, casado en segundas nupcias con Sara Valdés Eastman.  José Ramón, nacido en el año 1853, fue hermano del  presidente de la República de Chile, José Manuel Balmaceda. Diplomático, como todos los hermanos del Presidente,  desempeñó los cargos, entre otros, de Regente de Santiago y Ministro Plenipotenciario en Bélgica. De su primera mujer, hermana de la segunda, nació Gustavo Balmaceda Valdés, quien se casó con la escritora chilena Teresa Wilms Montt, muerta prematuramente y con una apasionante biografía.

Balmaceda Valdés fue un incansable viajero, además de un prolífico escritor y articulista. De su pluma salieron títulos como, “De mi tierra y de Francia”, en 1938; “Del presente y del pasado», en 1941; “Personalidades que visitaron Santiago en el siglo XIX”, en 1950; “Anhelo y visión de España” en 1954; “Un mundo que se fue”, en 1961. Muy joven, también escribió un libro sobre la familia Balmaceda, pero con poca investigación y algunos errores. Como articulista mantuvo durante un tiempo una columna en un diario de Santiago llamada «La elite de siempre», de la cual él mismo solía ser protagonista, siendo célebre por su pomposidad y elegancia.

En su libro «Anhelo y visión de España» relata su paso por  Galilea y su encuentro con los familiares del solar  de Valdeosera, (cuando se quiso inscribir en dicho solar tuvo que recurrir a su varonía que había sido abandonada por su abuelo).

Recientemente (comienzos del año 2007) el embajador chileno Juan José Fernández Valdés a quien el autor menciona en su libro como uno de los que le precedieron en su visita a Galilea, ha tenido la gentileza de remitirme un ejemplar de este libro editado en el año 1958 y  que en sus páginas 301 a 306 refiere lo siguiente de su estancia en nuestro pueblo:

 

«Y llegamos a Galilea de Logroño, donde se ha perpetuado un núcleo de nuestra familia. Respecto al origen del nombre de Galilea, cuenta la tradición que los principales de allí fueron a Tierra Santa y que al volver, en recuerdo de su peregrinación, lo pusieron a la villa que estaban formando junto a sus fincas agrícolas en el Valle de Ocón.  Es de recordar que en el siglo XIII toda La Rioja pertenecía al Reino de Navarra. Un hijo de Sancho el Fuerte, Teobaldo I, fue a las Cruzadas rodeado de nobles navarros y es probablemente que los del Valle de Ocón fueron en su compañía; esto situaría la fundación de Galilea en la primera mitad del siglo XIII. Las cruces que trajeron los cruzados y que figuran en los blasones de muchos escudos navarros también campean en los escudos de las viejas familias de este pueblo.

 

Nuestra visita, que ya había sido anunciada, animó al pueblo y todos salieron a saludarnos y festejarnos cariñosamente. No ero yo el primer chileno que allí llegaba; me habían precedido en este generación Sergio Fernández Larraín y Juan José Fernández Valdés, que muy grato recuerdo dejaron entre sus moradores. Muchísimos años antes habían pasado también, entre otros, compatriotas como doña Anita Fernández de Undurraga, que llevaba la cantidad de 25.000 duros que su padre, nacido allí, había legado a la escuela parroquial; en las “Memorias de ochenta años”, publicadas por su esposo, hay una animado relato de esta visita.

 

El actual alcalde de la región Enrique Malo y Cenzano es el prototipo del hidalgo legendario; lleno de noble sencillez, vive para servir a su pueblo y se entusiasma con los modernos adelantos que ha propiciado; yo, fascinado con las piedras viejas, cansado de modernismos; él, deslumbrado con ellos. En su viña, en los extramuros del pueblo, nos brindó su excelente vino en una gran sala de la bodega centenaria, donde en un inmenso fogón crepitaban abundantes y apetitosas reses. Qué autentico y natural me parecía todo esto; nadie pretendía deslumbrarme mas todos se esforzaban en manifestarme su simpatía; así anduve por muchas casas de parientes y amigos que me brindaban su emocionada hospitalidad; ambientes con tanto sabor de tradición  y encanto que sólo pueden dar los siglos.

 

El dignísimo sacerdote D. Alberto del Pozo, hace ya 24 años que es cura de Galilea  y es joven, activo y de buen gusto; ha reparado con propiedad sus edificios, porque en España, a pesar de la modestia de estos pueblos, los adornan notables monumentos. La iglesia parroquial de San Vicente, toda de sillería de piedra, de principios del siglo XVI, en estilo gótico ojival, estuvo estucada interiormente, lo que no era extraño en esos templos, pues el mal gusto de finales del siglo XIX y principios del XX cometió ese desaguisado, y cansados de estas viejas piedras, las estucaron y decoraron. No es una excepción lo que pasó con la catedral de nuestro Santiago. Pero el cura del Pozo juntó limosnas –no pocas le llegaron de Chile- hasta que le permitieron rascar la iglesia y devolverla a su magnífico y primitivo estado. Están allí enterrados muchos de nuestros antepasados, hasta que una ley prohibió los enterramientos en las iglesias.  Desde entonces subsiste una tumba de la familia en el cementerio.

 

Lo más notable de este hermoso templo es la magnífica capilla de la Santísima Virgen del Pilar, que construyó pomposamente un personaje de nuestra casa, don Juan José Fernández Texada, para el enterramiento de su tío el Arzobispo y su familia.

 

No se imagina el buen Obispo de don Diego la trascendencia de aquél matrimonio que trajo al trono de España la cada de Borbón. La novia era la hija mayor del rey Felipe IV, y esta unión se había acordado el año 1639 en la famosa paz llamada de los Pirineos.

 

En una plaza aledaña a la iglesia de San Vicente, se alza el viejo palación del Arzobispo, ya bastante deteriorado y profanado, aunque conservando algo de su antigua dignidad y luciendo, en la fachada principal, un hermosísimo escudo de Valdeosera, finamente esculpido.

 

En los extramuros de Galilea se conserva una simpática ermita de Nuestra Señora de la Gracia, cuya pétrea fábrica data del siglo XVII, atinadamente restaurada últimamente. Y era ya hora de la queda cuando fui invitado a visitarla; la luz muriente, diáfana bajo un cielo nacarado, envolvía el ambiente en una profunda melancolía y las sombras de la tarde daban mayor relieve a las construcciones viejísimas que se alinean a la vera de la calle principal del pueblo. Entrados en la ermita, el cura pidió una oración por mis intenciones, y el coro ya numeroso de nuestros acompañantes respondía al sacerdote con fervor y una emoción tal que mis ojos se llenaron de lágrimas. Toda esta atmósfera religiosa y sencilla me hizo volver a una vida pretérita, la que llevaron nuestros mayores; me parecía haber retrocedido siglos en la seguridad de que allí, el tiempo estaba detenido. Luego pasamos al cementerio, junto a la ermita, donde en la tumba de familia, el cura rezó un responso por el alma de nuestros antepasados. ¡Qué encanto hubo para mí en todo esto…!

 

Descendimos cuando ya la luz crepuscular se terminaba y los labriegos con sus mulos, sus cabras, sus herramientas de labranza, bajaban en tropel a pernoctar al pueblo y nos saludaban al pasar; respetuosos y cariñosamente; ambiente de una emoción sencilla tal, que quedaré por muchos anos recordando.

 

Por estos lares todo ello tiene ese sello tan bellamente tradicional y castellano viejo.»

 

En las páginas 314 y 315 que cierran el capítulo dedicado a su paso por La Rioja, el Sr, Balmaceda Valdés sigue diciendo:

 

«A mi regreso de La Rioja me entrevisté en Madrid con el conde de Valellano, Ministro de Obras Públicas de España; gran Ministro, gran señor y noble amigo.  Una de sus hijas, durante la Guerra Civil española, asilada en Bruselas, recibió especiales atenciones de mis hermanos Jorge y María Cristina Valdés Mendeville, que allí eran embajadores, que los condes no han olvidado.

Le pedí para nuestro viejo pueblo de Galilea de Logroño el pavimento de la calzada principal y el estudio de una nueva carretera que acercaría en seis kilómetros el fértil Valle de Ocón hasta la capital de la provincia.

El ministro me manifestó que no le extrañaba que un chileno tan vinculado por la sangre y el corazón a la Madre Patria, viniera pedir algo para un viejo pueblo de España: Llamando a su secretario, don Ángel Ortiz, distinguido funcionario, dio la orden de que estudiara mi petición a fin de ejecutarla, y que se me informara a Chile del estado de los trabajos.

La emoción y el agradecimiento con que salí de esta entrevista fue grande. Me parecía una ilusión haber venido desde tan lejos a traer un señalado adelanto para la provincia en la que nació mi bisabuelo.

El Ministro cumplió su palabra y en momento de publicarse este libro los trabajos han tocado a su fin y el simpático pueblo castellano los ha inaugurado solemnemente poniendo a dos de sus plazas los nombres del ex Ministro de Estado don Eduardo González Gallarza y de don Fernando Muñoz y Serrano del Castillo, y una calle con mi nombre, declarándonos Hijos Predilectos del pueblo. Rasgo de generosidad muy española”.

 

Avda E. Fernández Balmaseda

Eduardo Fernández Balmaseda formó parte de una amplia familia de políticos y escritores con origen en nuestro pueblo. Su abuelo Manuel José, se hizo cambiar su primer apellido, Fernández, por el de Balmaceda, tomándolo de su bisabuela Ángela Balmaceda Cenzano, nacida el 8 de noviembre de 1699 en Galilea y hermana del Oidor, Gobernador de Chile y primer emigrante a tierras andinas, Juan de Balmaceda. Su padre y todos sus hermanos obtuvieron cargos de representación en el Congreso o Senado chileno, o desempeñaron funciones diplomáticas en el exterior.

El lo que respecta a la literatura, tuvo su antecesor en Pedro Balmaceda Toro, hijo del presidente Balmaceda y en consecuencia primo hermano suyo. Este malogrado escritor, que nació en el año 1868 y que murió a la prematura edad de veintiún años, fue amigo íntimo del autor nicaragüense Rubén Darío, a quien introdujo en Chile, teniendo un  papel muy relevante en la difusión del modernismo hispanoamericano y de la literatura francesa moderna, usando los seudónimos de A. Gilbert y Jean de Lucan.

Más repercusión tuvo en las letras chilenas Teresa Wilms Montt, mujer de su hermanastro Gustavo Balmaceda Valdés, cuya producción literaria no es muy abundante ya que se suicidó a los veintiocho años, pero cuya biografía parece estar sacada de las páginas de una novela de tintes románticos con trágico final. Incluso su marido , escribió en 1918 una novela en clave titulada «Desde lo alto», con la que pretendía justificarse ante la sociedad por su escandaloso matrimonio con la bella y culta Teresa Wilms Montt.

Ya en nuestros días, su sobrino segundo Fernando Balmaceda del Río, nacido en Santiago de Chile en 1923, premio Revista de Libros 2001, memorialista como él, y en algunas épocas de su vida también diplomático, ha conseguido una gran relevancia con su libro “De zorros, amores y palomas”, que a decir de los críticos se trataría, de alguna manera, de una especie de «Un mundo que se fue», pero visto desde el revés. En estas memorias, el autor relata, en un estilo dinámico y pleno de humor, las aventuras que lo llevaron a ser testigo de diversas mentalidades y formas de vida.  En su libro, Balmaceda del Río entrega muchos datos y anécdotas de los hermanos de su abuelo y de algunos de sus tíos paternos. Advierte el autor que en su infancia poco o nada quedaba de la fortuna de los viejos Balmaceda Fernández:

 

«…ni rastros, ni siquiera un metro cuadrado de las inmensas propiedades heredadas de su abuelo, don Manuel José. Pero sí, mucho de ese espíritu entre bizarro y estrambótico entre los últimos ejemplares de la generación de los abuelos«.

Eduardo Balmaceda profesó un cariño especial a nuestro pueblo y mantuvo una correspondencia esporádica con quien fuera alcalde de Galilea en el tiempo de su visita, pero a finales de los años cincuenta se hace el silencio y no se vuelve a saber nada más de él. En esos cuatro años que transcurren desde su visita a Galilea, en septiembre de 1954, hasta las fechas posteriores a ser nombrado Hijo Adoptivo de Galilea y dedicarle una de sus calles, escribe una serie de cartas en las que detalla de manera pormenorizada sus entrevistas con el entonces Ministro de Obras Públicas, Conde de Vallellano(1) con el propósito de acelerar las ayudas que pudieran conseguirse para el logro de ciertos objetivos municipales, paralizados hasta el momento. Son cartas  en las que se desprende el gran cariño que tuvo siempre por este pueblo y sus gentes, y el propósito que mantenía de volver a visitarlo algún día pero que diferentes avatares familiares y políticos se lo impidieron. Aunque algunas de ellas hacen referencia a cuestiones familiares, siempre incluía algún comentario sobre la situación política chilena, centrándose en algunos episodios trágicos como el inesperado fallecimiento del brillante político de la familia, Raúl Marín Balmaceda, muerto de un fulminante ataque al corazón. Son cartas, en fin, en las que deja traslucir su gran religiosidad y el cariño que profesaba a su madre, de una longevidad extraordinaria, y que fue uno de los motivos que le impidieron viajar nuevamente hasta nuestro pueblo. Extractadas, algunas de ellas son estas:

 

EPISTOLARIO

 

Madrid 5 de octubre de 1954

 

Tan pronto como llegué a Madrid te puse una tarjeta con mis saludos, la que espero habrás recibido.

 

Yo parto para París la próxima semana por lo que mi conversación con el conde de Vallellano (1) tendrá que retardarse, pero prometo que no partiré a Chile sin hablarle del asunto que nos interesa, y si algo consigo, créeme que será una inmensa satisfacción para mí.  Por algo mis antepasados vivieron tantos siglos en esas tierras.

 

La condesa viuda de Vilana (2), una dama chilena íntima nuestra y a su vez muy unida a los Vallellano, me va a invitar a cenar con ellos para que yo les hable del asunto  de Galilea, tan pronto como yo regrese de Francia, que, si Dios quiere, será a finales del presente.  Esta condesa de Vilana es viuda de otro íntimo amigo que fue José de Casani y Herreros de Tejada, caballero de Valdeosera, de donde emparentábamos. Era además conde de Casani y de Vilena. Su hermano es el conde de Maceda, Grande de España.  Pero no te impresione lo de grande, que después de haber conocido los hidalgos de los viejos pueblos de España son ellos los auténticamente nobles que guardan la legendaria y sencilla hidalguía castellana.  Los que vinieron a medrar a la corte degeneraron y perdieron esas grandes cualidades del pueblo español.

 

Tan pronto como llegue a Chile haré editar un libro que he escrito sobre España en este año que aquí he pasado y en él verás aparecer el querido alcalde de Galilea y sus dominios con la cariñosa evocación que para mí se merecen los pobladores de tu pueblo.

 


 

Barcelona, 12 noviembre de 1954

Hotel Gran Vía

 

Comprenderás con cuánto gozo te escribo para informarte del éxito de mi conferencia con el conde de Vallellano. Ya te había hablado de la antigua amistad que le unía a mi familia y en mi petición, me ha dado pruebas de ella.

 

Yo llevé a la audiencia una minuta con lo que deseaba el pueblo  en forma clara y precisa.  Llamé a su secretario D. Ángel Ortiz que en el acto tomó razón de todo.  El primer pedido se acordó inmediatamente, y respecto a la carretera nueva de seis kilómetros me prometieron que, sin tardanza, se vería qué trayecto había al respecto para acelera su construcción.

 

El ministro hizo que D. Ángel tomara mi dirección en Santiago y le dio orden que me tuviera constantemente informado del estado de los trabajos que se ejecutarían por mi solicitud.

 

Comprenderás lo feliz y satisfecho que salí de la audiencia por haber conseguido algo en beneficio de mi viejo pueblo familiar.

 

Te ruego también que tú me tengas a su vez al tanto de estos trabajos que si se tardaran, ya dejé encargo en Madrid a una íntima amiga los Vallellano para que insista en su pronta realización.

 

Como te lo indiqué me embarco mañana y me agradaría me escribieras por correo aéreo a la Embajada de Chile en Brasil. Como yo pasaré por Río de Janeiro me entregarán tu carta y así tendré más pronto noticias vuestras.

 


 

4 de diciembre de 1954

Buenos Aires, de paso a Chile, en barco

 

Tan pronto como llegué a Río me entregaron tu carta. Me regocijo íntimamente de haber hecho algo por nuestro pueblo y por el agradecimiento que muestran sus moradores por tan pequeño servicio.

 

Quiero recordarte mi entrevista con Vallellano que fue así: primero se acordó que la pavimentación de la carretera que pasa por el pueblo se decretara en el acto; y segundo que se viera si había estudios sobre la nueva carretera, y sino iniciarlo inmediatamente, pues sin él nada se podía empezar. Como te dije en mi carta, el Sr. Ángel Ortiz, secretario del Ministerio de Obras Públicas quedó encargado por el Ministro de tenerme al tanto de estos trabajos y tan pronto como reciba en Chile sus noticias te las comunicaré en el acto. Naturalmente estos trabajos no se pueden realizar de un día para otro y hay que aguardar con un poco de paciencia.

 

Nada me sería mas grato que volver a Galilea para la inauguración de estas obras pero mientras mi madre viva (tiene 86 años), no la dejaré.

 


 

Ministerio de Obras Públicas

 

D. Eduardo Balmaceda y Valdés

Santiago de Chile.

Madrid 21 de junio de 1955

 

Mi estimado y buen amigo:

Correspondo a su atenta carta en la que me recomienda los deseos del Ayuntamiento de Galilea sobre los cuales también me ha escrito nuestra común y buena amiga la condesa viuda de Vilana.  He recibido instancias del Ayuntamiento, y respecto al adoquinado de su calle principal (carretera de Murillo a Ocón) he dispuesto se dé estado oficial a la instancia presentada y se procure tramitar con la máxima rapidez posible.

 

Reciba un atento saludo de su afectísimo amigo,

 

El conde de Vallelano

 


 

Santiago de Chile, noviembre de 1956

 

Tres días después de haber respondido la amable carta de D. Alberto (del Pozo) en la que me comunica los finales en los trabajos del pueblo…

 

Naturalmente, tan pronto como tú me anuncies su fin escribiré a mi amigo Vallellano reiterándole mis agradecimientos y pidiéndole que siga la ayuda para ese pueblo.

 


 

Santiago, marzo de 1957

 

Por este mismo correo escribo a mi amigo el conde de Vallellano lamentando mucho su alejamiento del Gobierno. Debemos quedarle muy agradecidos pues a pesar de las infinitas peticiones que lo asediaban no descuidó la nuestra.

 

Yo siempre con vivos deseos de volver a Europa pero la situación económica aquí empeora. Tenemos el dólar a 640 pesos cuando hace pocos años estaba a la par. Imagínate si así se puede salir a pasear a Europa.

 

En un mes se empieza a editar mi libro “En España” que me ha resultado bastante denso, alrededor de 400 páginas y me ha costado editarlo un millón de pesos.

 


 

Santiago 14 de agosto de 1957

 

Te escribo profundamente apenado. En vez de llegar por Galilea a dar un abrazo a sus buenos pobladores, sólo debo contentarme con esta carta. Un sin fin de circunstancias: el estado delicado de mi madre que va a cumplir 89 años; la trágica depresión de nuestra moneda (el dólar a 80 pesos) y otras circunstancias no me permiten alejarme de Chile como era mi más vivo deseo. He pensado infinitas veces en el inmenso placer y gratísimo recuerdo que me habrían dejado la inauguración de las obras…

 

Hace poco recibí carta de Vallellano en la que me dice que está muy satisfecho de saber que los de Galilea han quedado contentos con los trabajos decretados y me advierte que donde esté estará lista servirnos de igual manera…

 

Raúl (Marín Balmaceda, destacado político de la familia y candidato a la presidencia de la República) y Juan José (Fernández Valdés embajador chileno y también oriundo de Galilea) me encargan un especial y muy cariñoso saludo para el pueblo.

 

…pronto recibirás una carta mía en la que verás que tengo muy presente a nuestro pueblo.

 

 


 

Santiago 16 de septiembre de 1957

 

Te escribo bajo la impresión y honda pena de la repentina y dramática muerte de Raúl Marín Balmaceda (48 años) acaecida hace sólo dieciséis días. Esta muerte ha constituido un gran duelo nacional pues Raúl era la más alta figura moral del Parlamento chileno: modelo de hijo, de católico y de ciudadano. Toda la prensa de América le ha rendido grandioso y justo homenaje.

 

Las consecuencias de esta repentina muerte se deben en gran parte a que este invierno hemos tenido una fuete epidemia de influencia asiática, que si bien no ha sido mortal, a algunos les ha dejado con el corazón herido.  En ese día se trataba de elegir el candidato a la Presidencia de la República y Raúl pronunciaba uno de los más brillantes discursos de su vida y era ovacionado delirantemente; al final del discurso se le veía muy pálido Terminó y el ataque al corazón lo liquidó minutos después.  No puedes imaginarte la conmoción que esta terrible noticia produjo en el país entero.

 

Ocho días antes habíamos cenado juntos y hablado mucho de ustedes y de España, lamentando que la crítica situación  por que en este país pasamos no nos permitiera volar hasta las fiestas de nuestro querido Galilea…

 

La muerte vino a alterar todos estos vivos deseos nuestros… y sólo se limitó a llevarnos a unos de los hombres más probos de nuestra estirpe y uno de los políticos más ilustres que ha tenido Chile y América en su última época.

 

Créeme y díselo así a los amigos y queridos pobladores de Galilea que en  estos días estoy con el corazón en medio de ellos, con mis más hondos afectos, con toda la fuerza de nuestras viejas tradiciones que reverdecen llenas de vida en este lejano rincón de América…apenado de no poder estar participando de vuestras actuales alegrías.

 


 

Santiago, diciembre de 1957

 

…mi vuelta a España está por ahora muy problemática; mi madre va a cumplir 90 años y jamás me alejaría de ella mientras viva pues le ocasionaría un vivo dolor.  Está muy ancianita, pero su familia es muy longeva… Dios sabe cuánto le queda por vivir. Por todo esto prefiero que me envíes el pergamino que me anuncias (donde se le declara hijo adoptivo de Galilea) que aquí será para mí un lazo más que me une a esas tierras.

 

Espero en Dios me conceda vida y salud para volver a verles y no con una visita breve entre vosotros, sino una temporadita larga que me hará convivir con gentes a quienes me une tanto cariño e interés.

 

Te agradeceré me mandes un croquis indicándome dónde queda la calle de mi nombre, para ubicarme.

 


 

Santiago de Chile 31 de abril de 1958

 

He tenido el honor de recibir un hermoso y artístico pergamino que certifica mi nombramiento de HIJO ADOPTIVO de ese pueblo, acordado por esa Corporación Municipal el día 21 de septiembre de 1957 en agradecimiento a la modesta ayuda que yo pude proporcionar para esa tan querida tierra de mis mayores. Me es grato y honroso conservarlo pues es un eslabón más que me une a vosotros que estáis siempre presentes en lo mejor de mis sentimientos

 


 

Esta es la última carta que Balmaceda Valdés remitió al entonces alcalde de Galilea. Después de esto nada más se ha sabido de él. Murió en el año 1969.

 

La calle que lleva su nombre, que en el momento de su dedicación solamente existían algunas edificaciones en el arranque de la misma, hoy en día es una de las de mayor proyección de cara al futuro mas inmediato, y más en estos momentos en los que la construcción  de nuevas edificaciones en Galilea está creciendo a un ritmo extraordinariamente rápido. Don Eduardo se sentiría orgulloso.

 


 

(1).- Conde de Vallellano.- Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano; Madrid, 1886- id., 1964) Político español. Alcalde de Madrid (1924-1927) bajo la Dictadura de Primo de Rivera, Durante la segunda República preparó diversos pactos entre los monárquicos alfonsinos y tradicionalistas. Redactó el manifiesto de Alfonso XIII de 23 de enero de 1932, ocupó la vicepresidencia de Renovación Española (1933), y durante el franquismo fue ministro de Obras Públicas (1951-1957) y presidente del Consejo de Estado (1958).

 

(2).-  En su libro «Un mundo que se fue», en su página 179, dice respecto de esta condesa: «En otro capítulo algo he hablado de los rodeos que en sus fundos organizaba mi padre para dar a conocer a los extranjeros nuestra principal fiesta campera y justo es que yo también recuerde, en estos apuntes del pasado, un rodeo que preparé en nuestra hacienda de San Jerónimo en honor de un amigo español, José Casani y Herreros de Tejada, Conde de Vilana, muy popular y bien querido en todos nuestros círculos y que se había desposado con nuestra compatriota María Rosa Astoreca, perteneciente a una opulenta familia del norte.»

Presentación

Sebastián García Carreto y Chumacero extremeño, uno de aquellos nobles hidalgos españoles que como tantos otros participó en la conquista de América, fue uno de los primeros soldados en pisar tierra chilena. Muchos debieron ser los méritos que contrajo con la corona española para que el rey de España propusiera al Virrey del Perú, de quien entonces dependía Chile, para que fuera premiado por los servicios prestados a la corona.

Escultura en el interior del fundo

El premio que el Virrey le concedió fue digno de un conquistador. A orillas del pacífico y a unos cien kilómetros de Santiago de Chile, junto al río Rapel, existían unas tierras ricas y variadas, llamadas de Bucalemu o cerros grandes, que fueron dadas al capitán español. En ellas vivió el militar hasta que, entrado en años y sin descendencia que pudiera heredar tan rica encomienda, donó la hacienda en vida a la Compañía de Jesús con la condición de establecer en ella un colegio de misioneros que tuvieran a su cargo socorrer espiritualmente aquellas dilatadas comarcas pobladas de indios promocaes, los cuales se extendían desde el río Rapel hasta el río Maule, más de 200 kilómetros de Norte a Sur, y desde el mar hasta la cordillera de los Andes. La superficie total pudiera establecerse en 27.000 Has.

Cuando en el año 1631 fallece el conquistador español la Compañía de Jesús se hace cargo de la hacienda tal y como su benefactor estipuló en vida, creando en ella uno de los diez colegios que existieron en Chile con el propósito de alfabetizar a quienes residían y trabajaban en ella, estableciéndose seis misioneros que pronto extendieron sus esfuerzos educacionales hasta las zonas aledañas de Mataquito, Lontué y Rapel.  Para ello debieron aprender el idioma local lo que posibilitó la creación de una cultura campesina propia en la zona.

Siglo y medio más tarde esta hacienda de campo es puesta a pública subasta por el gobierno del rey Carlos III de España y los jesuitas son expulsados de la misma. A la subasta pública acude Pedro Fernández de Balmaseda, que aunque nacido en Pipaona, descendía al igual que toda su familia de Galilea, al que su tío el galileano Juan de Balmaceda Cenzano, Gobernador y Capitán General de Chile, le lega su cuantiosa fortuna en detrimento de su otro sobrino Juan Francisco Ruiz de Clavijo Balmaceda, nacido como él en Galilea, y con cuyo capital compra, con fecha 4 de abril de 1791, parte de lo que había sido el primitivo fundo de Bucalemu

Al morir Pedro Fernández Balmaseda sin sucesión es nombrado albacea testamentario y primer usufructuario sobre la hacienda de Bucalemu su pariente Rafael Beltrán que cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento del hacendado y gozó del usufructo los cuatro años establecidos en el testamento . No ocurrió así con su sucesor, José María Fernández Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), dilató el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, en el que amasó una considerable fortuna. Al incumplir claramente las últimas voluntades del hacendado,  Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, en la forma establecida por el fundador.  Dado que en Chile, ya independizado de España, seguía rigiendo el estado de derecho, los demás beneficiados podían pleitear en su favor, lo que, en efecto, sucedió. La sentencia judicial dio la razón a los parientes de Galilea, recayendo la titularidad de la hacienda en matrimonio formado por Petra Fernández Fernández (hermana de José María) y Pedro Fernández Arnedo. Gracias a esta sentencia, pudieron arribar a Chile, algunos nietos de este matrimonio  que se hacen cargo de la hacienda, teniendo que renuncar previamente a la herencia que les pueda pertenecer de sus posesiones familiares en España.

Así es como  Domingo Fernández de la Mata se hace con la hijuela de «San Felipe» de siete mil Hectáreas; su primo Braulio Fernández Fernández con la hacienda de «La casa de los jesuitas» de diez mil Hectáreas; y al tercer primo en discordia, Manuel Fernández Cereceda con las de «La Manga»  y «Corneche» también de diez mil Hectáreas. A la muerte de éste último estas dos hijuelas pasaron a ser propiedad de sus hijos Rafael y Ezequiel, respectivamente. Asimismo Braulio Fernández, nombrado diputado a Cortes en España, retorna a la península y vende su hijuela, en 1865, a su cuñado, el próspero agricultor y destacado parlamentario don Claudio Vicuña Guerrero, quien, a base de su experiencia y su conocimiento de Europa, crea con la participación del paisajista francés Guillermo Renner, el parque Bucalemu, en 1875.

En el año 1978 por decreto del Ministerio de Tierras y Colonización (hoy de Bienes Naturales) la «hijuela séptima de Bucalemu»  fue destinada al Ministerio de Defensa Nacional para el Ejército de Chile  y el entonces hombre fuerte de Chile, el  dictador  Augusto Pinochet  la convirtió en su refugio para su descanso, siendo un lugar absolutamente infranqueable y con un estricto control militar, como es de suponer.

El 21 de febrero del año 2004 el ejercito chileno firma un acuerdo con el Ayuntamiento de Santo Domingo, municipio creado hacia 1954 como balneario marítimo, para que parte de la hacienda Bucalemu, de 18 hectáreas, y ubicada a 140 kilómetros al oeste de Santiago, se convierta en un  centro cultural, con salas de conciertos, museos, teatro para exposiciones temporales, lugares para la recreación y el turismo. Además, acuerdan restaurar el conjunto arquitectónico, habilitando sus dependencias para el desarrollo de actividades culturales.  Crear un museo cívico, ambientado al siglo XIX que refleje la historia de esta hacienda y su relación con la historia nacional.  Habilitar el parque de la hacienda como centro ecológico-turístico, mediante el trazado de recorridos interiores a través de los atractivos senderos y caminos naturales que cubren este oasis histórico y que permitirá apreciar la vegetación nativa y exótica con que cuenta y las esculturas de Pedro de Valdivia, Francisco Pizarro, Hernán Cortes y Claudio Vicuña entre otras además de  su fauna silvestre. Con ello, se busca rescatar y recuperar la idea original del parque diseñado por Guillermo Renner.

El 29 de mayo de 2004 se hizo efectivo el traspaso por parte del ejercito chileno al Ayuntamiento de Santo Domingo del fundo de Bucalemu, convertido definitivamente en parque natural de uso público.

Genealogía
Juan de Balmaseda y Cenzano

Juan de Balmaseda y Cenzano Beltrán.   Gobernador de  Chile. (1702-1778)

 

Juan de Balmaseda y Cenzano

D. Juan de Balmaceda y Cenzano nació en Galilea el 16 de abril de 1702 de padres hidalgos, ya que su madre perteneció a una de las trece divisas del Solar de Valdeosera, situado en los Cameros Viejos. En el valle de Ocón ocuparon los más diversos cargos de representación dentro del estado noble.

Se trasladó a Chile y una vez asentado en la entonces colonia chilena, estudió Leyes y en 1739 fue nombrado abogado de los Consejos de España, cargo desde el que inició su carrera judicial, asumiendo como Oidor de la Real Audiencia de Santiago en 1742. En tal condición, además, desempeñó funciones como juez del Tribunal de Bienes de Difuntos (1743), juez Protector del Partido de Aconcagua (1745) nombrado por el marqués de Obando y ministro de la Real Junta de Tabacos (1766), nombrado por el virrey del Perú Manual Amat.  En su calidad de Oidor decano, en 1768, asumió la gobernación interina de Chile cargo en el que se mantuvo hasta 1770.

Según Domingo Amunátegui Solar, en su libro Mayorazgos de Castilla, D. Juan de Balmaceda y Cenzano pertenecía a una familia de modestos recursos y emigró a Chile con la esperanza de hacer fortuna. En breve se le presentó una buena ocasión de realizar sus deseos con motivo del fallecimiento del fiscal de la Real Audiencia D. Martín Gregorio de Jáuregui y Ollo. Este magistrado había contraído matrimonio con Agustina Álvarez de Uceda, nacida en la ciudad española de Córdoba, la cual quedó bastante rica a la muerte de su marido, pues heredó de éste una casa en Santiago de Chile, en la calle de la Compañía, a cuatro cuadras de la Plaza mayor y una chacra (caserío) en Ñuñoa (en la actualidad barrio comunal chileno situado en la zona centro-oriental de la ciudad de Santiago).

Aunque Doña Agustina ya no era joven, y había enviudado dos veces, (su primer marido se llamó Francisco Fernández de Córdoba) esto no fue obstáculo para que el oidor Balmaceda le ofreciera ser su tercer marido a pesar de que tampoco él era ya tan joven, puesto que contaba 48 años de edad. Tal vez la circunstancia de quela señora Álvarez de Uceda no tuviera hijos, contribuyó a que aceptara la proposición del oidor y el matrimonio se celebró en la parroquia de Santa Ana, de Santiago de Chile, el día 8 de febrero de 1750. Dio la bendición nupcial el doctor Domingo Sánchez de la Barreda, capellán de la Real Audiencia. Este matrimonio fue tan infecundo como los dos anteriores de la señora Álvarez de Uceda y ella misma falleció el 29 de noviembre de 1761, después de nombrar a su marido heredero universal de todos sus bienes. Poco después de este matrimonio, en 1754, poseedor ya de una gran fortuna, nuestro ilustre paisano dona a la iglesia de Galilea una lámpara de plata que pesa una arroba y es colocada  en el crucero de la misma.  Envía también unas vinagreras con su platillo y campanillas, todo de plata, de dos libras.  En 1764, diez años después, envió un cáliz también de plata.

 

osé A. Manso de Velasco. Conde de Superunda

La carrera judicial de Juan de Balmaceda fue bastante larga pues desempeñó su empleo de oidor por más de treinta años y es justo agregar que siempre contó con el aprecio de los presidentes de Chile. El Virrey del Perú, Manso de Velasco (Conde de Superunda) le nombró juez del tribunal de bienes de difuntos con fecha 25 de mayo de 1743 por fallecimiento del oidor Juan Próspero de Solis Vango que ejercía aquellas funciones. El Marqués de Obando, que sucedió al  virrey Manso de Velasco el día 17 de julio de 1745, confió a Balmaceda el cargo de juez protector del partido de Aconcagua, con jurisdicción especial en las villas de San Felipe y San Martín de Concha. El virrey del Perú Manuel de Amat y Junient (1761-1776) le designó como ministro de la Real Junta de Tabacos con fecha 3 de julio de 1765.

Al oidor Balmaceda le tocó intervenir en uno de los más graves acontecimientos de su época, cual fue el periodo final de la expulsión de los jesuitas y suceder a Guell y Gonzaga como gobernador interino de Chile en su carácter de Decano de la Real Audiencia. El gobierno de Balmaceda solo duró año y medio; pero en ese corto tiempo dio extraordinarias pruebas de energía de carácter pues a pesar de sus años y de su profesión tan opuesta al arte de la guerra, salió a campaña contra los indígenas sublevados en la guerra de Arauco.

 

Don Juan de Balmaseda en la guerra de Arauco

 

La Guerra de Arauco es un prolongado conflicto que enfrentó a los hispano-criollos del reino de Chile contra el pueblo mapuche o araucano, y algunos aliados tales como los huilliches, picunches y cuncos en la zona geográfica de la Araucanía (Chile), en la zona comprendida entre el Bío-Bío y el Golfo de Reloncaví, situándose específicamente entre Concepción y la zona costera de la actual VIII y IX región, que acaeció en un lapso de tiempo de 300 años, pero con diferentes grados de intensidad, llamándose guerra propiamente, a menos de la mitad de este periodo. Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto el combate de Reinohuelén, librado en 1536 entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un cuerpo numeroso y bien organizado de guerreros, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, pero visto desde un contexto histórico esta fue una simple escaramuza. Históricamente se asume que se inició con Pedro de Valdivia en 1544 con la batalla de Quilacura.

 

Los conatos de levantamientos de 1759 y 1766

 

Guell y Gonzaga

Manuel de Amat y Junient, el gobernador de la época, fue una persona  prudente que manejó con relativo éxito las relaciones indígenas. Entre sus tareas, realizó una visita de inspección  a la frontera de Arauco, celebrando un parlamento con los indígenas en el Salto del Laja. La finalidad de esta iniciativa era crear un sistema de comunicaciones terrestres entre Concepción y la isla Chiloé, lo que implicaba pasar por distintos territorios ocupados por comunidades indígenas y que debían ser respetados por los españoles.

En Concepción, algunos caciques se comprometieron en forma no muy decidida a colaborar en el proyecto, que contemplaba la salida simultánea de dos expediciones, una desde Concepción y la otra desde Chiloé, que recabarían informaciones geográficas sobre el terreno.

Sin embargo, la columna que había partido de Concepción fue atacada por huestes rebeldes a cargo del cacique Lebián, y debió replegarse a Valdivia. Este hecho, acaecido en 1759, hizo fracasar la iniciativa, y para tranquilizar los ánimos, Amat convocó a otro parlamento, que esta vez se realizó en Santiago (febrero de 1760). Acudieron alrededor de 30 caciques, cuya presencia causó gran impresión entre los vecinos debido a sus coloridos atuendos y a la comitiva que les acompañaba. La reunión tuvo un éxito relativo, pues los jefes indígenas lograron que varios grupos mapuches, pero no la totalidad, depusieran las armas. Esta paz duró hasta 1769.

 

La sublevación de 1769. El caos de los gobernadores

Guerra de Arauco

En 1769 gobernaba Antonio de Guill y Gonzaga, y ocurrió que los pehuenches capitaneados por Lebían arrasaron las comunidades de Yumbel y Laja. Los pehuenches se asociaron nuevamente a tribus rebeldes mapuches y la rebelión se extendió por la zona de la frontera. Finalmente los pacíficos huilliches se sumaron a los anteriores. Justo cuando ocurrían estos hechos, y tras la prematura muerte de Gobernador Guill y Gonzaga, le sustituyó Balmaceda y Cenzano.

Don Juan era un buen jurista, pero inexperto en lides militares, lo que, sumado a una nueva intervención de la Iglesia, esta vez a cargo del obispo Espiñeira, gobernador de Concepción, el cual a su vez tenía bajo su cargo al radical maestre campo Salvador Cabrito, un exaltado militar, contribuyeron a crear un clima de caos nunca visto antes, perdiendo a sus aliados, como los huilliches. Espiñeira y Salvador Cabrito realizaron medidas rayanas en la sumisión ante los sublevados y encendieron aun más la llama de la rebelión.

En Santa Bárbara, el 3 de diciembre de 1769 ocurrió una masacre de 30 españoles a manos de  unos cuatro mil  indígenas que como una ola destruyeron todo a su paso. La Audiencia, viendo que el obispo Espiñeira los conducía al caos, se puso a la retaguardia de éste para contrarrestar la sublevación y solicitó al gobierno de Cuyo y Mendoza que mandó una compañía de extranjeros al mando de Reinaldo Bretón.

Manuel Amat y Junient

Balmaceda se personó en Concepción para ayudar a Espiñeira a contener la revuelta, anuló las medidas pacifistas del obispo, y se dispuso a atacar a los rebeldes, pero las expediciones no tuvieron éxito. Una de esas expediciones estaba a cargo de un irlandés llamado Ambrosio O´Higgins que quedó cercado en Antuco por los huilliches y pehuenches y a duras penas con gran pérdida de soldados se logró zafar del cerco. Otra expedición al mando de Antonio Narciso logró descercar el fuerte de Arauco en febrero de 1770.

El gobernador Balmaceda fue relevado abruptamente, en febrero de 1770, por el brigadier Francisco Javier de Morales y Castejón Arrollo, un experto y exitoso soldado de la confianza del Virrey del Perú, Amat .

 

Últimos días del Oidor

Después de esto, el oidor volvió a ocupar su asiento en la Real Audiencia por más de cinco años.  Aunque obtuvo su jubilación por Real Cédula de fecha 21 de enero de 1773 no hizo uso de ella sino hasta finales de 1775.

Don Juan de Balmaceda falleció en Santiago de Chile el 29 de mayo de 1778, a los 76 años de edad. De acuerdo con sus últimas disposiciones sepultaron su cadáver en la iglesia del Carmen, de San José.

 

Destino de su inmensa fortuna 

A acogerse bajo el amparo de D. Juan de Balmaceda llegaron desde España sus sobrinos carnales Pedro Fernández de Balmaceda y Juan Francisco Ruiz de Balmaceda. Mientras vivió, el oidor favoreció a sus sobrinos en cuanto le fue posible y antes de su muerte les dejó asegurado el porvenir.

La enfermedad no le dio tiempo a otorgar testamento pero sí un poder para que testara en su nombre el oidor D. José Clemente de Traslaviña que había sido su compañero en las labores judiciales. En este poder declaró nuestro ilustre paisano que poseía una casa en Santiago, una chacra en Ñuñoa y una estancia en la hacienda de Puangue. Las dos primeras propiedades habían pertenecido a su esposa, la señora Álvarez de Uceda pero él había aumentado la chacra por compras hechas a diferentes dueños.

Don Juan ordenó a su albacea y compañero, el oidor Traslaviña, que fundara un mayorazgo sobre la casa  y la chacra del cual debían gozar con preferencia D. Pedro Fernández de Balmaceda y sus descendientes y después, y a falta de ellos, D. Juan Francisco Ruiz de Balmaceda y los suyos.  En otra cláusula dispuso que la estancia de Puangue, con sus ganados y bienes muebles, deducido el costo de sus exequias, se repartiese por mitad entre los dos sobrinos antedichos. Y por último nombró heredero de los demás bienes al que fuera poseedor del mayorazgo a fin de que éste los agregara al vínculo.

El oidor, Traslaviña, desempeñó por muy pocos meses el albaceazgo de don Juan de Balmaceda he hizo dejación de aquel cargo con fecha 15 de septiembre de 1778. Por decreto de 11 de diciembre del mismo año, el alcalde ordinario de Santiago, D. Francisco Javier Valdés, aceptó la renuncia y reconoció como nuevo albacea al propio Pedro Fernández Balmaceda quién quedó autorizado para otorgar, en nombre de su tío, el instrumento de fundación del mayorazgo.

Esta escritura fue extendida ante el escribano Francisco de Borja de la Torre el 15 de diciembre de 1778.  De conformidad con las disposiciones del testador, D. Pedro Fernández Balmaceda vinculó la casa de la calle de la Compañía y la chacra de Ñuñoa y llamó al goce de este mayorazgo a las mismas personas indicadas por el oidor.

Por escritura otorgada ante D. Luis Luque Moreno en 10 de agosto de 1783, los dos sobrinos del oidor Balmaceda, se repartieron la estancia de Puangue estimada entonces en 56.635 pesos. A Pedro Fernández le tocó la hacienda de Ibacache y a D. Juan Francisco la de Zuloaga. Pedro Fernández de Balmaceda que resultó ser un albacea en extremo escrupuloso, hizo agregar en la misma escritura la cláusula siguiente:

 

“Y la parte que le ha cabido y tocado al dicho D. Pedro Fernández podrá en todo tiempo agregar al vínculo por la misma cantidad que la ha recibido, abonándosele las mejoras que de cualesquier suerte hiciere  en dichas tierras; y el dicho D. Juan Ruiz de Balmaceda dice que desde ahora se conviene de estar y pensar por lo que así se ejecutare por ser en mayor aumento el dicho vínculo y conforme en todo a la mente del testador.”

 

En vista de estas declaraciones se comprende que ya, desde aquella época, D. Pedro Fernández Balmaceda tenía en proyecto aumentar el mayorazgo de su tío con la hacienda de Ibacache. Plan que puso en práctica con fecha 28 de marzo de 1805, veintidós años después, “por haberse perdido mucha parte de las dependencias, muerto todos los esclavos, a excepción de uno nombrado Manuel, y deteriorado con el tiempo los muebles”, que el oidor había ordenado se agregaran al vínculo. Desde entonces, con una injusticia manifiesta para la memoria de D. Juan de Balmaceda, se ha llamado “mayorazgo de Ibacache” a la fundación de aquel oidor.

Muerto sin descendencia don Pedro Fernández de Balmaceda, y tal y como estaba estipulado en el testamento del oidor, la posesión del mal llamado mayorazgo de Ibacache pasa a la línea de la familia de su primo Juan Francisco Ruiz Clavijo de Balmaceda. Dado que éste murió antes que su primo Pedro, la posesión debía de pasar al primogénito de Juan Francisco llamado Ignacio Ruiz de Balmaceda. Pero la demencia de éste hizo que el vínculo pasase a su hermano, el presbítero José Francisco Ruiz de Balmaceda y Ovalle. Las virtudes de este sacerdote hicieron que cuando entró en posesión del mayorazgo se creyera obligado a pasar largas temporadas en la hacienda de Ibacache donde enseñaba a leer y a escribir a los hijos de los inquilinos. Los pobres eran favorecidos a manos llenas por el presbítero y para ellos nunca hubo malas cosechas.  También el hospital de mujeres de San Francisco de Borja fue destinatario de su talante magnánimo.

Esta vida entregada por entero al ejercicio de la caridad no contribuyó en nada al progreso de las propiedades dejadas en mayorazgo por el oidor. Antes, al contrario, fue una causa poderosa de estancamiento e incluso atraso.  Apoyado en estas consideraciones don Francisco Valdivieso Ordóñez, casado con la cuarta hermana del presbítero, a la cual tocaba en sucesión el mayorazgo, se presentó a la justicia en el mes de agosto de 1824 solicitando se diera el goce del vínculo a su mujer Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle.

Por sentencia de 7 enero de 1825, don José Gabriel Palma mandó poner en posesión interina del mayorazgo al señor Valdivieso Ordóñez con la obligación de dar los alimentos cóngruos a su cuñado el sacerdote. Posiblemente aconsejado por algunos amigos, el presbítero apeló al arbitrio de hacer donación, por escritura pública de 1º de febrero al hospital de mujeres de San Francisco de Borja de todos los frutos del mayorazgo del oidor por un término de nueve años.

Este mismo juicio volvió a repetirse ocho años después por haber otorgado el sacerdote Ruiz de Balmaceda una segunda escritura de 13 de julio de 1833 por la cual donó al mismo hospital de San Francisco de Borja, ahora sólo la mitad de los productos del mayorazgo. La Corte, por sentencia de 11 de octubre de 1837 declaró nula está donación y confirmó las sentencias ya dictadas sobre este asunto. Don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda Ovalle murió en Santiago el 2 de noviembre de 1842.

Su cuñado Francisco Valdivieso Ordóñez, quien en razón de su matrimonio se hace finalmente con el mayorazgo establecido por nuestro paisano Juan de Balmaceda, era un rico agricultor que había nacido el 4 de octubre de 1764. De su matrimonio con Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle, que murió en 1850 con 78 años, tuvieron seis hijos. Al primer hijo de su primogénito, llamado Miguel Estanislao Valdivieso le tocó esvincular las propiedades del mayorazgo de acuerdo con la ley de 1852 dando fin así a la existencia del vínculo, 74 años después de la creación.

 

Su testamento

En el nombre de Dios nuestro señor todo poderoso, amen. Sepan cuantos esta carta vieren cómo yo, el licenciado don Juan de Balmaceda y Cenzano, oidor jubilado de esa Real Audiencia, Gobernador y Capitán  General que fui de este reino, estando como estoy gravemente enfermo en cama, de un accidente que Dios nuestro señor ha sido servido de darme, pero por su misericordia infinita en mi acuerdo natural, creyendo, como verdaderamente creo que en alto y divino misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios de fe que tiene, cree, confiesa y enseña nuestra Santa Madre Iglesia católica apostólica y romana bajo de cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir y morir como fiel y católico cristiano y porque la gravedad del accidente que adolezco no me da lugar a otorgar mi testamento, y teniendo como tengo estrechamente comunicadas mis disposiciones con el señor doctor don José Clemente de Traslaviña, del consejo de su Majestad, oidor de la Real Audiencia de la ciudad de los Reyes del Perú, por tanto en la mejor forma que haya lugar en derecho, otorgo que le doy todo mi poder cumplido bastante, el necesario para que después de mi fallecimiento, y no en otra forma, haga y ordene el dicho mi testamento, conforme a ellas y del modo siguiente:

Item, declare que yo declaro y mando ser mi voluntad que del valor de la casa y chacra, que se hala en las inmediaciones de esta ciudad, menaje y demás bienes muebles y semovientes que se encontrasen en duchas fincas, se funde un vínculo y mayorazgo a beneficio de mis parientes, para que lo gocen conforme a la ley de sucesiones y mayorazgos de España.  El que ha de entrar a poseer y gozar en primer lugar, don Pedro Fernández de Balmaceda, mi sobrino y por su fallecimiento sus hijos y descendientes, si los tuviera, prefiriendo el mayor al menor y el varón a la hembra. Y acabada y extinguida que fuera esta línea, entrará a su goce y posesión don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda, asimismo mi sobrino, y por su fallecimiento sus hijos y descendientes, siguiendo la misma ley de la sucesión.  Y acabada y extinguida en él toda esta línea y descendencia entrarán al mismo goce y posesión todos mis parientes, por el mismo orden, prefiriendo los más próximos a los más remotos. Bajo de cuyas declaraciones se ha de proceder a la fundación.

Item, declare que yo declaro ser mi voluntad que por mi fallecimiento se ponga la casa y chacra en administración, para que son sus productos, el dicho mi albacea redima las pensiones con que ambas fincas se hallan grabadas. Y hasta tanto que se verifiquen hallarse libres e toda pensión, no podrán entrar al goce del vínculo y su posesión los llamados en la anterior cláusula, manteniendo en la de la chacra a don José Beltrán hasta tanto se cumplan las enunciadas redenciones.  Y para cumplir y pagar este poder y el testamento que en su virtud se otorgue, mandas y legados en él contenido, se nombre, que yo lo nombro, dicho señor doctor don José de Traslaviña por mi albacea, tenedor de bienes y ejecutor de mis disposiciones con el poder de albaceazgo en derecho necesario para que use de él todo el tiempo que necesitare y hubiere menester aunque sea pasado el término fatal que el derecho dispone. Y en el remanente que quedare de todos mis bienes, deudas, derechos, accione y futuras sucesiones. Instituya, que yo instituyo, por mi único y universal heredero al poseedor que fuere del vínculo, para que todos estos se agregue a él, para su mayor aumento del mencionado vínculo y mecenazgo.  Con lo cual revoque, que yo revoco y anulo y doy por ningunos y ningún valor ni efecto otros cualesquiera testamentos, poderes, codicillos, memorias para testar y últimas disposiciones que antes de esta haya hecho y otorgado, por escrito y de palabra, para que no valgan no hagan fe en juicio ni fuera de él salvo el presente poder y testamento que en virtud se otorgare, que se ha de guardar cumplir y ejecutar por mi ultima y final voluntad en cuyo testimonio lo otorgo en esta ciudad de Santiago de Chile, en treinta días del mes de mayo de mil setecientos setenta y ocho.  Y el señor otorgante a quien yo el presente escribano doy fe que conozco, y que al parecer está en su acuerdo natural, aunque muy aquejado del accidente que le adolece, así lo otorgó y no firmó por no poder. A su ruego hizo uno de los testigos que lo fueron presentes, llamados y rogados, el doctor don Juan Álvarez, presbítero, don Diego de Echevarría y don Francisco Gómez González. A ruego del señor otorgante.

Ante mí, Francisco Borja de Torre, escribano público.

 

Creación del mayorazgo y vínculo de Balmaseda

En la ciudad de Santiago de Chile a quince de diciembre de mil setecientos y setenta y ocho años, ante mi el escribano y testigos compareció el capitán don Pedro Fernández de Balmaceda y dijo que por cuanto por decreto proveído por el señor maestre de campo don Francisco Javier Valdés, alcalde ordinario de dicha ciudad, en once del corriente mes y año, se declaró que el declarante podía proceder a extender el instrumento de fundación e imposición relativo al vínculo y mayorazgo que en su última disposición mandó erigir el señor don Juan de Balmaceda, su tío, oidor jubilado de esta Real Audiencia y presidente interino que fue de este reino, en atención a haber sido admitida la dejación y renuncia que hizo del cargo de albacea el señor don José Clemente de Traslaviña, oidor provisto por su Majestad para la real audiencia de Lima, cuyo tenor de la citada providencia, con el pedimiento que la motivó, y cláusulas respectivas del poder bajo cuyas disposiciones falleció el mencionado señor don Juan de Balmaceda, es como sigue:

Señor alcalde ordinario: el capitán don Pedro Fernández de Balmaceda, en los autos sobre los inventarios de los bienes que destinó el señor don Juan de Balmaceda, mi tío, para la erección del vínculo que mandó fundar e instituir en la forma deducida, digo que se hallan conclusas estas diligencias, con las solemnidades dispuestas pro derecho  y porque en cumplimiento de la última voluntad del instituyente, es indispensable la confección del instrumento público de fundación e institución que debe otorgarse con las firmezas necesarias para la perpetuidad de este vínculo a cuyo fin tengo redimidas las pensiones o gravámenes a que se hallan afectos os bienes, los cuales, se reducen a mil quinientos pesos a favor del patronato que goza el señor conde de Sierra Bella; dos mil quinientos cincuenta pesos favor del convento grande de Santa Clara; ocho mil pesos a favor de la capellanía que mandó fundar don Francisco Muñoz de Torres; doscientos setenta pesos a favor del convento grande de nuestra señora de mercedes; mil cuatrocientos pesos a favor de la capellanía que gozaba don Ignacio Peña; y trescientos noventa pesos a favor de doña Manuela Mogollón, que todos están cancelados según se convence por los testimonios y fes que demuestro, con el juramento y la solemnidad debida.

Por tanto y respecto de constar de la diligencia de forjas catorce haber hecho dejación del albaceazgo en mi persona el señor doctor don José Clemente de Traslaviña, oidor propuesto por su majestad para la audiencia de Lima, se ha de servir vuestra merced de admitir dicha dejación y renuncia , declarando que, en su consecuencia, y en atención de ser yo el primero llamado a la posesión y goce del vínculo, puedo proceder al otorgamiento de dicho instrumento de fundación e institución.

Y en estos términos a vuestra majestad pido y suplico que, habiendo por presentadas las escrituras de cancelación y demás documentos, se sirva declara en todo, según lo expuesto por ser de justicia, y para ello firmo.

Pedro Fernández de Balmaceda.

 

Santiago, a once de diciembre de mil setecientos setenta y ocho”.

 

Por tanto, en ejecución y cumplimiento de lo mandado y en conformidad con la expresa voluntad del fundador, otorga por el tenor de la presente carta que instituye, funda y erige el mencionado vínculo y mayorazgo en la forma y manera siguientes:

Primeramente, vincula y declara por afectos a este mayorazgo el sitio y casas de esta ciudad que quedaron por fin y muerte del predicho don Juan de Balmaceda, con todo lo edificado y plantado en ellos que lindan: por el sur con casas de doña Margarita Fuentes, calle real de por medio, y por el costado del oriente con las casas del gobernador e Valdivia, don Pedro Gregorio de Echenique, calle real de por medio; por el del norte por el colegio Seminario; y por el poniente con casas de doña Manuela de Ovalle, las cuales se hallan cuatro cuadras distantes de la plaza mayor de esta ciudad, para el poniente.

Item, agrega al mismo vínculo y mayorazgo el menaje y demás muebles y semovientes que se encontraros en las referidas casas, todo lo cual se halla prolijamente inventariado y tasado, con las solemnidades dispuestas por derecho según se comprueba por los inventarios y tasaciones que se halla a fojas del registro del presente escribano del corriente año de mil setecientos setenta y ocho.

Item, declara igualmente que afecta a este vínculo y mayorazgo la chacra que quedó por fallecimiento de nominado don Juan de Balmaceda, la cual s halla sita en el pago de Ñunoa. Por oriente con la chacra de los herederos de don Pablo Cabrera; por el norte con hijuelas de los Vallés, del padre maestro fray Juan de Covarrubias y de don Francisco Navaro Bolánoz; y por el poniente con la chacra que fue del reverendo padre maestro fray Fernando de Urreta y con la de los Galindos, con todo lo edificado y plantado en ella. Cuyas dos fincas tuvo el fundador por herencia de la señora doña Agustina Álvarez de Uceda, su legítima mujer, según testamento otorgado ante don Juan Bautista de Borda, escribano de cámara; su fecha treinta y uno diciembre de mil setecientos sesenta y un años, habiendo agregado el fundador dos suertes de tierras que compró a don Anastasio Vallés y Lisperguer, por escritura otorgada ante don Santiago de Santibáñez, escribano público, en fecha veintiuno de octubre de mil setecientos cincuenta y cuatro, y a don Pablo Cabrera y a doña María Josefa Villamil, su mujer, por escritura otorgada en quince de julio de mil setecientos cincuenta y dos años, te dicho Borda, mas el beneficio de una acequia y toma de agua sola, que se le concedió por merced que con precedente informe del procurador de la ciudad, cabildo y regimiento de esta ciudad le hizo el excelentísimo señor gobernador de este reino Domingo Ortiz de Rozas en diecisiete de julio de mil setecientos cincuenta y cuatro años.

Item declara por afectos al predicho vínculo y mayorazgo todos los aperos, muebles y semovientes que asimismo se hallaran en la expresada chacra, los cuales se individualizaron en los citados inventarios que se individualizaron de todos los predichos bienes.

Item se agregan al referido vínculo todas las dependencias activas y todos los derechos y acciones que quedaron por fallecimiento del fundador en ejecución y cumplimiento de lo ordenado en la última disposición, los cuales derechos y acciones se hallan individualizados en los mismos inventarios con más el importe de los frutos que se hallaron existentes de que se hace igual especificación en el inventario.

Item declara que así las casas de esta ciudad como la mencionada chacra son libres de censo, obligación empeño e hipoteca tácita ni expresa, que no l tienen por hallarse enteramente redimidas todas las pensiones que sobre ellas cargaban, cuyos respectivos comprobantes de cancelaciones y redenciones fueron judicialmente presentados ante el señor maestre de campo don Francisco Javier Valdés, alcalde ordinario de esta ciudad, quien en vista de ello declaró que ambas fincas habían obtenido redención plenísima liberación de todo gravamen como se convence por el escrito y preveido insertos en este instrumento.

Item que los dichos bienes sean perpetuamente vinculados  e inajenables, indivisibles que no se pueden ceder,  renunciar ni prescribir aunque sea por prescripción inmemorial ni se puedan vender ni enajenar, trocar ni cambiar, hipotecar, empeñar no acensuar, ni arrendar por largo tiempo, en todo ni en parte, aunque la enajenación sea por causa e dote, arras o alimentos, o para redimirse el poseedor a sí o a otros de cautiverios, ni por causa pública ni piadosa, ni por vía de contrato, ni ultima voluntad, aunque sea de mayor utilidad del mayorazgo, ni por causa voluntaria ni necesaria, de cualquier calidad que sea, pensada o no pensada, aunque sea tenido para ello facultad real de su Majestad, y que, por el mismo caso que cualquiera de los poseedores de este mayorazgo hiciere lo contrario, o tratase de hacerlo, o impetrare facultad de su Majestad para ello, o usare de ella, siéndole concedida por su Majestad aunque sea de su propio motu, lo que hiciere sea en sí ninguno, y la sucesión de dicho mayorazgo para el siguiente en grado como si el sucesor y poseedor hubiese muerto naturalmente.

Item, si alguno de los dichos sucesores, lo que Dios no quiera, cometiese delito de herejía o crimen de lea majestad, u otro cualquiera por donde pueda perder el dicho mayorazgo, que por el mismo hecho que lo cometiere, o tratase de cometer suceda el siguiente en grado, así en la posesión como en la propiedad y usufructo, de manera que por razón de los dichos delitos no pueda suceder ni suceda en los dichos bienes ni en parte de ellos la cámara y fisco de su Majestad, ni en usufructo ni en propiedad ni en otra manera alguna, porque según la mente y el espíritu del fundador los que hubieren de suceder en este mayorazgo han de ser católicos cristianos, obedientes a la santa iglesia romana y fieles y leales vasallos de su Majestad y los que no lo fuera o dejaran de serlo se declara por excluidos de la sucesión un día antes de haber perpetrado los enunciados crímenes.

Item por ser conforme a la conservación y perpetuidad de este vínculo a que propendió el fundador, se declara que, si alguno de los sucesores en él naciere loco o mentecato o mudo y sordo juntamente, o le sobrevinieran las dichas enfermedades o cualesquiera de ellas después de nacido, entes que suceda en este mayorazgo que en tal cado el que tuviere los dichos defectos no suceda ni pueda suceder en él, y pase la sucesión al siguiente grado, siendo dichas enfermedades perpetuas. Pero si, después de haber sucedido en el dicho mayorazgo, les sobreviniesen algunas de las dichas enfermedades, mando que por ellas no sea excluido ni privado de la sucesión de él, contribuyéndosele al que naciere con aquellos defectos o los tuviere antes de haber sucedido, los alimentos necesarios por los siguientes en cargo.

Item con el mismo fin y objeto se declaran que no puedan suceder en este mayorazgo los religiosos ni religiosas de cualquier religión que sean; pero sí podrán ser sucesores en él los canónigos y demás clérigos seculares aunque sean sacerdotes, y también, los caballeros de cualquier orden que sean, aunque sean profesos.

Item que pasando este mayorazgo de un sucesor a otro, aunque sea del primero en el segundo llamado por el fundador o en los demás  ninguno de los dichos llamados o sucesores de ellos puedan sacar cuarta falsidia ni trebeliánica ni otra cosa alguna por razón de la restitución.

Item, es condición que todos los llamados en este mayorazgo cada uno en su tiempo, ha de ser obligado a los seis meses de haber sucedido en él, hallándose en este reino, a hacer inventario solemne jurado y jurídico ante escribano de todos los bienes de él y de las escrituras e instrumentos de la pertenencia y legitimación de ellos, el cual se ha de escribir en protocolo de escrituras, poniendo por principio traslado auténtico de esta fundación, para que en todo tiempo conste de ella y de los bienes de este mayorazgo, y se eviten pérdidas y extravíos de papeles e instrumentos.

Item, lo acrecentado en los bienes de este vínculo en cualesquiera manera siga en todo la  naturaleza del mismo mayorazgo principal y que, si alguna cosa se deteriorase o disminuyere por culpa del sucesor, sean obligados a pagarlo sus herederos, aunque la deterioración haya sucedido por culpa leve del poseedor y no haya habido en ello dolo ni lata culpa y en el evento de que la mala conducta del actual poseedor ocasionara la deterioración  y lapidación de los bienes de este mayorazgo, en este caso, justificada que sea la mala administración, pasará la sucesión al siguiente grado.

Item, que si el poseedor del mayorazgo hiciese mejoramientos en plantas y edificios, u otro alguno, sobre los bienes signados a este vínculo como acequias, cercas, molinos, para efecto de aumentar los frutos y rentas que, por el mismo hecho queden los dichos aumentos y mejoras agregados y pertenecientes al dicho mayorazgo y comprendidos en sus disposiciones y condiciones.

Item que luego como sucediere en este mayorazgo cualesquiera de los llamados a la sucesión que antes que tome y aprehenda la posesión, sea obligado a hacer pleito homenaje según fuero de España, en manos de una persona que sea caballero hijosdalgo, de cumplir y guardar todas las cláusulas y condiciones en él contenidas. Y, no lo cumpliendo, demás de las penas en que incurriere, y de ser excluido de la sucesión incurra en las que caen los caballeros hijosdalgo que no guardan sus pleitos homenajes.

Item que todos los sucesores en ente mayorazgo así  varones como hembras, han de ser obligados a casar con personas nobles y cristianos viejos de limpia y casta generación, y no descendientes de negros, mulatos ni esclavos, ni que estén infamados con ningún genera de infamia ni descendientes de moros, indios y recién convertidos a nuestra santa fe católica, ni castigados por el santo oficio ni otro tribunal ni que hayan seguido alguna secta u opinión condenada por la santa iglesia católica romana; y cualquiera que se casase con cualquier persona que no fuera ce estas calidades no pueda suceder en este mayorazgo ni sus descendientes, aunque alegue ignorancia ni menor de de edad o que estaban casados antes de llegar el caso de suceder en él.  Y, aun estando en la posesión, cometiendo algún delito por el cual no puedan ejercer actos de nobleza o limpieza se declaren excluidos y a sus descendientes como si no fueran llamados ni hubiesen sucedido en él.

Item, por ser conforme a la conservación, lustre y alivio y utilidad de los sucesores de este vínculo, a que propendió el fundador, se declara que todos los sucesores de este mayorazgo, cada uno en su tiempo, han de ser obligados a mantener corrientes los oratorios de casa y chacra, con el privilegio de ver altares privilegiados y con las licencias correspondientes para poder celebrar en ellos el santo sacrificio de la misa. Y todas las que en dichos oratorios se dijeren han de ser aplicadas precisamente como desde ahora yo las aplico, por el alma del fundador y ánimas de los que hubiesen poseído este vínculo y de las del purgatorio que fueran del mayor agrado de Dios y de nuestra mayor obligación a que precisamente me obligo yo y preciso a todos mis sucesores a que lo cumplan inviolablemente, sobre suyo particular les encargo la conciencia.

Item es condición que todas las condiciones y declaraciones de esta fundación de han de cumplir y ejecutar inviolablemente como suenan en su sentido literal, en podérseles dar otra interpretación ni declaración y sin que se pueda decir ni alegar que las dichas condiciones y declaraciones fueran rigurosas y penales y puestas más por conminación que con ánimo y voluntad deliberada de que se cumpliesen, porque según el espíritu y mente del fundador deben guardarse, cumplirse y ejecutarse según y como en ellas se contiene. Y bajo de estos vínculos y firmezas en conformidad de la expresa voluntad del mismo fundador, me declaro yo, el otorgante, por primer llamado al goce y posesión de dicho vínculo y por mi fallecimiento a mis hijos y descendientes, si los tuviese, prefiriendo el mayor al menor y el varón a la hembra conforme a las leyes de la sucesión de los mayorazgos en Castilla.  Y acabada y extinguida que sea esta línea se declara deber entrar a su goce y posesión a don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda y por su fallecimientos sus hijos y descendientes guardando el mismo orden de las leyes de la sucesión. Y acabada y extinguida que sea en todo esta línea y descendencia, se declara deber entrar al mismo goce y posesión los parientes del fundador, por el mismo orden prefiriendo los más próximos a los más remotos. Todos los cuales, y cada uno de ellos  deberán literalmente cumplir y observar lo dispuesto en esta fundación que ha de ser perpetuamente inviolable en todas y cada una de las condiciones antedichas, para todo lo cual dio el otorgante poder cumplido a las justicias de su Majestad para que les compelan y apremien por todo rigor de derecho como por sentencia definitiva pasada en autoridad de cosa juzgada.

Y así lo otorgo y lo firmo, siendo presentes por testigos el maestre de campo don Nicolás de la Cerda, el licenciado don Francisco de Cisternas, abogad de esta real audiencia, y Agustín Díaz.

Pedro Fernández de Balmaceda

Ante mi, Francisco Borja de la Torre, escribano público y real.

 


 

 

Descripción Histórico Geografía del Reino de Chile por don Vicente Carvallo Goyeneche.

 

Gobierno interino del Licenciado Don Juan de Balmaceda.

 

Declaran los indios la guerra i atacan los establecimientos de La Frontera.

«En el mismo dia que falleció el mariscal de campo don Antonio Guill, tomo el gobierno de Chile el licenciado don Juan de Balmaceda, natural de los reinos de España, oidor decano de aquella Audiencia, por ministerio de las leyes 11 i 14, titulo 14, libro 2.° de la recopilacion de Indias que lo previenen, i lo trasladó a noticia del virei del Perú para que usase de sus facultades sobre este punto, i aquel jefe sin innovar cosa alguna le remitió un pliego cerrado, i sellado con orden de abrirle al tercero día de la llegada a la capital de dicho reino del mariscal de campo don Francisco Javier de Morales, que se hallaba en Buenos Aires con destino a la ciudad de Lima en la clase de inspector jeneral de las tropas del Perú, i gobernador de la plaza del Callao.

Luego que tomo posesion del gobierno, comenzó a tratar de los asuntos críticos de la frontera; pero declarado a favor del reverendo de la Concepcion con tanto mas empeño, cuanto tuvo su antecesor en sostener al maestre de campo, i con esta conducta dió márjen para que tomase mas cuerpo la oposicion que tenian estos señores. El reverendo obispo hablaba de la estabilidad de la paz con los indios, i el maestre de campo de su poca solidez, pronosticando un rompimiento jeneral que no tardó mucho sin verificarse porque mal contentos los pehuenches se notaba en ellos demasiada inquietud; i tanto éstos como los subandinos i de llanos hacían frecuentes irrupciones en las estancias de la plaza del Nacimiento.

Se aclaró mas esta sospecha con haber quitado los pehuenches en sus tierras de los Andes mas de quinientas mulas de carga con sus correspondientes avíos a los españoles, (enero de 1769) que con su anuencia traficaban en las salinas acompañados de ellos mismos que hacían unidos la espedicion. Aunque se procuro graduar de indiferente el hecho, él a la verdad fué prueba bastante decisiva de infidelidad. Reconvenidos de algunos amigos suyos españoles, chilenos, se disculpo el cacique; Lebian asegure ndoles haberlo ejecutado por consejo del capitan don i Jacinto Arriagada, comandante de la plaza de Tucapel. Esta fué patraña mui propia de unos hombres a quienes siempre fué desconocido el pais de la verdad; mas no dejó de hacer impresion en los ánimos entregados a la sospecha, i poseídos del espíritu de parcialidad. Se esparció la voz de que el maestre de campo exasperaba a los indios por medio de sus corresponsales en la frontera, i los inducían a un rompimiento de guerra para deslucir al reverendo obispo. Se fundaba este malicioso pensamiento, en que los tenientes don Laureano Bueno i don Juan Cotera, comandantes de las plazas de Santa Bárbara, i de los Anjeles eran íntimos amigos del maestre de campo, i sus favorecidos, i el de Tucapel su pariente mui cercano, i atribuia a maniobra i tramoya de este jefe lo que fué maldad de otros, i efecto de los limitados talentos de aquellos oficiales, i demasiada incousideracion i mucha imprudencia, en el gobierno que debian tener con los indios: pero no quedaron sin resultas, i fueron separados del mando de aquellas plazas. I todavía tuvo peores consecuencias este negocio porque de estas cavilosas imajinaciones creidas del reverendo obispo sé siguió el informe que su ilustrísima dirijió al virei del Perú quejándose de que el maestre de campo le frustraba la pacificacion de los indios. No me detengo a vindicar a este jefe porque la calumnia es de tal naturaleza que por sí misma queda desvanecida, i solo en la notoria bondad de aquel reverendo obispo pudieron insinuarse los maldicientes de un modo tan maligno sin ser descubierta su iniquidad. Yo fui testigo ocular de todos estos ocursos i sus incidencias, i nada mas hubo que la grosera imprudencia de los espresados oficiales que inconsideradamente se dejaron conducir por ciertos espíritus revoltosos a tan enorme iniquidad de que me consta haber estado inscio el maestre de campo; ya todos dieron cuenta a Dios de su flajiciosa conducta.

En esta poco favorable situacion se hallaban estos usuntos, cuando en los pehuenches se advirtieron movimientos de guerra nada equívocos, que dieron mérito para aumentar precauciones en las plazas i fuertes de la línea divisoria, i sus comandantes pasaron repetidos avisos al maestre de campo. Este jefe, sin perder momento, marcho para la frontera (29 de noviembre de 1769), i ya no le fue posible cortar la rebelion, porque antes de su arribo a la plaza de los Anjeles declararon la guerra con una irrupcion sobre el teniente español. Salieron a la isla de la Laja dos escuadrones de sus tropas. El uno de ochocientos hombres por la abra denominada Antuco, que forma en los Andes el rio Laja, al cargo del toqui Pilmigerenunantu, que por muerte de Peguey-pil mandaba la jente de guerra que tenia este capitan, i campo en la montaña de las Canteras, desde donde devasto una gran parte de la isla. El otro de quinientos combatientes, por la que hace el rio Duqueco, i se denomina Villacura, a las ordenes del toqui Lebian, a quien se habia agregado la tropa del capitan Coliguir, i saqueo todas las avenidas de aquel rio por ambas riberas.

Llegó el maestre de campo a la plaza de los Anjeles (1.° de diciembre de 1769). Allí tuvo puntuales noticias de la situacion i fuerza de los enemigos, ¡hallándose con ochenta soldados veteranos, i un mil de milicias de caballería, no se resolvió a hacerles formal oposicion, justa ¡prudentemente receloso de que no le fuese aprobada del gobierno su resolucion. Por otra parte, consideraba las malas consecuencias que debian seguirse si se les dejaba quietos en posesion de un punto ventajoso para hacer una segura retirada por cualquiera de los dos boquetes espresados. Puesto en tan peligrosos estrenos, por no dar marjen al gobierno contra su conducta, i no dejar de incomodar a los enemigos, tomo el arbitrio de enviar contra Pilmi una partida de doce dragones, doscientos hombres de arma blanca de milicias de caballería, i ciento veinte indios bien armados i montados de la fiel parcialidad de Santa Fe, que tienen bien merecida fama de animosos, a las ordenes del sarjento de dragones Bueno Gaete, soldado de esperimentado valor, para que, con pretesto de poner una avanzada o de reforzar la que no habiá, les diese una sorpresa, i a esta partida se agregaron, conducidos de su fatal destino, algunos españoles mercaderes, chilenos i europeos, con armas de fuego. Dista la plaza de los Anjeles cinco leguas del paraje donde se hallaban los enemigos; pero guiados de don Miguel Ayarce i de don Miguel Monteros, dependientes de don Ramon Zañartu, dueño entonces de aquella estancia, hicieron por rodeo, i estravíos, sin necesidad, una inconsiderada marcha de toda la noche. A las siete de la maliana del siguiente día llego la partida al campamento de los pehuenches, que estaban desmontados, dispersos, i descuidados, por la satisfaccion de que en tres dias no se les había hecho oposicion. Pero fatigados los caballos españoles, i la partída sin oficial que dirijiese sus operaciones, no supieron aprovechar la, ocasión. Todo fué desgreñado. Unos quitaban caballos de los enemigos, ¡marchaban con la presa; otros huían amedrentados; i los más esforzados no acertaban, como bisoños, a, tomar partido. Can este método dieron tiempo a los enemigos para que montasen a caballo, i reunidos cargaron contra los españoles, que ya se habian atrincherado en el vallado de una sementera (3 de diciembre de 1760. Allí hicieron toda la defensa posible, i perecieron todos los animosos, siendo víctimas de la temeridad, i de la inconsideracion, mas bien que de un prudente valor.

Los enemigos lograron una completa victoria: mataron treinta españoles chilenos i cuarenta i siete indios de la parcialidad de Santa Fe; tomaron cuatro esmeriles, los fusiles de los dragones que perecieron, las espadas, i escopetas de los mercaderes, que todos murieron, muchas lanzas i veinte cabezas de ganado vacuno i caballar, sin otra pérdida que la de once hombres (115). Se mantuvieron en el mismo puesto sin que se les incomodara, i ya la inaccion, que antes tuvo justo motivo, pasó a ser delincuente, i vergonzosa. Con esta irresolucion se amedrentaron los indios ausiliares, i la tropa de milicias, porqué atribuyeron a esfuerzo i valor de los pehuenches lo que fué falta de direccion en los españoles.

«El toqui Lebian no quiso ser menos, i atacó la plaza de Santa Bárbara (5. de diciembre de 1769), con tal ímpetu, que páreció intentaba entrarla por asalto. Incendio la villa, i no obstante las buenas disposiciones de su comandante el capitan don Patricio Nolasco Güemes Calderon i el continuo fuego de la artillería, i fusilería, se llevo considerable porcion de ganado, aunque con pérdida de mucha jeme, cuyo número no fue posible saber porque a todo costo ocultan los muertos para no dar ánimo a su enemigo.

Miéntras que los pehuenches devastaban los términos de las Canteras i Duqueco, se iban acantonando las tropas españolas en la plaza de Yumbel, bájo las ordenes del teniente coronel don Antonio Narciso de Santa María. Luego que se vio este oficial con sesenta i siete soldados veteranos a las ordenes de un capitan i dos subalternos, i con ochocientos milicianos, pensando con espíritu militar i persuadido de que la permanencia de los pehuenclies en el territorio español era efecto de demasiado orgullo por la victor la referida, i reflexionando también que el maestre de campo ya tenia un mediano cuerpo de tropa compuesto dé trece oficiales, setenta i ocho soldados veteranos, «i mas de dos mil de milicias con sus respectivos jefes, i oficiales, le escribió haciéndole presente no era regular permitiese que los enemigos se mantuviesen tantos dias dentro ‘de la frontera, » con desprecio de las armas del virei, i mucho menos que se les dejase retirar sin castigar su osadía; i paso a proponerle que el pasaria el rio Laja por la plaza de Tucapel, enviaria una » partida que cubriese el boquete de Antuco, i atacaria al famoso Pilmi por la espalda, i que el maestre de campo hiciese ocupar el de Villacura, i lo atacase por el frente. En verdad que tomadas aquellas dos avenidas de los Andes, i cojidos entre dos fuegos, no podian los pehuenches evitar su derrota, i en aquel mismo momento se hubiera terminado, con honor de las » armas españolas i terror de los indios, aquella guerra, que despues dio mucho que hacer, i causo el desembolso de mas de dos millones de pesos, i quedaron los indios insolentados hasta hoi con desprecio de la nacion conquistadora, porque los jefes posteriores a esta guerra la han hecho su tributaria con el pre» testo de mantenerlos en paz, como lo iré demostrando, poseido, i conducido de verdadero i desinteresado amor al soberano i a su real corona.

El pensamiento del teniente coronel Santa María no fue adoptado por el maestre de campo, i se le contesto «que los enemigos con quienes se pretendia pelear eran mui feroces, i esforzados i que la accion era mui dudosa, i perdida se aventuraba todo el reino, i concluyo mandándole marchar a la plaza de los Anjeles por el camino real. Se obedeció la orden, i llegamos la noche del 8 de diciembre (1769).

Con la llegada de este escuadron, tuvo el maestre de campo a sus ordenes diezisiete oficiales, ciento cuarenta i cinco soldados veteranos, i mas de tres mil de milicias de caballería. Con este motivo, los oficiales veteranos insistiainos proponiendo la salida contra Pilmi, que aun se mantenía en la estancia de las Canteras (9 de diciembre de 1769); pero no quiso dar márjen al gobierno que siempre se le había manifestado impropicio, i se negó a la propuesta espedicion. Esta renuencia dio mérito para que sus émulos, que allí mismo tenia algunos verdaderos, I otros imajinados murmuraron públicamente de su conducta, i calificaron de cobardía la inaccion. Si tuvieron razon para ello, prescindo i no decido, pero afirmo que no hicieron bien, i porque nunca se debe poner en duda el valor del que manda, pues es modelo de todos, i su ejemplo infunde ánimo a la tropa o le quita.»

Juan Francisco Ruiz-Clavijo

Juan Francisco Ruiz Clavijo Balmaceda. (1732-1792)

Nació en Galilea el 18 de abril de 1732.  Se trasladó a Chile a la llamada de su tío, el oidor Juan de Balmaceda Cenzano, conjuntamente con su primo carnal Pedro Fernández Balmaceda.  1eraciones don Francisco Valdivieso Ordóñez, casado con la  cuarta hermana del presbítero, a la cual tocaba en sucesión el mayorazgo, se presentó a la justicia en el mes de agosto de 1824 solicitando se le diera el derecho sobre el vínculo, a su mujer Josefa Ruiz de Balmaceda.

Por sentencia de 7 enero de 1825 de don José Gabriel Palma, mandó poner en posesión interina del mayorazgo al señor Valdivieso Ordóñez con la obligación de dar los alimentos cóngruos a su cuñado el sacerdote. Posiblemente aconsejado por algunos amigos, el presbítero tomó la determinación de hacer donación, por escritura pública de 1º de febrero al hospital de mujeres de San Francisco de Borja de todos los beneficios del mayorazgo del oidor por un término de nueve años. Este mismo juicio volvió a repetirse ocho años después por haber otorgado el sacerdote Ruiz de Balmaceda una segunda escritura de 13 de julio de 1833 por la cual donó al mismo hospital de San Francisco de Borja, ahora sólo la mitad de los productos del mayorazgo. La Corte, por sentencia de 11 de octubre de 1837 declaró nula está donación y confirmó las sentencias ya dictadas sobre este asunto. Don Juan Francisco Ruiz de Balmaceda Ovalle murió en Santiago el 2 de noviembre de 1842.

Su cuñado Francisco Valdivieso Ordóñez, quien en razón de su matrimonio se hace finalmente con el mayorazgo establecido por nuestro paisano Juan  Balmaceda, era un rico agricultor que había nacido el 4 de octubre de 1764. De su matrimonio con Josefa Ruiz de Balmaceda Ovalle, que murió en 1850 con 78 años, tuvo seis hijos. Al primer hijo de su primogénito, llamado Miguel Estanislao Valdivieso, le tocó esvincular las propiedades del mayorazgo de acuerdo con la ley de 1852, dando fin así a la existencia del vínculo.

Juan Francisco Ruiz Clavijo murió el 31 de octubre de 1792.

Pedro Fernández Balmaceda

Pedro Fernández Balmaseda. (1734-1808)

En su obra «La sociedad chilena del siglo XVIII.  Mayorazgos y Títulos de Castilla», publicada en el año 1903, D.Domingo Amunátegui Solar dice, en su página 252, que Pedro Fernández Balmaceda «había nacido en Galilea» según refleja su propio testamento abierto ante el escribano Manuel Solis con fecha  12 de julio de 1808. D. Sergio Fernández Larraín en su obra «Ruta Hispnoamerica…» complementa este dato diciendo, sin embargo, que el bautizo fue efectuado en Pipaona de Ocón.

Nacido en 1734, fue hijo de Ángela Balmaceda Cenzano, hermana del oidor Juan de Balmaceda, y de Juan M. Fernández Beltrán. Emigró a Chile con su primo Juan Francisco Ruiz  Balmaseda alrededor del año 1751.

Don Pedro Fernández de Balmaceda llegó a Chile cuando aún vivía la señora Álvarez de Uceda, mujer de su tío.  En la reorganización que hizo de las milicias el Presidenta Amat y Junjet, nombró a don Pedro capitán de la compañía de caballería “La invencible de nuestro Señor” con fecha 10 de diciembre de 1759.

En el gobierno interino de D. Juan de Balmaceda,  don Pedro se vio elevado a uno de los más altos cargos del ejército: comisario general de caballería.  Con este empleo acompañó a su tío a la frontera según lo certifica el veedor general don Joaquín del Río. Algunos años más tarde el Presidente Jáuregui le dio el titulo de capitán de la quinta compañía del Regimiento de La Princesa, del cual fue comandante en 1791. A pesar de estos nombramientos que en su mayor parte eran honoríficos don Pedro Fernández de Balmaceda no siguió la carrera militar y se consagró exclusivamente a la agricultura y al comercio.

El 30 de abril de 1779, en reunión de 29 comerciantes presididos por el oidor don Luis de Santa Cruz y Centeno, don Pedro fue nombrado juez de comercio, cargo que empezó a desempeñar con fecha 6 de mayo.

Después de la muerte de su tío el oidor, don Pedro se consideró bastante rico  con la fortuna heredada para poder adquirir una valiosa propiedad  y esta no fue otra que la hacienda de Bucalemu que había pertenecido a los jesuitas. Con fecha 13 de octubre de 1778 don Bartolomé de Ureta remató la mencionada finca en 120.125 pesos con declaración de que los ganados y muebles estimados en 60.150 pesos y cuatro reales eran para él y las tierras y edificios con un valor de 59.974 pesos y cuatro reales para don Pedro Fernández Balmaceda.

En marzo de 1791, don Pedro que había concluído de pagar estas tierras y edificios, solicitó que se le diera título en forma de propiedad. La escritura correspondiente fue extendida en 4 días del mes de abril ante el escribano Francisco de Borja de la Torre y firmada por el fiscal de la Real Audiencia don Joaquín Pérez de Uriondo y por el mismo Fernández Balmaceda. Solicitó permiso para poder trasladarse a España por cuanto era capitán del regimiento de la Princesa y por Real Orden de 15 de junio de 1791 se le concedió licencia por un año. Debía volver a su país, antes de morir ,entre otras razones para visitar a su familia, pero no pensó nunca, según parece, quedarse en España.

En 1799 es nombrado Alcalde de Santiago de Chile y Juez de Comercio. En junio de 1807,  hizo donación «inter vivos» de los créditos que tenía a su favor contra los cinco gremios de Madrid, al Obispado de Logroño, con la obligación de crear ocho becas en su Seminario Conciliar en beneficio de sus parientes más próximos. (El texto íntegro está incluido en esta página web.)

Don Pedro Fernández Balmaceda falleció en Santiago el 12 de agosto de 1808 y su cadáver fue sepultado en la iglesia de San Agustín.  Su testamento era muy breve pero al mismo tiempo dejó instrucciones reservadas para que se cumplieran después de sus días. En el testamento nombró albaceas fideicomisarios a su pariente Rafael Beltrán Íñiguez, a don Ignacio de Landa y a su propio sobrino José María Fernández y les ordenó que se distribuyera el dinero que tenía a rédito en los gremios e Madrid entre sus parientes que vivían en España, hasta cuarto grado inclusive después de reducir una cuarta parte de aquella  suma la cual debía destinarse a los jóvenes de la familia que siguieran la carrera de las letras.

Entre las instrucciones testamentarios, encargaba don Pedro a sus albaceas la fundación de un verdadero vínculo en la hacienda de Bucalemu, que no podría jamás enajenarse, ni acensuarse (imponer censo) ni hipotecase. Don Pedro destinaba aquella propiedad para que hicieran fortuna sus parientes, hasta el cuarto grado inclusive, con excepción de la línea de su primo hermano Juan Fco Ruiz de Balmaceda por hallarse ya beneficiada esa rama de la familia con el mayorazgo del oidor Juan de Balmaceda.

Cada uno de los individuos llamados al goce de este vínculo debía de poseerlo por espacio de cinco años, durante los cuales sería dueño de todos los productos de la hacienda, deducido el diezmo eclesiástico y otro especial que se invertía en misas por el alma del fundador.

Terminadas las líneas de parientes, inclusive el cuarto grado, el testador mandaba que la hacienda de Bucalemu fuera devuelta a los padres jesuitas, siempre que estos residieran de nuevo en Chile y tuvieran facultad para adquirir bienes raíces y que, de lo contrario, se entregara a los obispos de Santiago, quienes debía de distribuir anualmente el canon que su arriendo produjera entre las doncellas y viudas pobres. Estas cláusulas, al parecer tan sencillas, han dado origen a innumerables pleitos y cuestiones y no siempre ha sido respetada en la práctica la voluntad de don Pedro Fernández.

El primer usufructuario de dicho vínculo fue don Rafael Beltrán Íñiguez que cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento de su tío y gozó del usufructo el tiempo establecido por el hacendado. No ocurrió así con su sucesor José María Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), pretendió dilatar el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, motivo por el cual Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, lo que provocó que se establecieran pleitos entre las diferentes ramas de sus descendientes que duraron más de cien años. En el año 1846 pasa a manos de los descendientes de la familia Fernández Arnedo.

Fundación de Becas

FUNDACIÓN DE OCHO BECAS POR EL CAPITÁN PEDRO FERNÁNDEZ DE BALMASEDA

En la ciudad de Calahorra a 27 de julio de 1833, el venerable Dean y Cabildo de la Santa iglesia Catedral de la misma y en su nombre y representación como sus especiales comisionados para el efecto, los señores D. Romualdo Mendoza y Viguera dignidad de Chantre y canónigo; Don Alfonso López Navajas, Arcediano titular; Don Manuel Anselmo Nafría, canónigo lectoral y el licenciado Don Valeriano Calvo, doctoral de la propia Santa Iglesia, por ante mí el infrascripto secretario de S.M. (Dios le guarde) del número perpetuo de la misma  y testigos que abajo se expresarán dijeron:

Que Don Pedro Fernández de Balmaseda,  capitán comandante de milicias que fue en la ciudad de Santiago de Chile, (donde falleció el 12 de julio de 1808) por escritura de donación llamada intervivos que otorgó en aquella ciudad a treinta de julio de 1807, por testimonio de Agustín Días, escribano  público y real, dispuso entre otras cosas:

Que del principal que tenía impuesto en los gremios de Madrid y de los intereses causados y que se causaren se hubiese de dotar ocho becas a favor de los parientes legítimos más cercanos del otorgante que quisieran seguir la carrera de las letras en el Seminario Conciliar de este obispado, dejando y nombrando pro patrono especial protector y supremo ejecutor de esta pía Fundación al Ilmo. Sr. Obispo de esta Diócesis que lo fuere, y en su defecto al venerable Dean, y Cabildo, confiriéndoles las más altas facultades según resulta del testimonio legalizado y fehaciente de dicha escritura que los referidos señores comisionados han exhibido y se han devuelto después de insertado como se inserta a la letra y dice así:

 

TESTIMONIO

En la ciudad de Santiago de Chile a treinta días del mes de julio de mil ochocientos siete, ante mí el escribano y testigos, Don Pedro Fernández de Balmaseda, capitán comandante de milicias a quien doy fe, conozco, estando en casa de su morada, otorga por el tenor de la presente que hace gracia y donación de su libre voluntad, pura, perpetua , acabada, irrevocable dada luego de mano en mano, la misma que en derecho se llama intervivos, a favor de su parentela residente en el Obispado de Calahorra, y de su sucesión y descendencia legítima; a saber de todo el principal que tiene puesto en los gremios de Madrid al tres por ciento con todos los intereses causados y que se causen hasta su respectiva paga en la forma y manera siguiente:

Que de lo primero que se recaudase de principal e intereses se ha de dotar perpetuamente de ocho becas a favor de los parientes legítimos más cercanos del otorgante que quieran seguir la carrera de letras en el Seminario nuevamente erigido por Su Ilustrísima con la de que sean comprendidos en la gracia que Su Majestad ha dispensado de incorporación a la Real Universidad de Valladolid y universidades del reino. Y que en caso necesario saliente para el efecto de S.M. para la de dicha gracia a favor de la familia del otorgante, sacándose los gastos de dicha masa.

Item que el residuo sobrante de dicho principal e intereses, se distribuyan por iguales partes entre todsa parentela hasta el cuarto grado inclusive.

Item que para que tenga efecto todo lo dispuesto nombramos patrón especial, protector y supremo ejecutor al Ilmo. Sr. Obispo de aquella diócesis que lo fuere y de sus sucesores en el obispado y pos su defecto al benerable Dean y Cabildo confiriéndoles como les confiero el más alto poder y facultades para que por medio de las personas que eligieren y sean de su entera satisfacción recauden y cobren toda la masa del principal e intereses antedichos a los referidos gremios y deudores en virtud de copia legalizada de esta cesión y de la carta instructiva que ha de acompañarle.

Y bajo estas prevenciones y órdenes hace esta cesión y donación en la más cumplida forma que para su validación se estime necesario y para cuyo efecto, desde hoy en adelante para siempre se aparte de la acción y derecho que tiene y le pertenece al referido caudal traspasándolo todo en la forma declarada y a favor de su parentela, para que l o gocen en los términos expuestos.

Y declara que le quedan bienes suficientes para su subsistencia; y que esta donación no es inmensa pues no necesita de aquel caudal para su decente manutención; y por lo que excediere de lo que la ley permite donar da facultad en caso necesario para que sin citación ni intervención suya ni de otro requisito alguno se haga insinuar ante juez competente para su mayor validación.

Asimismo promete no revocarla si no es que intervenga causa legal queriendo que de lo contrario no se le admita en juicio, ni fuera de él, como que es su voluntad hacer esta gracia a su parentela.

Y a su firmeza y cumplimiento se obligó con sus bienes habidos y por haber con poderío y sumisión a las justicias y tribunales y consejos de S.M. de cualesquiera parte que sean para que a ello le competan por vigor debido y como sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada sobre que renuncia todas las leyes, fueros y derechos de su favor a los que por razón de este instrumento y para su mayor validación debe renunciar.  En cuyo testimonio, estando en su acuerdo natural según manifiesta.

Así lo otorgó y firmó siendo presentes por testigos el Licenciado Don Francisco Tristernas y el maestre de cargo Don Juan Enrique Rosales y Don Pedro Díaz.  Pedro Fernández de Balmaseda. Ante mí, Agustín Días, escribano público y real.  Pasó ante mi y en fe de ello signo y firmo en testimonio de verdad.

Que a consecuencia y en ejecución de esta disposición, deseando llevarla a efecto en el mejor modo y forma, los Ilmos, Señores Son Atanasio Puyal y Póbeda y Don Ignacio Ribes y Mayor dignísimos obispos que fueron de este propio obispado practicaron muchas y exquisitas diligencias y vencieron graves dificultades y obstáculos que ocurrieron por razón de la Guerra de la Independencia, des sistema constitucional otras causas, especialmente el Sr. Puyal para liquidar las cuentas y recaudar los fondos destinados por Balmaseda para tan útil objeto, en imponerlos con seguridad de manera que produjeran un rédito anual bastante a la perpetua manutención y subsistencia de dichas becas; y habiendo fallecido sin acabar de realizar la fundación continuó trabajando en ella el Sr. Ribes aunque sin  poder concluirla cuando fue trasladado al Arzobispado de Burgos.  En cuyo estado se entregaron al Ilmo. Cabildo de esta Santa Iglesia las escrituras pagarés y documentos pertenecientes a la referida fundación para que en uso de las facultades que en sede vacante se le conceden por el donante Don Pedro Fernández de Balmaseda, entendiese en este negocio y procurase llevarlo al cabo y conclusión.

En su virtud y animado el cabildo de los más nobles y vivos deseos de ver realizado tan laudable pensamiento y puesta en planta una fundación tan laudable e interesante dio comisión para el intento con plenas facultades a los señores que arriba quedan mencionados según lo acredita la certificación del secretario capitular que han presentado cuyo tenor es el que sigue:

 

CERTIFICACIÓN

Yo, el infrasquito presbítero, secretario capitular del venerable Dean y Cabildo Catedral de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad de Calahorra, certifica que en el ordinario del siete de julio del último año de mil ochocientos treinta y dos el señor don Juan Corvinas, canónigo de esta Santa Iglesia Catedral y secretario de cámara y gobierno de S.I.J. el Ilustrísimo Señor don Ignacio Ribes y Mayor, obispo de esta Diócesis su presente que a cargo de S.I.J. estaba la causa pía fundada por D. Pedro Fernández de Balmaseda y que por traslación de dicho Ilmo. Al Arzobispado de Burgos debía pasar a cargo del cabildo y obrar en su poder los papeles y que así lo ha encargado el Sr. Obispo lo hiciera presente al cabildo para que dispusiera lo más conveniente. Y oído se acordó autorizar a los señores Don Romualdo Mendoza Viguera, Chantre y canónigo de esta Santa Iglesia y al Dr. Don Alfonso López, arcediano titular de la misma para que se encargase de los papeles e informase al cabildo del estado de dicha fundación.

Así bien certifico que en el ordinario de primero de diciembre de dicho año de 1832 dichos señores, comisionados por el cabildo, informaron muy exactamente, con vista de todos los papeles y diligencias practicadas sobre dicha causa pía del Sr. Balmaseda. Y oído este informe se acordó por el venerable Deán  y Cabildo que se haga la fundación continuando a este fin los mismos señores comisionados en el ordinario de 7 de julio último en unión de los señores Don Manuel Anselmo Sofría canónigo lectoral de esta Santa Iglesia y el licenciado don Valeriano Calvo canónigo doctoral de la misma.

Y últimamente certifico que en el ordinario de 16 de marzo del corriente año de 1833 habiendo hecho presente los mismos señores de la comisión en la causa pía el estado en que se hallaba, se acordó autorizar plenamente a los señores Don Romualdo Mendoza y Viguera, chantre y canónigo, Don Alfonso López, arcediano titular , Don Manuel Anselmo Sofría, canónigo lectoral  y el licenciado Valeriano Calvo, canónigo doctoral  para continuar este asunto y cuanto en él ocurra hasta su conclusión, disponiendo y librando las cantidades necesarias con la formalidad y seguridad que les dicte su prudencia y para hacer constar estar autorizados se les proveerá por el secretario del certificado o testimonio que así lo acredite.

Y en su cumplimiento y con remisión a las actas citadas que quedan en la secretaría de mi actual cargo doy la presente que firmo en esta ciudad de Calahorra a 3 de julio de 1833. Firmado Don Antonio Cabello, secretario.

 

Y con el fin de llevar a efecto su cometido, dichos señores, después de otras diligencias que han practicado, una de ellas y de las más esenciales ha sido liquidar con la Real Hacienda y hacerle pago de los derechos que les corresponde como adquisición de sumas muertas, pudiendo lograr que fuese el del quince por ciento en efectos consolidados con arreglo a la Real Orden de 15 de junio de 1830 en que se declara lo que debe pagarse por tales adquisiciones y en qué términos.  Sobre lo que se instruyó el oportuno expediente en esta provincia de Soria y de su virtual se pagaron sesenta y dos mil reales en tres títulos al portador del cuatro por ciento que fue lo que se corresponde al capital  empleado en comprar y proporcionar las  imposiciones destinadas a la subsistencia de la mencionada fundación como aparece en la carta de pago expedida en la tesorería principal de la misma provincia cuyo original han exhibido  los referidos señores comisionados; posteriormente se pagaron dos mil reales más por catorce mil del capital que se aumentó a esta fundación.

En consecuencia de todo y mediante hallarse el asunto en estado de poder ejecutarse con las debidas formalidades la mencionada fundación deseando realizarla el cabildo de esta Iglesia Catedral y a su nombre los expresados señores comisionados desde luego en el mejor modo y forma en que haya lugar, y en uso de las facultades que se les concede por el piadoso donante y conforme a sus loables intenciones, instituyen, forman y establecen perpetuamente ocho becas en el Seminario Conciliar de este Obispado a favor de los parientes legítimos más cercanos al referido Don Pedro Fernández de Balmaseda en los términos y bajo las condiciones siguientes.

Primero.-Son llamados a la obtención y goce de las enunciadas dichas becas los parientes más cercanos del referido Don Pedro Fernández de Balmaseda que quieran seguir la carrera de las letras en el Seminario Conciliar de esta Diócesis siempre que los tales parientes se hallen adornados de la edad cualidades y requisitos que las constituciones del mismo Seminario exigen a los demás colegiales para su admisión en él, señaladamente el capítulo primero de la parte segunda de dichas constituciones. En igualdad de parentesco será elegido por el prelado diocesano, o quien lo represente, el pariente que a su juicio y prudencia parezca más acreedor por sus mejores prendas, conducta, talento y adelantamiento en los estudios. Y por cuanto no hay establecida cátedra de gramática latina en el Seminario, podrá suceder que no parezca conveniente al prelado el que se admitan colegiales gramáticos hasta que se ponga dicha cátedra; en este caso se nombrarán para las expresadas becas los parientes más cercanos del fundador que se hallen en disposición y aptitud de estudiar filosofía.

Segundo.- Para la provisión de las referidas becas, siempre que por cualquier motivo vacare alguna de ellas, se expedirán inmediatamente edictos por el prelado o su provisor que lo mandarán fijar con término de cuarenta días en esta ciudad, en el Seminario Conciliar, y en el pueblo de Galilea, convocando a los parientes que se crean con derecho a pretenderlas, para que dentro de dicho término acudan con sus memoriales a la secretaría de cámara y justifiquen en debida forma su parentesco, edad y demás cualidades para que en su vista pueda el prelado, y en la sede vacante el cabildo, proveer a provisión de la plaza vacante t nombrar para ella al pariente más cercano que se halle con las prendas y circunstancias que quedan expresadas.

Tercero.- El tiempo que hayan de permanecer en el seminario los agraciados con dichas becas para seguir su carrera queda a la discreción del prelado que lo fijará con arreglo a las constituciones del mismo seminario, órdenes y providencias que haya y gobiernen sobre el particular, procurando que los colegiales agraciados con las citadas becas no permanezcan en el seminario más tiempo que el preciso para seguir la carrera de las letras conforme a la voluntad del fundador y previniendo que antes de pasar al estudio de la teología moral habrá de haber estudiado los años de filosofía y teología escolástica que prescribe el plan general de estudios y el particular del Seminario.

Cuarto.- Podrán ser expedidos los colegiales de esta fundación como los demás del Seminario que no diesen pruebas de vocación al estado eclesiástico o que por su insubordinación, desarreglada conducta, ineptitud en estas causas justas a juicio del prelado o del cabildo en sede vacante, y no otro, mereciesen este castigo, en  cuyo caso, previos edictos, se proveerá luego la beca en otro pariente que sea más digno.

Quinto.- En el caso de haber muchos pretendientes para entrar en el Seminario y de faltar cuartos o aposentos para algunos, el prelado o cabildo en sede vacante, elegirá los que juzgue más a propósito, atendidas todas sus circunstancias, y no hubiese cabimiento para que curse algún pariente de Balmaseda que lo pretenda con derecho de beca que obtenga, se le suministrará por cuenta del Seminario y fondos de la fundación el diario que se pague para sguir la carrera en otro Seminario Conciliar mientras dure la imposibilidad de admitirlo en el de este obispado, llevando en su caso la debida cuenta y razón.

Sexto.- El seminario no se obliga a mantener las ocho becas referidas sino en el caso de estar corriente el pago anual de los diecisiete mil ochocientos treinta y un reales, rédito del capital impuesto para este objeto y si faltasen en todo o en parte, o los alimentos subiesen a un precio excesivo que no bastase lo señalado ahora para la manutención se suspenderá la provisión de becas o reducirá su número en proporción a la rebaja o falta de cobranza de los réditos según pareciese a la justificación y prudencia del prelado.

Séptimo.- Con este fin y el de la debida claridad y orden y para que pueda saberse el estado real y verdadero de esta fundación el rector y mayordomo del Seminario llevará cuenta puntual y separada en un libro hecho a propósito de los réditos que se cobren anualmente y la presentará todos los años al prelado o quien le represente para que, revisada, y reconocida en debida forma, recaiga su aprobación a la providencia que corresponda y pueda saberse con seguridad si el producto de las rentas de esta fundación alcanzará a la manutención de las becas existentes y tomar las medidas que se crean oportunas. Por cabeza de dicho libro se pondrá una copia simple de esta escritura y a continuación una nota circunstanciada de todas y cada una de las escrituras de imposición, su capital y réditos días en que estas vencen y demás que convenga expresar.

Octavo.- Todas las dificultades que en lo sucesivo puedan ocurrir par la provisión de estas becas su arreglo  y conservación se dejan a juicio y discreción del prelado o cabildo en la sede vacante, sin que jamás puedan los parientes oponerse a sus disposiciones mediante que no puede dudarse que tanto el prelado como el cabildo con su rectitud y providad mirarán siempre con el mayor celo por la prosperidad y mejoras de esta útil fundación.

Noveno.- Para la dotación y perpetua subsistencia de dichas ocho becas consignan y adjudican dichos señores comisionados a nombre el Ilmo. Cabildo los créditos y escrituras de imposición, siguientes:

 

Primeramente una escritura contra el convento de San Felipe el Real, orden de Agustinos calzados, de capitalidad de doscientos mil reales, al rédito anual del cuatro por ciento, otorgada en la villa y corte de Madrid, en veintiuno de enero del año pasado de mil ochocientos dieciocho, por testimonio de don Alfonso de Ibáñez, escribano de número de dicha villa a favor del Ilmo. Sr. Puyal. Capital, 200.000. Réditos, 8.000

Otra escritura, también de censo, contra la casa de Estepa, de la capitalidad de ciento noventa y tres mil doscientos setenta y nueve reales y dos maravedís, al rédito anual del dos y medio por ciento, otorgada el cuatro de junio de mil ochocientos diecinueve por testimonio de don Juan Bayo, escribano de número de la villa de Madrid a favor del mismo señor Puyal. Capital 193.279. Réditos, 4.831

Otra escritura también de censo contra la Sociedad Económica Riojana de la capitalidad de cincuenta mil reales, otorgada el veintitrés de noviembre de mil ochocientos treinta y uno al rédito anual del cuatro por ciento por testimonio del presente escribano a favor del Sr. Rives. Capital, 50.000. Réditos, 2.000.

Y otra escritura también censual contra la misma Sociedad Económica Riojana de capitalidad de setenta y cinco mil reales, al rédito anual del cuatro por ciento, otorgada el día 5 del corriente mes y año, también por testimonio del presente escribano, a favor de los señores comparecientes como comisionados para ello por el venerable Dean y Cabildo. Capital 75.000. Réditos, 3.000

Capital total: 518.279 reales. Réditos totales: 17.831 reales.[1]

Las cuales dichas escrituras han sido comparadas e impuestas con los caudales correspondientes al referido Pedro Fernández Balmaseda y cobradas por sus legítimos patronos, protectores y supremos ejecutores las ceden y traspasan ahora y para siempre al referido Seminario Conciliar a fin de que son sus réditos puedan sostener a los ocho colegiales parientes más cercanos y próximos del Sr. Balmaseda, en la forma arriba expresada.

Décimo.- Si se redimiese o cayese alguno o algunos de los capitales impuestos se custodiarán con la mayor seguridad en las arcas del Seminario o lugar que le pareciere al prelado o cabildo en sede vacante mientras se emplean o imponen nuevamente del modo más seguro y ventajoso a la fundación lo que se procurará hacer sin pérdida de tiempo y en la primera ocasión oportuna y sin que deban pagarse nuevos derechos por razón de adquisición de manos muertas por haberse ya satisfecho como queda demostrado.

Undécimo.- Luego que venga a ocupar su silla el nuevo prelado se le presentará esta escritura de fundación para que si la encontrase arreglada y conforme se sirva aprobarla o modificarla según le pareciere.

Duodécimo.- Aprobada que fuera dicha escritura de fundación, se sacarán se ella tres copias la más  fehaciente y autorizada se pondrá por cabecera del libro que habrá de hacerse para colocarlo en el archivo del Seminario  y en el cual se pondrán también todas las escrituras de imposición y documentos relativos a esta fundación; otra copia simple se conservará para gobierno en la Secretaría de Cámara del Sr. Obispo de este obispado. Y la tercera también simple, se colocará en el archivo de la iglesia parroquial de Galilea de Ocón de donde fue oriundo el generoso bienhechor Don Pedro Fernández de Balmaseda cuya memoria es justo honrar y perpetuar.

Decimotercio.- Después de ejecutar y concluir enteramente esta fundación y satisfacer los gastos que ocurran hasta ponerla del todo corriente, los fondos que restasen bien sea en metálico, bien en papel o créditos, se entregarán al prelado para que se sirva distribuirlos entre los parientes del fundador dentro del cuarto grado, representados por apoderados legítimos que entre todos deberán nombrar al efecto, y con los cuales únicamente habrá de entenderse o en la forma que mejor parezca a dicho prelado como supremo ejecutor y plenamente autorizado por el referido donante Don Pedro Fernández de Balmaseda.

Bajo cuyos capítulos condiciones y demás que dejen especificados por sí y la representación que hacen y tienen por su venerable Dean y Cabildo como patrono especial protector y supremo ejecutor en sede vacante de lo dispuesto en la indicada donación intervivos pòr el referido capitán Don Pedro Fernández de Balmaseda instituyen y fundan las relacionadas ocho becas para el Seminario Conciliar de esta diócesis con los capitales de censos que quedan especificados y sus réditos anuales.  De cuyo dominio propiedad y posesión apartan a cualquier otra persona que pudiera tener derecho a ello, consintiendo como consienten, que desde hoy en adelante sea dueño y señor de ellos el relacionado Seminario Conciliar para que pueda mantener y tener dentro de su seno a los ocho sujetos en quienes recaiga la elección de dichas ocho becas y que puedan en él seguir su carrera literaria en los tiempos y formas que hasta el día lo han hecho y hacen los que anualmente están en él; y para que tenga efecto en todas su partes dicha fundación dan por expresa cualesquiera cláusula o condición que para su mayor validación debiera expresarse obligándose como se obligan y a su representado a no renovarla con ningún motivo ni pretexto alguno, en todo o en parte, y si lo hiciera o intentase, quieren sea nula y que no se les oiga ni en juicio ni fuera de él, y sí que se les condene en las costas daños y perjuicios que se originen; y para su mayor validación pidieron a mí, el escribano, que de esta escritura saque y facilite cuantas copias autorizadas o simples que se me pidieran, por legítimos interesados de ellos para colocarlas donde conviniese, con los cuales y sin otro acto de aprensión ni aceptación ha de ser visto, haber tomado la posesión de los capitales de censo indicados y cobro de sus réditos el referido Seminario Conciliar de esta Diócesis sin quedar obligados al saneamiento de ellos, sino solamente a mantener dentro de él, para los estudiosos, de ocho becas y que se dirige según lo prescrito en la repetida donación dando como dan por sí y dicha representación que hacen y tienen amplio poder a las autoridades y señores jueces competentes, para que compartan a la observancia y seguridad de cuanto dejan relacionado y sin que para ello proceda otro requisito, prueba ni juramento que dé fe que el de la copia testimoniada de esta dicha escritura relevando como relevan para su caso de otros, porque por sí y dicha representación que hacen y tienen lo reciban como si fuere sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, consentida y no apelada, pronunciada por un juez o jueces competentes a que se someten.

Y a mayor abundamiento renuncian las leyes, fueros, derechos y privilegios de su favor y en el caso conducentes porque no quieren les valga.

Así lo dijeron y otorgaron hallándose presentes por testigos, Juan Pérez de San Román, Juan Miranda, vecinos de esta propia ciudad y los señores otorgantes, a quienes conozco, lo firmaron, a quien yo, el referido escribano doy fe. Dr. Don Romualdo Mendoza Viguera, Dr. Don Alfonso López Navajas, Dr. Don Manuel Anselmo de Nafría, Licenciado Don Valeriano Calvo,. Ante mí, Calixto Martínez.

Es conforme con su original. Calahorra 2 de agosto de 1833.  Está rubricado.


 

[1] Cantidades que en el año 1993, cuando esto se escribe podría ascender a 500 millones de pesetas de ese año.

Rafael Beltrán Íñiguez

Rafael Beltrán Íñiguez. (1774-1850)

 

Nacido el 24 de Octubre de 1774 emigró a Chile en el año 1789. Se casó en la Catedral de Santiago de Chile el 2 de enero de 1802 con su prima Mª Loreto Íñiguez Landa.

En 1815 pasa a formar parte del Cabildo de Santiago por nombramiento directo del general realista Osorio, de quien era gran amigo.  Al triunfar los patriotas en la batalla de Chacabuco, Rafael emigró al virreinato del Perú (todavía en poder de España). Allí contribuyó con  algunos fondos a la expedición de Osorio. Estando en Concepción, al conocer el desastre de las fuerzas realistas, se embarcó en la fragata San Miguel con tan mala suerte que ésta fue apresada por el bergantín patriota Lautauro. Beltrán, junto con otros, fue encarcelado con grillos en el calabozo de Valparaíso, «…después de sufrir el natural despojo hasta en los más reservado de sus vestidos». Junto con otro comerciante tuvo que entregar la cantidad de 150.000 pesos. Le secuestraron además la alquería del Manquehue (actualmente en un barrio correspondiente a Santiago) para regalársela al general argentino José de San Matin. Mas como era un hombre de empuje y con la ayuda de su sobrino Valentín Fernández, rehizo su fortuna en Chile.

En las últimas voluntades de su tío Pedro Fernández Balmaseda es nombrado albacea testamentario y primer usufructuario sobre la hacienda de Bucalemu. Rafael Beltrán cumplió con las condiciones estipuladas en el testamento de su tío y gozó del usufructo los cuatro años establecidos por el hacendado. No ocurrió así con su sucesor José María Fernández que, juntamente con su hijo Manuel José (padre del Presidente Balmaceda), pretendió dilatar el usufructo sobre dicho vínculo más allá del tiempo establecido por el fundador, motivo por el cual Rafael Beltrán avisó a sus parientes de Galilea que tenían los mismos derechos sobre el vínculo que aquél, en la forma establecida por el fundador. Gracias a esa llamada, pudieron arribar a Chile, Domingo Fernández de la Mata, Braulio Fernández Fernández  y Manuel Fernández Cereceda. Dado que en Chile, ya independizado de España, seguía rigiendo el estado de derecho, los demás beneficiados podían pleitear en su favor, lo que, en efecto, sucedió. La sentencia judicial dio la razón a los parientes de Galilea, recayendo la titularidad de la hacienda en la rama Fernández Arnedo.

Rafael Beltrán no tuvo descendencia del matrimonio formado con su prima hermana Loreto. En vista de ello escribió a su hermana María para que viniera a ayudarle en sus negocios, que eran muchos, su sobrino Valentín Fernández Beltrán que en aquellos momentos se encontraba estudiando en la Universidad de Valladolid.

Al morir en Santiago de Chile el 17 de enero de 1850 dejó como herederos universales a sus sobrinos Valentín Fernández Beltrán y  Ana María Íñiguez Ovalle esposa de Manuel Fernández Cereceda, quienes con el tiempo se harían con la titularidad de varias hijuelas de la finca Bucalemu.

 

Valentín Fernández Beltrán. (1816-       )

 

Nació en Galilea el 12 de febrero de 1816. Debió de llegar a Santiago de Chile con, aproximádamente, veinte años. Trabajó al lado de su tío y adquirió cuatro haciendas que estaban separadas de Bucalemu por el río Rapel. Fundó, y fue uno de sus presidentes, la Sociedad de Beneficencia Española, destinada a ayudar a sus compatriotas. Dicha Sociedad es la antecesora del actual Círculo Español, uno de los clubes más importantes de Chile.

Fue bisabuelo de Juan José Fernández Valdés, diplomático y embajador de Chile ante la UNESCO y ante los gobiernos de Francia y Perú además de miembro de número de la Academia Chilena de la Historia, quien, conjuntamente con su primo, el embajador Sergio Fernández Larraín, visitó Galilea el 22 de abril del año 1947. El Sr. Fernández Valdés ha remitido  muy amablemente  los datos biográficos de sus antecesores reseñados en este apartado.

José Mª Fernández Fernández

José María Fernández Fernández. (1775-1830)

 

Nació en Pipaona el 22 de marzo de 1775. Alcalde ordinario de Mesta de la Jurisdicción de Ocón, fue llamado a Chile por su tío Pedro Fernández Balmaseda en 1802, llevando también la representación de su hermana Petra.  Fue Albacea testamentario del mismo, conjuntamente con Rafael Beltrán Íñiguez.  José María fue tachado de realista y sufrió los rigores de la prisión.  Por decreto de 7 de julio de 1820, no sólo alcanzó la correspondiente sentencia absolutoria del Tribunal de Vindicación política, sino que además le fue concedida la ciudadanía chilena.  Falleció y fue enterrado en la capilla de la hacienda de Bucalemu a mediados de enero de 1830.

José María casó con María de Gracia Rodríguez Ballesteros y Taforó, hija del Regente de la Real Audiencia de Lima.  De este matrimonio nació su único hijo, Manuel José Fernández y Rodríguez Ballesteros, que renunció al apellido que le correspondía en razón de nacimiento y adoptó el de su bisabuelo materno, Pedro José Balmaseda Cenzano, nacido en Galilea en 1673.  Manuel José, que fue diputado y senador chileno en varias legislaturas, amasó una considerable fortuna en su larga posesión de la hacienda Bucalemu, que conservó hasta 1846.

Manuel José Balmaseda (nacido Fernández) y Rodríguez Ballesteros se caso con Encarnación Fernández.  De sus doce hijos, casi todos ellos desempeñaron cargos de importancia en la política chilena, destacando José Manuel  Balmaceda Fernández, que fue presidente de  Chile entre los años 1886 y 1891.

José María Fernández, como ha quedado dicho, fue albacea testamentario y segundo usufructuario de la Hacienda Bucalemu según el testamento de su tío Pedro Fernández Balmaseda. El primer usufructuario de los vastos terrenos, Rafael Beltrán Íñiguez, cumplió con las disposiciones testamentarias  del hacendado, disfrutando del Vínculo los cuatro años que el fundador había establecido para cada uno de sus parientes. Sin embargo José María Fernández, y más tarde su hijo, retuvieron la hacienda por un periodo superior al tiempo  acordado. Este hecho ocasionó una serie de litigios con sus parientes de Galilea para hacer cumplir las últimas voluntades del testador, que duraron casi un siglo. En virtud de una transacción primero, y posteriormente por sentencia firme de los tribunales de justicia, la mencionada heredad pasó a la rama Fernández Arnedo.

Murió en Bucalemu en enero de 1830.

Presidente Balmaceda

José Manuel  Balmaceda Fernández. (1840-1891).  Presidente de Chile.

Realmente el presidente José Manuel Balmaceda Fernández debería haber seguido con el  apellido Fernández de su familia paterna. Sin embargo, su padre, Manuel José Balmaceda (Fernández) y Rodríguez Ballesteros optó por tomar como primer apellido el de de su antecesor materno, Pedro José Balmaceda, nacido en Galilea en el año 1673. Los únicos ascendientes del presidente Balmaceda nacidos en Chile fueron sus padres Manuel José Balmaceda, nacido en Bucalemu y Encarnación Fernández, además de su abuela materna María de los Ángeles Rodríguez Ballesteros y Taforó, de origen italiano. Su abuelo paterno, José María Fernández Fernández, nació en Pipaona el 22 de marzo de 1775; la madre de éste, María Fernández Balmaceda, nació en Galilea el 5 de junio de 1738, y su abuela Ángela Balmaceda Cenzano, nació también en nuestra localidad, en fecha 8 de noviembre de 1699, siendo la  hija de Pedro José Balmaceda Cenzano, de quien el presidente toma el apellido. Queda por tanto patente la vinculación familiar del presidente Balmaceda con la localidad de Galilea.

El presidente Balmaceda

José Manuel Balmaceda Fernández nació en la hacienda Bucalemu  el 19 de julio de 1840 y murió en  Santiago el 19 de septiembre de 1891.Fue Presidente de Chile entre 1886 y 1891. Hijo del senador Manuel José de Balmaceda y de Encarnación Fernández. Estudió en el Seminario Conciliar, lugar donde desarrolló una temprana vocación mística, la cual abandono tiempo después pero sin volverse antirreligioso.

En 1865 fue designado secretario de Manuel Montt Torres, durante el trabajo de éste en el Congreso Americano de Lima. El ex-presidente marcó fuertemente a Balmaceda, especialmente su fuerza moral, su capacidad organizadora y la energía creadora. En su juventud abrazó las ideas liberales e ingresó al Congreso, como Diputado por Carelmapu, en 1870.

Fue Balmaceda un hombre brillante por su gran inteligencia, por sus facultades oratorias, por su encendida imaginación, por su arrogante e imponente físico.  Pero sobre todas sus bellas cualidades, sobresalía su amor a la Patria. Cofundador del diario La Libertad y orador del Club de la Reforma, entre 1870 y 1882 fue elegido en cuatro ocasiones consecutivas diputado por Carelmapu.

En 1878 el presidente Aníbal Pinto lo nombró ministro plenipotenciario ante el gobierno argentino, logrando que las autoridades trasandinas se comprometieran a respetar la neutralidad durante la Guerra del Pacífico. Esta gestión le valió el aprecio de Domingo Santa María, quien lo designaría Canciller en su primer gabinete (1881), para convertirse después en su ministro del interior.

El Presidente Santa Maria lo tomo por su sucesor, por lo que fue designado en una convención liberal-nacional como candidato a la presidencia de la republica. Su posible opositor, José Francisco Vergara, se retiro de la carrera presidencial y Balmaceda fue electo presidente de la Republica por 324 electores de 330.
Presidente de Chile entre 1886 y 1891. (*)

El primer paso del presidente y su gabinete fue concluir con la lucha teológica, terminando con un problema que databa de la administración Pinto. Sucedía que estaba vacante el arzobispado de Santiago desde la muerte de Rafael Valdivieso, pues el gobierno intentó usar le derecho de patronato para dejar en el cargo a don Francisco Paula Taforo, rechazado por los eclesiásticos ultramontanos que boicotearon su elección en Roma. Este conflicto llego a ribetes mas graves durante la administración Santa Maria, pues este presidente rompió las relaciones con el Vaticano. Ahora Balmaceda, aunque liberal y colaborador de Santa Maria, deseaba reconciliar al gobierno y la iglesia y busco un candidato de consenso entre los dos, del que salio la candidatura de Mariano Casanova.

El 3 de diciembre León XII firmaba la preconización de Casanova, poniendo fin a una lucha del que todo Chille estaba hastiado. El ministerio Lillo repitió los comicios municipales de Santiago, por encontrarse los anteriores viciados. El triunfo fue para  la oposición, mostrando el gobierno una corrección no vista con anterioridad. Sin embargo este ministerio, que poseía los aplausos de todo un país, tuvo que enfrentar la oposición de los liberales disidentes, que pretendían derribar este ministerio y sustituir a los nacionales en el gobierno. Lillo presentó su renuncia al no contar con el apoyo de estos liberales, quienes realizaban obstrucción parlamentaria. El nuevo ministerio estaba encabezado por Carlos Antúnez. Este se dedico a plantear un nuevo reglamento para la cámara de diputados, para evitar acciones como las que derribaron al ministro Lillo, pero fue tanta la oposición que solo se logró aprobar la clausura del debate en las leyes de contribuciones, presupuesto y residencia del ejercito. También se elevaron los ministerios de cinco a seis, creándose el de Obras Publicas.

Monumento en honor al presidente José Manuel Balmaceda en el Parque Balmaceda

En su discurso presidencial del 1 de junio de 1887, el presidente Balmaceda planteó abiertamente la unidad de los liberales, por lo que se creó un nuevo ministerio con liberales disidentes, quienes reclamaban dos ministerios, a pesar de su pobre representación parlamentaria. Así el gobierno quedó formado por dos liberales, dos libérales disidentes y dos nacionales.

Los disidentes convencieron a Balmaceda para formar un gabinete únicamente liberal, expulsando a los nacionales. El mandatario aceptó la propuesta y los nacionales pasaron a la oposición. Al expulsar a los nacionales les quitó los mejores hombres de la administración y los disidentes ingresados al gobierno serían un caballo de troya que destruiría las bases de su gobierno.

La crisis política protagonizada por la ruptura con los nacionales deja al gobierno con una mayoría cada vez mas débil en la cámara de diputados, mientras que algunos liberales del gobierno se escapan del redil para sumarse a los disidentes o a los nacionales (liberales mocetones). Es entonces cuando Balmaceda llama a los radicales para formar parte del gobierno. Su sueño de la unificación de los liberales parece cumplida… pero seria una ilusión frágil que se rompería al primer soplido. Y este soplido llego cuando los nacionales, radicales, disidentes y mocetones, cansados de la “versatilidad del presidente”, formaron un grupo político que Balmaceda llamo despectivamente el “cuadrilátero“. Esta nueva fuerza tenía un poder casi equiparable al cada vez mas débil partido liberal del gobierno, por lo que Balmaceda tuvo que ceder y formar un ministerio con el “cuadrilátero” , cuyo paso seria muy breve, por la lucha entre el “cuadrilátero” y el candidato de Balmaceda para su sucesión, Enrique Sanfuentes.

El programa del “cuadrilátero” se resume en: Libertad electoral, independencia de los partidos respecto al ejecutivo y la implementación de un sistema parlamentario de gobierno.

Balmaceda comprendió finalmente que su sueño de la unificación liberal era un fracaso, y se armó para la batalla contra la oposición, que deseaba despojar al presidente de sus facultades. Sondeó apoyo en el partido conservador, pero no logro el apoyo suficiente. Prescindió de Sanfuentes como candidato, ungiendo a Claudio Vicuña como su candidato, mientras la oposición hace y deshace ministerios presentadores votos de censura, ¡inclusive antes que estos hubiesen siquiera presentado ante el congreso!.

Balmaceda organizo un nuevo ministerio con Claudio Vicuña en interior y Domingo Godoy en relaciones exteriores. Al llevar a este ultimo al gobierno la credibilidad del presidente se resintió, pues a Godoy se le acusaba de personaje poco recomendable. Pronto se le vería entrar en acción. Como el presidente se negaba a terminar con este ministerio por las vías comunes, el parlamento uso su arma mas peligrosa, las leyes de presupuestos. Estas ley solo se puede aprobarse por el parlamento y debe ser renovada cada año, si llega el 1 de enero y no hay ley de contribuciones el gobierno, legalmente, no puede realizar ningún gasto. El congreso se negó a promulgar la ley de presupuestos si no se remplazaba al ministro Godoy por uno que el parlamento considerase adecuado. Pero eso era ceder las atribuciones presidenciales al parlamento , por lo que Balmaceda se negó y el 1 de enero de 1891 no hubo ley de presupuestos. Los parlamentarios se plantearon esta posibilidad, y como no se puede gobernar un país sin presupuesto Balmaceda tendría que traspasar la constitución. Para enfretarse a él se buscó apoyo en el ejercito para encabezar una revolución, pero no encontraron eco, a diferencia de lo ocurrido en la marina, donde encontraron el apoyo que buscaban, especialmente en el capitán de navío Jorge Montt Álvarez.

Finalmente Balmaceda hizo publico el siguiente decreto:

“Teniendo presente:

Que el congreso no ha despachado oportunamente la ley de presupuestos para le presente año;

Que no es posible, que mientras se promulga dicha ley, suspender lo servicios públicos y la seguridad exterior de la republica, decreto:

Mientras se dicta la ley de presupuestos para el presente año de 1891, regirán los que fueron aprobados para el año 1890 por la ley del 31 de diciembre de1889”.

Balmaceda se salía de la constitución al traspasar sus facultades. Paralelamente los congresistas rebeldes lanzan un manifestó que dice:

“1º Que el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo, y, en consecuencia, que cesa en él desde este día;

2º Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en ese cargo sus Ministros del Despacho y los consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra el orden constitucional.

Y, en consecuencia, designamos a don Jorge Montt para que coadyuve a la acción del Congreso, a fin de restablecer el imperio de la Constitución.”

Santiago, a 1º de Enero de 1891.

Pero las proclamas ya no servían para nada; era la hora de la guerra.

La guerra civil de 1891

El 6 de enero se sublevo la escuadra, que trasportaba a los principales lideres de la revolución, mas no se les plegó el ejercito, por lo que el conflicto Presidente-Congreso devino en guerra civil. Esta en sus inicios ni siquiera parecía existir, la escuadra no desembarcaba en ningún sitio y se le titulo “la revolución ambulante”. pero pronto cambiarían las cosas, pues la escuadra se dirigió al norte, donde difícilmente podrán ser atacados por el ejercito regular y manejarían las riquezas del salitre. Por los combates de la aduana de Iquique y Pozo Almonte, los revolucionarios dominaron el norte, instaurándose una junta de gobierno, presidida por Jorge Montt, e integrada por Waldo Silva y Ramón Barros Luco. El gobierno envió al norte a las torpederas “Linch” y “Condell”, que hundieron el “Blanco Encalada” .

Mientras en Santiago funcionaba el “Comité Revolucionario”, liderado por Carlos Walker, quien tenia por objetivo coordinar acciones contra el gobierno de Balmaceda en la capital. Este comité tendría que hacerle frente a la amenaza que representaba el ministro Domingo Godoy.Los enemigos de Godoy dentro del propio gobierno (que eran muchos) lograron la destitución de éste, al mismo tiempo que se convocaban elecciones parlamentarias y presidenciales, donde solamente fueron electos cercanos al mandatario. Como presidente electo se eligió a Claudio Vicuña. Ya caído Godoy, se desarrollo uno de los excesos mas desdeñables de la guerra civil. Un grupo de jóvenes aristócratas opositores a Balmaceda se reunieron en el fundo de Walker, esperando instrucciones del comité, cuando fueron rodeados por el ejercito. Después de un simulacro de juicio, todo fueron ejecutados previa tortura, llegando algunos a no poder caminar hasta el patíbulo. Este crimen puso a toda la aristocracia en contra de Balmaceda y fue, quizás, aun mas influyente que las batallas de Concon y Placilla. Los revolucionarios preparaban su ejercito, improvisado con marineros y trabajadores del salitre, entrenados por el alemán Emilio Koerner, que los adiestraba según las nuevas técnicas prusianas.

Los rebeldes desembarcaron en las cercanías de Valparaíso, dirigiéndose a Concon, donde presentaron batalla ante el ejercito regular, triunfando los primeros. Esta victoria se ratificó con la de Placilla, que marcó el final de las esperanzas de Balmaceda y el triunfo de la revolución. Balmaceda delegó el mando en el GeneralManuel Baquedano, para poner orden en Santiago por las posibles reacciones a la victoria revolucionaria. Envió a su familia a la embajada de los Estados Unidos, mientras él hacia lo propio en la delegación argentina. Baquedano no supo o no pudo sobreponerse a los incidentes del día después, los vencedores saqueaban e incendiaban las casas de los derrotados, y muchos de los seguidores del Presidente Balmaceda tuvieron que esconderse y exiliarse. Después de tres días de mandato, el general confirió el poder al comité revolucionario y se retiro a su domicilio.

Mientras, Balmaceda en la delegación argentina, no deseaba informarse de los acontecimientos, solo días después empezó a leer los primeros diarios, que lanzaban feroces ataques en su contra. Pensó en entregarse a la junta, pero considero que le harían indecibles vejaciones para después fusilarlo. Decidió pues, tomar el único camino que le permitía salvarse de indignidades que como hombre no puede aceptar: El suicidio. Así, además, cargaría con su sacrificio las culpas de sus familiares y amigos (pensaba), y su lucha seria amplificada por el efecto de su acto.

Se suicidaría al concluir su periodo constitucional, que terminaba el 18 de septiembre de 1891. Ese día escribe cartas a sus familiares y amigos. Su letra es tranquila, solo se rompe en la carta dirigida a su madre. Deja sobre la mesa también su llamado “testamento político”, del que extraemos los principales párrafos:

«Mi vida pública ha concluido. Debo, por lo mismo, a mis amigos y a mis conciudadanos la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político».

«Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma en que se ha querido y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante en los partidos, ni paz entre los círculos del Congreso.

El triunfo y el sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe del Estado.»

«Sólo en la organización del Gobierno popular representativo con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos, y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado.»

«El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla; pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino razonable y tranquilo a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse. Estas eventualidades están más que en la índole y en el espíritu de los hombres, en la naturaleza de los principios que hoy triunfan y en la fuerza de las cosas.»

Mausoleo de José Manuel Balmaceda Fernández en el Cementerio General de Santiago

«Este es el destino de Chile y ojalá que las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente induzcan la adopción de las reformas que me hagan fructuosa la organización del nuevo Gobierno, seria y estable la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes públicos y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República.»

«No hay que desesperar de la causa que hemos sostenido ni del porvenir.»

«Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros, flameará un día para honra de las instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida.

Cuando ustedes y los amigos me recuerden, crean que mi espíritu, con todos sus más delicados afectos, estará en medio de ustedes.”

Terminado de escribir todas las cartas, al amanecer del 19 de septiembre, se recostó en la cama, apoyando la cabeza en el lado izquierdo. Con la mano derecha se apunto con un revolver en la sien, y apretó el gatillo. Eran las ocho de la mañana cuando murió el presidente José Manuel Balmaceda. Con el murió también el régimen portaliano y el autoritarismo presidencial, la ultima palabra en el poder la tendria ahora la triunfante aristocracia, que seria, desde ahora, una oligarquía.

Obra del Presidente Balmaceda

El Presidente Balmaceda dio gran impulso a la enseñanza pública, edificó escuelas en casi todas las ciudades y pueblos del país. Fundó el Instituto Pedagógico, destinado a formar profesores para la enseñanza secundaria, contrató profesores alemanes e implantó el sistema concéntrico en reemplazo del viejo sistema de ramos sueltos. Inició la construcción del Internado Nacional Barros Arana. Además, durante su gobierno se construyeron 50 escuelas básicas para niños y niñas, tres liceos para varones y el primer liceo de niñas. En definitiva una gran obra social cuyo resumen es el siguiente:

 

1.- Obras Públicas

a).- Ferrocarriles y Caminos.

  • Se construyeron 1.000 Kilómetros de caminos y 1.200 Kilómetros de vías Férreas.
  • 300 Puentes de todas dimensiones (Viaducto del Malleco, puentes en ríos Maule, Bío-Bío, etc).

b).- Obras de Higiene y Salud Públicas.

  • 20 ciudades fueron dotados de agua potable y su ampliación en otras.
  • Se crearon algunos Hospitales, se ensancharon otros, y se construyeron 20 nuevos locales para Hospitales.

c).- Otras Construcciones Públicas.

  • Fueron habilitados 10 puertos con muelles y malecones.
  • Se construyó un dique seco en Talcahuano.
  • 30 Faros para proteger la navegación.
  • Numerosas estaciones ferroviarias con sus bodegas anexas.
  • Se tendieron 1.500 Kilómetros de líneas telegráficas.
  • Se perfeccionó el servicio de Correos.
  • 80 edificios para establecimientos educacionales, con capacidad para 35.000 estudiantes.
  • 18 Centros Penales de diversa categoría.
  • Nuevos edificios para reparticiones públicas y militares.
  • Se pavimentaron numerosas calles en algunas ciudades y se abrieron otras en Santiago, Valparaíso, Concepción, etc.
  • Fue canalizado el río Mapocho.

2.- Política Financiera

Con motivo del término de la Guerra de 1879 favorable a Chile, entraron grandes recursos en las arcas fiscales, con lo que el Presidente realizó su plan de Obras Públicas.

 

3.- Hacienda Pública

Desde 1887 a 1890 la Hacienda Pública de Chile fue sanamente administrada.  Se  mantuvieron constantes superávit presupuestarios, lo que era signo de la mesura con que se hacían los gastos públicos.

 

4.- Política Agraria

  • La pacificación de la Araucanía dejó un vasto territorio al Estado para su explotación agrícola y se fomentó la inmigración.
  • Entre 1886 y 1890 llegaron al país 23.932 personas que se instalaron en las colonias del sur.
  • Fue perfeccionado el Instituto Agrícola y se crearon escuelas prácticas  de Agricultura en Elqui, San Fernando, Talca, Chillán, Concepción y Chiloé.

5.- Política Minera

  • Nuevo Código de Minas en 1888.
  • Se crearon Escuelas de Minas en Copiapó, La Serena y Santiago.
  • Atinada dirección de Balmaceda, de la política salitrera.

6.- Política Industrial

El Presidente quería transformar a Chile en un vigoroso país industrial.

  • En 1883 se  creó la Sociedad de Fomento Fabril con el objeto de industrializar al país.
  • En 1887 fue creado el Ministerio de Industrias y Obras Públicas.
  • Fueron liberados de derechos de Aduanas las máquinas, herramientas e instrumentos que se importaban por nuevas industrias o para ampliar otras.
  • Se obtuvo la inmigración de técnicos, artesanos y obreros calificados.
  • Se construyó un espléndido local para la Escuela de Artes y Oficios y se la dotó de bien montados talleres.
  • Se construyeron en fábricas chilenas: 12 locomotoras para Ferrocarriles del Estado y las estructuras metálicas de numerosos puentes.
  • Entre 1887 y 1890 comenzaron 40 nuevas fábricas y algunas fundiciones y establecimientos metalúrgicos.
  • Todas las industrias fueron apoyadas y perfeccionadas.

7.- Política Educacional

Balmaceda pensaba que la educación constituye la más seria garantía de la prosperidad general.

            a).- Enseñanza Primaria

  • 300 nuevas Escuelas Primarias
  • Perfeccionamiento y mejora económica del profesorado primario.
  • Fueron creadas las Escuelas Normales de Chillán y la Serena.  Se construyeron nuevos locales para otros similares.
  • Fueron enviados 6 maestros a perfeccionarse en Europa.
  • En 1889 se celebró el Primer Congreso Pedagógico cuyas conclusiones impulsaron el progreso de la Enseñanza en Chile.
  • En 1887 fueron aumentados los sueldos del magisterio.

b).- Enseñanza Secundaria

  • Fueron creados 10 Liceos (Antofagasta, Quillota, Liceo de niñas de Valparaíso, Miguel Luis Amunátegui, Valentín Letelier e Internado Barros Arana, en Santiago, Constitución, Angol, Temuco y Osorno, con lo que el número de Liceos en Chile subió a 32.
  • En 1889 se introdujo el sistema pedagógico llamado “Plan Concéntrico” que daba especial importancia a la enseñanza de las Ciencias Biológicas, Física y Matemáticas.
  • Fue creado en 1889 el Instituto Pedagógico para la formación de profesores especialistas en las diferentes asignaturas.
  • Se contrataron varios pedagogos alemanes para el Instituto Pedagógico.

c).- Enseñanza Especial

  • Fueron creadas 6 Escuelas Prácticas de Agricultura, 3 Escuelas de niñas y una Escuela Técnica Femenina.
  • Nuevo local y taller docente para la Escuela de Artes y Oficios.
  • También se contrataron varios profesionales franceses y alemanes para desempeñarse en esos planteles.
  • En 1889 se creó el Instituto de Sordomudos y después una sección para la enseñanza de ciegos.

d).- Educación Superior

  • Se modernizaron los planes de estudio de las Escuelas de Medicina, Farmacia y Leyes.
  • La Facultad de Matemáticas y Física  comenzó a formar ingenieros – arquitectos de puentes, de caminos y de construcciones hidráulicas, geógrafos de minas, industriales y metalúrgicos.  En suma todas las profesionales necesarios para el desarrollo del país.

8.- Administración Pública

La administración del  Gobierno fue reorganizada por ley de 1887, creando el Ministerio de Industrias y Obras Públicas.

La familia Fernández Arnedo

Como ha quedado dicho al hacer referencia a José María Fernández Fernández, la hacienda de Bucalemu pasó, por sentencia judicial, a manos de la familia de Pedro Fernández Arnedo en el año 1846 en virtud del derecho que asistía a su mujer Petra Fernández Fernández a quien José María, su hermano, había marginado del usufructo de la hacienda. En el año 1849 se hacen cargo de la misma sus nietos Domingo Fernández de la Mata, Manuel Fernández Cereceda y Braulio Fernández Fernández.

La familia Fernández Arnedo da comienzo con el matrimonio formado por Francisco Angel Custodio Fernández Fernández y Josefa Quiteria Arnedo Fernández, ambos naturales de Galilea. De este matrimonio nacieron dos hijos: Francisco Ezequiel, cura párroco de Galilea y Pedro Fernández Arnedo, uno de los personajes más importantes nacidos en nuestra localidad.

 

 Pedro Fernández Arnedo. (1774-1842)

Puede considerarse a don Pedro Fernández Arnedo el creador de una larga familia de políticos y hombres de empresa que dejaron su huella tanto en España como en la República de Chile, merced a la existencia del fundo de Bucalemu.  Nació en Galilea el día 29 de junio de 1774.  Fue empadronado como hijosdalgo en el Solar de Valdeosera, al igual que su único hermano el presbítero y cura párroco de Galilea, don Francisco Ezequiel Fernández Arnedo.

Don Pedro Fernández se casó en la parroquia de Santiago el Real de Logroño  el 8 de junio de 1793 con Petra Fernández Fernández, natural de Pipaona de Ocón y fallecida en Galilea en 1830. Era hermana de José María Fernández Fernández, quien por sentencia había perdido el fundo Bucalemu.

Fue miembro de la Diputación Provincial de Soria bajo cuya jurisdicción se encontraba Galilea antes de la división administrativa de España.  Junto con los otros tres diputados riojanos intervino activamente en la creación de la Provincia de Logroño, en la primera división administrativa de España, en el trienio liberal 1820-1823.  Esta activa intervención le acarreó múltiples problemas con los diputados sorianos que de ninguna manera estaban dispuestos a ceder su potestad sobre esta parte del territorio riojano.  A tal extremo llega este enfrentamiento, que don Pedro Fernández, en unión de los otros parlamentarios riojanos, tiene que redactar una carta en demanda de protección al rey, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos.  Esta carta, redactada en Galilea, tenía el siguiente contenido:

 

“Señor:

Los individuos de la Diputación Provincial de Soria, que en cumplimiento del artículo 334 de la Constitución nos reunimos en la capital en el mes de marzo último (1821), fuimos insultados atroz e injustamente a pretexto de la nueva división del territorio español, en la que Soria deja de ser capital de provincia; sangrientas voces y pasquines se propalan por la ciudad, y hasta en la casa misma del Jefe Político (Gobernador Civil) se amenazó con la muerte de un individuo.

 

Tan enormes atentados cometidos contra los representantes de la Provincia mere­cen un pronto y ejemplar castigo; sin embargo los diputados sólo pedimos orden y tranquilidad que no pudimos conseguir sino a costa de zozobras y peligros.  Al fin hubo de suspenderse las sesiones hasta el día 1 de julio, época en la que supo­níamos estaría hecho el nuevo arreglo de las provincias, y que con este medio se excusaban medidas fuertes contra los promovedores de tales atentados.

 

Todo ha cambiado, porque siendo necesaria la reunión de la Diputación para el reemplazo del Ejército, el peligro amenaza de un modo que no podemos evitar, siempre que esté pendiente la división del territorio o que se apruebe el plan presentado, como es de esperar.  En tan tristes y apuradas circunstancias, imploramos la protección de V.M. para que, si fuese de su real agrado, nos mande reunir en Calahorra, Arnedo, Torrecilla de Cameros, Logroño u otro cualquiera pueblo de la provincia;  de otro modo nuestra seguridad personal se halla comprometida y nuestros trabajos serían infructuosos por falta de tranquilidad.  La resolución, Se­ñor, es urgentísima aunque no fuera más que por librar a Soria del peligro de un atentado.

 

Por si no se hallasen en las atribuciones del Gobierno la resolución de este grave y urgente negocio, lo hacemos presente a las Cortes, para que, tomándolo en consideración, resuelvan lo que estimen conveniente y necesario a la tranquilidad de Soria y seguridad de nuestras personas”.

 

Este documento lo firman los cuatro diputados riojanos: Sebastián Fernández, de Navarrete; Manuel Anselmo de Nafría, canónigo lectoral de Calahorra;  Nicolás Alonso de Tejada, de Azofra; y don Pedro Fernández Arnedo.

 

 

Con la abolición de las garantías constitucionales en 1823, España se ve abocada a un negro periodo de diez años de absolutismo, gobernada por un rey inepto y caprichoso que conduce a nuestro país a una sangrienta guerra civil.  Cuando Fernando VII fallece en 1833, deja sin efecto la Ley Sálica que impedía gobernar a las mujeres.  Su hermano Carlos María Isidro no admitió esta decisión, dando así origen a la primera guerra carlista.

En la segunda etapa de esta contienda, (de 1835 a 1837) la Comisión de Armamento y Reserva de Logroño requisa una custodia de la iglesia de Galilea, teniendo que intervenir don Pedro Fernández quien apoyándose en el prestigio alcanzado durante su etapa de político en activo, envía desde Galilea la siguiente misiva al Jefe político de la capital:

 

“Excmo. Señor:

 

Don Pedro Fernández Arnedo, comisionado por el cabildo y Ayuntamiento de Galilea, con el más debido respeto expone a V.E. que teniendo su iglesia una única custodia, cuyo pie es de bronce y su remate de plata, ha sido inventariada entre las demás alhajas en concepto equivocado de ser de este último metal en virtud de las señas comunicadas por su comisionado para el efecto, y siendo necesaria para el culto, mayormente cuando los terceros domingos de cada mes se expone JHS en ella, haría la mayor sensación a sus feligreses si por su falta dejarían de celebrarse las funciones en estos días, según las antiguas costumbres que están establecidas, por lo que  tanto por el poco valor que en sí tiene esta alhaja, como por el sentimiento y ser necesaria a sus vecinos,

a V.E. suplica se sirva mandar entregar esta custodia al exponente para que permanezca en esta iglesia para los fines indicados, con lo que recibirá singular valor.

Octubre, 28 de 1836.”

 

La custodia, efectivamente, fue devuelta a la iglesia de Galilea gracias a esta intervención ante la Comisión de Armamento del ejército cristino en la ciudad de Logroño.

Don Pedro Fernández  murió el 11 de enero de 1842, siendo enterrado en el cementerio de Galilea.

Pedro Fernández Arnedo fue abuelo de Domingo Fernández de la Mata, Braulio Fernández Fernández, Manuel Fernández Cereceda y bisabuelo del alcalde de Logroño Francisco de la Mata. Fue, asimismo, tatarabuelo de Sta Teresa de los Andes y del embajador Sergio Fernández Larraín.

Andrés Fernández Fernández

Andrés Fernández Fernández. (1810-1879)

 

Andrés Fernández Fernández fue hijo de Pedro Fernández y de Petra Fernández. Nació en Galilea el 10 de noviembre de 1810. Contrajo matrimonio con Mª Teresa de la Mata y López Tagle, oriunda de Cartagena de Indias (tía-abuela de Francisco de la Mata Barrenechea, Marqués de Vargas, alcalde de Logroño en el tránsito del siglo XIX al XX y en cuya memoria se le dio su nombre a una de las calles más importantes de la capital, la denominada Muro de la Mata).

De este matrimonio nacieron nueve hijos entre los que se señalan a Felipa Fernández de la Mata casada con José Julián Fernández, entre cuyos descendientes se encuentra la familia de médicos logroñeses Yangüela Fernández;  a Juan Fernández de la Mata, nacido en Galilea y ordenado sacerdote, fue cura párroco de Huercanos hasta su fallecimiento en Logroño el 9 de abril de 1908. Y  Domingo Fernández de la Mata.

Panteón en el cementerio de Galilea donde están depositados los restos de Andrés Fernández y de su mujer.

Dada la trascendencia que este matrimonio tuvo para la recuperación, por vía de sus descendientes, de la posesión y usufructo de la Hacienda Bucalemu siguiendo las instrucciones que su tío-abuelo Pedro Fernández Balmaceda dejó estipuladas en su testamento, se detalla a continuación las vicisitudes acaecidas a la familia de su mujer, Teresa de la Mata, hasta su llegada a Galilea, desde la lejana Cartagena de Indias.

Teresa de La Mata y López Tagle fue hija de Pedro Antonio de la Mata Bernales oriundo del pueblo de La Mata cerca de Santa Cruz de Yanguas, provincia de Soria, de donde toma el apellido y de María Teresa López Tagle natural de Cartagena de Indias, en Colombia.

 

Pedro Antonio de la Mata Bernales fue hijo de Matías de la Mata Carrillo y nieto de Bernardo Jacinto de la Mata y Blázquez. Su abuelo Bernardo se había casado con Ana Teresa Carrillo Hidalgo, nacida en Corera el 8 de abril de 1715 y fallecida en Logroño en 1789. Hija del Regidor perpetuo de Soria y Caballero de la Orden de Santiago, Jorge Carrillo Fernández  y de Mª Josefa Hidalgo Torres, la familia tenía la casa solariega en la localidad de Santa Lucia de Ocón, hasta que fue saqueada y destruida.  Este hecho fue determinante para que, a finales del siglo XVIII decidieran trasladarla a  Corera construyendo allí lo que hoy se conoce como la casa de La Mata, en cuya fachada esta esculpido el blasón de los Carrillo.

Pedro Antonio fue bautizado el día 24 de agosto de 1764 en la parroquia de Santiago el Real de Logroño. El 12 de diciembre de 1775, al cumplir 12 años, ingresó en el Real servicio militar en calidad de cadete. El 20 de octubre de 1779 ascendió a Subteniente de bandera del regimiento de Infantería de Cartagena.

 

El periplo militar de Pedro Antonio de La Mata

Con el grado de subteniente de de la Primera Compañía del Regimiento Auxiliar de Santa Fé,  “…se hallo en el desembarco del ejército hecho  el 8 de agosto de 1785, en el que tomó posesión del terreno en que asentaría  el nuevo establecimiento en la Carolina de Darien en donde se erigió el Fuerte de San Fernando. Estuvo de guarnición hasta el día 20 de octubre en que se retiró a la plaza de Cartagena”.

Se casó en a ciudad de Cartagena de Indias con María Teresa López Tagle y Madariaga nacida en aquella ciudad el 10 de junio de 1781.

En el año 1793 ocupaba el cargo de teniente del Regimiento fijo de Cartagena. El 2 de julio de 1794 fue comisionado para que, con un cabo y seis soldados pasase a las ciudades y pueblos de la provincia de Santa Marta en busca de varios desertores del Regimiento Fijo.  Ascendió a Capitán de la Quinta Compañía del  Segundo Batallón  del Regimiento Fijo de infantería en virtud de Real Despacho expedido en Carmona por orden de Carlos IV el 8 de marzo de 1796 en la vacante producida por la muerte de don José López Tagle Madariaga, hermano de su futura mujer, casado, a su vez, con una hermana del propio Pedro Antonio.

En los atormentados días de la lucha por la independencia de Colombia, Pedo Antonio de la Mata Bernales se mantuvo fiel a Fernando VII. Su lealtad a la corona quedó claramente demostrada en el año 1817 en la información levantada en Cartagena por expresa petición de María Teresa López Tagle, su mujer, con citación de testigos.  Las declaraciones recogidas acreditan unánimemente que don Pedro, “…se manifestó siempre fiel y obediente al legítimo gobierno.  El día en que fue depuesto el gobernador Francisco de Montes, estando de guardia en la Puerta del Puente, fue insultado por una cuadrilla de hombres de los revoltosos, llegando hasta tirarle una pedrada.  El 4 de febrero de 1811 participó en la intentona del Regimiento Fijo para establecer el gobierno legítimo.  Abortada la revolución, el gobierno independiente de Cartagena le destinó a Mompox, por vía de destierro.”

La salud del capitán de la Mata Bernales sufrió tan serio quebranto en su nuevo destino que el 23 de julio de 1812 se vio obligado a solicitar desde el Cuartel General de Barranca, licencia para retirarse a Cartagena con el fin de alcanzar su restablecimiento. Su petición aparece avalada por un ilustrativo informe del facultativo Santiago Padella.

El 6 de agosto de 1812 el padre político de Andrés Fernández fallece en Cartagena de Indias, siendo sepultado en el convento de Predicadores de Cartagena, según reza la declaración de su viuda.

En el año 1817, Maria Teresa Lopez Tagle, su viuda, tiene conocimiento de que don Nicolás Francisco Javier María de la Mata y Carrillo, había instituido por herederos de sus bienes a  “…los hijos y nietos de don Matías de la Mata y Carrillo, su suegro”.  En esta virtud y en consideración a la insostenible situación económica de los defensores del Rey en el Continente Americano, se decidió a pasar a la tierra de sus mayores.

Carente de recursos y ante la imposibilidad de lograr que las cajas reales le abonasen las sumas devengadas a la muerte de su marido, obtuvo para su traslado a Europa, los fondos indispensables del comerciante cartagenero Juan Vicente Romero Campo, por cuenta de su hermano José Romero, avencidado en Cádiz.

María Teresa giró una letra de cambio por valor de cincuenta mil reales el día 30 de septiembre de 1817 contra su tío Nicolás de la Mata Carrillo, “…hipotecando para la seguridad de su cobro una casa alta de su propiedad con cuatro asesorias, situada en la citada ciudad de Cartagena  y su calle Nuestra Señora del Buen Suceso, de la Reja, número dos, manzana octava, barrio de Santa Catalina”.

Inmediatamente emprende viaje a España acompañada de sus tres hijos: Petrona, de quince años; Hilario de doce; y Teresa, de ocho.  En La Habana, María Teresa López Tagle recibió de “…don José Romero Campo, en 9 de diciembre de 1817, dos mil reales por cuenta del mismo don José Romero Campo, girando letra por igual suma contra el nominado don Nicolás de la Mata y a favor de áquel.”  Siete años más tarde, el 1 de diciembre de 1824, fallece en Logroño siendo sepultada al día siguiente en el cementerio de la ciudad.

De los tres hijos que acompañaron a María Teresa López Tagle a Galilea, dos de ellos Hilario y Teresa arraigaron en nuestro pueblo al casarse con otros dos hermanos de la familia  Fernández Fernández. Así, Hilario de la Mata se casó en Galilea el día 27 de abril de 1825 con Joaquina Fernández Fernández  y Teresa se caso en Corera el día 1 de agosto de 1830 con Andrés Fernández Fernández. Paradójicamente quienes se casaron en Galilea se establecieron posteriormente en Corera haciéndose cargo de la casa solariega de sus ancestros, dando inicio a una saga de destacados hacendados y grandes políticos que dominaron gran parte de la vida riojana de la segunda mitad del siglo XIX . Y quienes e casaron en Corera, se trasladaron a Galilea, dejando una descendencia numerosísima tanto en nuestra localidad como en Chile a donde se trasladaron parte de sus descendientes para, como ha quedado dicho, hacerse cargo de la hacienda de Bucalemu.

Andrés Fernández Fernández murió en Galilea el 4 de agosto de 1879. Fue enterrado, juntamente con su esposa en el panteón familiar del cementerio de Galilea que ilustra la  fotografía de esta página.

Braulio Fernández Fernández

Braulio Fernández  Fernández. (1829-1899)

 

Nació en Galilea el 26 de marzo de 1829.  En 1849, a los veinte años, alcanzó el título de abogado del Estado.  Ese mismo año se traslada a Chile juntamente con sus primos Domingo Fernández de la Mata y Manuel Fernández Cereceda para tomar posesión de la hijuela «La casa de los jesuitas» de 10.000 Hectáreas, de la herencia correspondiente por sentencia judicial de parte de la hacienda de Bucalemu.  En dicha propiedad se casa el 2 de febrero de 1855 con Amalia Vicuña Guerrero. Sin embargo no permanecería mucho en Chile ya que la carrera política iniciada en España le hace vender su heredad a su cuñado Claudio Vicuña y retornar a la Península.

En 1861, con 32 años y un considerable capital,  regresa a España  y se presenta a diputado a Cortes por la Provincia de Logroño, compitiendo con políticos de la talla de Sagasta y Emilio Castelar. Se da la circunstancia que en esos mismos comicios interviene también como candidato  su pariente Ildefonso  Fernández Sancho, hermano del cura Hilario Fernández.  En dichas elecciones, celebradas en abril de 1879, Braulio Fernández obtiene casi el triple de votos que su inmediato seguidor  Práxedes Mateo Sagasta.  El acta levantada el día 27 de abril decía textualmente lo que sigue:

 

Los que suscriben, designados por el señor Juez de Primera Instancia de este Partido, Presidente de la Junta General de Escrutinio para la elección de un diputado a Cortes, como secretarios de la misma, certificamos:

 

Que cumplimentadas todas las prescripciones establecidas en el capítulo 3º de la ley de 28 de diciembre de 1878 sin que se haya producido protesta ni reclamación alguna, ha sido proclamado diputado a Cortes por el Distrito de esta Capital, a causa de haber obtenido mayoría de los votos emitidos en las respectivas secciones, don Braulio Fernández y Fernández Arnedo; viéndose en los documentos exhibidos por el Exmo. señor Alcalde de esta ciudad y comisionados delegados al efecto que la votación verificada en el día 20 del presente mes, dio el resultado siguiente:

 

Braulio Fernández y Fernández Arnedo                    1.656
Exmo señor D. P. Mateo Sagasta 679
Emilio Castelar                              30
Ildefonso Fernández Sancho 1
Timoteo Zorzano y Fernández 1
En la sección de Ausejo, votos perdidos 1

 

 Y siendo el número total de electores del distrito a que da nombre esta capital el de tres mil trescientos cuatro, resulta que han tomado parte dos mil trescientos setenta, habiéndose obtenido de tomar parte en la elección novecientos treinta.«

 

En aquella la lejana legislatura 1879-1880 don Braulio Fernández tomó parte, entre otras, en las comisiones de nombramiento de De Gabriel para Gobernador Civil de Málaga, en el mensaje de felicitación al rey Alfonso XII por el atentado frustrado del 30 de diciembre así como en la exposición que hizo de las quejas vertidas por los comerciantes de Haro y Logroño contra los arbitrios que cobraba la villa de Irún en las importaciones de mercancías. Finalizada la legislatura, y abandonado su escaño, fue nombrado caballerizo mayor de Alfonso XII.

 

Amistad de los Fernández Vicuña con la familia Real.

Francisco R. Undurraga en su libro biográfico «Recuerdos de 80 años» da cuenta de la importancia que tuvo en la vida política de su tiempo Braulio Fernández al relatar cómo a la tertulia que mantenía en su casa asistían los más influyentes y notables políticos de España como el propio Práxedes Mateo Sagasta. Este galileano gozaba de la amistad de la familia real y su hijo mayor, Juan Ignacio, recibía frecuentemente invitaciones para acudir a los bailes organizados en palacio. Según el autor del libro, la reina regente María Cristina, regalaba a Amalia Vicuña joyas de gran valor en compensación a las atenciones recibidas por parte de la familia Fernández-Vicuña.

 

El balneario de Escoriaza

Braulio Fernández fue uno de los artífices, de la creación de los Baños de Escoriaza.  En plena dedicación a la política aparece en Escoriaza con motivo de la visita que realiza a su hermana Rufina casada con Roque Gastañaduy,  Teniente Alcalde de esta localidad vascongada.  Conocedor por propia experiencia de sorprendentes curaciones efectuadas en su familia y amigos con el uso del manantial de Torrebasco, propiedad del Sr. Gastañaduy surge la idea de crear el balneario apoyado por el ejemplo existente de otros establecimientos en localidades vecinas. Braulio Fernández convence a su cuñado, propietario del caserío donde se encuentra el preciado manantial para construir un establecimiento balneario. Para ello deben encontrar una ubicación al nuevo edificio.

En agosto de 1862 el Sr. Gastañaduy compra una heredad limítrofe al caserío. Al acto de pago ante notario acude Braulio Fernández en representación de su cuñado, abonando en mano la cantidad de 2.908 reales de vellón en que fueron tasados los terrenos.  Para llevar a cabo este negocio el político galileano busca apoyo en familiares próximos, debido a que el desembolso económico de dicha empresa iba a ser muy importante.  Así, el 6 de diciembre de 1865 se constituye la sociedad que va a regir el nuevo establecimiento balneario de aguas sulfurosas, denominado de Escoriaza. Los socios de esta sociedad son los siguientes:

Braulio Fernández y Fernández Arnedo con 23 acciones; su padre, Bernardo Fernández Martínez, 20 acciones; su primo carnal Felipe de la Mata Fernández, (padre del futuro alcalde de Logroño) 10 acciones; otro de sus primos Andrés Fernández Cereceda, 10 acciones; y por último su cuñado Roque Gastañaduy 7 acciones. En total 70.000 duros. Mil duros por acción.

Para llevar a cabo la construcción del edificio Don Braulio encargó el trabajo al arquitecto Jerónimo de la Gándara. Las obras se iniciaron en 1863, continuaron al año siguiente y en 1865 se abrió al público, declarando sus aguas de utilidad pública. El establecimiento se hallaba a una distancia de ocho minutos de la villa de Escoriaza. Como cualquier otro establecimiento de sus características constaba de fonda y departamento balneario midiendo todo él un área de 92 metros de largo por 37,5 de ancho. José Mª Urkía, en su libro «El balneario de Escoriaza», los describe de esta manera:

La parte destinada a la fonda, era la más importante del edificio. Constaba de tres tres cuerpos con planta baja, piso principal y segundo los cuales estaban unidos por una galería descubierta en forma de terrado que los ponía en comunicación con el piso principal, rodeada con balconaje de hierro y sostenida con columnas del mismo metal, teniendo el pavimento cubierto con láminas de zinc. Esta galería, que adornaba y embellecía la fachada principal, era un espacioso mirador que permitía admirar el paisaje circundante. En el espacio que dejaban los tres pabellones había dos jardines a los que se accedía por la galería cubierta. Le entrada principal consistía en un vestíbulo o pórtico cubierto, formado por arcadas de piedra sillar, en la que terminaban los caminos de piedra bien construidos, uno de entrada y otro de salida de carruajes. La fachada principal estaba precedida de un parque con jardines y dos pequeños estantes provistos de surtidores.  En la planta baja se encontraban varias habitaciones de uso general: un salón de 51 metros de largo por 6 de ancho y 4,5 de alto, divido en dos por medio de un tabique formado por puerta abatibles usándose una parte como comedor y otra como salón de baile y reunión con su correspondiente piano y adornado con muebles alemanes y asientos de rejilla. Otros salones más reducidos se destinaban a lectura, escritorio, billar, etc Desde el cuerpo central de la planta baja arrancaba una ancha escalera de madera, balaustrada de hierro, y dos ramales hasta el piso principal para continuar, del mismo modo, hasta el segundo. El establecimiento constaba con una capilla dedicada a la Purísima Concepción. Al oeste del edificio estaba el extenso parque del establecimiento con sus bosques formados por álamos, castaños, olmos, acacias y otras clases de arbolados, laberintos de jardines llenos de arbustos y pinos de muchas variedades, además de monte poblado de robles y castaños. En una de las alturas había una cascada con un estanque rodeado de jardín donde existía un torreón mirador. En resumen, un lugar idílico.

En cuanto al departamento balneario, sigue relatando Jose Mª Urkía en el libro citado, ocupaban la parte oriental del establecimiento comunicándose con la fonda por una escalera interior que partía del piso principal además de por una galería cubierta que resguardaba a los pacientes de la intemperie. En dicha galería se encontraba el despacho o gabinete de consultas del médico-director. El caño de la fuente mineral vertía vertía el agua en un recipiente desde donde salía inmediatamente por un conducto que llevaba todo el caudal a un depósito cubierto, suficiente para contener quinientos baños. Encima de la rotonda había un gabinete ochavado para inhalaciones de gas sulfhídrico libre. Encima del depósito fueros colocadas la bomba y calderas de calefacción. De este recinto partían dos galerías en las que había dieciséis gabinetes con sus respectivas pilar de mármol. Tres de ellos tenían dos pilas además de aparatos para duchas o chorros. Había, además, ducha rectal, perineal, pubiana, sacra, dorsal, ocular, nasacde vapor sulfuroso solo o mezclado con plantas aromáticas, estufa y piscina.

Después de dos años de obras desde la adquisición del terreno el balneario se abrió al público el 1 de junio de 1865. Durante los siguientes años la afluencia de bañistas fue creciendo situándose en unas trescientas personas por temporada. Sin embargo el establecimiento levantado por Braulio y su familia pasó por momentos difíciles. Entre 1872 y 1876, durante la segunda guerra carlista la afluencia fue nula. Cuando parecía que todo volvía a la normalidad el 5 de agosto de 1879 fallecía en los baños de Escoriaza la infanta María Pilar Borbón y Borbón, hermana de Alfonso XII. Esta desgraciada circunstancia fue una de las razones de la decadencia que empezó a experimentar el balneario.  En 1894, 29 años después de su apertura, y cinco años antes de fallecer Braulio, el balneario se clausura definitivamente.

 

Contando con setenta años, muere en Madrid en 1899.  De su matrimonio con la chilena Amalia Vicuña Guerrero, deja una larga  descendencia  de diez hijos, que fueron los siguientes:

 

  1. Felisa Fernández Vicuña, casada con Alberto Fesser y Fesser, con sucesión.
  2. Juan  Ignacio  Fernández Vicuña.  Fallecido soltero.
  3. Carlos Fernández Vicuña, casado con Elena Fesser y Fesser. Sin sucesión.
  4. María Luisa Fernández Vicuña. Fallecida soltera.
  5. Clotilde  Fernández Vicuña. Fallecida soltera.
  6. Eduardo Fernández Vicuña, casado con Blanca Wilms Brieba. Sin sucesión.
  7. Inés  Fernández  Vicuña,  casada  con  Joaquín   Martínez de   Velasco   y Fesser. Sin sucesión.
  8. José Miguel Fernández Vicuña, casado con Engracia Palacios, con sucesión en
    los Fernández Benjumea (unidos a los Condes de Guadalhorce); Topete y Fernández (vinculados a los marqueses de Serralavega) y Uhagón Fernández (unidos a los Condes de Zubiria)
  9. Ángela Fernández Vicuña, casada con Ramón Topete Arrieta (hijo del Almirante Topete, quien con Prim y Serrano derrocaron a Isabel II), con descendencia en los Topete Fernández.
  10. Rosa Fernández Vicuña, casada con Enrique Satrústegui y Barrie, Barón de Satrústegui, con sucesión.

De entre estos diez hijos quiero resaltar a Ángela Fernández Vicuña, su novena hija, casada con Ramón Topete, hijo del Almirante Topete quien junto a los generales Prim y Serrano, derrocaron a la reina Isabel II en la revolución de 1868. De este matrimonio nacería  María Topete Fernández, que vino al mundo  en el año 1900, (un año después del fallecimiento de su abuelo),  muriendo en septiembre del año 2000. En estos cien años que vivió, tuvo una vida azarosa y atormentada, siendo protagonista destacada del  mundo carcelario de la época, como responsable que fue,  en los años posteriores a la Guerra Civil, de la prisión de mujeres de Ventas y de la maternal de San Isidro, ambas en Madrid.

Su responsabilidad en estos centros a lo largo de 26 años, que abarcan desde 1940 hasta 1966, en que se jubiló, y los acontecimientos y vicisitudes acaecidos a lo largo de este dilatado periodo de tiempo,  están perfectamente reflejados en un estremecedor libro de la escritora  Ana R. Cañil, titulado “Si a los tres años no he vuelto”.

Domingo Fernández de la Mata

Domingo Fernández de la Mata. (1832-1887)

 

Foto del libro de Adriana Fernández

Nació en Galilea el 5 de agosto de 1832.  Al igual que su hermano Juan,  quiso seguir la carrera sacerdotal, cursando estudios en el Seminario de Logroño.  Sin embargo pronto habría de abandonarlos para trasladarse a Chile y hacerse cargo de la hijuela «San Enrique», un tercio de la heredad del fundo de  Bucalemu, con una extensión de siete mil hectáreas.  El 6 de noviembre de 1849, con diecisiete años, parte hacia  Burdeos, donde toma el vapor Le Quellec, y en compañía de su primo carnal Braulio Fernández  Fernández , futuro diputado a Cortes, inician un viaje por mar que les llevarían hasta Valparaíso donde toman tierra el 2 de febrero de 1850.  Ya en Chile contrae matrimonio con Enriqueta Jaraquemada Vargas el 13 de diciembre de 1857.  No se hizo muy mayor don Domingo, ya que murió con 55 años un 6 de diciembre de 1887.  Su esposa le sobrevivió 20 años más.

El matrimonio Fernández-Jaraquemada procreó quince hijos, entre los que hay que nombrar  a Miguel, nacido en 1869, casado con Lucía Solar Armstrong de cuyo matrimonio nació Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández del Solar, más tarde Santa Teresa de los Andes. Y a Adolfo, padre de Sergio Fernández Larraín, futuro embajador de Chile en España y gran benefactor de Galilea.

Manuel Fernández Cereceda

Manuel Fernández Cereceda. (1824-1882)

 

Nació en Galilea el 26 de junio de 1824. Pasó a Chile con su primo hermano Juan Fernández Fernández, hermano de Braulio Fernández Fernández y que junto con el otro primo hermano, Domingo Fernández de la Mata se hicieron cargo de Bucalemu. Se casó con Ana María Íñiguez Ovalle nacida en Santiago de Chile el 8 de mayo de 1814. Ana María era hija de adoptiva de sus tíos D. Rafael Beltrán Íñiguez y Doña Loreto Íñiguez y se casó en el oratorio particular de la hacienda de éstos el 26 de junio de 1840. A su muerte le dejaron una cuantiosa fortuna consistente en parte de la hacienda Bucalemu y propiedades en Valparaíso de gran valor.

En razón de la sentencia judicial por la que la hacienda de Bucalemu pasaba a la familia Fernández Arnedo, Manuel Fernández Cereceda se hizo con las hijuelas de  La Manga y Corneche  que representaban aproximadamente diez mil hectáreas,  un tercio más o menos del total de la heredad. Para hacerse idea del valor y la importancia de estas hijuelas, refiramos algunos pasajes del contrato de arrendamiento que el propietario establece con su yerno Francisco Ramón Undurraga el 15 de octubre de 1880. El contrato, entre otras cosas,  decía:

 

Panteón de Manuel Fernández Cereceda

«D. Manuel Fernández Cereceda da en arriendo a D. Francisco Ramón Undurraga… el fundo denominado Corneche y La Manga de Bucalemu, situado en el departamento de Rancagua con la dotación de los siguientes ganados vacunos, caballares y lanares  que a continuación se expresan:

   

    Vacunos: bueyes de trabajo, 200; redomones (sin domar), 83; toros d matanza brutos, 141; toros de matanza mestizos, 42; toros de tres años brutos, 65; toros mestizos de 3 años, 6; vacas de matanza, 912; vacas preñadas, 38; vacas de tres años, 450; ganados de 2 años, 457; terneros de una año, 710; terneros de pie, 318.

 

    Caballares: caballos de servicio, 102; caballos padres, 3; yeguas de vientre, 76; potrones de rienda, 9; de dos años, 11; potrancas de dos años, 5: potrillos y potrancas de año, 12.

 

    Mulares: mulas de carga, de tres años,9; de dos años, 2; de año, 19.

    Lanar: carneros padres, 158; ovejas de vientre, 3279; corderos marzales, 974; borregas, 1185; corderos de pelo, 416.»

 

Pocos años después de la firma de este contrato, el 13 de julio de 1882 , D. Manuel Fernández Cereceda muere en Santiago de Chile legado «…’La Manga’ con sus fértiles llanos y ricos montes a su hijo Rafael Fernández Íñiguez y ‘Corneche’, con mucho monte, vacas y ovejas y con agua, para su otro hijo Ezequiel.»

 

En el año 1867, el padre Hilario Fernández Sancho, sobrino del matrimonio Fernández-Iñiguez es llamado por estos recalando en su hacienda e iniciando desde allí su labor sacerdotal por Chile y Argentina.

En el cementerio de Galilea se conserva todavía el panteón donde esta enterrados los padres, el hermano y la cuñada de D. Manuel y en cuyo frontispicio, a duras penas, se puede leer:

 

 “Panteón de la familia Fernández Cereceda. Rogad a Dios por el alma de los señores José María Fernández y María Cereceda, D. Inocente Fernández Cereceda y Dña Agapita Sáenz de Heredia de Fernández”

 

El diario chileno El Ferrocarril decía el día de su muerte 13 de junio de 1882:

 

En la mañana de hoy ha fallecido D. Manuel Fernández Cereceda. Un nuevo vacío, de los que difícilmente son llenados dejará su muerte en nuestra sociedad; las personas como el Sr. Fernández en que la honradez, la fe sincera y la caridad más amplia, les sirven de adorno, cuando faltan, no pueden menos de ser sentidas, por la sociedad entera a la que honraron con sus virtudes.

 

El Sr. Fernández, español de nacimiento y residente en Chile desde 1841, había podido, sin abandonar un instante, como leal español su inmenso cariño a la tierra que le sirvió de cuna, amar a Chile, llegando a formar una segunda a la que le unía el más sincero afecto de gratitud.

 

Como muchos de sus honrados compatriotas tuvo en el año 1865 que pagar con la dolorosa separación de su familia el tributo a las disposiciones de los que entonces gobernaban.

 

Agricultor ilustrado y progresista, el Sr. Fernández puso su fortuna al servicio de cuanta mejora llegó a su conocimiento. Desprendido y generoso, no habrá quizá ninguna asociación de caridad a la que no hayan legado los dineros del Sr. Fernández.  La colonia española tiene motivo para conservar eterno recuerdo de uno de sus mejores representantes.

 

Católico sincero y hombre de profunda fe, el Sr. Fernández vivió y murió dando a los que le rodeaban ejemplo constante de sólida virtud y de íntimo convencimiento. Sus maneras atentas, su invariable carácter, reflejo de su tierna alma, hicieron que el Sr. Fernández contara siempre con un numeroso círculo de amigos, cada uno de los cuales, durante su penosa enfermedad, se ha apurado a demostrar su sentimiento, y guardarán siempre un dulce recuerdo del virtuoso caballero y leal amigo.

 

Que la muerte del verdadero santo, que tuvo el Sr. Fernández mitigue en algo el justo de dolor de su religiosa esposa y sus creyentes hijos.

 

Treinta años después de la muerte del Sr. Fernández Cereceda, sus hijos y herederos pretenden crear una capellanía, para la que el hacendado había dejado en su testamento la cantidad de 10.000 pesos. Sin embargo la depreciación de la moneda chilena hace que la final se cree una fundación de misas que ha pervivido hasta el último tercio del pasado siglo XX.  La celebración de estas da comienzo en el primer trimestre del año 1913 con el párroco de Galilea, D. Eulogio Ruiz y finalizan el día  31 de diciembre de 1975 con Alberto del Pozo, titular de la parroquia desde el año 1932.

 

FUNDACIÓN DE MISAS A FAVOR E DON MANUEL FERNÁNDEZ CERECEDA QUE DA COMIENZO EN 1913.

 

«Instancia Presentada al Administrador Apostólico del Obispado por José María Fernández Martín en nombre de los hijos y herederos de D. Manuel Fernández Cereceda domiciliados en Santiago de Chile, en la que solicitan fuese admitida la fundación en Galilea de una memoria de misas en la forma y modo que pudieran llevarse a efecto, en atención a que, por la depreciación del dinero en la República de Chile, los 10.0000 pesos que el dicho Manuel Fernández lega en su testamento para una capellanía de misas diarias y de alba, más los intereses de varios años, deducidos los estipendios de las misas que se habían celebrado por la fundación antes de estar constituida, quedaban reducidos en la actualidad a una cantidad que, invertida en tributos de la deuda al 4% interior, resultaba ser 15.800 pesetas nominales, cuyos productos no dan para cumplir la voluntad del legatario, autorizo al dicho Ilmo. Administrador Apostólico para que diese a la Fundación la forma que le pareciese mejor para acercarse en lo posible al deseo del fundador.

 

Se ha instruido el expediente en el que se dictó las siguientes providencias:

 

Providencia:

Calahorra a 30 octubre 1912.

 

Visto el expediente de José María Fernández Martín presentado a nombre de los hijos y herederos de D. Manuel Fernández Cereceda y dado que el capital dejado de 15.800 pesetas no llega y no puede producir lo necesario para la decorosa sustentación de un capellanía que hubiera de encargarse de decir diariamente la misa en la parroquial iglesia de Galilea, como hubiera deseado el mencionado, entréguense las 15.800 pesetas nominales a nuestra secretaría de cámara y Gobierno para proceder a la institución piadosa de que se trata.

 

Providencia definitiva

Calahorra a 30 octubre 1912.

 

Verificada la entrega de las 15.800 pesetas a la deuda perpetua al 4% en nuestra secretaria de cámara, declaramos constituida la fundación de memoria de misas que espera la solicitud que va por cabeza de este expediente, para que pueda llevarse a efecto las ultimas voluntades del piadoso fundador que parece era la constitución de una capellanía con carga de misa diaria por haberse reducido bastante el capital legado, por causas no imputables a sus hijos herederos y testamentarios, disponemos que al menos o mientras la causa indicada subsista o que el capital de esta fundación no tenga el aumento necesario, bien por medio de otro legado, o por la de algunos individuos de la misma familia, o por agregación de otra cantidad donada por cualquiera persona piadosa, las cargas de esta fundación quedarán reducidas a la celebración y aplicación por las obligaciones de D. Manuel Fernández Cereceda de las misas que al estipendio de 1,50 Pts tengan cabimiento en el producto líquido del susodicho capital, quedando a nuestra voluntad y la de nuestros sucesores la persona que haya de encargase del cumplimiento de esta memoria de misas, señalándonos asimismo el derecho de aumentar, disminuir o modificar según las circunstancias nos lo dicten.

 

En consecuencia depositamos los títulos en la Secretaría de la Adm. General de Capellanías de este Obispado para su custodia y cobro de intereses cuyo importe líquido habrá de aplicarse a este menester.

 

  

INCREMENTO DEL ESTIPENDIO POR MISA CELEBRADA

Clemente de Cossio y Fernández secretario de Cámara y Gobierno del Obispado de Calahorra, certifica.

 

Que visto el expediente referente a la Fundación de misas que le expresara ha recaído en Calahorra a 20 de de febrero de 1922 para el aumento de 1,50 Pts  a 2 Pts,

 

Venimos en otorgar y otorgamos el aumento de 0,5 Pts más el de 0,25 por cada misa que se entregará al párroco de dicha iglesia para su ingreso en caja de fábrica por concepto de oblata (dinero que se da al sacristán o a la fábrica de la iglesia por razón del gasto de vino, hostias, cera u ornamentos para decir las misas), luces, uso de vasos sagrados y demás sacros ornamentos debiéndose consignar en el libro de cuentas las partidas correspondientes por los antedichos conceptos».

Hilario Fernández Sancho

Hilario Fernández Sancho. (1845-1912)

 

El día 14 de enero de 1845, festividad de San Hilario de Poitiers nace en Galilea  don Hilario Fernández Sancho, del matrimonio formado por Santiago Fernández Beltrán y Aquilina Sancho. Según su biógrafo, eran sus padres grandes practicantes de la fe católica, y su vida cristiana estaba cimentada por la limosna y el socorro que ofrecían a los pobres y necesitados.  Su casa estaba abierta a todo aquel que llamase en demanda de limosna, y una vez al año, sus hijos mayores llevaban hasta su domicilio a una familia necesitada para sacarles de sus penurias.  Nació don Hilario, como se ve, de una familia de profundas convicciones religiosas.

 

Hilario Fernández Sancho

Muy pronto el futuro jesuita comenzó a despuntar en sus estudios, y sus padres decidieron que era hora de que abandonase la humilde escuela de Galilea y preparase su ingreso al Instituto Provincial

 

“… con algunas lecciones que le diera don Homóbono Carrillo, maestro de El Redal. “

 

El día 6 de septiembre de 1858, es decir, a los 13 años de edad, se matricular Hilario en el Instituto de Segunda Enseñanza de Logroño.  Allí comenzó el bachillerato y cursó y aprobó dos años de latín y castellano, además de otras asignaturas.

 

Su etapa en el Seminario

 

En 1860 ingresa en el antiguo Seminario de Logroño como alumno interno gracias a una de las ocho becas que un antepasado suyo (Pedro Fernández de Balmaseda, ascendiente en 5º grado) donó al Seminario Conciliar de Logroño para que en él pudieran estudiar sus parientes.  Estas becas, llamadas de sangre, fueron aumentadas a catorce por los descendientes del mecenas.

Un hecho, en apariencia insignificante, tuvo lugar aquel año de su ingreso que habría de tener gran importancia en el futuro de nuestro antepasado.  Regresaba de Roma el Arzobispo de Santiago de Chile, adonde le llevara su visita ad límina, cuando decidió adentrarse en nuestro país con el propósito de visitar nuestro legado histórico.  Al pasar por Logroño aprovechó para conferir la tonsura clerical a los jóvenes seminaristas, siendo uno de ellos Hilario que entonces contaba tan sólo 16 años de edad. Al finalizar, el Arzobispo de Santiago departió familiarmente con los jóvenes seminaristas, y al saber que Hilario tenía familia en Chile, se dirigió a él y le animó a que, cuando acabase la carrera, se trasladase al país andino, prometiéndole su ayuda, si así lo hacía.

Seminario

D. Hilario era buen estudiante y así lo demostró.  En tres años, de 1860 a 1863, termina Filosofía; y en cuatro más, de 1863 a 1867, Teología.  Con 22 años de edad tenía todos los conocimientos para ser ordenado sacerdote, pero como no alcanzaba la edad exigida por los cánones, tuvo que acudir al Papa Pío IX para que le otorgue la dispensa.  Con ella en la mano, el Obispo de la Diócesis de Calahorra, Sebastián Arenzano, le ordena sacerdote el día 21 de diciembre de 1867.  Pero D. Hilario era hombre de estudio y, ya ordenado sacerdote, quiso añadir un año más a sus estudios y en el curso 1867 a 1868 aprueba las asignaturas de Hermenéuticas Sacra, Patrología y Oratoria.

 

Alcanadre, su primer destino

Terminados sus estudios era hora de pensar en el destino de D. Hilario.  En una Diócesis de escasa vida como la de Calahorra, no se ofrecía otra cosa que el servicio parroquial.  Así pues, el Obispo le encargó la vacante de la parroquia de Alcanadre, cargo que no carecía de importancia.

En aquellas fechas la iglesia de Alcanadre tenía patrono lego y era el conde de Bornos quien la ejercía, y en consecuencia a quien le correspondía el nombramiento del párroco y de sus tres coadjutores.  Uno de estos tres puestos es el que se le ofreció a D. Hilario, siéndolo otorgado por doña María Francisca de Crespi condesa viuda de Bornos.  El 27 de febrero de 1868 se leyó el documento en la puerta de la iglesia  de Alcanadre, presentándose posteriormente nuestro párroco revestido de sobrepelliz y acompañado de dos testigos para tomar posesión de su cargo, según exigía el culto.

Alcanadre

Según antiguos testimonios, la villa de Alcanadre era frecuentada por aquel entonces por maleantes y contrabandistas que alteraban la natural convivencia de sus moradores.  D. Hilario puso orden en el pueblo y en la parroquia -el párroco era ya muy anciano- y le dio tiempo, además, para cursar el 5º año de Teología.

En septiembre de 1868 tiene lugar un acontecimiento de suma importancia en la vida pública de nuestro país.  Los españoles, cansados del desgastado gobierno de Isabel II, se revelan contra él en lo que la historia ha llamado la revolución septembrina, La Gloriosa.  El régimen monárquico, gobernado por hombres ineptos y sin escrúpulos, es conducido hacia un callejón sin salida y la Reina tiene que huir a Francia.  Aquella revolución social, que también tuvo algo de antirreligiosa, hizo que muchos hombres tuvieran que emigrar a tierras lejanas en busca de una paz que no encontraban en la convulsa España.  Uno de estos emigrantes fue D. Hilario que eligió la nación chilena como punto de destino, al hallarse residiendo en aquel país andino varios de sus familiares que en su día, años atrás, habían partido desde Galilea.

 

Treinta años de estancia en Chile

Desde el año 1869 hasta el 1899, el padre Fernández permaneció en Chile. Los primeros pasos que dio en aquella nación fueron muy indecisos.  Don Manuel Fernández Cereceda y doña Ana María Íñiguez, su esposa, tíos de D. Hilario y dueños de una hijuela de la finca Bucalemu fueron quienes le llamaron desde ultramar.  Partió desde Lisboa en el mes de marzo de 1867 y, a mediados de abril llegó a Santiago de Chile.  El día 28 de ese mes el Arzobispo de Santiago le otorga la licencia ministerial.

En la histórica hacienda de Bucalemu se habían formado dos hijuelas: la de Corneche y la de San Enrique.  La primera, propiedad de don Manuel Fernández de la Mata; la segunda de su hermano Domingo.  Para orientar la vida religiosa de los braceros ocupados en la finca de don Manuel, el padre Fernández es contratado como director espiritual, siendo éste su primer empleo en el Nuevo Mundo.

Pero aquella buena noticia pronto fue empañada al comunicársele el fallecimiento de sus padres, en Galilea, entre los días 23 y 24 de abril de 1870, a causa del temible tifus.  Conocedor de la penuria en que sus padres se encontraban, dio orden de

 

“…cargar a mi cuenta todas las deudas de la casa; “

 

y para sus hermanos, que eran nueve, tres casados y seis solteros, dispuso

 

“…dividir por partes iguales, entre los hermanos solteros el haber de la casa, y cárguese a mi cuenta todo lo que falte para igualar a los tres casados con los seis solteros.”

 

El tiempo fue pasando en el fundo de Bucalemu y dos Hilario continuaba ejerciendo su la­bor pastoral entre los trabajadores de aquel inmenso territorio.  Pero su vida comenzó a to­mar un nuevo rumbo el día 21 de octubre de 1872. En aquella fecha es nombrado cape­llán del Asilo del Buen Pastor de Santa Rosa, verdadera cárcel correccional de mujeres de las que había en aquella fecha más de cien.  Este cargo de capellán fue para nuestro paisano como una especie de modesta presentación en sociedad de la capital chilena a través del cual comenzó a relacionarse con las familias católicas y pudientes que favorecían aquel asilo.  Entre aquellas familias se encontraba la formada por los hacendados D. Manuel Rencoré y doña Josefa Huidobro Morandé, que en enero de 1873 -verano en aquel hemisferio- le invitaron a veranear a su residencia de Catemu.

Fue un lugar éste determinante en la vida de D. Hilario. En aquella aldea la familia Huido­bro poseía una magnífica finca de campo.  Tenía don David un hijo, Jorge, cuya educación religiosa fue encomendada a don Hilario.  En la finca de Catemu pasaban largas horas educándole en la religión cristiana  y enseñándole lo que convenía a su edad; pero también participando de sus juegos por las largas hileras de árboles de la finca campestre.  En definitiva que don Hilario se identificó plenamente con la hacendada familia Huidobro, llegando a ser como un hijo mayor.

Los siete años que van desde 1869 a 1876, los primeros de su estancia en Chile, el padre Fernández de va introduciendo progresivamente en todos los estados de la sociedad chilena que le sirven de catapulta para acometer, en un futuro cercano, la obra evangeliza­dora que habría de llevar a cabo.

A pincipios de este año de 1876, el ya anciano Arzobispo Valdivieso, funda una casa de ejercicios para la sociedad rica de Santiago de Chile. Esta casa, llamada de San Juan Bautista, se crea en contraposición a la de San José, generalmente frecuentada por personas de condición humilde, y, al poco de su fundación, es nombrado don Hilario capellán-director, cargo que desempeñaría hasta el 9 de abril de 1899, es decir, más de veinte años. Era aquella una hermosa mansión en la que nada faltaba: magnífica capilla, vastos comedores, y dormitorios, amplias galerías y claustros soleados, completados por ex­tensos paseos cubiertos de magníficos parrales.  En suma, era, efectivamente, un edificio exclusivo y alejado del bullicio de loas grandes ciudades convirtiéndose en verdadero centro del resurgir católico de Chile.  Y como los que iban a la casa de San Juan Bautista eran las personas más cualificadas de la aristocrática sociedad chilena, don Hilario pronto empezó a ser conocido en las altas esferas de la capital de los Andes.

En 1878 muere el Arzobispo Valdivieso. El gobierno liberal de Anibal Pinto intenta que la vacante sea ocupada por Francisco de Paula Taforó, prelado que se había mantenido contrario a la autoridad del Arzobispo chileno, pero la Santa Sede rechaza la propuesta gu­bernamental. El Vaticano envía a un delegado para informarse de la situación creada en el Arzobispado de Chile.  Éste llego a Chile en marzo de 1882 y en enero del siguiente año es expulsado.  La comitiva que se forma para despedir al delegado apostólico estaba formada por miembros de la Unión católica, a cuyo frente marchaba D. Abdón Cifuentes acompañado de su gran amigo D. Hilario.

Este antiguo partido conservador fue relanzado con la ayuda económica de 200 potentados chilenos que desembolsaron 1000 pesos cada uno.  En cada provincia se creó un consejo provincial y se acordó que los prelados pudieran nombrar un eclesiástico para cada concejo.  Para el de Santiago de Chile, es decir, para el primer departamento de la Unión Católica fue nombrado D. Hilario Fernández. Era el 18 de julio de 1883.

En este año nuestro paisano ostentaba la dirección de San Juan Evangelista, la de la sociedad San Luis Gonzaga, y además era el lider de la Unión Católica.  No es de extrañar, por tanto, que los jefes del partido político llegaran a celebrar sus reuniones en la casa de San Juan Bautista, y que D. Hilario los presidiera;  no se hacía nada sin su consejo, incluso se ha afirmado que era él quien gobernaba. Lo cierto es que senadores, diputados y hombre de estado atravesaban con bastante frecuencia los umbrales de aquella casa. San Juan Bautista era el centro de la Unión Católica.

En 1885 este partido se presenta a las elecciones y consigue unos aceptables resultados, siendo elegidos varios diputados conservadores, a la cabeza de los cuales estaba Carlos Walker Martínez, íntimo amigo de D. Hilario, y pertenecientes ambos a la Sociedad San Luis Gonzaga.

 

La Sociedad de obreros de San José

La preponderancia que D. Hilario había llegado a alcanzar en la causa católica chilena fue aprovechada para encauzar su esfuerzo hacia la población menos favorecida de Chile, creando así la sociedad Obreros de San José.  La sociedad chilena estaba dividida en dos tipos de personas perfectamente diferenciadas: las procedentes de los conquistadores y de los integrantes de la colonia española, y la proveniente de los pobres y humildes de aquel país, más o menos mezclados con los aborígenes. Para estos últimos, principalmente, se creó la sociedad en el año 1884, siendo presidente D. Juan  José Hevia y su director general, D. Hilario.  Su cometido era eminentemente social.  Según los estatutos los socios se comprometían a ejercer la caridad con los socios enfermos, proporcionándoles medici­nas y dinero; a crear escuelas para la ilustración y formación de sus hijos; a velar por la economía de los asociados, etc.  Más adelante se añadió a esto el derecho de jubilación por el que quedaban exentos de contribuciones especiales, sin perder los beneficios.

D. Hilario puso todo su empeño para garantizar el éxito de esta obra.  Ocasiones hubo en las que, para darla a conocer, predicó tres veces en la misma noche y en iglesias diferen­tes.  El resultado fue un éxito asombroso y su extensión por toda la geografía chilena, implantando la obra en más de cincuenta circunscripciones.  Su preocupación por los socios le llevó incluso a salir él por las calles de Santiago a pedir trabajo para los necesita­dos.  Nada de lo que tuviese necesidad la clase trabajadora le era indiferente.  Para facilitar el ahorro a los trabajadores contribuyó a que se fundasen varios bancos en la capital chilena, de los que incluso se convirtió en agente para buscar accionistas.  No es muy fre­cuente que un hombre que se había convertido en referente de la opulenta sociedad chilena se entregase por completo a socorrer a las clases menos favorecidas del país andino.

El intenso trabajo que D. Hilario dedicaba a aquella obra pronto empezó a reflejarse en la sociedad chilena.  Y su influencia se dejó notar en las elecciones presidenciales de 1886.  El entonces Presidente, Santa María, se enfrentaba en las urnas a José Manuel Balmaseda, oriundo de Galilea, nacido en el fundo de Bucalemu el día 19 de julio de 1840, y que a la postre sería el ganador de las elecciones.

Al poco tiempo el país entró en una guerra civil y el presidente Balmaseda hubo de refugiarse en la legación Argentina en donde en 1891 puso fin a su vida.  Durante la contienda civil se cometieron actos de pillaje siendo acusado a los componentes de la So­ciedad de San José de haberlos cometido, llegando incluso a acusar a D. Hilario de haberlos cometido, cuando en aquellos días estaba atendiendo a los heridos en otra parte del país, e incluso atendiendo a meritorios dirigentes del partido derrotado en la embajada de EE.UU.

En septiembre de 1895 se celebró en Santiago de Chile un sínodo de obispos después de 150 años. Los padres del Sínodo se hospedaron en San Juan, donde se celebraron también las sesiones privadas y fue D. Hilario el director del hospedaje.

La Sociedad de San José fue la asociación popular cuya influencia social tuvo un desarrollo más extenso un grado de prosperidad material y moral más notable.  En 1898, fecha de su primera asamblea general, ya no era D. Hilario su director efectivo.  A finales de 1891 fue asumida por el sacerdote chileno y entrañable amigo suyo D. Juan Ignacio González.  Conservó, sin embargo, el título oficial de director honorario y protector, siendo reconocido como el verdadero fundador de aquella institución.

Como complemento a la labor social desarrollada desde la Sociedad de San José, D. Hilario, con la ayuda financiera de D. Melchor Concha, fundó en el cerro de San Cristóbal la población de León XIII, con la finalidad de facilitar a los trabajadores vivienda cómoda y barata.

 

La oratoria de D. Hilario

El padre Fernández no sólo daba ejercicios en su propia casa de San Juan a sacerdotes y seglares, y en la de San José a trabajadores, sino que su oratoria se extendía a los demás centros de Chile.  Su predicación abarcaba todos los estilos de la oratoria.  Por lo general los temas de sus discursos eran de contenido moral y social y de apologética popular.  El profundo conocimiento de estas materias le facilitaba el armazón de sus discursos que eran concebidos con suma facilidad.  Tan saturado estaba de ello que con unos breves apuntes era capaz de dar forma a todo un ciclo de conferencias e incluso variarlas de un lugar a otro.

Fue D. Hilario un consumado artista de la palabra y un maestro de la oratoria que supo valerse de los infinitos recursos del lenguaje para enseñar y convencer a sus auditorios.  Poseía el secreto de convencer profundamente y de persuadir con arte exqui­sito y maravillosa eficacia.

D. Hilario predicaba siempre.  El día que no predico estoy ronco, decía.  Para él era una necesidad.  Un hombre así tenía que mover a las masas.  Durante varios años predicó en la iglesia de San Agustín la novena del Carmen.  Su poder de convocatoria era tal que, según parece, se cambiaba la hora de la cena para que las casas de mejor sociedad pudiera estar toda la familia lista para las siete de la noche y acudir a las conferencias.

Su oposición a los regímenes liberales y laicistas que le toco vivir le hicieron exclamar desde el púlpito, dirigiéndose a la opulenta sociedad chilena:

 

“No fundéis capellanías; ya veis donde pueden ir a parar las que fundaron nuestros abuelos: a manos de los maso­nes del Gobierno;  No dejéis nada a los hospitales del Gobierno; no dejéis nada a las obras de filantropía del Estado, que de todo se sirve él, que son enemigos y tiranos nuestros.  Dejad vuestras herencias para hospitales católicos, para sociedades y obras netamente católicas, o en manos de las autoridades eclesiásticas, para que dispongan según convenga.  “

 

Así hablaba D. Hilario y el pueblo, que le entendía, siguió sus palabras de tal manera que fue mal visto en Chile que una persona pudiente, al morir, se olvidase de los intereses de la iglesia.

 

Don Hilario y España

D. Hilario no podía olvidar que era español, como lo demuestra el recuerdo permanente a la tierra que le vio nacer y los viajes que hizo repetidamente a España además de los buenos oficios que prestó a sus compatriotas establecidos en Chile.  Jamás se mostró indi­ferente a los acontecimientos que en su país se producías, a sus prosperidad y a sus desgracias.  Leía regularmente la prensa que le remitían y mantenía frecuente correspon­dencia con personajes de la política española.  Cuando la epidemia de cólera de 1887 no se olvidó de los españoles afectados.  La Sociedad de Beneficiencia Española de Santiago de Chile tuvo la feliz idea de establecer un hospital de cuarentena para los afectados españoles y aquel fue, durante los meses más críticos, destino obligado para D. Hilario.

Los españoles le consideraban una gloria nacional.  Sabían que podían contar con él para cuento redundase en beneficio de su patria.  Al estallar la guerra de Cuba, en Chile, como en otros lugares, se formó un comité patriótico para recaudar dinero del que D. Hilario fue miembro activo.  Pero el mayor servicio que desde Chile prestó a España se debió a la la­bor de acercamiento entre las diplomacias de ambos países.  Cuando llegó a Chile, en 1869, apenas habían transcurrido tres años del bombardeo español a Valparaíso, efectuado el 31 de marzo de 1866 por Méndez Núñez.  En consecuencia las relaciones diplomáticas entre ambos países estaban rotas cuando el padre Fernández llega a aquel país.  El gran servicio prestado fue el de contribuir poderosamente, por medio de su enorme prestigio, a acercar los ánimos distanciados, y hacer olvidar el pasado.

 

Un conflicto Familiar

En 1884, hallándose D. Hilario en España, se encontró con un lejano pariente llamado Ildefonso Fernández, quien había sido administrador de la hacienda Bucalemu, perteneciente, en parte, a D. Manuel Fernández Cereceda, tío de D. Hilario.  Ildefonso era heredero de una fuerte cantidad de dinero de la herencia de D, Manuel, muerto en 1882.  Pensó que nadie mejor que su lejano pariente  para, de regreso a Chile, recibir aquel dinero y girárselo de la mejor manera posible, salvo que, si en el cambio de moneda, salía perjudicado el producto de la hacienda, en cuyo caso se lo enviaría en trigo u otros productos chilenos, que luego vendería él en España.

 

Aceptó D. Hilario pero antes, el 1 de marzo de 1884, firmaron en Logroño, ante notario y testigos, un poder por el que Ildefonso

 

 “…otorga, da y confiere todo su poder amplio y tan bastante como legalmente se requiere a D. Hilario para que en su nombre y representación administre, cuide y gobierne todos los bienes que le pertenecen y puedan pertene­cer en la República de Chile… y a tener por válido cuanto en virtud de este poder D. Hilario Fernández y sus sustitutos obrasen, se obliga en legal forma.  Finalmente, el día 11 de marzo, en carta formada en Madrid, le dice Ildefonso a D. Hilario, si acaso te surgiere alguna dificultad, te confiero por esta los más omnímodos poderes para que los resuelvas a tu criterio, que es y será siempre el mío. “

 

No había sinceridad en sus palabras, como se verá.

El 17 de abril de 1884 llega D. Hilario a Montevideo, camino de Chile.  Allí se entera que el cambio chileno está muy bajo y por lo tanto no conviene hacer el giro ya que representaría a Ildefonso una gran pérdida, cosa ya prevista.  Decide entonces D. Hilario enviar productos  chilenos a la capital de Uruguay para que, vendidos allí ventajosamente, le sea remitido el dinero a su pariente en España.

Hallábase por aquellas fechas en Montevideo un conocido suyo, representante de una de las casas de comercio más fuertes de Valparaíso, y que le pareció el más idóneo para que fuese su agente en aquella plaza, aunque sólo podía recibir y vender los productos que él le remitiese. Ya en Chile D. Hilario, no sin muchas dificultades y molestias, consigue cobrar el dinero de la testamentaría que se le debía a Ildefonso.  Con él compra una gran cantidad de frijoles, y envía un cargamento de ellos al agente.  Pero los frijoles no pudieron ser vendidos sino a precio bastante inferior al que había calculado.  Por lo tanto no pudo enviar mucho dinero a Ildefonso.

Además, el agente de Montevideo, aunque requerido de continuo por cartas de D. Hilario para que liquidase el negocio, iba dando largas, pero el dinero de la venta no aparecía.  Para colmo, un banco de Buenos Aires, que tenía los depósitos del agente, se declara en quiebra.  Abrumado por estos hechos, el agente confiesa a D, Hilario que

 

 “…si algo se pierde, él se considera obligado a reponerlo y responderá del dinero que ha tenido la confianza de depositar en su poder.  “

 

El 28 de junio de 1888, en Valparaíso, ente notario, el agente le exculpa de toda responsabilidad en aquel accidentado negocio.

 

Ildefonso Fernández no creyó la versión de los hechos que le comunicó D. Hilario y en despecho lanzó contra él un folleto lleno de calumnias que fue publicado y distribuido  entre gentes allegadas.  D. Hilario intentó, sin conseguirlo, que nombrase Ildefonso una persona de confianza para examinar sus cuentas, proponiendo, entre otros, a D. Domingo Fernández de la Mata.  El folleto terminaba acusando a D. Hilario en estos términos:

 

Yo de digo: me has estafado 20.000 pesos.  Como ves, te calumnio; la vindicación es llevarme a los tribunales por calumnia.  Tienes, pues, dos caminos: o el de venirte a España a vindicar tu honor… o cargar con el sanbenito de estafador. ¡No vendrás! ¡No vendrás! ¡ No vendrás!”

 

D. Hilario, a través de su hermano Gabino, lleva a Ildefonso a los tribunales de Logroño, imputándole la comisión de un delito de calumnias por escrito y con publicidad, delito que, por haber pasado más de seis meses, había prescrito, con lo que el acusador fue absuelto.  Más tarde el asunto del dinero fue puesto en manos de personas afines a ambos que tomaron la decisión de dividir la pérdida entre ambos contendientes.  Pero a esta sentencia jamás quiso atenerse D. Hilario.

 

Su ingreso en la Compañía de Jesús.

Don Hilario había acariciado, casi desde niño, la idea de ser jesuita.  En diferentes épocas su deseo se hizo más patente y puede decirse que nunca murió del todo en él.  En distintos momentos pidió formalmente ser admitido en la Compañía.  Lo intentó en 1879, 1884 y 1895.  Hasta esa fecha los pasos siempre resultaron inútiles. ¿Porqué no se le admitía? ¿Carecía de las cualidades necesarias para ser miembro de la Compañía de S. Ignacio?  Parece ser que no se le admitía porque su labor social, en defensa de la clase trabajadora y las buenas relaciones con la burguesía chilena, eran más interesantes a los ojos de sus superiores jerárquicos.  Pero D. Hilario no cedía.  A medida que pasaba el tiempo era más su deseo de entrar en la orden, la que concebía como el puerto de destino de su labor evangelizadora.

D. Hilario va poniendo en orden su vida antes de dar el paso definitivo.  Cede la presiden­cia de la Sociedad de San José  y se reserva, solamente, el título honorífico. La obra principal, la casa de ejercicios de San Juan, de la que en año 1888 ya había presentado la renuncia a seguir dirigiéndola, la pone en manos de un sobrino suyo, el joven sacerdote Cesáreo Fernández, adiestrándole en la dirección hasta que llegue el momento de aban­donarla.  Esto ocurre en abril de 1899, en que oculto y casi confundido con los prelados chilenos que iban al Concilio Plenario Americano, en Roma, cruza la frontera y se traslada a Argentina.  Su destino era claro: la Compañía de Jesús.

 

Campaña argentina (1899-1912)

Buenos Aires, capital de la República Argentina, era también el centro gobernante de la Compañía de Jesús en Argentina, Chile y Uruguay.  El que iba a ser el superior de D. Hilario a partir de  entonces le ordena dar unas conferencias en Montevideo antes de ser admitido como nuevo miembro de la Orden.  Por fin, en julio de 1899 fue enviado a Córdo­ba para que, en la casa de probación que tiene allí la Compañía, comenzase su noviciado.  El 6 de julio inscribe su nombre en el libro de los admitidos.  Tenía 54 años.

Esta segunda y última etapa de la vida del padre Fernández, es casi idéntica a la primera en Chile.  La ciudad de Córdoba sería el campo de operaciones de su nuevo ministerio social.  Le ocurrió al principio como le sucediera en Chile, estando algún tiempo indeciso y si orientación, pero una vez asentado en la Compañía de Jesús pronto empieza a moverse para repetir en este país la labor social y de protección al trabajador que llevó a a cabo en el país vecino.

En 1906 se dona al obispado de Córdoba una porción de terreno con el exclusivo objeto de levantar casas para trabajadores miembros de la Asociación de artesanos de San José.  Se presenta un proyecto para su construcción, a cuenta del Gobierno, con la aprobación inicial del Gobernador de la Provincia. Aquel proyecto se convirtió en firme el 21 de octubre de 1907 y aunque no parecía obra josefina, lo era en realidad, y el padre Fernán­dez, inspirador de todo, tuvo la seguridad de levantar cincuenta casas más para obreros.  En mayo de 1910 las casas estaban construidas y listas para ser entregadas.  El Presi­dente de la República entrega las llaves a los obreros, dirigiendo posteriormente la palabra.  Dirigiéndose al padre Fernández le pregunta sobre el costo de cada una de ellas, y habiéndoselo dicho al Presidente, éste le contestó:

 

“… sólo usted ha podido obtenerlas tan baratas.”

 

Estas casas fueron construidas para los socios de la Asociación de Artesanos de San José, sociedad que, a semejanza de la creada en Chile, pretendía favorecer las condiciones sociales de los obreros argentinos.  Don Hilario se propuso desde el principio que la Asociación Josefina tuviese carácter de socorros mutuos, basados en la afiliación y pago de una cuota periódicamente.

Para potenciar su trabajo en favor de la clase trabajadora, el padre Fernández crea una hoja divulgativa, sencilla y popular, y le da el nombre de El amigo del obrero. Redactada en gran parte por don Hilario, solía contener todo aquello que pudiera interesar a los josefinos: documentos pontificios y episcopales sobre el espíritu que deben revestir las or­ganizaciones sociales católicas; leyes de protección social; comentarios de los sucesos del día; y, finalmente, proyectos y empresas de la asociación josefina en Córdoba.

Tenía su domicilio social en la plaza de la Compañía de Jesús en un local construido sobre los terrenos adquiridos en 1907.  Pero dado el incremento de los miembros de la sociedad, el padre Fernández comprendió que era indispensable poseer un local más amplio donde cupiesen holgadamente los josefinos.  Concibió el proyecto de agrandar aquel local para convertirlo en la verdadera casa del pueblo del obrero cordobés.  Y como lo concibió lo realizó, el 28 de abril de 1912.  Fue un gran legado de don Hilario a la clase trabajadora argentina.

Una vez terminadas las construcciones de Nueva Córdoba, que así se le denominó a esta barriada, su influencia se hizo sentir también en otras localidades de Argentina.  Fue el fundador o reformador de los círculos católicos de Villa Dolores, Río Cuatro, Santa Rosa, Villa María, y otras más-  En Alta Gracia estableció los socorros mutuos con fecha 25 de diciembre de 1907 y obtuvo de su gran amigo el doctor Juan F. Cafferata el obsequio de una parcela que la donó, en 1909, a los obreros de aquel círculo.

En orden a la construcción de nuevas casas para obreros, hizo todavía más el padre Fernández: contribuyó a la creación del Banco Edificador de Córdoba, cuyos estatutos, d 1912, establecen que el objeto de la sociedad será el estimular el ahorro y facilitar el crédito a los asociados, concediendo préstamos a corto plazo para facilitarles la cons­trucción de su propio hogar.  La complicada y basta actuación del padre Fernández en fa­vor del pueblo cordobés le convirtió en un dirigente de la clase obrera en general, llegando a ser, en los últimos años de su vida, el hombre más popular de la ciudad argentina.

 

Muerte de Don Hilario

Don Hilario, desde joven, tuvo problemas de salud.  El asma contraída predicando en las misiones de los fundos chilenos, le acompañó hasta la muerte. Esa dolencia se le acrecentó hasta hacerle difícil el descanso nocturno.  Pero él intentó sortear siempre esta dificultad y no se preocupó mucho ni de su dolencia ni de su edad.

En 1910 realiza su último viaje a Chile, posiblemente a petición de alguno de sus amigos que allí dejó, entre los que se encontraba el Arzobispo de Santiago, J. Ignacio González.  Antes de partir hacia el país andino, el Arzobispo le remite una carta en la que le da cuenta del actual estado de la Sociedad de San José, a la vez que le trasmite el ruego de que le encomiende a Dios ya que

 

“…estoy persuadido que me va a llevar muy pronto.  “

 

Don Hilario visita y consuela a su amigo el Arzobispo y se dedica a dar conferencias, a señoras por el día y a obreros por la noche por toda la geografía chilena.

De vuelta de su inolvidable y querido Chile dedica todas sus fuerzas a las distintas obras sociales de Córdoba que en aquel momento llega a su apogeo: barrios obreros, salón social josefino, asociación de maestras, patronato de presos… Cuando en abril de 1912 hubo terminado e inaugurado el salón josefino, manifestó claramente que aquella sería su última obra y que deseaba descansar en el seno de Dios.

El invierno de 1912 fue bastante riguroso.  El padre Fernández, agobiado por los años, apenas podía con las inclemencias del tiempo y las molestias físicas y la fatiga crónica cada día le agobiaban más.  Don Hilario ya intuía que la vida se acercaba a su fin.  Al regreso de un viaje que efectuó a Buenos Aires, veinte días antes de su fallecimiento, le acompañó a la estación del ferrocarril el padre Borreguero.   Como es costumbre entre los religiosos de la Compañía de Jesús, al despedirse no se dieron la mano.  El padre Fernández subió al tren y no obstante haberse despedido con un abrazo antes de salir del colegio, en los instantes de la partida del tren, llamó al padre Borreguero y le alargó el brazo diciéndole: déme la mano.  Aquella despedida era la revelación de que el fin de sus días estaba próximo.

El día 6 de julio de 1912 el ataque de asma era tan fuerte que sus amigos temía ya por su vida.  El Gobernador de Córdoba, Félix J. Garzón, amigo de D. Hilario, le remite una tarjeta en la que le dice:

 

Mi estimado padre y amigo: Acabo de saber de su indisposición.  Siento no poder disponer de autoridad bastante para ordenar; pero sí cuento con la necesaria para rogar al amigo viejo que se cuide.”

 

En la noche siguiente descansó algo.  Pero en la mañana del día 11 de julio, acercándose muy de madrugada a su aposento, el padre Font oyó un desagradable ronquido.  Alertado, entró y escuchó al padre Fernández agitado y delirando.  Llaman al superior de la Com­pañía, que manda avisar al Dr. Pizarro que emite un desfavorable dictamen de su estado.  El examen del paciente reveló una infección generalizada en la sangre.  A las dos de la madrugada del día 12 de julio de 1912 una fatiga mayor anuncia que se acerca su hora.  Media hora más tarde D. Hilario muere.

Santa Teresa de los Andes

Juanita Fernández del Solar. Santa Teresa de los Andes. (1900-1920)

 

Teresa de los Andes obtuvo el título oficial de “venerable”  en el año 1986. Al año siguiente en 1987, el papa Juan Pablo II procede a beatificarla en el parque O’Higgins de Santiago de Chile en una de sus visitas a aquella Nación.  El 21 de marzo de 1993 es el propio papa Juan Pablo II quien canoniza a Juanita Fernández del Solar.

Imagen de Teresa de los Andes en la iglesia de Galilea

El domingo 3 de octubre de ese año de 1993 se coloca en la iglesia de Galilea una talla de la santa donada por el pintor Juan Fernández Donoso, pariente de la santa, bendecida especialmente por monseñor Piero Biggio en Auco (Chile) el día 3 de julio, día que en el santoral quedó inscrita la festividad de Teresa de Los Andes. La talla fue encargada por el citado pariente a los hermanos Rodríguez, escultores del país andino, y se trata de una estatua de vestir de un metro y treinta centímetros de altura cuyas vestiduras fueron confeccionadas por las carmelitas de Puangue (Chile), de la misma orden de la santa.

La talla  llegó a la ermita de Ntra Sra la Virgen de Gracia el día 3, por la mañana para, posteriormente, ser acompañada en procesión hasta la iglesia parroquial de San Vicente Mártir por la inmensa mayoría de los habitantes de Galilea, juntamente con  el obispo de la diócesis, Ramón Búa Otero y el párroco de la localidad, Javier Osés. Una vez llegada la procesión al templo, engalanado con las banderas de Chile, España y La Rioja, y en donde no cabía un alma, se dio lectura al mensaje de bendición apostólica que la Secretaría de Estado de Su Santidad hizo llegar a la Nunciatura Apostólica de Chile, tras lo cual fue entronizada la imagen en uno de los retablos de la iglesia parroquial. La Coral Montecarmelo intervino en la celebración religiosa cantando la popular misa riojana en honor a la santa.  En la homilía el obispo destacó la caridad y alegría que en vida caracterizó a la santa.  Al final de la misa, el padre provincial de los carmelitas dirigió la palabra a los fieles expresando su emocionada alegría por la acogida que el pueblo de Galilea había hecho a la santa.

En este acto tan solemne y a la vez tan entrañable estuvieron presentes varios familiares de la santa llegados desde Chile, así como los parientes que aún residen en Galilea, además de  otros venidos desde Madrid y desde  lugares diferentes de La Rioja. Igualmente hubo representantes de los padres carmelitas, religiosas carmelitas de La Rioja, así como representantes del Solar de Valdeosera. Tampoco el cronista oficial de la Rioja, D. Felipe Abad León quiso perderse este acontecimiento. Al finalizar este evento, los asistentes acudieron a un ágape ofrecido por el Ayuntamiento de Galilea.

 

Reseña biográfica

Juanita Fernández del Solar fue nieta, como Sergio Fernández Larráin, (el diplomático chileno tantas veces nombrado,) de Domingo Fernández de la Mata, y prima carnal de aquél. La futura santa nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Juanita fue el número cinco de siete hermanos. Su nombre de pila completo fue Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones. Juana como su abuela materna y una hermana que la precedió que apenas logró permanecer algunas horas con vida por haber nacido prematuramente; Enriqueta como su abuela paterna; Josefina por la devoción especial que tenía su madre a San José “guardián de las vírgenes” y de los Sagrados Corazones por el amor que su madre profesaba al Corazón de Jesús.

A los pocos días de nacer, Juana tuvo una tos convulsiva que la ahogaba. Pensaba la madre que moriría y gracias a sus oraciones y cuidados sobrevivió. A partir de ese momento se le empezó a llamar Juanita.  La familia respiraba un ambiente muy cristiano. Poseían una gran fortuna y pertenecían a la aristocracia chilena. A pesar de las riquezas vivían en la austeridad, sin lujos.

Desde niña tuvo demostraciones de amor repartiendo entre sus hermanos primos y empleados domésticos el chocolate que le regalaban. Durante cuatro años, antes de su vocación al carmelo, Juanita padeció diversos males y al padecer un ataque de apendicitis siente la primera llamada. Se abstrae del mundo y se entrega a la oración y al recogimiento.

A los 17 años se siente enferma y agotada escribiendo por primera vez a la priora de los Andes, expresándole sus deseos de ser carmelita. Tiene dificultades para entregar la dote requerida al convento ya que diversas vicisitudes habían hecho que los bienes familiares sufrieran un quebranto.  Durante el tiempo que estuvo en el internado como colegiala y al abandonarlo pide a la priora de los Andes que la admitan en el convento. Tiene dudas sobre si ser carmelita o religiosa del Sagrado Corazón, durante varias semanas.  Concedido el permiso paternal para ir al Carmelo se prepara para ingresar.

El 7 de mayo de 1919 ingresó en el Monasterio de los Andes, cambiando su nombre por el de Teresa de Jesús. Cumpliendo la regla carmelitana se ofreció para realizar las labores más molestas y desagradables.  Cinco meses después de su ingreso tomó el hábito de carmelita descalza, comenzando el noviciado.

La Semana Santa de 1920 le sorprende su maestra con el rostro encendido por la fiebre y seguidamente empieza a sufrir terribles dolores. Pide confesar y comulgar y se le administra la extremaunción.  Al día siguiente profesó como religiosa en artículo de muerte teniendo diagnosticado un avanzado tifus. El día 12 de abril de este año de 1920 fallece. Breve fue su enfermedad que duró nueve días y breve también su vida que estuvo marcada por su precaria salud y que duraría escasos veinte años.  Sus restos están depositados en la cripta del nuevo Santuario de Auco, inaugurado en el año 1986.

En el año 1947 se inició el proceso diocesano en orden a su beatificación. Uno de los milagros aprobados para conceder su beatificación fue el que se produjo en un incendio en Santiago de Chile. Un joven bombero voluntario cae desde una alta techumbre recibiendo una fuerte descarga eléctrica. Los médicos lo declaran clínicamente muerto. Su madre y sus compañeros lo encomiendan a Sor Teresa de los Andes y a los pocos minutos comienza a tener signos vitales.

Sergio Fernández Larraín

Sergio Fernández Larraín. (1909-1883)

 

Nieto de Domingo Fernández de la Mata, nació en Melipilla provincia de Santiago de Chile el 24 de marzo de 1909.  Fue nombrado abogado en 1933 Diputado por Chiloé entre 1937 y 1941. Senador por la agrupación O´Higgins y Colchagua entre 1949 y 1952. Embajador de Chile en España entre 1959 y 1962 desde cuyo cargo contribuyó a acercar las relaciones entre su país y España con particular acierto.  Murió el 20 de diciembre de 1983 estando en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Carlos III concedidas por el Gobierno de España.

El Sr. Fernández Larraín acudió a Galilea tres ocasiones. Con fecha 22 de abril de 1947 a las noticias, “siempre extraoficiales” que el alcalde tenía sobre,

 

“…la llegada a esta localidad del ilustre diputado chileno tan destacado defensor de nuestra Nación Española y amante de este pueblo, cuna de sus antepasados, era ya preciso concretar y ultimar los actos que habrían de organizarse para homenajear a tan preclaro hispanista sin dilacción alguna”.

 

En aquel pleno acuerdan nombrarle hijo predilecto de Galilea, “con entrega de una certificación de este acuerdo a la vez que de un artístico pergamino que se darán a él y a los suyos.” También acuerdan que el día de su visita sea considerado festivo,

 

“…colocando colgaduras en las fachadas de nuestras casas y el momento de su llegada se anuncie con disparo de cohetes y volteo de campanas…”

 

Y por último que en la plaza del Ayuntamiento se celebre la recepción

 

“…seguida de un popular banquete.”

 

En aquella visita se aprovecha para pedir la influencia del embajador ante las autoridades de la nación para la construcción de “un edificio con parque para grupo escolar donde instalar las escuelas municipales.” Las gestiones que el embajador hizo parece que dieron buen resultado ya que en el mes de noviembre de 1950  se saca a pública subasta la construcción de tan ansiado grupo escolar. La construcción se efectúa entre los años 1951 y 1952 . Su inauguración es llevada a cabo en el mes de mayo de 1953 y para tal acto se propone que el referido colegio debe llevar a perpetuidad la denominación de Fernández Larrain y Martín Gamero (Gobernador Civil, a la sazón de la Provincia de Logroño)

En el mes de Julio de 1959 el alcalde Enrique Malo da cuenta a la Corporación su nombramiento  como Embajador de Chile en España haciéndoles partícipes de su alegría “por ser un señor tan entrañable para este pueblo”.  Con fecha 23 de septiembre vuelve a informarles de su llegada al puerto de Santander para el día 26 de dicho mes “a las 10 de la mañana”  y que en atención a la personalidad de dicho señor

 

 “…sería conveniente el personarse este Ayuntamiento en pleno en día y hora señalada para recibirle en dicho puerto.” 

 

Efectivamente acuerdan fletar un coche especial para trasladarse a la capital Cántabra que parte el día 25 de septiembre de 1959 a las 7 de la mañana. Este primer viaje del recién nombrado embajador fue un viaje de naturaleza casi privada que sirvió para tomar contacto con la realidad de sus antepasados ante los que se ofreció para apoyarles en todo lo que la influencia de su cargo le permitiera.

 

Un año después el 20 de septiembre de 1960, el alcalde da cuenta de

 

 “…la visita que el próximo día 24 hará a este pueblo el hijo predilecto Sergio Fernández Larraín”

 

Sigue exponiendo que,

 

 “…el Ayuntamiento, como representante de los vecinos se halla en el deber de organizar determinados actos que sirvan para reflejar a tan ilustre hijo que este pueblo no olvida a quien hizo merecimientos para otorgarle título tan singular.”

 

Propone a la consideración de la Corporación los siguientes acuerdos:

 

1º.- A la llegada del ilustre visitante ofrecerle la acogida cariñosa y cordial del pueblo a que es acreedor con salutaciones hechas con pancartas.

 

2ª.- Organizar una comida en su honor invitando al Obispo de la Diócesis, Gobernador Civil y Autoridades oficiales de la provincia.

 

3ª.- Colocar en un lugar designado al efecto por este Ayuntamiento los cuadros de nuestros hijos predilectos y adoptivos para que presidan nuestras sesiones.

 

El discurso que el alcalde pronunció para conmemorar esta tercera visita del Sr. Fernández Larraín a Galilea fue el siguiente:

 

Si meditamos un poco nuestra sagrada religión observamos que nuestros predicadores en las grandes solemnidades, al contarnos la vida de un santo, año tras año, con distintas palabras y distintos ejemplos, siempre nos dicen lo mismo. Esto sucede porque la verdad y la realidad no es más que una, y por muchas frases que se digan, y por muchos ejemplos que se pongan, todos tienen el mismo significado.

 

Esto es lo que me sucede a mi esta mañana al tener que presentaros por tercera vez en el transcurso de 15 años a un hombre a quien todos conocéis: a nuestro  HIJO PREDILECTO (hoy embajador de Chile en España), el mejor defensor de España desde fuera; en una palabra, lo que de nuestra estirpe, orgullo de Galilea y admiración del mundo, que es caso único en la historia de un pueblo, que su Hijo Predilecto venga representando a otra nación, a este mismo pueblo.

 

Entre las muchas cosas que podríamos hacer mención hay una que resalta sobre todas. Cuando Jorge Alesandri tomó posesión de la República de Chile como Presidente, quiso nuestro embajador que tuviera en su despacho para que le iluminara, la imagen de nuestra Virgen de Gracia, escribiéndome para que en nombre de Galilea se la enviara; coincidiendo en esto con el sentir de todos los galileanos, que aun sabiendo que Virgen no hay más que una, con un solo nombre que es María, nos sentimos orgullos de tenerla por patrona bajo la advocación del primer apellido de la Virgen; pues “Dios te salve, María llena eres de Gracia” le decimos en el Avemaría; “María, Madre de Gracia” decimos en los dieces del Rosario y en la letanía donde seguido de “Madre de Xto” decimos “Madre de la Divina Gracia”.  Quedó Alesandri tan agradecido que prometió que si algún día visitaba España, llegaría a Galilea para conocer y visitar personalmente a nuestra patrona; y con este hecho y tener el nombramiento y la vara de alcaldesa, bien la podemos llamar patrona de los gobernantes.

Por eso, la corporación municipal, escuchando el sentir, no solo de la población de hecho sino de la de derecho, tiene acordado colocar en el día de hoy, en el salón de este Ayuntamiento, los cuadros de nuestro Hijo Predilecto e hijos, y de nuestra alcaldesa, para que presida nuestras sesiones y en lo sucesivo estas sean abiertas con las palabras de “Virgen de Gracia rogad por nosotros”.

Este acto tan sencillo en un pueblo tan insignificante, ha tomado carácter tan extraordinario como cuando se pone a la firma los grandes convenios comerciales; pues por una arte acompañan al embajador, el cuerpo diplomático de Chile, su distinguida esposa Exma Doña Carolina Errázuriz, sus hijas y sus nietos; y por la otra, ya lo he dicho antes y nos lo dice el aspecto que ofrece esta plaza, la población de hecho y de derecho, y por arte del gobierno está presidida por nuestro querido gobernador Civil, acompañado de su distinguida esposa Exma Sra. Josefina Aritmendi; y que también es devota de nuestra Virgen, pues como todos sabéis quiso, y más como cristiano darle posesión entregándole el nombramiento y la vara de alcaldesa”.

 

Tal y como se acordó en el pleno extraordinario se procedió a engalanar el pueblo levantando sendos arcos de laurel a la entrada del pueblo para agasajar al Embajador oriundo de Galilea. El político es recibido en olor de multitudes,desarrollando una intensa actividad social a lo largo de la jornada que permaneció en nuestro pueblo, partiendo para Madrid a últimas horas de la tarde.

Una vez abandona la política activa siguió manteniendo relación epistolar con el alcalde Enrique Malo y el cura Alberto del Pozo, encaminada sobre todo a la remisión de documentos  custodiados en los archivos municipal y eclesiástico de los que poder obtener información para escribir la obra “Ruta hispanoamericana de los linajes Blanco de Salcedo y Fernández de Tejada” editada en Santiago de Chile por el Instituto Chileno de investigaciones Genealógicas, en 1972. Murió el día 20 de diciembre de 1983.

Eduardo Fernández Balmaceda

Eduardo (Fernández) Balmaceda Valdés. (1895-1969)

 

Es muy posible que si la corporación municipal que regía los destinos del Ayuntamiento de Galilea el día 21 de septiembre de 1957 no hubiera decidido nombrarle hijo adoptivo y dedicar una de sus calles a Eduardo Fernández Balmaseda, (en realidad Eduardo Balmaceda Valdés), su nombre y su biografía tendrían poco que decir para los habitantes de nuestro pueblo. Sin embargo “…este culto viajero chileno, con amplias vinculaciones sociales en España…”, como lo definió Fernando Schmidt, consejero de la Embajada chilena en España, tuvo el acierto de recalar en Galilea en uno de sus periplos viajeros por Europa siendo providencial para el impulso modernizador de nuestro pueblo, como así queda reflejado en uno de los capítulos de su historia cuando digo:

 

Avda. Eduardo Fdez. Balmaseda

Llega el mes de septiembre y se produce un acontecimiento irrepetible. Se inaugura el teléfono público que tanto tiempo hacía que se estaba esperando. Con motivo de este acto se congregan en Galilea las máximas autoridades de la provincia a las que se les plantea la situación de paralización de las obras, sin que se obtengan resultados positivos. Sin embargo el destino quiso que el día 27 de septiembre de 1954 con motivo de la festividad del día de Acción de Gracias acudiera a su celebración el médico riojano, con raíces en nuestro pueblo, D. Fernando Yangüela al que el alcalde llama “introductor de los chilenos en este pueblo”  que le anuncia la visita, para el día siguiente, de D. Eduardo Fernández Balmaseda, diplomático chileno, viajero impenitente, hombre adelantado a su tiempo, y acudirá no como un turista más de los que a diario recorren nuestro País, sino a derramar lágrimas sobre la tumba de sus mayores que reposan en nuestro cementerio”.

 

El alcalde le explicó pormenorizadamente la situación de estancamiento que sufrían los diferentes proyectos y su dificultad para darles salida. El diplomático chileno escucho con atención los problemas que se le planteaban y prometió ejercer toda su influencia ante sus amigos, los políticos de la capital del Reino para intentar dar salida a esta situación de parálisis administrativa.

Nada mejor para ello que acudir a su buen amigo el Conde de Vallelano, a la sazón Ministro de Obras Públicas por aquellas fechas. Parece que las dotes de persuasión del escritor chileno eran grandes ya que,

 

…a partir de aquel momento y en cadena, sin interrupción nos fueron concedidas subvenciones con las que, aun a paso lento, pudimos continuar las obras.

 

Eduardo Balmaceda Valdés, nació en el año 1895 y fue hijo de José Ramón Balmaceda Fernández, casado en segundas nupcias con Sara Valdés Eastman.  José Ramón, nacido en el año 1853, fue hermano del  presidente de la República de Chile, José Manuel Balmaceda. Diplomático, como todos los hermanos del Presidente,  desempeñó los cargos, entre otros, de Regente de Santiago y Ministro Plenipotenciario en Bélgica. De su primera mujer, hermana de la segunda, nació Gustavo Balmaceda Valdés, quien se casó con la escritora chilena Teresa Wilms Montt, muerta prematuramente y con una apasionante biografía.

Balmaceda Valdés fue un incansable viajero, además de un prolífico escritor y articulista. De su pluma salieron títulos como, “De mi tierra y de Francia”, en 1938; “Del presente y del pasado», en 1941; “Personalidades que visitaron Santiago en el siglo XIX”, en 1950; “Anhelo y visión de España” en 1954; “Un mundo que se fue”, en 1961. Muy joven, también escribió un libro sobre la familia Balmaceda, pero con poca investigación y algunos errores. Como articulista mantuvo durante un tiempo una columna en un diario de Santiago llamada «La elite de siempre», de la cual él mismo solía ser protagonista, siendo célebre por su pomposidad y elegancia.

En su libro «Anhelo y visión de España» relata su paso por  Galilea y su encuentro con los familiares del solar  de Valdeosera, (cuando se quiso inscribir en dicho solar tuvo que recurrir a su varonía que había sido abandonada por su abuelo).

Recientemente (comienzos del año 2007) el embajador chileno Juan José Fernández Valdés a quien el autor menciona en su libro como uno de los que le precedieron en su visita a Galilea, ha tenido la gentileza de remitirme un ejemplar de este libro editado en el año 1958 y  que en sus páginas 301 a 306 refiere lo siguiente de su estancia en nuestro pueblo:

 

«Y llegamos a Galilea de Logroño, donde se ha perpetuado un núcleo de nuestra familia. Respecto al origen del nombre de Galilea, cuenta la tradición que los principales de allí fueron a Tierra Santa y que al volver, en recuerdo de su peregrinación, lo pusieron a la villa que estaban formando junto a sus fincas agrícolas en el Valle de Ocón.  Es de recordar que en el siglo XIII toda La Rioja pertenecía al Reino de Navarra. Un hijo de Sancho el Fuerte, Teobaldo I, fue a las Cruzadas rodeado de nobles navarros y es probablemente que los del Valle de Ocón fueron en su compañía; esto situaría la fundación de Galilea en la primera mitad del siglo XIII. Las cruces que trajeron los cruzados y que figuran en los blasones de muchos escudos navarros también campean en los escudos de las viejas familias de este pueblo.

 

Nuestra visita, que ya había sido anunciada, animó al pueblo y todos salieron a saludarnos y festejarnos cariñosamente. No ero yo el primer chileno que allí llegaba; me habían precedido en este generación Sergio Fernández Larraín y Juan José Fernández Valdés, que muy grato recuerdo dejaron entre sus moradores. Muchísimos años antes habían pasado también, entre otros, compatriotas como doña Anita Fernández de Undurraga, que llevaba la cantidad de 25.000 duros que su padre, nacido allí, había legado a la escuela parroquial; en las “Memorias de ochenta años”, publicadas por su esposo, hay una animado relato de esta visita.

 

El actual alcalde de la región Enrique Malo y Cenzano es el prototipo del hidalgo legendario; lleno de noble sencillez, vive para servir a su pueblo y se entusiasma con los modernos adelantos que ha propiciado; yo, fascinado con las piedras viejas, cansado de modernismos; él, deslumbrado con ellos. En su viña, en los extramuros del pueblo, nos brindó su excelente vino en una gran sala de la bodega centenaria, donde en un inmenso fogón crepitaban abundantes y apetitosas reses. Qué autentico y natural me parecía todo esto; nadie pretendía deslumbrarme mas todos se esforzaban en manifestarme su simpatía; así anduve por muchas casas de parientes y amigos que me brindaban su emocionada hospitalidad; ambientes con tanto sabor de tradición  y encanto que sólo pueden dar los siglos.

 

El dignísimo sacerdote D. Alberto del Pozo, hace ya 24 años que es cura de Galilea  y es joven, activo y de buen gusto; ha reparado con propiedad sus edificios, porque en España, a pesar de la modestia de estos pueblos, los adornan notables monumentos. La iglesia parroquial de San Vicente, toda de sillería de piedra, de principios del siglo XVI, en estilo gótico ojival, estuvo estucada interiormente, lo que no era extraño en esos templos, pues el mal gusto de finales del siglo XIX y principios del XX cometió ese desaguisado, y cansados de estas viejas piedras, las estucaron y decoraron. No es una excepción lo que pasó con la catedral de nuestro Santiago. Pero el cura del Pozo juntó limosnas –no pocas le llegaron de Chile- hasta que le permitieron rascar la iglesia y devolverla a su magnífico y primitivo estado. Están allí enterrados muchos de nuestros antepasados, hasta que una ley prohibió los enterramientos en las iglesias.  Desde entonces subsiste una tumba de la familia en el cementerio.

 

Lo más notable de este hermoso templo es la magnífica capilla de la Santísima Virgen del Pilar, que construyó pomposamente un personaje de nuestra casa, don Juan José Fernández Texada, para el enterramiento de su tío el Arzobispo y su familia.

 

No se imagina el buen Obispo de don Diego la trascendencia de aquél matrimonio que trajo al trono de España la cada de Borbón. La novia era la hija mayor del rey Felipe IV, y esta unión se había acordado el año 1639 en la famosa paz llamada de los Pirineos.

 

En una plaza aledaña a la iglesia de San Vicente, se alza el viejo palación del Arzobispo, ya bastante deteriorado y profanado, aunque conservando algo de su antigua dignidad y luciendo, en la fachada principal, un hermosísimo escudo de Valdeosera, finamente esculpido.

 

En los extramuros de Galilea se conserva una simpática ermita de Nuestra Señora de la Gracia, cuya pétrea fábrica data del siglo XVII, atinadamente restaurada últimamente. Y era ya hora de la queda cuando fui invitado a visitarla; la luz muriente, diáfana bajo un cielo nacarado, envolvía el ambiente en una profunda melancolía y las sombras de la tarde daban mayor relieve a las construcciones viejísimas que se alinean a la vera de la calle principal del pueblo. Entrados en la ermita, el cura pidió una oración por mis intenciones, y el coro ya numeroso de nuestros acompañantes respondía al sacerdote con fervor y una emoción tal que mis ojos se llenaron de lágrimas. Toda esta atmósfera religiosa y sencilla me hizo volver a una vida pretérita, la que llevaron nuestros mayores; me parecía haber retrocedido siglos en la seguridad de que allí, el tiempo estaba detenido. Luego pasamos al cementerio, junto a la ermita, donde en la tumba de familia, el cura rezó un responso por el alma de nuestros antepasados. ¡Qué encanto hubo para mí en todo esto…!

 

Descendimos cuando ya la luz crepuscular se terminaba y los labriegos con sus mulos, sus cabras, sus herramientas de labranza, bajaban en tropel a pernoctar al pueblo y nos saludaban al pasar; respetuosos y cariñosamente; ambiente de una emoción sencilla tal, que quedaré por muchos anos recordando.

 

Por estos lares todo ello tiene ese sello tan bellamente tradicional y castellano viejo.»

 

En las páginas 314 y 315 que cierran el capítulo dedicado a su paso por La Rioja, el Sr, Balmaceda Valdés sigue diciendo:

 

«A mi regreso de La Rioja me entrevisté en Madrid con el conde de Valellano, Ministro de Obras Públicas de España; gran Ministro, gran señor y noble amigo.  Una de sus hijas, durante la Guerra Civil española, asilada en Bruselas, recibió especiales atenciones de mis hermanos Jorge y María Cristina Valdés Mendeville, que allí eran embajadores, que los condes no han olvidado.

Le pedí para nuestro viejo pueblo de Galilea de Logroño el pavimento de la calzada principal y el estudio de una nueva carretera que acercaría en seis kilómetros el fértil Valle de Ocón hasta la capital de la provincia.

El ministro me manifestó que no le extrañaba que un chileno tan vinculado por la sangre y el corazón a la Madre Patria, viniera pedir algo para un viejo pueblo de España: Llamando a su secretario, don Ángel Ortiz, distinguido funcionario, dio la orden de que estudiara mi petición a fin de ejecutarla, y que se me informara a Chile del estado de los trabajos.

La emoción y el agradecimiento con que salí de esta entrevista fue grande. Me parecía una ilusión haber venido desde tan lejos a traer un señalado adelanto para la provincia en la que nació mi bisabuelo.

El Ministro cumplió su palabra y en momento de publicarse este libro los trabajos han tocado a su fin y el simpático pueblo castellano los ha inaugurado solemnemente poniendo a dos de sus plazas los nombres del ex Ministro de Estado don Eduardo González Gallarza y de don Fernando Muñoz y Serrano del Castillo, y una calle con mi nombre, declarándonos Hijos Predilectos del pueblo. Rasgo de generosidad muy española”.

 

Avda E. Fernández Balmaseda

Eduardo Fernández Balmaseda formó parte de una amplia familia de políticos y escritores con origen en nuestro pueblo. Su abuelo Manuel José, se hizo cambiar su primer apellido, Fernández, por el de Balmaceda, tomándolo de su bisabuela Ángela Balmaceda Cenzano, nacida el 8 de noviembre de 1699 en Galilea y hermana del Oidor, Gobernador de Chile y primer emigrante a tierras andinas, Juan de Balmaceda. Su padre y todos sus hermanos obtuvieron cargos de representación en el Congreso o Senado chileno, o desempeñaron funciones diplomáticas en el exterior.

El lo que respecta a la literatura, tuvo su antecesor en Pedro Balmaceda Toro, hijo del presidente Balmaceda y en consecuencia primo hermano suyo. Este malogrado escritor, que nació en el año 1868 y que murió a la prematura edad de veintiún años, fue amigo íntimo del autor nicaragüense Rubén Darío, a quien introdujo en Chile, teniendo un  papel muy relevante en la difusión del modernismo hispanoamericano y de la literatura francesa moderna, usando los seudónimos de A. Gilbert y Jean de Lucan.

Más repercusión tuvo en las letras chilenas Teresa Wilms Montt, mujer de su hermanastro Gustavo Balmaceda Valdés, cuya producción literaria no es muy abundante ya que se suicidó a los veintiocho años, pero cuya biografía parece estar sacada de las páginas de una novela de tintes románticos con trágico final. Incluso su marido , escribió en 1918 una novela en clave titulada «Desde lo alto», con la que pretendía justificarse ante la sociedad por su escandaloso matrimonio con la bella y culta Teresa Wilms Montt.

Ya en nuestros días, su sobrino segundo Fernando Balmaceda del Río, nacido en Santiago de Chile en 1923, premio Revista de Libros 2001, memorialista como él, y en algunas épocas de su vida también diplomático, ha conseguido una gran relevancia con su libro “De zorros, amores y palomas”, que a decir de los críticos se trataría, de alguna manera, de una especie de «Un mundo que se fue», pero visto desde el revés. En estas memorias, el autor relata, en un estilo dinámico y pleno de humor, las aventuras que lo llevaron a ser testigo de diversas mentalidades y formas de vida.  En su libro, Balmaceda del Río entrega muchos datos y anécdotas de los hermanos de su abuelo y de algunos de sus tíos paternos. Advierte el autor que en su infancia poco o nada quedaba de la fortuna de los viejos Balmaceda Fernández:

 

«…ni rastros, ni siquiera un metro cuadrado de las inmensas propiedades heredadas de su abuelo, don Manuel José. Pero sí, mucho de ese espíritu entre bizarro y estrambótico entre los últimos ejemplares de la generación de los abuelos«.

Eduardo Balmaceda profesó un cariño especial a nuestro pueblo y mantuvo una correspondencia esporádica con quien fuera alcalde de Galilea en el tiempo de su visita, pero a finales de los años cincuenta se hace el silencio y no se vuelve a saber nada más de él. En esos cuatro años que transcurren desde su visita a Galilea, en septiembre de 1954, hasta las fechas posteriores a ser nombrado Hijo Adoptivo de Galilea y dedicarle una de sus calles, escribe una serie de cartas en las que detalla de manera pormenorizada sus entrevistas con el entonces Ministro de Obras Públicas, Conde de Vallellano(1) con el propósito de acelerar las ayudas que pudieran conseguirse para el logro de ciertos objetivos municipales, paralizados hasta el momento. Son cartas  en las que se desprende el gran cariño que tuvo siempre por este pueblo y sus gentes, y el propósito que mantenía de volver a visitarlo algún día pero que diferentes avatares familiares y políticos se lo impidieron. Aunque algunas de ellas hacen referencia a cuestiones familiares, siempre incluía algún comentario sobre la situación política chilena, centrándose en algunos episodios trágicos como el inesperado fallecimiento del brillante político de la familia, Raúl Marín Balmaceda, muerto de un fulminante ataque al corazón. Son cartas, en fin, en las que deja traslucir su gran religiosidad y el cariño que profesaba a su madre, de una longevidad extraordinaria, y que fue uno de los motivos que le impidieron viajar nuevamente hasta nuestro pueblo. Extractadas, algunas de ellas son estas:

 

EPISTOLARIO

 

Madrid 5 de octubre de 1954

 

Tan pronto como llegué a Madrid te puse una tarjeta con mis saludos, la que espero habrás recibido.

 

Yo parto para París la próxima semana por lo que mi conversación con el conde de Vallellano (1) tendrá que retardarse, pero prometo que no partiré a Chile sin hablarle del asunto que nos interesa, y si algo consigo, créeme que será una inmensa satisfacción para mí.  Por algo mis antepasados vivieron tantos siglos en esas tierras.

 

La condesa viuda de Vilana (2), una dama chilena íntima nuestra y a su vez muy unida a los Vallellano, me va a invitar a cenar con ellos para que yo les hable del asunto  de Galilea, tan pronto como yo regrese de Francia, que, si Dios quiere, será a finales del presente.  Esta condesa de Vilana es viuda de otro íntimo amigo que fue José de Casani y Herreros de Tejada, caballero de Valdeosera, de donde emparentábamos. Era además conde de Casani y de Vilena. Su hermano es el conde de Maceda, Grande de España.  Pero no te impresione lo de grande, que después de haber conocido los hidalgos de los viejos pueblos de España son ellos los auténticamente nobles que guardan la legendaria y sencilla hidalguía castellana.  Los que vinieron a medrar a la corte degeneraron y perdieron esas grandes cualidades del pueblo español.

 

Tan pronto como llegue a Chile haré editar un libro que he escrito sobre España en este año que aquí he pasado y en él verás aparecer el querido alcalde de Galilea y sus dominios con la cariñosa evocación que para mí se merecen los pobladores de tu pueblo.

 


 

Barcelona, 12 noviembre de 1954

Hotel Gran Vía

 

Comprenderás con cuánto gozo te escribo para informarte del éxito de mi conferencia con el conde de Vallellano. Ya te había hablado de la antigua amistad que le unía a mi familia y en mi petición, me ha dado pruebas de ella.

 

Yo llevé a la audiencia una minuta con lo que deseaba el pueblo  en forma clara y precisa.  Llamé a su secretario D. Ángel Ortiz que en el acto tomó razón de todo.  El primer pedido se acordó inmediatamente, y respecto a la carretera nueva de seis kilómetros me prometieron que, sin tardanza, se vería qué trayecto había al respecto para acelera su construcción.

 

El ministro hizo que D. Ángel tomara mi dirección en Santiago y le dio orden que me tuviera constantemente informado del estado de los trabajos que se ejecutarían por mi solicitud.

 

Comprenderás lo feliz y satisfecho que salí de la audiencia por haber conseguido algo en beneficio de mi viejo pueblo familiar.

 

Te ruego también que tú me tengas a su vez al tanto de estos trabajos que si se tardaran, ya dejé encargo en Madrid a una íntima amiga los Vallellano para que insista en su pronta realización.

 

Como te lo indiqué me embarco mañana y me agradaría me escribieras por correo aéreo a la Embajada de Chile en Brasil. Como yo pasaré por Río de Janeiro me entregarán tu carta y así tendré más pronto noticias vuestras.

 


 

4 de diciembre de 1954

Buenos Aires, de paso a Chile, en barco

 

Tan pronto como llegué a Río me entregaron tu carta. Me regocijo íntimamente de haber hecho algo por nuestro pueblo y por el agradecimiento que muestran sus moradores por tan pequeño servicio.

 

Quiero recordarte mi entrevista con Vallellano que fue así: primero se acordó que la pavimentación de la carretera que pasa por el pueblo se decretara en el acto; y segundo que se viera si había estudios sobre la nueva carretera, y sino iniciarlo inmediatamente, pues sin él nada se podía empezar. Como te dije en mi carta, el Sr. Ángel Ortiz, secretario del Ministerio de Obras Públicas quedó encargado por el Ministro de tenerme al tanto de estos trabajos y tan pronto como reciba en Chile sus noticias te las comunicaré en el acto. Naturalmente estos trabajos no se pueden realizar de un día para otro y hay que aguardar con un poco de paciencia.

 

Nada me sería mas grato que volver a Galilea para la inauguración de estas obras pero mientras mi madre viva (tiene 86 años), no la dejaré.

 


 

Ministerio de Obras Públicas

 

D. Eduardo Balmaceda y Valdés

Santiago de Chile.

Madrid 21 de junio de 1955

 

Mi estimado y buen amigo:

Correspondo a su atenta carta en la que me recomienda los deseos del Ayuntamiento de Galilea sobre los cuales también me ha escrito nuestra común y buena amiga la condesa viuda de Vilana.  He recibido instancias del Ayuntamiento, y respecto al adoquinado de su calle principal (carretera de Murillo a Ocón) he dispuesto se dé estado oficial a la instancia presentada y se procure tramitar con la máxima rapidez posible.

 

Reciba un atento saludo de su afectísimo amigo,

 

El conde de Vallelano

 


 

Santiago de Chile, noviembre de 1956

 

Tres días después de haber respondido la amable carta de D. Alberto (del Pozo) en la que me comunica los finales en los trabajos del pueblo…

 

Naturalmente, tan pronto como tú me anuncies su fin escribiré a mi amigo Vallellano reiterándole mis agradecimientos y pidiéndole que siga la ayuda para ese pueblo.

 


 

Santiago, marzo de 1957

 

Por este mismo correo escribo a mi amigo el conde de Vallellano lamentando mucho su alejamiento del Gobierno. Debemos quedarle muy agradecidos pues a pesar de las infinitas peticiones que lo asediaban no descuidó la nuestra.

 

Yo siempre con vivos deseos de volver a Europa pero la situación económica aquí empeora. Tenemos el dólar a 640 pesos cuando hace pocos años estaba a la par. Imagínate si así se puede salir a pasear a Europa.

 

En un mes se empieza a editar mi libro “En España” que me ha resultado bastante denso, alrededor de 400 páginas y me ha costado editarlo un millón de pesos.

 


 

Santiago 14 de agosto de 1957

 

Te escribo profundamente apenado. En vez de llegar por Galilea a dar un abrazo a sus buenos pobladores, sólo debo contentarme con esta carta. Un sin fin de circunstancias: el estado delicado de mi madre que va a cumplir 89 años; la trágica depresión de nuestra moneda (el dólar a 80 pesos) y otras circunstancias no me permiten alejarme de Chile como era mi más vivo deseo. He pensado infinitas veces en el inmenso placer y gratísimo recuerdo que me habrían dejado la inauguración de las obras…

 

Hace poco recibí carta de Vallellano en la que me dice que está muy satisfecho de saber que los de Galilea han quedado contentos con los trabajos decretados y me advierte que donde esté estará lista servirnos de igual manera…

 

Raúl (Marín Balmaceda, destacado político de la familia y candidato a la presidencia de la República) y Juan José (Fernández Valdés embajador chileno y también oriundo de Galilea) me encargan un especial y muy cariñoso saludo para el pueblo.

 

…pronto recibirás una carta mía en la que verás que tengo muy presente a nuestro pueblo.

 

 


 

Santiago 16 de septiembre de 1957

 

Te escribo bajo la impresión y honda pena de la repentina y dramática muerte de Raúl Marín Balmaceda (48 años) acaecida hace sólo dieciséis días. Esta muerte ha constituido un gran duelo nacional pues Raúl era la más alta figura moral del Parlamento chileno: modelo de hijo, de católico y de ciudadano. Toda la prensa de América le ha rendido grandioso y justo homenaje.

 

Las consecuencias de esta repentina muerte se deben en gran parte a que este invierno hemos tenido una fuete epidemia de influencia asiática, que si bien no ha sido mortal, a algunos les ha dejado con el corazón herido.  En ese día se trataba de elegir el candidato a la Presidencia de la República y Raúl pronunciaba uno de los más brillantes discursos de su vida y era ovacionado delirantemente; al final del discurso se le veía muy pálido Terminó y el ataque al corazón lo liquidó minutos después.  No puedes imaginarte la conmoción que esta terrible noticia produjo en el país entero.

 

Ocho días antes habíamos cenado juntos y hablado mucho de ustedes y de España, lamentando que la crítica situación  por que en este país pasamos no nos permitiera volar hasta las fiestas de nuestro querido Galilea…

 

La muerte vino a alterar todos estos vivos deseos nuestros… y sólo se limitó a llevarnos a unos de los hombres más probos de nuestra estirpe y uno de los políticos más ilustres que ha tenido Chile y América en su última época.

 

Créeme y díselo así a los amigos y queridos pobladores de Galilea que en  estos días estoy con el corazón en medio de ellos, con mis más hondos afectos, con toda la fuerza de nuestras viejas tradiciones que reverdecen llenas de vida en este lejano rincón de América…apenado de no poder estar participando de vuestras actuales alegrías.

 


 

Santiago, diciembre de 1957

 

…mi vuelta a España está por ahora muy problemática; mi madre va a cumplir 90 años y jamás me alejaría de ella mientras viva pues le ocasionaría un vivo dolor.  Está muy ancianita, pero su familia es muy longeva… Dios sabe cuánto le queda por vivir. Por todo esto prefiero que me envíes el pergamino que me anuncias (donde se le declara hijo adoptivo de Galilea) que aquí será para mí un lazo más que me une a esas tierras.

 

Espero en Dios me conceda vida y salud para volver a verles y no con una visita breve entre vosotros, sino una temporadita larga que me hará convivir con gentes a quienes me une tanto cariño e interés.

 

Te agradeceré me mandes un croquis indicándome dónde queda la calle de mi nombre, para ubicarme.

 


 

Santiago de Chile 31 de abril de 1958

 

He tenido el honor de recibir un hermoso y artístico pergamino que certifica mi nombramiento de HIJO ADOPTIVO de ese pueblo, acordado por esa Corporación Municipal el día 21 de septiembre de 1957 en agradecimiento a la modesta ayuda que yo pude proporcionar para esa tan querida tierra de mis mayores. Me es grato y honroso conservarlo pues es un eslabón más que me une a vosotros que estáis siempre presentes en lo mejor de mis sentimientos

 


 

Esta es la última carta que Balmaceda Valdés remitió al entonces alcalde de Galilea. Después de esto nada más se ha sabido de él. Murió en el año 1969.

 

La calle que lleva su nombre, que en el momento de su dedicación solamente existían algunas edificaciones en el arranque de la misma, hoy en día es una de las de mayor proyección de cara al futuro mas inmediato, y más en estos momentos en los que la construcción  de nuevas edificaciones en Galilea está creciendo a un ritmo extraordinariamente rápido. Don Eduardo se sentiría orgulloso.

 


 

(1).- Conde de Vallellano.- Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano; Madrid, 1886- id., 1964) Político español. Alcalde de Madrid (1924-1927) bajo la Dictadura de Primo de Rivera, Durante la segunda República preparó diversos pactos entre los monárquicos alfonsinos y tradicionalistas. Redactó el manifiesto de Alfonso XIII de 23 de enero de 1932, ocupó la vicepresidencia de Renovación Española (1933), y durante el franquismo fue ministro de Obras Públicas (1951-1957) y presidente del Consejo de Estado (1958).

 

(2).-  En su libro «Un mundo que se fue», en su página 179, dice respecto de esta condesa: «En otro capítulo algo he hablado de los rodeos que en sus fundos organizaba mi padre para dar a conocer a los extranjeros nuestra principal fiesta campera y justo es que yo también recuerde, en estos apuntes del pasado, un rodeo que preparé en nuestra hacienda de San Jerónimo en honor de un amigo español, José Casani y Herreros de Tejada, Conde de Vilana, muy popular y bien querido en todos nuestros círculos y que se había desposado con nuestra compatriota María Rosa Astoreca, perteneciente a una opulenta familia del norte.»

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